Para la subversión (no sólo) de los saberes hegemónicos y la construcción de alternativas
José Guadalupe Gandarilla Salgado
alainet.org
Reseña del libro: Pablo González Casanova. Las Nuevas Ciencias y las Humanidades: De la Academia a la Política, Barcelona, Anthropos – IIS/UNAM – Editorial Complutense, 2004, 478 pp.
"... las ciencias y las humanidades, por la lógica básica de sus esfuerzos dispares, realizan cosas distintas, cada una de ellas esencial para la humanidad. Necesitamos esa totalidad por encima de todo, pero no podemos conseguir el objetivo eliminando las legítimas diferencias... que hacen que nuestras vidas sean tan variadas, tan irreductibles y tan fascinantemente complejas. Pero si perdemos de vista este objetivo general... que subyace a las preocupaciones y aproximaciones legítimamente diferentes de estas dos grandes maneras, entonces estaremos realmente derrotados, y los perros de la guerra destriparán nuestro vientre y vencerán". Stephen Jay Gould
El más reciente libro de Pablo González Casanova aborda, desde diversos frentes, el nada sencillo problema de la articulación entre las (nuevas) ciencias y las humanidades, tema éste que en distintos momentos de la historia de la ciencia, o en un sentido más profundo, en la amplia escala del desarrollo civilizatorio de la humanidad, ha ocupado la atención de mentalidades notables: En su momento, se dirimió como la disputa entre los antiguos y los modernos (debate que, en definitiva, se resuelve en el siglo XVII con el triunfo de la revolución científica bajo el cobijo del paradigma Newtoniano, aunque sus orígenes se remontan a los aportes tanto de Galileo como de Copérnico, sin olvidar los de Bruno y Kepler); no hace más de medio siglo fue signado por la alocución que C. P. Snow dictara en Cambridge, Inglaterra en mayo de 1959 a propósito de "las dos culturas"; más recientemente ocupa, aunque no de modo exclusivo, las disquisiciones que, sobre "la tercera cultura" y "la guerra de las ciencias", se desataron en la última década del siglo XX.
El aporte de González Casanova no se limita a constatar, como desde mediados de los años sesenta lo hiciera W. T. Jones, que el "conflicto entre las concepciones científica y humanística de la vida" puede ser todavía considerado "la crisis fundamental de nuestra época"(1) , va más allá al señalar, por un lado, que "el conocimiento es parte del poder y el poder parte del conocimiento" (p. 176), y por otro, que la construcción de alternativas en el ámbito de la política no puede continuar más al margen de la consideración de los desarrollos que el nuevo paradigma científico técnico está planteando. En tal sentido, la posibilidad de cambio en el mundo actual, se juega también en la dialéctica de los saberes hegemónicos y su posible crítica como superación desde los saberes y poderes alternativos.
La urgencia y necesidad de un estudio que ocupó por más de una década los esfuerzos de Pablo González Casanova parten de un reconocimiento que pocas veces se hace explícito por parte de aquellos que luchan por construir alternativas al orden social imperante: Nuestro autor no duda en afirmar que "se ha dado un cambio en la práctica de las ciencias y técnicas dominantes y en su articulación a la política, a la guerra y a la economía para la construcción de sistemas interactivos en que se incrementan las posibilidades de triunfo de quienes los diseñan e implementan", sin embargo, "ese cambio tan importante del poderío tecnológico y su alteración del modo de producción, dominación y apropiación en el capitalismo no merece la atención prioritaria del pensamiento crítico" (p. 40). Dar respuesta a dicho desafío constituye uno de los méritos de este libro. A lo largo de sus cerca de 480 páginas desfilan (en un análisis que no descuida el señalar tanto sus virtudes como sus limitaciones) las contribuciones de autores de talla mundial; por mencionar algunos, Bertalanffy, Boulding, Piaget, Freire, Wiener, von Neumann, Turing, Weaver, Prigogine, Latour, Maturana y Varela, etc., todos ellos fundamentales en la edificación del "nuevo paradigma emergente" (p. 386) del conocimiento científico, y que no se ha dudado en equiparar a la Revolución Científica que se produjo en el siglo XVII. A lo largo del libro se tratan problemas relacionados con la cultura general y con la cultura de la especialización, pero no se agotan en dicha dimensión, el autor se ocupa de señalar las posibilidades que puede tener la "significativa unidad en el conocimiento" (p. 101), para fines u objetivos no sólo cognitivos sino de investigación-acción, transformación y creación. Parece ser que ahí reside el meollo que sugiere la interrelación que el autor propone ya desde el subtítulo del texto: "De la academia a la política".
El paradigma anterior rigió durante tres siglos y se consolidó por medio del "imperialismo de la física mecánica" sobre las llamadas "ciencias duras" y sobre la base del dominio y colonización que éstas impusieron a las ciencias sociales (en términos de sus "marcos epistémicos" y sus criterios de dictaminación científica); sus alcances fueron tales que impregnaron, en formas rígidas, la propia armazón institucional de la Universidad, sede privilegiada del saber en la época moderna. Pero no culminaron ahí sus secuelas, dicho paradigma también limitó la propia filosofía y práctica del sujeto clásico llamado a modificar el "capitalismo realmente existente".
El sistema (y las fuerzas dominantes del mismo, que lo controlan) descubrió, desde mediados del siglo XX, en el cambio radical de paradigma que se está produciendo no sólo en los terrenos de la materia o de la vida, sino incluso en el campo de las mega-empresas los macro-estados y el complejo militar-industrial (con base en las tecnociencias y los sistemas complejos y auto-regulados), las potencialidades de su redefinición y la redefinición no sólo de su entorno sino de los propios sujetos y movimientos convocados a modificar el orden, a subvertirlo, y edificar "otro mundo posible" ( lo hizo a través de viejas y nuevas políticas de mediación, cooptación, colonización, esclavitud, neocolonización, guerras imperiales o globales, etc.); desafortunadamente no ha sido así, hasta ahora, por parte de las fuerzas emancipatorias y el pensamiento crítico.
Los movimientos antisistémicos que luchan por cambiar el mundo, por edificar "un mundo hecho de muchos mundos" tendrán que pelear y desenvolverse en escenarios en que rige al sistema, tal vez con mayor fuerza, la relación social determinante de dominación, explotación y apropiación, complejizada en grado sumo en los ámbitos en que ello ha permitido una mayor fortaleza a las clases y naciones que mantienen la hegemonía. Además de ello deberán "aprender a aprender" las nuevas formas de esta dialéctica compleja que por ahora se mueve en los espacios en que ofrece una mayor capacidad adaptativa del sistema, y que en cierto sentido le han permitido no sólo superar las limitaciones del capitalismo tardío sino además fincar las bases para el "dominio de un capitalismo complejo" (p. 73) que, sin embargo, han situado al mundo entero en puntos cercanos a los de no retorno, y esto, tanto por acciones directas como indirectas, por efectos deseados como no deseados. El pensamiento crítico deberá no sólo colocarse éticamente ante "los peligros de entropía o destrucción que amenazan la existencia misma de la humanidad" (p. 61). Si no quiere permanecer en desventaja en esta contienda, tendrá que hacerlo al modo de una toma de conciencia de los límites y contradicciones en que se encuentra el sistema dominante como totalidad organizada. Cumplirá mejor tal propósito si lo hace desde las nuevas herramientas conceptuales, epistemológicas y tecnocientíficas, tanto más por cuanto "la interdisciplina de los sistemas, busca, en el terreno científico y humanístico, la creación de novedades históricas" (p. 59).
El capítulo primero del libro ("Interdisciplina y complejidad") no se limita a ubicar y señalar ciertos reduccionismos disciplinarios, quizá de modo más importante, se preocupa por colocar el énfasis en la necesidad de nuevos enfoques que obedecen a la propia lógica que caracteriza a determinados objetos, fenómenos, procesos, problemas o sistemas que han dado en llamarse complejos. Dichos nuevos enfoques no tienen su punto de arranque, de modo exclusivo, en la interrelación entre disciplinas.
El tratamiento de dichos objetos y de "objetos-que-son- sujetos" como sistemas complejos reside en su característica interdefinibilidad y mutua dependencia de los elementos que forman el todo (p. 78). Totalidad que es más que la suma de las partes y más, incluso, que la suma de las combinaciones de sus partes, puesto que, en el juego dialéctico de unas y otras, existe un amplio margen para la libertad y la creación.
En el marco de sistemas complejos organizados (sean éstos, naturales, humanos o socio-históricos), tal interdefinición o dependencia mutua en el funcionamiento de sus partes puede dar lugar a nuevas relaciones y estructuraciones, o a la modificación y creación de sistemas alternativos, emergentes. En el ánimo de encontrar los límites del conocimiento dominante, Pablo González Casanova revisa en el capítulo segundo ("Complejidad y contradicciones"), de qué modo las nuevas ciencias dominantes, tanto en el terreno científico como humanístico, analizan la totalidad y sus contradicciones (hasta qué punto se autocritican).
El saludable acercamiento que se sugiere en el capítulo primero entre la cultura "de las nuevas ciencias como ciencias de la complejidad y tecnociencias " y "la del pensamiento crítico en sus versiones marxistas y no marxistas" (p. 67) no deberá ignorar las consecuencias epistémicas y cognitivas que acarrea un tal desplazamiento, de la interdisciplina a la totalidad. Tampoco podrá prescindir de considerar las oportunidades de creación que residen en la autonomía, en la organización y en lo posible.
El pensamiento crítico obra con ventaja al entender la historicidad del sistema, en su tonalidad de capitalismo complejo, todavía enclavada en la relación social determinante de dominación y explotación de clases, pueblos y regiones, y de apropiación de la riqueza social existente o potencial. El significado que esto tendrá en la propia interdefinición que los sujetos y las fuerzas anti-sistémicas podrán experimentar a lo largo y ancho de sus luchas de resistencia, de clases, de liberación, por la democracia y el socialismo, no puede ser ignorado.
Cauto en el uso de generalizaciones y predicciones (tan propio de modelos deterministas o probabilísticos que, en el caso de los sistemas históricos, otorgaron supuestas certezas que difícilmente brindaban espacios para la creación de novedades tanto del lado del objeto como del sujeto), nuestro autor avanza reflexiones para la elaboración de un programa de investigación-acción que nos permita estar mejor equipados para los muy variados avatares en que nos coloca la nueva situación histórica.
Los temas del libro ni de lejos concluyen con los hasta aquí expuestos sobre la organización del conocimiento, hay que dar paso al "conocimiento de la organización" y con ello develar las formas adaptativas, autorreguladas, dinámicas, en que el sistema, o complejo, o "complejo de complejos" (p. 230) dominante se las ve con las contradicciones y hasta qué punto las controla y refuncionaliza: obteniendo resultados no lineales a través del "uso óptimo de sus recursos", que pueden incluir estrategias tales como la negociación y la dominación, la represión y la cooptación, la persuasión, la mediación, o de plano, el aniquilamiento y la destrucción.
Si el pensamiento tecnocientífico dominante repara en las perturbaciones que asolan al sistema, o a los subsistemas que lo integran, y admite que éste opera en puntos lejanos al equilibrio, entrópicos, lo hace "en función de los objetivos del sistema dominante para fortalecerlo ... se postulan reestructuraciones que no acaben con los objetivos esenciales del sistema" (p. 209), que no amenacen "a la acumulación de excedente y al orden establecido del poder" (p. 338).
La caracterización del sistema de capitalismo neoliberal dominante (ahora ya en plena fase bélica) ha tendido recurrentemente a caer en el juego de la reducción determinista, que lo ubica en un solo plano, sin buscar las interconexiones entre sus distintas dimensiones, y las propias redefiniciones e interdefiniciones que los cambios en un plano propician en los otros: Se le mira (y se le combate) como el "pensamiento único" del momento, como un conjunto de políticas económicas, como un proyecto político o geopolítico conservador e imperialista, como un discurso ideológico que viene de décadas de consecuente labor por parte de una logia de "Mont Pèlerin", o como la materialización de la revolución pasiva que caracteriza a nuestros tiempos.
En su lugar el autor se pronuncia por un pensar-hacer orientado "a alcanzar objetivos ...[que]... aprovecha formas de razonamiento en que predomina la combinación en vez de la disyuntiva" (p. 194). Por encima de cualquier "lógica de contrarios", el capitalismo complejo optimiza su funcionamiento a través de "la combinación del Mercado y el Estado, uno como sistema natural y otro como sistema adaptativo y auto-regulado" (p. 150). La dialéctica compleja en que se mueven las redefiniciones del sistema, sin embargo, lo colocan en puntos de bifurcación (que se cuentan en décadas); debido al hecho de que no estamos sólo frente a un "nuevo esquema imperial de dominación" (p. 329), ni frente a un "Estado global sumamente peligroso para el futuro de la humanidad" (p. 332), sino ante el hecho innegable de que la alternativa que la humanidad requiere no puede ser ofrecida por la "alternativa sistémica" (que entre sus posibilidades incluye, nada menos que, "la muerte térmica del sistema autorregulado y adaptativo llamado capitalismo" (p. 231), y con ello el fin de la vida toda).
Si por dialéctica se entiende el "dar sentido a las contradicciones" (p. 215), reparamos en el hecho de que el pensamiento crítico brinda mejores posibilidades para el estudio de "la relación entre las contradicciones y la dialéctica" (p. 210), justo porque reconoce la historicidad del sistema, en tanto cada una de ellas (contradicciones y dialéctica, o el sentido de las mismas), se resuelven de manera más profunda dado que, son vistos "los sistemas complejos en tanto sistemas históricos" (p. 214). Desde lo más granado del pensamiento crítico (Lukács, Kosik, Adorno y Horkheimer, Goldmann, Lefebvre, etc.), y colocándose ante los "márgenes de libertad restringidos" y los límites infranqueables del sistema, se da cuenta a lo largo del tercer capítulo ("La dialéctica de lo complejo"), de las posibilidades de que otro sistema emerja.
El sujeto histórico reaparece del lado de las víctimas en muy variadas formas y descubre que la emergencia de sistemas o subsistemas alternativos exige también la interdefinición de las fuerzas que en su interior se funden para luchar por el interés general y universal. La exigencia de interdefinición de las propias fuerzas que luchan por alcanzar un "sistema alternativo", emergente, que "será obra de la humanidad o no será" (p. 297), es decir, que tendrá que incluir en su "unidad de la diversidad" a muchos más que aquellos que luchan por la democracia, la liberación y el socialismo", tendrá que partir del reconocimiento de la triple derrota de la socialdemocracia, el nacionalismo revolucionario y el socialismo histórico, pero no podrá detenerse ahí, como sí lo hacen muchos en su desencanto. Al operar de un modo en que, ni sucumba ni se limite a la autocrítica destructiva, desgastante, podrá enfrentar de mejor manera las propias contradicciones que residen en el interior de sus contingentes, sin que ellas los conduzcan a la auto- disolución.
Si a lo largo de la historia moderna ha habido profundas redefiniciones "del protagonista" de la historia (pasando de su forma pueblo en la Revolución Francesa, a la de clase trabajadora en las luchas del socialismo contra la dictadura del capital, o a la de naciones o coaliciones de naciones en tanto movimientos de liberación en contra del imperialismo), el momento actual no será la excepción; para González Casanova el actor emergente "evolucionó de lo local a lo mundial, pasando por lo nacional y lo regional. Su articulación abarcó y abarca, en ciernes una comunidad hecha de muchas comunidades, una unión hecha de muchas uniones nacionales, transnacionales e internacionales, y una organización de organizaciones y redes sociales, políticas y culturales entre cuyos proyectos prioritarios destaca el respeto a las diferencias y a las autonomías para la interdefinición y construcción de la unidad en la diversidad" (p. 294)..
En esta coyuntura, las nuevas ciencias podrán ofrecer un gran servicio para la causa de la construcción de nuevas alternativas (motivo de análisis del cuarto capítulo del libro), siempre y cuando se procure "su dominio y adaptación para la lucha" (p. 352), por parte de aquellos que no sólo defienden su capacidad para producir y "cambiar las relaciones sociales" (p. 333), sino que la ejercen. El recurso a la esperanza (E. Bloch) se constituye en un vector que orienta a las fuerzas de un pensar – hacer alternativo, emergente, cuyos "nuevos atractores" ubica en la dignidad y la autonomía (de pueblos, organizaciones y personas) pero orientados hacia la "redefinición de las organizaciones del interés general y universal en tanto conocimiento y en tanto poder" (p. 180)(2) .
La obra se cierra con un erudito relato que se inscribe en el terreno de la historia de la ciencia. Comienza por ubicar, en un recorrido que va desde los griegos en el siglo VI antes de Cristo hasta los tiempos de la obscuridad precursores del Renacimiento, las bases del paradigma Newtoniano, para situar en perspectiva los más profundos ataques que, a lo largo del siglo XIX y XX, amenazaron su hegemonía (Darwinismo, Relatividad, y pensamiento crítico marxista), y que sólo desde mediados del siglo pasado e inicios del que corre (tecnociencias y ciencias de la complejidad), parecen desbancarlo y edificar "un nuevo paradigma dominante".
Algunos han señalado, con acierto, que el peor destino que puede ocurrir a los "textos clásicos" (y el que nos ocupa está llamado a serlo) es convertirse en una obra "frecuentemente citada pero escasamente leída". Por tal motivo, quien lea estos párrafos lo debe hacer advertido de que esto no lo exime de acometer una seria lectura línea por línea de un libro difícilmente resumible en unas cuantas páginas. Recientemente Rolando García nos ha recordado que Henri Poincaré afirmaba haber alcanzado la claridad de un tema cuando podía "salir a la calle, detener a un transeúnte, y explicárselo en su propio lenguaje"(3) , no dudamos en afirmar que ésa es una de las múltiples virtudes que el lector encontrará en este libro.
* José Guadalupe Gandarilla Salgado. Investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. Autor de Globalización, totalidad e historia. Ensayos de interpretación crítica (Buenos Aires, CEIICH – UNAM – Ediciones Herramienta, diciembre de 2003). Recientemente obtuvo Mención especial en el concurso internacional de ensayos organizado por CLACSO "Los legados teóricos de las ciencias sociales en América Latina".
Notas:
(1) W. T. Jones. Las ciencias y las humanides. Conflicto y reconciliación, México, FCE, 1976, p. 52. (edición original en inglés de 1965).
(2) Acotación, esta última, tanto más importante a la luz de lo que actualmente ocurre en Santa Cruz, Bolivia.
(3) Rolando García. "Las confusiones del caos y los malentendidos de la complejidad" en Educación Superior: Cifras y Hechos, Año 4, núms. 21 – 22, julio – octubre de 2004, pág. 15.