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La Fogata con las Madres

17 de diciembre del 2002

(A propósito de la 22ª Marcha de la Resistencia)
¿Derechos humanos y lucha de clases?

Néstor Kohan
Argentina Arde

Apenas dos semanas antes, adelantándose al 19 y 20 de diciembre de 2001, las Madres de Plaza de mayo habían organizado la Marcha de la Resistencia y piquetera. Allí se había planteado un camino para salir de la crisis: la rebelión popular.
Un año después, las "viejas locas" vuelven a insistir con que no se trata de cambiar el modelo sino el sistema. Y para ello eligen como consigna de la 22ª. Marcha de la Resistencia el no pago de la deuda externa.
Esta nueva marcha, realizada el 11 y 12 de diciembre, congregó al sector políticamente más avanzado del movimiento popular argentino: los obreros de las fábricas ocupadas, los piqueteros antiburocráticos, las asambleas barriales y una masa importantísima de jóvenes combativos. Si la Marcha de la Resistencia del 2001 se había abierto a la emergencia del movimiento piquetero, esta vez ese sitio fue ampliado para incluir "la novedad" del 2002: las empresas recuperadas por sus trabajadores (Zanón, Brukman, Supermercado Tigre, Grissinópoli, etc.) y las nacientes asambleas barriales.
Este hecho marca un salto histórico cualitativo. Pone en evidencia que un sector de la clase obrera argentina deja de estar maniatado por la burocracia sindical peronista –partícipe durante todo el menemismo de las privatizaciones neoliberales-. Además, consolida una tendencia por la que venían bregando las Madres de Plaza de mayo: la vinculación de la lucha por los derechos humanos con la lucha de clases y los conflictos de la clase trabajadora.
Esta tendencia, que se profundizó en el acto de cierre de la Marcha de la Resistencia, marca distancia frente a la política de derechos humanos que los circunscribe y limita a tímidos reclamos como "igualdad de los ciudadanos ante la ley", "división de poderes", "justicia transparente y jueces honestos", etc,etc. Con la presencia multitudinaria de obreros fabriles y piqueteros combativos, esta marcha termina de romper amarras con aquella vieja idea de que los derechos humanos son un patrimonio que pertenece a la clase media.
Esa ruptura vino acompañada por la crisis ideológica del liberalismo democrático, doctrina muda y sorda del progresismo oficial argentino que las Madres de Plaza de Mayo vienen cuestionando sin piedad. Ya no se trata de pedirle al Estado "que se reforme" y "que respete la Constitución". Ya no se trata de defender los derechos humanos dialogando con el poder "para hacerlo entrar en razón". Ya no se trata de marchar a la sede de los Tribunales para reclamar "que se cumpla la ley"...
Quizás por ello, cientos de policías e infantería -portando armas largas, cascos, palos y acompañados por perros y carros de asalto- intentaron la noche anterior a la marcha (10 de diciembre) amedrentar a los asistentes. Para lograrlo, siguiendo órdenes del Intendente "progresista" Ibarra y la Superintendencia de Seguridad, rodearon a las Madres y a quienes estaban organizando la plaza y desarmaron el escenario central. Fue una típica "apretada" que casi termina con una represión a las Madres como la del 20 de diciembre.
A pesar de ello, el efecto de la represión fue inverso. La marcha de las Madres fue multitudinaria. Decenas de banderas de las asambleas barriales fueron colgadas en la valla que la Infantería interpuso para que las Madres no pudieran hablar donde siempre lo hacen, frente a la casa Rosada. Junto a estas banderas, la plaza también contó con la presencia de puestos con publicaciones de diversas organizaciones políticas, además de la hoy ya clásica muestra fotográfica del colectivo de contrainformación Argentina Arde que acompaña todas las manifestaciones populares de los últimos tiempos.
El acto culminó de la mano del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR), del MTD Aníbal Verón, del grupo de apoyo a las Madres de Barcelona y de los obreros de Zanón. Entretejiendo y sintetizando las diversas posiciones que estos oradores plantearon, Hebe de Bonafini cerró el acto sosteniendo que: "somos piqueteras, asambleístas, nos encanta estar dentro de la fábrica, no hay nada mejor que compartir con nuestra clase, con la clase de nuestros padres, de nuestros viejos, y defenderla a muerte, esta clase de los trabajadores, de los que estamos en la base, de los que estamos ocupando aquí la Plaza. No es poco, compañeros; defendamos nuestra clase, con la vida si es necesario". Más adelante agregó: "la única salida es la revolución socialista".
Justo enfrente del escenario, treinta mil rostros de desaparecidos que rodeaban la pirámide de la plaza, escuchaban esas palabras. Hubo aplausos, hubo cantos, pero sobre todo hubo mucha emoción.