24 de mayo de 2003
La Bola de Cristal
Ladinamo
La idea de los duendes de la modernidad tecnológica fue de mi madre (Lolo Rico). Los primeros guiones –al menos los tres primeros meses– los escribieron ella y Carlo Frabetti. Yo empecé a hacer guiones beneficiado por el nepotismo materno y porque, casualmente, contraje una grave enfermedad que me impedía salir de casa. Carlo y Lolo dejaron los guiones en mis manos y mi contribución es sobre todo la de haber "torcido" el espíritu inicial del programa, que era más infantil y menos político. Lolo y Carlo habrían podido hacer también magníficos guiones "torcidos" (pues tienen un inmenso talento), pero cuando comprobaron que no se me daba mal "torcerlos" pasaron a ocuparse de otros aspectos del programa. Cuando introduje el personaje de Amperio Felón, que era el paradigma del empresario, del explotador, lo que intentaba era contar el Capítulo XXV del primer libro de El capital, la acumulación originaria. Ese era mi propósito: contar Marx a los niños. ¿Te puedes imaginar que alguien quisiera hacer eso hoy en la televisión pública? Es impensable.
Imagino entonces que cuando relees los guiones debes entrar en estado de shock, ¿verdad?
La relectura de los guiones me deja tres veces perplejo: primero porque los escribí yo y no los reconozco; segundo porque adelanta muchas de las cosas que luego hemos vivido (por eso gente que no pudo seguir La Bola porque era pequeña, se siente hoy muy atraída por ese programa): lo que eran hipérboles, recursos brechtianos de distanciamiento, se han convertido en la inmediatez cotidiana. Y en tercer lugar porque fue emitido por TVE.
¿Cómo escribías los guiones?.
Tenía que escribir un guión por semana a lo mercenario, obligado y con un horario. Luego se ha convertido en la cosa de la que más orgulloso me siento de todas las que he hecho en mi vida. Desde luego, nunca pensé que pudiera tener tanta repercusión, se ha leído mucho más que cualquier otro libro que haya escrito. Es curioso, teniendo en cuenta que escribía los guiones los domingos con resaca a toda velocidad para que estuvieran listos en la grabación del programa los lunes. Dado que no me reconozco en absoluto en ellos, puedo decir sin vanidad que son muy divertidos. Yo ahora me considero seco y serio, así que leer esto me reconcilia conmigo mismo con la perspectiva de los años.
¿Cuáles son las causas de que las tribulaciones de Los Electroduendes sean tan actuales?
La globalización armada del planeta ha acabado por hacer realidad aspectos del capitalismo que, al menos en Occidente, estaban sólo latentes hace quince años. Los guiones de los electros exageraban el capitalismo y por eso anticiparon satírica –no proféticamente– lo que hoy es ya un hecho: porque forma parte estructural del capitalismo el que tarde o temprano acabe siendo una exageración o caricatura de sí mismo. El capitalismo es una exageración y exagerar al narrarlo es sencillamente describir algo que ya ha ocurrido o que ocurrirá inevitablemente.
¿Qué quieres decir cuando afirmas, en el prologo de Viva el Mal, Viva el Capital, que un mundo en crisis es un mundo que no se deja caricaturizar?
Fíjate en esta noticia de hace unos meses: la compañía petrolífera italiana AGIP, quinta refinadora de Europa, con un capital invertido en todo el mundo de 4.616 millones de euros, con un aumento de beneficios en los últimos años del 297% y una producción de 850.000 barriles de crudo diarios, ofrece a las comunidades huaorani de Ecuador a cambio de una parte de sus territorios... ¿qué? Exactamente esto: 50 kilos de arroz y 50 de azúcar, dos cubos de grasa, una bolsa de sal, un silbato de árbitro y dos balones de fútbol, quince platos, quince tazas y un botiquín con doscientos dólares en medicinas en una única partida. ¿Crees que en un mundo en el que ocurren cosas así hay algo que satirizar? En mi último viaje a Egipto, hace apenas tres meses, me sorprendió que la gente ya no contara chistes en los cafés y un querido amigo me explicó la razón: "Ya nadie cuenta chistes nuevos porque, antes de que se nos ocurran, ya los ha hecho realidad el gobierno". Algo de esto está sucediendo en todo el mundo.
¿Significa eso que si tuvieras que escribir nuevas aventuras de Los Electroduendes renunciarías a la sátira y optarías por otros recursos?
La inspiración del chiste es mucho más sana e independiente que la de la alta cultura, pero tiene un límite: Auschwitz. A nadie haría reír hoy un chiste de judíos (aunque sí de israelíes). Si empezaran a lanzar bombas sobre Lepe y a gasear a sus habitantes, dejaríamos de contar chistes de leperos. Los guiones de los Electroduendes son hoy mucho más actuales que hace quince años pero quizás uno se siente más culpable al reírse con ellos: ¡parecen el programa político de Bush! La "Modesta proposición" de Jonathan Swift para acabar con el problema irlandés a basa de comerse a los niños irlandeses con diferentes condimentos hace reír porque su carácter disparatado ilumina desde el extremo los disparates criminales del imperialismo inglés; y porque hace reír tiene carácter de denuncia. Pero de nada habría valido mandarle el libro de Swift a Bokassa; se lo habría pasado a su cocinero como recetario. Si hoy siguiera escribiendo los Electroduendes no renunciaría a la sátira, desde luego, pero sí quizás a la hipérbole; quizás en estos tiempos de hiperbólica facticidad la litote surtiría mayor efecto.
¿Por qué crees que la gente se siente identificada con un personaje con tal "aversión a la virtud" como la Bruja Avería?
Hay algo sin duda extraño en que en la cabeza de todos (empezando por mí mismo) la Bruja Avería haya quedado no sólo como el personaje más simpático y atractivo sino, aún más, como un emblema de la resistencia frente al capitalismo y un símbolo de la revolución. Es extraño porque la Bruja Avería se dedicaba sistemática –y alegremente– a fundir y gripar a gente buena, dulce, pacífica y desgraciada y esto en nombre de, o en connivencia con las fuerzas más perversas del planeta. Avería perseguía a los explotados y sentía tanto más placer en hacerlos estallar con su rayo cuanto más alienados y bonachones se mostraban. Pero esto –bien pensado– explica la fuerza revolucionaria de Avería. Yo siempre la he comparado con el Marqués de Sade, un gran revolucionario que pasó veintisiete años en la cárcel y cuya obra siempre se ha entendido más en clave de patología sexual que de insurgencia política. Y lo cierto es que más que defender el Mal, más que sentirse atraído por los libertinos y sus pésimos discursos legitimadores, lo que le pasa al Marqués de Sade es que se siente asqueado de la bondad, la resignación, el fatalismo interiorizado de sus víctimas. Sade, furioso contra los alienados que se someten sin resistencia al poder inicuo del Antiguo Régimen, siente un gran placer en verlos castigados –por no haberse rebelado– a manos de ese mismo poder inicuo. Sade, como Avería, ilumina la monstruosidad de la Naturaleza (del Capitalismo) subrayando la mansedumbre y sumisión escandalosa de sus víctimas. Avería es, como digo en el prólogo de una nueva selección de guiones que acaba de publicar Virus (Viva la economía, viva la CIA), "el azote de los inocentes"; azota merecidamente a todos los que no se rebelan contra el Mal (o sea, el Capital).
¿En qué modo los niños pueden disfrutar o ser conscientes de la intencionalidad política del programa?
En un principio, escribí los guiones pensando en los adultos. No obstante, pocas veces se ha podido ver en TV un programa más chapucero que Los Electroduendes: los muñecos se movían torpemente, se les veían las entrañas de hierro y los mecanismos para accionarlos, el atrezzo era penoso y los decorados ponían tan a la vista el carácter ficticio del espectáculo que sólo por esto ya uno se veía imposibilitado de hacer nada serio. Se hizo así por falta de medios, pero la falta de medios tenía ya entonces –y aún más hoy por comparación– una cierta energía subversiva: casi una fuerza de desenmascaramiento de las condiciones irrealizantes de la realidad televisiva. Hace unos meses asistí con mis hijos a una función circense en un viejo circo de pueblo, una de esas cosas que yo creía ya desaparecidas. Tres personas –incluido el taquillero– se intercambiaban delante de los niños para hacer sucesivamente de domadores, acróbatas y payasos; la precaria carpa, las sillas de tijera, los pobres elementos de atrezzo exigían desde el inicio, honradamente, un "acto de fe" de los espectadores. Se tenía delante de los ojos, por así decirlo, el proceso de producción (cosa que todavía ocurre en el teatro). Los chavales disfrutaron de poder ver todos los mecanismos al desnudo, de la falta de medios; los mayores, en cambio, se aburrían quizás porque nuestra percepción está ya completamente montada a partir del superespectáculo televisivo. Lo maravilloso, sin embargo, no es el remedo de la realidad sino la verificación de la ficción. Algo de esto había en la falta de medios de Los Electroduendes: a partir del acto de fe exigido por toda esa rudimentaria tramoya, el espectador establecía la suficiente distancia como para no hacer de Los Electroduendes sus héroes (como hacen los niños con los pokemon o los digimon o no sé qué guerreros animados) sino para admirarse de su sola existencia y fijarse además en lo que decían. ¿Que si los entendían del todo? Digamos que era como dejar en su cerebro la llave de una puerta aún desconocida, o el azulejo de un mosaico incompleto.
La repetición de eslóganes y gags que se daba en la serie también nos solía gustar a los niños que veíamos el programa.
La infancia integra dos inclinaciones complementarias y contradictorias: el gusto por la repetición y el gusto por la novedad. A los niños les gusta obsesivamente repetir no sólo de postre sino, en general, de todo lo que les hace reír, sin cansarse jamás de ver el mismo truco ni de saltar mil veces el mismo muro. El lenguaje en la infancia, de algún modo, pertenece al mundo de las cosas de comer y la repetición, el eslogan y el gag son golosinas fundamentales para el proceso de construcción de la percepción integrada del niño. Paradójicamente, nuestra sociedad adulta ha afirmado y extremado estas dos inclinaciones pero en el terreno equivocado: ha confinado el gusto por la repetición en el trabajo y el gusto por la novedad en el consumo. Las ha pervertido a ambas dándole a nuestra época este sello adolescente tan característico. En cuanto a la repetición, el eslogan y el gag se utilizan básicamente en la propaganda y la publicidad, como formas materialmente muy infantiles de persuasión. No sé si mi idea al escribir los guiones utilizando estos recursos era la de ironizar sobre ellos –mi idea era acabar cuanto antes el trabajo y ponerme a leer algo bueno– pero sí sé que Lolo se propuso muy conscientemente en otras partes del programa esta tarea de destrucción de la publicidad y la propaganda en su propio terreno.
¿Qué recuerdas sobre las personas que participaron en la elaboración de La Bola de Cristal?
La Bola fue un programa muy interesante fruto de una conjunción astral irrepetible. Convergieron allí dos fuerzas, dos corrientes que (luego) estaban destinadas a separarse e incluso directamente a comerse: la Movida, un movimiento de renovación estética y de costumbres posterior al franquismo y un grupo que bebía de la tradición y el bagaje de la militancia de izquierdas. Una convergencia irrepetible, en un momento irrepetible. Dos fuerzas condenadas a separarse desde el momento en que la Movida decidió hacerse posmoderna...
De hecho, Los Electroduendes hacían una sátira muy poco disimulada de algunos aspectos de la Movida, como la frivolidad o el consumismo.
Claro, claro. Pero también usaban la Movida como refuerzo mediático. Hace cuatro años la Universidad de Sevilla hizo un congreso, unas jornadas sobre La Bola y ahí estábamos todos, desde Alaska hasta Carlos Fernández Liria (guionista) y yo. Era curioso ver hasta qué punto estaba el auditorio netamente dividido por la mitad entre la parte que recordaba más bien el aspecto estéticamente renovador (la Movida, Santiago Auserón, Alaska, Kiko Veneno, la música etc.) y la otra parte, que recordaba (algunos vagamente o porque sus padres les obligaban a levantarse a ver el programa) que gracias a La Bola habían empezado a militar en grupos de izquierdas.
¿Cuándo comenzasteis a tener problemas con TVE?
A los dos años de emisión. El Referéndum de la OTAN marcó claramente un giro, un eje cronológico a partir del cuál el PSOE no es que cambie de política sino que se deshace de los cuadros que tenían algún vínculo más izquierdista. De hecho, los dos últimos años de emisión de La Bola estuvieron marcados por la censura, por las presiones internas... y por la radicalización del compromiso ideológico del programa. Era inevitable. Carlos y yo ya habíamos publicado Dejar de Pensar. La Bola se convirtió en una plataforma de crítica al gobierno muy fuerte. Valga como anécdota recordar que con Calviño tuvimos infinitamente más libertad para hacer lo que se nos antojaba que con Pilar Miró. No porque Pilar Miró personalmente tuviese mucho interés en perseguir los contenidos del programa sino porque tenía bastante menos personalidad que Calviño y era más manejable desde otras instancias. Los últimos años hubo muchas presiones de multinacionales y de la Embajada de EE UU. Recibíamos constantemente notas internas de dirección para tratar de impedirnos que dobláramos imágenes de políticos (Reagan, Felipe...) o que, lo que era ya el colmo, hiciéramos contrapublicidad con las críticas a la comida basura, por ejemplo.
¿Cómo viste la retirada de antena del programa?
Una vez finalizado el programa, se hizo más evidente que se trataba de un proyecto improvisado y, a veces, muy chapucero que surgía como por casualidad. Lo que en principio parecía un primer proyecto que se podía consolidar en programas mejor hechos e igualmente comprometidos desapareció a partir de 1988 con el nuevo modelo de televisión privada y pública. Fue un periodo de muchísima libertad en TVE y en España. Ahora estamos todos al borde de la ilegalidad y lo cierto es que hay algunos guiones que hacen claramente apología del terrorismo (con arreglo al concepto de apología del terrorismo vigente en estos momentos, naturalmente). Buen momento para recuperarlos...
EL LIBROVISOR
Texto: Carlos Fernández Liria
El Librovisor fue la segunda parte de La Bola de Cristal, de la que fuimos guionistas Carlo Frabetti y yo. El propósito de El Librovisor era cultural y político. Se pretendía dar a conocer temas clásicos de la literatura y del mundo cultural y, al mismo tiempo, incitar a una crítica de la realidad política del momento en clave de humor y de sátira. Con El Librovisor quedaba consolidada una de las dos vertientes que atravesaron La Bola de Cristal: aquélla que demostró (y fue un logro casi sin precedentes) que el marxismo no sólo era un instrumento de análisis válido frente a la realidad política sino que podía ser, además, divertido y alcanzar por igual a públicos infantiles, juveniles y adultos.
De este modo, resultó que un programa que hoy en día habría sido prohibido de inmediato siguió emitiéndose durante cuatro años en la Primera Cadena sin que nadie se rasgara las vestiduras (a excepción, según creo recordar, de –varias veces– la embajada de EE UU y, una vez, la de Irán). Hubo que esperar unos cuantos años –bastante después de que Luis Solana pusiera al equipo de La Bola de Cristal de patitas en la calle cuando se disponía a emitir una primera versión española de los Spitting Images– para que se demostrara que el público de este programa había sido mucho más extenso, atento e inteligente y mucho menos dócil de lo que en principio había parecido. El eslogan de la Bruja Avería "Viva el mal, viva el capital" comenzó entonces a resonar en todos los rincones de lo que más tarde se convertiría en el movimiento antiglobalización español y el lenguaje de los electroduendes se convirtió en una especie de esperanto de la izquierda extraparlamentaria.
Aunque también es verdad que las cosas han empeorado mucho desde entonces. En aquellos días, aparte de Luis Solana (que justificó su memorable decisión con una declaración igualmente memorable: "No creo que a los líderes políticos españoles les haga gracia que se rían de ellos"), el único que protestó vehementemente por el carácter "subversivo" de La Bola de Cristal fue Xavier Domingo, en Diario 16. Sus palabras son inolvidables porque, en el fondo, daban en el clavo respecto a ciertos aspectos del programa: "Me sentí profundamente conmocionado por la grosera violación de la conciencia infantil, por la descarada manipulación política, por la fanática y soez propaganda maniquea, digna de una televisión dictatorial, digna de Cuba o de Angola, sobrecargada de marxismo hiperprimario y tercermundista. (...) Horrorosas marionetas babosas representaban a los empresarios y capitalistas (...). A los niños, TV1 les está enseñando a odiar a sus padres".
El caso es que en La Bola de Cristal se llegó incluso –y a mucha honra– a hacer una versión para niños del Libro I de El capital (ahora, algunos de mis alumnos me cuentan que sus padres –conocidos marxistas de toda la vida– les despertaban para que no se perdieran el programa). Lo que es indudable es que La Bola denunciaba una situación política muy grave que no ha hecho más que empeorar.
¿Qué mundo era ése que habitaban los electroduendes y los personajes de La Bola? Ante todo, el mundo de la economía capitalista. Ahora bien, el programa comenzó a emitirse en 1984, coincidiendo con el período legislativo del PSOE (1982), es decir, con una supuesta victoria electoral de las izquierdas... Por eso La Bola no se limitó a mostrar empresarios desalmados y capitalistas sin escrúpulos sino que denunció una situación política infinitamente más grave que la de una sociedad gobernada por una legión de Mario Condes: la de una sociedad en la que da igual quién gobierne porque la propia clase política está secuestrada (o vendida) por las necesidades de una economía ingobernable. Tras haber sido estafada por la Caja de Ahogos y Tensiones y fulminada por el rayo que no cesa de la Bruja Avería, Vídeo declaraba: "Aunque el dinero no me alcanza, la bolsa está en alza. Y aunque estoy en presidio, la banca sigue obteniendo beneficios. Soy, como ustedes verán, muy feliz".
Santiago Alba decía que, hoy en día, habría sido mucho más difícil hacer los guiones de La Bola de Cristal, porque los discursos de la Bruja Avería podrían ser pronunciados por cualquier político sin que nadie se inmutase. La situación es aún peor: la realidad que denunciaba el programa La Bola de Cristal está a punto de ser reconocida internacionalmente no sólo como la que es, sino también como la que debe ser, adquiriendo el estatuto de una Ley o Constitución por encima de los gobiernos nacionales. El nuevo orden mundial que ha caído sobre nosotros desde el 11-S y que, por su parte, el Parlamento español no hace cada día sino ratificar, no podrá ser ya tomado a broma. Es, ya de por sí, una broma de mal gusto y, vistos los efectos que va generando, no entran ningunas ganas de reírse de ella.
FUNDIENDO EL BLOQUEO MEDIÁTICO
Texto: Redacción
• Desde la misma suspensión de La Bola de Cristal ha ido creciendo el culto al programa, con muestras de devoción como las de Rosa y Sonia, del fanzine Tartatatín, responsables de una campaña de recogida de firmas para la reposición del programa. Cuentan ya con unas cuatro mil, pero prometen no descansar hasta que su serie favorita vuelva a las pantallas. Puedes mandar tu apoyo a través de www.electroduendes.net (coqueta y rigurosa página web sobre La Bola; todo un punto de referencia).
• El pistoletazo de salida del revival se dió el 8 de mayo en el Festival de la Palabra que organiza la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). Se trata de una completa exposición sobre La Bola de Cristal, que se inauguró a las 20:00 horas en la capilla del Oidor de Alcalá (y que estará abierta hasta el 30 de mayo). Entre el material expuesto, se incluyen originales de Miguel Ángel Martín recreando en formato cómic el mundo de La Bola. En todo caso, Jesús Cañete, organizador de la exposición, afirma que "no buscamos un baño de nostalgia, sino un discurso exigente, que reivindica programas así para el presente y el futuro".
• Unas horas antes, a las 18:30, se presentó en el salón de actos de la Universidad de Alcalá de Henares el nuevo libro que ha editado Plaza & Janés, el doble CD que publica Subterfuge Records y la colección de DVD de Círculo Digital. Esta reedición es la primera oportunidad seria de ver La Bola tras su cierre, ya que TVE se ha dedicado a ignorarla desde entonces, limitándose a emitir algún capítulo suelto y alguna errática reaparición en el Canal Nostalgia (Vía Digital). La colección de ocho DVD, con una duración de 180 minutos cada uno, incluye entre otras cosas monográficos sobre la historia del programa, especiales sobre las secciones y videoclips de la época.
• El doble disco de Subterfuge es todo un logro. Las canciones de la Bola de Cristal recoge 32 piezas, muchas de ellas inéditas, pertenecientes a la banda sonora del programa. Toda una ampliación respecto al disco simple –ya descatalogado– que editó en su día RTVE. El trabajo de la discográfica ha sido muy concienzudo. Entre otras cosas, restituye los créditos correctos a alguna pieza antes atribuida a Carlos Berlanga, pero que correspondía al tándem Berlanga-Nacho Canut. Además, contrasta el mimo del álbum con la actitud de algún documentalista de RTVE, que entregó cintas de las canciones con la voz de Jesús Ordovás encima (porque no estaban sacadas de la serie, sino de una emisión del Diario Pop). Como muchas otras veces, para cosas de La Bola lo mejor es ponerse en manos del archivo de Francisco Quintanar (http://usuarios.lycos.es/quintanar/labola.htm). Subterfuge, además, guarda en la recámara un disco con una selección de cortes cantada por Los Electroduendes. Más info: www.subterfuge.com.
• También podremos disfrutar de El libro de la Bola de Cristal, escrito por Lolo Rico, directora del programa. En él se reflexiona sobre aquella aventura, con ayuda de los colaboradores más conocidos (Alaska, Loquillo, Javier Gurruchaga, Pablo Carbonell, Pedro Reyes, Anabel Alonso...) y otros profesionales que trabajaron delante y detrás de las cámaras. Se incluyen material inédito (guiones, fotografías) y anécdotas con sustancia. Muchas de la altura de esa que Lolo Rico contó en la presentación del número 3 de LDNM: la pedagoga que formaba parte del equipo estaba tan de acuerdo con el programa que, en vez de pulir contenidos, se dedicaba a fabricar coartadas para calmar la ira de algunas asociaciones de padres y mentes estrechas en general (esas que acusaban a La Bola de dar clases de marxismo a la infancia española). El prólogo del volumen cuenta con una firma estelar: la siempre gripante Bruja Avería.