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Libros sí, Alpargatas también

6 de diciembre de 2003

Los escritores destacan su valentía en la vida y su coraje ante la muerte
La izquierda literaria llora la pérdida de Dulce Chacón

Salomé García
El Períodico de Catalunya
"Un mazazo". Eso ha supuesto para sus amigos la vertiginosa y temprana muerte de la escritora Dulce Chacón, fallecida el lunes a los 49 años. La expresión es del premio Nobel de literatura portugués José Saramago, que compartía profesión y amistad con la finada. Ayer se sucedieron las declaraciones de dolor de representantes de la cultura, especialmente del ala izquierda del pensamiento, el mismo espectro ideológico en el que se movía Dulce Chacón.
El resto, encabezado por la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, destacó la "plenitud" literaria de la escritora a pesar de su "juventud". La nota discordante la puso la portavoz del PP en la comisión de cultura del Congreso, Beatriz Rodríguez Salmones, que recordó la "amabilidad y alegría" de la fallecida, pero no pudo dejar de añadir que lo era "desde la discrepancia política".
Juan Cruz, José Saramago, Manuel Rivas, Suso de Toro, Fernando Delgado, Rosa Regás, Julio Llamazares y un largo etcétera se deshicieron en elogios hacia la compañera muerta. No les fue difícil hacerlo. Dulce Chacón era, ante todo, una mujer buena, además de un escritora sensible, comprometida con las mujeres y con todas las caras de la opresión, ecuánime, nada resentida, y que supo volcar en la narrativa todos los matices de su poesía. Era tan dulce como su nombre.
Hija del alcalde de derechas de Zafra, también poeta, su padre le inculcó el amor por las letras y el valor de la ecuanimidad. Ya de adulta, puso en práctica esos conocimientos. Se opuso a la guerra de Irak, protestó contra la catástrofe del Prestige y se conmovió junto a las mujeres maltratadas, las de ahora y las que lo fueron por el franquismo, retratadas con maestría en La voz dormida.
A primeros de noviembre le detectaron un cáncer terminal. Desde entonces se volcó en consolar a sus próximos, especialmente a sus hijos, su razón de vivir junto a la literatura. "Murió como vivió, con una sonrisa en los labios", explicó ayer su gemela, Inma Chacón.
Quienes la conocieron bien admiraron su valentía en vida y su coraje ante la muerte. "Nunca los buenos modos eludieron la valentía", recordó Fernando Delgado. Un Julio Llamazares "sobrecogido", se fijó en "la sonrisa con la que afrontó su rápida condena a muerte". Juan Cruz rememoró su última alegría: saber que Benito Zambrano convertirá en película La voz dormida.

HIJA
PREDILECTA
Los restos de la autora de Cielos de barro (premio Azorín 2000) permanecieron ayer en el Tanatorio de Madrid. Hoy serán incinerados y sus cenizas viajarán próximamente a su localidad natal, Zafra (Badajoz), cuyo ayuntamiento ya propuso ayer nombrar hija predilecta a la escritora.
Hace pocos meses, Dulce respondía así a una tópica pregunta en una de las muchas entrevistas que concedió al recibir el premio al libro del año 2002 por La voz dormida. ¿Qué haría si le dijeran que le quedan tres día de vida? Tras reírse, dijo la verdad, como siempre: "Pasarlos con los míos". Y lo hizo.