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La Fogata con las Madres

Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 23/10/03
Bolivia: Lucha en la Puerta del Sol

El objeto de la Revolución es buscar la felicidad de todos, incluidos "…los naturales de este distrito, por tantos años mirados con abandono, oprimidos y defraudados en sus derechos, y hasta excluidos de la mísera condición de hombres" .
Azotados por el viento frío de la altipampa indios y criollos escuchan la voz clara, segura de Bernardo de Monteagudo hablándoles.
Castelli ordena el repartimiento de tierras, exenciones de cargas e imposiciones. "Todos los indios accedan al empleo de que sean capaces", "se suprimen todos los abusos a los naturales" y sean "fundados los establecimientos necesarios a la educación". "Toda la América del sur no formará en adelante sino una numerosa familia", dice el secretario de la junta y todo es traducido a las lenguas indígenas.
Es el 25 de Mayo de 1811 en Tiahuanacu, dan marco a la proclama el Illimani, el Llampu, El Sorata y el Huayna Potosí, montañas como dioses, testigos de las luchas por la liberación y la independencia de América.
Las voces se hunden en la piedra, las altas cumbres guardan el testamento de los revolucionarios.
Como ahora, que el pueblo boliviano se ha parado con sus siglos de tierra, de esperanzas desflecadas al hombro.
Con la vida en la piedra que esgrimen sus manos para decir ¡basta!
El Goñi con el wiski en la mano, miró por la ventana la calle echada a andar en un círculo de luego, requemándose, zigzagueándoles a las balas, con sus piedras y sus tambores remendados.
La miseria sin máscara, Bolivia, con un reloj en la mano le cuenta las horas al gringo presidente y asesino.
El 20 % desnutrido, el PBI más bajo que Macedonia y Albania (países arrasados por conflictos importados por Estados Unidos), el "milagro boliviano" estaba en la calle.
El ojo pitañoso del Goñi detrás de la cortina, mira con odio a los obreros echados de las empresas privatizadas, los muertos reprimidos en su anterior presidencia y los cien de ahora; Bolivia.
Estaban todos, y sobre todo los 30.000 mineros expulsados por Lozada de su trabajo, encendiendo los cartuchos de dinamita con sus cigarritos baratos.
Es probable que Lozada venciera el miedo y siguiera matando, si al embajador las explosiones no le hubieran arrugado la humanidad. Pero el yanqui levantó el teléfono y le dijo que se fuera, y el Goñi se fue.
Los pueblos se miran en espejo. En Argentina, cacerolas y en Bolivia, cartuchos de dinamita.
El embajador y los empleados del patio trasero saben que nunca debe desestimarse la dinámica de las fuerzas de la protesta lanzadas a la calle, y menos con cartuchos de dinamita.
Así como tampoco puede subestimarse el reflejo de los acontecimientos de La Paz en toda el área andina, inmersa en una crisis agudísima, ni en la formación del ALCA, ni en la mirada del resto de América.
Evo Morales y Felipe Quispe han salido fortalecidos de la lucha. Más allá de ciertas diferencias filosóficas, ambos han coincidido durante el conflicto en un discurso francamente antiimperialista y así han llegado adónde están. Tal vez todo esto ofrezca aún otros significados.
Nuevos vientos soplan en América. No ha surgido todavía desde la lucha un proyecto alternativo claro, pero los pueblos de Latinoamérica empiezan a reconocerse como iguales. Hay un poder disperso en sus luchas y batallas, que no encuentra dirigencias que le den cauce y lo concreten en políticas de largo alcance. Pero no puede negarse su presencia creciente, en simetría con el sentimiento antiyanki.
El montaje del nuevo orden propuesto por EE.UU. se desordena.
Han callado los profetas del fin de la historia y de las ideologías. El mundo regulado por el mercado sin guerras, ni imperialismo, ni lucha de clases es una farsa que ya no puede sostenerse. Algunos cagatintas que dispersan por el mundo estos discursos confundidores empiezan a correr los puntos y las comas, la lengua se les traba.
Después de la invasión a Irak todo esto es sólo cháchara, viento de palabras.
Ríos de sangre, personalismos, traiciones, montañas de prejuicios e incomprensiones atascan desde hace muchos años los sueños de liberación, la imperiosa necesidad del socialismo.
Ojalá en Bolivia se puedan vencer las distancias que separan el pensar indígena y el occidental; que el contexto induzca a superar las diferencias desde una perspectiva de clase.
Tal vez así se logre, por lo menos, que el constructor de Tiahuanacu no viva en casas de cartón y lata.