letraslibres.com "¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no"
Albert Camus
"La verdadera transgresión literaria está en la muerte"
Roberto Bolaño
Sólo dos frases de entre muchas que pueden anudarse al recuerdo de este escritor chileno que disponía de un amplio repertorio de citas propias y ajenas en torno a esa repetida práctica de la escritura que lo consagró ya hace rato como creador de obras fascinantes y complejas. Obras que, a partir del 15 de julio (madrugada en Blanes) comenzaron a rugir desde las repisas, anaqueles y veladores de sus miles de lectores en el mundo anunciando que, por motivos de fuerza mayor, el escritor debía atender una impostergable cita con la muerte.
Desde el que se considera su primer libro de narrativa en 1984 (editado en 1999), Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, en coautoría con Antoni García Porta (Premio Ámbito Literario), hasta la inédita y colosal novela 2666, que supera las mil páginas y que no alcanzó a corregir del todo, lo que se evidencia es el desarrollo de una narrativa que todos (críticos, escritores, presumibles lectores avezados) coinciden en llamar "original e inteligente", una suerte de metaliteratura que explora en un amplio registro los secretos, bondades y miserias del oficio que lo hacía decir sin pose: "cuando escribes, es muy importante saber que vas a perder".
Por mi parte, y recurriendo a una frase que le oí decir en la Feria del Libro de Santiago a propósito de autores como Enrique Lihn, Julio Cortázar o Ezra Pound (entre los muchos predilectos de su manía bibliófila), yo agregaría: "Roberto Bolaño es una literatura".
Lo que es decir, en pocas palabras, una obra que cobra sentido en sí misma y en diálogo con una tradición que recupera y recrea.
De joven su obsesión fue poética y aventurera. A los 15 años ya vivía en México donde, luego de abandonar la escuela, trabajó como articulista en medios impresos, para luego regresar a Chile en 1972 e integrarse a la experiencia de la Unidad Popular. Le toca padecer los primeros días del Golpe de Estado y es sacado del país gracias a la intervención de amigos detectives.
Regresa a México donde establece amistades fundamentales, una percepción mundial del quehacer literario de entonces, así como una escenografía y anecdotario del que se nutren algunos de sus mejores relatos (El gusano, Últimos atardeceres en la tierra).
Seguidor a la distancia de la poesía chilena y gran admirador del ya mencionado Lihn, Nicanor Parra, Jorge Teillier, Armando Uribe, Rodrigo Lira, y Claudio Bertoni, entre otros pocos, el año 2000 reunió su producción poética en dos antologías: Los perros románticos y Tres.
Consultado con frecuencia por la continuidad de esa pasión original, una de sus últimas respuestas fue: "Me cuesta mucho sentirme poeta, porque para mí el poeta es la leyenda en una literatura. Es el rey Arturo y Lancelot y Merlín, la maravilla que vuelve a salir a la superficie, no por mucho tiempo, sólo el suficiente para que sepamos que la maravilla existe".
Es su narrativa, sin embargo, la que le redituará conocimiento y difusión de su obra, tras un intenso nomadismo que lo pasea por Centroamérica y Estados Unidos hasta su arri-bo a España en 1977. En un comienzo, Bolaño se sostiene económicamente gracias a concursos literarios y diversos oficios que le toca ejercer: desde basurero hasta vigilante de un camping a orillas del Mediterráneo.
En 1993 publica un volumen de cuentos titulado La pista de hielo seguida de La senda de los elefantes en 1994. Dos años más tarde aparecen nuevos títulos que lo harán salir del anonimato para los lectores de habla hispana: La lite-ratura nazi en América y Estrella distante. Más importante aún, ambos libros señalan for-mas, historias y personajes distintivos de toda su creación. 1997 es el año del libro de cuentos Llamadas telefónicas que marca el reconocimiento en Chile y le significa el otorgamiento del Premio Municipal de Santiago de Chile, uno de los más importantes que concede ese país.
Los detectives salvajes (1998) marca entonces la cima de una prosa ya reconocida y en ascenso. Dada su propuesta estructural y el dominio técnico en la escritura, esta novela se apropia en Hispanoamérica de los elogios y reconocimientos: desde ser definida como "la Rayuela de los '90", hasta la entrega en su edición XVI del Premio Herralde; desde su entronización como "nuevo paradigma narrativo", hasta el XI Premio Internacional de novela Rómulo Gallegos. Sin necesidad de un análisis pormenorizado de sus virtudes, la novela opera como gran síntesis de la obra hasta entonces del escritor chileno, así como pre-texto argumental y punto de arranque de parte de sus libros futuros.
Quien expresa mejor el alcance de su propuesta es el escritor catalán Enrique Vila- Matas, con quien no pocos lo emparentan: "En Los detectives salvajes, a veces algunas de las voces de la parte central me han parecido ya no sólo extravagantes sino excéntricas a sí mismas, prófugas incluso de la idea bolañiana -un adjetivo, por cierto, de nuevo cuño- que las pensó. Y una causa más que posible de que esto ocurra reside en el impresionante trabajo de Bolaño sobre el lenguaje. De esta novela tal vez lo más deslumbrante sea ese trabajo de lenguaje, la cantidad de diferentes registros de voces que Bolaño va acumulando. Hay una extensa y brillante utilización semántica de las diversas voces que en la parte central de la novela intervienen a modo de testimonio azaroso del misterioso destino de los dos protagonistas, de los dos detectives salvajes, Arturo Belano y Ulises Lima. Esas voces o testimonios emitidos por los más diversos personajes en fechas y lugares muy alejados, de 1976 a 1996, pertenecen a lenguajes muy diversos: coloquiales o intelectuales, españoles o mexicanos...
Estamos ante un efervescente magma lingüístico de una gran variedad. Sólo ya por la exhibición de dominio de tantos registros lingüísticos, la novela de Bolaño merece ocupar un lugar destacado en la narrativa contemporánea. Es tan soberbio el trabajo de lenguaje de Bolaño que este escritor se me aparece como un claro extraterritorial dotado de puntos de vista convincentes respecto al desorden del Universo y la manera de transformarlo en materia narrativa" .
En el transcurso de una década, por lo tanto, la literatura-Bolaño es ya un hito dentro de la industria cultural de habla hispana.
Reconocido en 1997 con el Premio Literario Internacional Ciudad de San Sebastián; jurado en 1999 de la V Muestra de Cine Latinoamericano de Lérida; participante en varias Ferias del Libro en el mundo; promotor de los, a su juicio, siempre pocos escritores rescatables, y referente obligado de los suplementos literarios, Bolaño aprovechó cada intervención pública y entrevista como soportes donde verter sus acabadas ideas sobre la Literatura y el oficio de escritor. Además de trincheras desde las cuales, con sorna, ironía y humor, desmarcarse de movimientos o modas pasajeras que favorecen el rótulo y la simplicidad. Cualquier lectura detenida de sus colaboraciones como articulistas a medios de comunicación, o de sus numerosas entrevistas arrojan, a lo menos, esa evidencia.
En 1999 Bolaño publica dos novelas: Monsieur Pain (reedición de La senda de los elefantes) y Amuleto, esta última escrita años antes. El 2000, por su parte, sale a la luz Nocturno de Chile, novela corta cuyo narrador en primera persona alude a una figura emblemática de la crítica literaria de ese país, y que, en lo formal, se desarrolla en un solo y extenso párrafo. Al año siguiente es el turno de Putas Asesinas, volumen de cuento de gran nivel donde destaca el relato homónimo. Finalmente, el año 2002, publica sus dos últimos libros: Amberes y Una novelita lumpen. Según Jorge Herralde, editor de Bolaño y Anagra-ma, el autor le hizo entrega a fines de junio pasado, cuando se vieron por última vez, de la versión final de un libro de cuentos que llevará por título El gaucho insufrible, al tiempo que es presumible la aparición póstuma de su ambiciosa novela 2666, inspirado en las muertes de cientos de mujeres en Ciudad Juárez, México, y que él mismo definió como el libro "más importante de todos los que he hecho".
Consultado alguna vez por la ceremonia de entierro que le gustaría tener, Roberto Bolaño dijo:
"quiero una en la que yo pudiera llegar al cementerio por mis propios pies. O, en su defecto, una ceremonia vikinga. El muerto, su hijo y sus amigos fantasmas. Nadie más".