¿Quién es el terrorista?
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60 Aniversario Iroshima
Un cálculo inmoral
Javier Ortiz
Apuntes del Naturla
Entre los artículos de prensa dedicados a reflexionar sobre el bombardeo nuclear
de Hiroshima y Nagasaki que se publican hoy, no pocos se detienen a analizar los
pros y los contras que hubo de afrontar el presidente norteamericano Harry S.
Truman antes de tomar la horrible decisión. Muchos coinciden en que la opción no
era fácil.
No estoy de acuerdo. La opción era sencillísima. De hecho, no había opción: sólo
una mente insensible a los principios de la Ética y del Derecho podía –puede–
pensar que la hubiera.
Alegan que el Imperio japonés estaba dispuesto a resistir lo que hiciera falta y
que el desembarco en el archipiélago nipón habría causado cientos de miles de
bajas en el Ejército de los EEUU. Añaden que era de temer que la URSS pudiera
iniciar un ataque por el norte para tomar posesión de las islas Curiles y
cualquiera sabe de cuántos territorios más. Concluyen que Truman decidió
bombardear Hiroshima y Nagasaki tanto para evitar un infierno a sus propios
ejércitos como por razones estratégicas, y que eso, en todo caso, no fue un
disparate.
Cabe objetar incluso el propio retrato histórico. Para empezar, es falso que
Japón estuviera en condiciones de alargar la guerra por mucho tiempo. Ni podía
ni quería: el emperador estaba ya sondeando con los aliados las posibles
condiciones de su rendición, y Truman lo sabía. En segundo lugar, es dudoso que
un pueblo exhausto y harto de la guerra hubiera podido oponer demasiada
resistencia a un ejército invasor mucho más poderoso que el suyo. En tercer
término, cabía examinar otras opciones, fuera del desembarco masivo sin mayores
preliminares. En cuarto lugar, se entiende mal que a los norteamericanos les
fuera a resultar tan difícil ocupar territorio japonés y a los soviéticos no.
Pero, aunque fueran rigurosamente históricos todos los argumentos esgrimidos por
quienes tratan de que entendamos lo que hizo Truman, su decisión seguiría
siendo igual de abominable. Porque, al atacar de manera deliberada, alevosa y
masiva a una población civil, Truman cometió un crimen de lesa Humanidad,
expresamente tipificado por todas las leyes de la guerra. Y no hay ninguna
circunstancia o coyuntura que pueda justificar la comisión de un crimen como
ése.
El mero hecho de entrar a considerar si lo que hizo el trigésimo tercer
presidente de los EEUU tenía o no motivación suficiente es ya, en sí mismo, una
inmoralidad.
Ahora va a resultar que el bombardeo de Gernika estuvo mal tan sólo porque lo
hicieron los nazis.
www.javierortiz.net