"En este Congreso queremos escucharnos, aprender uno del otro"
Tras la marcha del jueves 13 de noviembre, en una Plaza de Mayo muy concurrida por cientos de compañeros venidos de todas partes de América latina para asistir al Segundo Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos, habló Hebe de Bonafini y dejó inaugurado este importante evento académico y político de carácter internacional.
Los que vienen desde hace veintiséis años a la Plaza, saben que las Madres decimos que cada jueves es un jueves especial, diferente, con diferente contenido aunque a ustedes les parezca mentira. No hay jueves que se parezca al otro. Y hoy tenemos la dicha, la felicidad, la alegría de tener con nosotros a una enorme cantidad de jóvenes y a algunos no tan jóvenes, que van a participar del Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos. Son jóvenes que han venido de todas partes de Latinoamérica, de todas partes del mundo.
Tenemos el enorme honor y alegría de que esté con nosotros Manuel Ollé, que es nuestro abogado en España. Él nos va a decir algo. Manuel Ollé: Buenas tardes a todos, buenas tardes Madres. Yo es la segunda vez que estoy en la Plaza, la segunda vez desde que me eligieron para ser su abogado en España, y verdaderamente es un día que no tiene nada que ver con el anterior día en que aquí había estado. Yo les quiero dar las gracias a las Madres, porque gracias a ellas, al esfuerzo, el sacrificio y la constancia que siempre nos han enseñado a todos, es que hemos ido consiguiendo que poco a poco, en lo que a mi respecta como abogado de ellas en España, a pesar de esas lagunas que tiene la ley, esos grandes enormes vacíos de justicia, la impunidad se vaya acabando y la justicia que siempre tendría que reinar en favor de todos siga adelante. Gracias Madres.
En este momento estamos dando por iniciado este Congreso y a las cinco de la tarde, en el aula magna de nuestra Universidad Popular, haremos el acto más formal.
Quisimos empezarlo aquí, en este lugar, porque es el lugar donde nos encontramos cada jueves con nuestros hijos. Aquí nos encontramos con ellos que nos enseñaron este camino de insistencia, de persistencia, de revolución, socialismo, solidaridad, amor al otro. Acá, en esta Plaza, se practica todo eso, que nada tiene que ver con la muerte. Ellos no están muertos, viven en cada uno de ustedes, en cada uno de los que llegaron desde países muy lejanos, viven cada vez más fuerte en nuestros corazones.
Ayer murió una de nuestras Madres, Adelina Monzón. Pero las Madres no mueren, como nuestros hijos. Seguro que ya Adelina, que no faltó nunca a la Plaza y no quería faltar, la está habitando en algún lugar. Ella estaba pensando nada más que en la próxima Marcha de la Resistencia. Estábamos organizando para que pudiera venir en un taxi. Habló de la Marcha hasta de las cinco de la tarde y a las ocho murió. No se puede creer la fuerza que tenía. Por eso, los que somos capaces de luchar, los que somos capaces de dar, seguimos viviendo en otros.
Queremos que este Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos tenga mucho contenido, que se discuta, que los profesionales e intelectuales nos enseñen y que también ellos nos escuchen a los que tuvimos que aprender en la calle, a los desocupados, a los piqueteros, a los que ocupan las fábricas y las ponen en producción, a tanta mujer que es madre y padre y sostén de familia, a los más desconocidos.
Queremos que este Congreso tenga ese contenido. Que nos escuchemos, que aprendamos uno del otro y que empecemos a caminar con fuerza, porque, compañeros, para fines del año 2006 las Madres queremos hacer un Encuentro Internacional de las juventudes políticas de izquierda que no encuentran partidos, que no saben dónde estar. Estos son los pasos que nos van a llevar a este Congreso.
Viajaremos a Venezuela ahora, el 25 de noviembre, a un gran encuentro Bolivariano. De ellos también aprendemos, de los compañeros venezolanos. Aprendemos de los Sin Tierra, de ese movimiento maravilloso que tiene Brasil. Aprendemos de los mexicanos, con el Subcomandante Marcos. Aprendemos de los colombianos, esos que están en la selva, peleando, esa revolución que se hace todos los días y desde hace tantos años, y Ħqué bien: hoy a Uribe se le fue hasta el perro, no le quedó nadie, renunciaron todos! ĦQué bárbaro, ese hijo de mil puta la tiene que pagar, también!
Así que acá, en esta Plaza, se reivindica la revolución, se reivindica el amor al otro y sobre todo reivindicamos que no hay que abandonar un solo día la idea de la revolución, que no importa quién la logre. Otros la empezaron: nuestros patriotas, nuestros hermanos, nuestros hijos, las Madres y ustedes y a lo mejor otros. Pero nunca hay que abandonar la idea. ĦSe puede, compañeros, transformar el sistema! De a poco, pero se puede. Hay pequeñas luces hoy en todo Latinoamérica. Con algunas estaremos más de acuerdo y con otras menos de acuerdo. Pero hace unos años esta esperanza no existía. Y hoy, con esas pequeñas luces, esas pequeñas chispas, esas esperanzas que nos dan los gobiernos con quienes no podemos estar de acuerdo en todo, pero con algunas cosas sí-, aprovechémoslas, hagámoslas brillar con más fuerza y seamos capaces de decirles a los gobernantes lo que está mal, criticárselo a fondo, pero también aprobar lo que está bien.
Nuestros hijos nos mostraron un camino difícil, único, pero lo hemos tomado con fuerza y con garra. Estamos muy viejas, es verdad. Tenemos muchísimos años, pero tenemos muchas ganas de dejarles a ustedes el camino de esta lucha. No abandonen la idea de que las cosas se pueden cambiar. La revolución en Latinoamérica viene marchando y más temprano que tarde seguramente llegará. Gracias.