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La Fogata con las Madres

El Che y Fidel, y la deuda eterna.

Por Claudia Korol, docente de la carrera de Educación Popular y coordinadora de la Cátedra Libre Ernesto Che Guevara de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo.


En 1961 se reunió en Punta del Este la Conferencia de la OEA. El representante del gobierno cubano era el Che Guevara. La OEA discutía la propuesta de la Alianza para el Progreso. Frente al trauma que había provocado la Revolución Cubana, herejía levantada en las barbas mismas de los EE.UU., Kennedy propuso un plan de colaboración económica consistente en el préstamo de 20 mil millones de dólares, destinados a resolver el desarrollo económico y el progreso social del continente. Kennedy se proponía de este modo cooptar gobiernos para una alianza que excluyera a Cuba, y evitar nuevas Cubas en América Latina.
En Punta del Este el Che hizo un discurso que anticipa, ampliamente, lo que significará esa deuda. Expresó entre otras cosas:
" Se ha establecido explícitamente que esos préstamos irán fundamentalmente a fomentar la libre empresa. Y como no se ha condenado a los monopolios imperialistas asentados en cada uno de los países de América, es lógico suponer que los créditos que se acuerden servirán para desarrollar los monopolios asentados en cada país. Esto provocará, indiscutiblemente, cierto auge industrial y de los negocios. Esto traería ganancia para las empresas. En el régimen de libre cambio en que casi todos los países de América Latina viven, esto significaría mayor exportación de capitales hacia los Estados Unidos. De tal forma que la Alianza para el Progreso en definitiva se convertiría en el financiamiento por parte de los países latinoamericanos de las empresas monopolistas extranjeras. Pero además, como en ninguna parte del documento ha habido una decisión expresa con respecto a puntos fundamentales, como son el mantener los precios de las materias primas, como no hay una prohibición a la baja de esos precios, es muy presumible que en los años venideros siga la tendencia actual, y que las materias primas de América vayan bajando sus precios cada vez más. En tal caso, es de presumir que habrá un deterioro cada vez mayor de la balanza de pagos de cada uno de los países de América, a lo cual se sumará, además, la acción de los monopolios exportando capitales.
Todo esto se traducirá en una falta de desarrollo, en todo lo contrario de lo que presume la Alianza para el
Progreso. Esta falta de desarrollo provocará más desempleo. El desempleo significa una baja de los
salarios; empieza un proceso inflacionario que todos conocemos, para suplir los presupuestos estatales, que no se cumplen por falta de ingresos. Y en tal punto, entrará en casi todos los países de América, a jugar un papel preponderante el Fondo Monetario Internacional.

Aquí es donde se producirá el verdadero planteo para los países de América Latina. Hay dos caminos nada más: afrontar el descontento popular, con todas sus secuelas, o iniciar el camino de una liberación del comercio exterior, fundamental para nuestras economías; desarrollar una política económica independiente, estimular el desarrollo de todas las fuerzas internas del país."
Años después, en 1985, Fidel realizaba una campaña continental para demostrar las consecuencias de la deuda externa para América Latina, y para promover el no pago de la misma. Decía entonces Fidel:
" La situación política, económica y social de América Latina es tal, que no resiste ya nuevas restricciones y sacrificios... O la deuda se resuelve y la crisis económica se supera, o en América Latina se va a producir un estallido social."
La memoria puede ser útil para constatar que algunas de las posiciones que hoy se generalizan en el movimiento popular, como es la condena al FMI y la necesidad de no pagar la deuda externa, fueron anunciadas por los dirigentes de la Revolución Cubana, en el momento mismo en que se originaban los mecanismos que luego se convertirían en cerrojos para la independencia y la soberanía de nuestros pueblos. Nos permita también revalorizar al pensamiento revolucionario que anticipó estos análisis, frente a la dictadura del pensamiento único generado en Harvard y en las oficinas del FMI.
Cuando en aquellos años 80, América Latina salía de las dictaduras y entraba en un modelo de dominación sostenido en democracias restringidas, (las fuerzas revolucionarias habían sido diezmadas por el genocidio de los 70), Fidel sostenía que en el horizonte se veían estallidos y no revoluciones, porque no estaban listos los movimientos revolucionarios para conducir procesos de tal carácter en esos momentos.
Pasaron 41 años desde las declaraciones del Che, y 17 años desde las de Fidel. La Alianza para el Progreso hundió en el atraso al continente. La deuda es una soga al cuello, ya no como figura literaria, sino como realidad concreta de los hombres, mujeres, niños y niñas que son empujados cotidianamente a la muerte por estas alianzas lideradas por los EE.UU. contra nuestros pueblos.
En este inicio del siglo XXI, en medio de los estallidos generalizados del hambre y la miseria, se nos plantea la oportunidad de dar una batalla concreta, en una nueva correlación de fuerzas continental. Las nuevas fuerzas de los movimientos populares en Brasil, en Venezuela, en Ecuador, en Colombia, en Argentina, son un aliento para crear en este tiempo histórico, un amplio y combativo frente por el no pago de la deuda externa y de rechazo al ALCA. Para enfrentar a las Alianzas y a las tramoyas de los de arriba, la unidad y la resistencia de los de abajo.