Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se
pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano
del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para
dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea
quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la
mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal
correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño
o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por
dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el
anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación
producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces
de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan
particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse
de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto
que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que
se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza
por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi
siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón.
Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos
pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada
pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola
a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño,
con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará
el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles,
hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre
el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente
de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente
los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella
fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio,
del que no se moverá hasta el momento del descenso.