Editorial de ¡Ni un paso atrás!
Programa del 18/09/03
El imperialismo
navega un mundo a la deriva
El imperialismo es prepotente. Y
criminal. El imperialismo mata, y a todo aquello que no puede asesinar le pone
siniestro precio en dólares. El imperialismo es la maldición de la burguesía
extendida a escala universal, el certificado que testimonia la incapacidad de la
codicia y la ambición capitalistas para resolver las crisis de hambre y
enfermedad, atraso e ignorancia que asolan a las cuatro quintas partes de la
humanidad.
El penúltimo escándalo imperialista
son las palabras de los líderes israelíes. No son invento de los grupos
palestinos más radicales. Al contrario, las distribuyen las hipócritas cadenas
noticiosas del mundo libre: el Estado proimperialista israelí manifiesta
explícitamente ante la comunidad internacional que su deseo, sencillamente, es
deshacerse de Yasser Arafat, portavoz de la causa palestina reconocido en el
mundo entero, para acabar de una vez por todas con el conflicto entre el país
invasor y el soberano pueblo invadido.
Ya no hablan de “exiliar”; ya no
dicen “expulsar o matar”. Simplemente alegan “eliminar”. Por supuesto, la
intención no es apartarlo a otro país. Nadie cree que Arafat vaya a levantar sus
manos y dejar graciosamente que se lo lleven. Él y sus hombres serán aniquilados
“durante el intercambio de fuego”. No sería la primera vez. Como en Trelew, como
los “muertos en enfrentamientos” de la dictadura.
Dispuestos a callar a tiros los
sordos ruidos de la palabra paz, a los jefes israelíes les sube a la boca el
gusto rancio de la sangre y de la muerte; no satisfechos con la aplicación legal
de torturas y tormentos infrahumanos a los prisioneros palestinos, se pronuncian
abiertamente por la solución final. Entre tanto, los líderes de la Casa Blanca
en Washington, aunque con ambages, emiten declaraciones donde justifican a los
israelíes.
Porque, se sabe: el Estado de Israel
es la avanzada norteamericana en Medio Oriente. La creciente injerencia de
EE.UU. –a veces con guerras, otras veces no- en el mundo árabe, es gracias a la
presencia centinela, bélica y decididamente terrorista de la nación israelí. No
podría EE.UU. extraer alevosamente petróleo de Irak o de Kwait, si el ejército
de Israel, armado con fusiles y bombas del Pentágono, no controlara previamente
la ciudad símbolo Jerusalén.
EE.UU. y su ofensiva imperialista no
se detienen. Los pueblos de Afganistán, Irak, Cuba, Palestina, Colombia padecen
en mayor parte la escalada guerrerista del país patrón del universo. Pero no son
los únicos ni serán los últimos pueblos hostigados. Los trabajadores, los
pobres, los luchadores, los rebeldes de los países del Tercer Mundo pagan con
sangre y olvido, persecución e injurias, la locura fascista del imperialismo
norteamericano.
Mientras el imperialismo siga
imponiendo en el mundo su lógica perversa de hambre para millones y lujo para
quince o veinte, destrucción por guerras y epidemias en las naciones pobres y
esplendor en las grandes ciudades capitalistas, embargos y bloqueos a las
patrias libres e infame saqueo a los países dominados, todos los pueblos
mundiales estarán amenazados y en constante peligro. Si la lucha anticapitalista
no logra detenerlos, no pasará mucho tiempo sin que los marines norteamericanos
desembarquen en las costas de América latina en busca de nuestras reservas
naturales de petróleo y minería, más los ríos y los bosques. Listos, prestos,
los prepotentes de la tierra esperan el momento exacto para robarse los cuatro
puntos cardinales y dejar al mundo solo, a la deriva de la muerte.
A menos que una revolución...