Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 30-01-03
Los días y sus noches pasan, y el capitalismo sigue asesinando en nombre de la paz. Todo el tiempo mata de hambre a cientos de millones de personas por mandato de la riqueza de unas pocas decenas de apellidos. El imperialismo tira misiles con veneno en la punta para que continúe en vigencia su puta libertad de morirse sin chistar por inanición o enfermedades curables en cualquier esquina de las grandes o más chicas ciudades del mundo.
Bajo el angustiante cielo del capitalismo, los pobres se ahogan en las tosqueras para que los ricos disfruten veraneos cinco estrellas. Los negros, los villeros, los siempre descalzos empatan el calor en un lago con chatarras en el fondo, pero los patrones todo lo contrario. Con el aumento del índice de desempleo desciende a bajo cero el precio de la poca mano de obra ocupada.
Mañana a la mañana una niñita iraquí nacerá en un refugio antinuclear, al sur de la costra de la tierra, lejísimo del sol. Guerreros expertos en espiar arsenales ajenos no oirán su primer llanto desolado, apenas humano, increíblemente triste.
Los varones y mocosas en edad adolescente que abren y cierran las puertas de los taxis jamás emplearán el talento de su honda sensibilidad en la poesía, la pintura o la ciencia. Su inteligencia y pasión sólo les servirá para esquivar las patadas nocturnas de la policía, o comer de contrabando una empanada sin que se dé cuenta el mozo del bar del subterráneo. No hay Premio Nobel para el niño que logra dormirse y despertarse, amar y curarse de gripe en las calles de la ciudad violenta, debajo de los puentes, entre los pasillos sombríos de las grandes metrópolis.
¿Cómo pueden defenderse los pueblos si no es con lucha y rebelión, de la cría de políticos que sirven con miseria y muerte a los burgueses de aquí y de allá y de todas partes? ¿Con qué otras armas que no sean la organización, la ternura dura, la solidaridad, la movilización armada o no, podrán los pueblos derrotar el avance en retroceso de los que imperialistas que ni se despeinan por decretar guerras y genocidios para controlar el precio del petróleo y así las clavijas de la economía mundial? ¿Cuántas enseñanzas, viento en los ojos, esperanzas dejan en la telita más íntima de la clase obrera internacional la dignidad de los valientes maquinistas ingleses que esta semana arriesgaron su puesto de trabajo negándose a conducir trenes cargados de armamentos para ser utilizados en el inminente ataque contra Irak?
No habrá sol para los pueblos mientras continúe lloviendo capitalismo. Sólo el viento de la revolución y el socialismo barrerá la ceniza sucia de este sistema derruido, patético, sin excusas a esta altura de la historia, en decadencia, como cuerpo que todavía desea pero que ya no anda más.