Rebelión
Ante los ojos de la opinión pública mundial, el gobierno israelí de Ariel Sharon está convirtiendo a Palestina en un gran campo de concentración. Los medios que utiliza son tres: 1. un gigantesco muro de apartheid (the wall); 2. el ejército israelí (IDF) y, 3. el apoyo de Estados Unidos, de la Unión Europea (UE) y de los medios internacionales.
La construcción del muro comenzó a dos años del inicio de la resistencia palestina ---"Al Aqsa Intifada", provocada por el gobierno de Sharon--- en julio del 2002, y ha avanzado para cubrir la parte norte del llamado West Bank (Banco Occidental) palestino, desde Tayasir y Jenin hasta Qalquilya y El Kana. Dos secciones al norte y al sur de Jerusalén, con 22 y 10 kilómetros de extensión respectivamente, también están terminadas.
En su pérfida perfección, la muralla sionista hace aparecer al muro de Berlín --- que la prensa occidental solía llamar "el muro de la vergüenza"--- como una obra artesanal. Está hecha de hormigón, con una altura de 8 metros, torreones de vigilancia a cada 300 metros, cercas electrificadas y sensibles al tacto, sistemas de detección electromagnéticos y sensores del terreno, zanjas de dos metros de profundidad y, según la pretensión del gobierno de Sharon, una "zona de seguridad" de cien metros de ambos lados.
La construcción de la muralla se lleva a cabo con extrema brutalidad y un desprecio total para los derechos humanos de la población indígena. Las casas, instalaciones comunitarias y tierras de cultivo palestinos que se encuentran en la traza del proyecto, son simplemente arrasadas por los bulldózers D9 de la transnacional estadounidense Caterpillar, bajo la protección de tanques y, por lo general, sin aviso ni indemnización alguna para sus moradores.
Los caterpillar D9 que usa el ejército israelí, son auténticas "armas de destrucción masiva" (WMD). De hecho, son tan efectivos en la guerra urbana, que la infantería de marina estadounidense pidió instrucción al ejército israelí sobre su campaña de destrucción del campo de refugiados de Jenin, para preparar la guerra urbana en Bagdad. La experiencia de los israelíes fue tan convincente que los marines les compraron nueve D9 a la IDF para uso en la invasión de Bagdad.
Los D9 israelíes pesan entre 60 y 80 toneladas; tienen blindajes de cuatro a seis toneladas, cristales de cinco centímetros a prueba de bala y lanzagranadas y/o ametralladoras, agregadas por la floreciente industria bélica del complejo industrial- militar del país; son comprados con el dinero del contribuyente estadounidense, que cada año aporta más de $ 3 mil millones en ayuda directa para Israel; han destruido en los últimos tres años alrededor de 13,000 casas palestinas, entre 200,000 a 300,000 oliveros, el campamento de refugiados de Jenin, y fue un caterpillar D9 con el que fue asesinada la internacionalista estadounidense Rachel Corrie.
Con frecuencia, el ejército hostiga mediante fuego de ametralladoras o disparos de tanques a los habitantes de una casa, hasta que optan por abandonarla para salvar sus vidas. En otros casos, los moradores simplemente se despiertan por el ruido de las D9 que comienzan a derribar sus casas. Si tienen "suerte", la soldadesca les da cinco minutos para evitar que sean enterrados vivos.
En esta primera fase de la edificación del muro, que fue completada en junio del 2003, 83,000 árboles de olivos fueron desarraigados por los caterpillar israelíes; 35,000 metros de infraestructura hidráulica destruidos; 2,800 acres de tierra palestina y 30 pozos de agua, que producen 4 millones de metros cúbicos al año, fueron confiscados; 67 pueblos palestinos separados de sus tierras de reproducción y 210,000 palestinos confinados a vivir en enclaves.
Como un gigante basilisco, la impenetrable muralla sionista serpentea a través de los pueblos históricos palestinos, cortando vidas y relaciones sociales y dejando a los pobladores de un lado de la muralla, con sus instalaciones comunitarias y cultivos, del otro.
El plan original de la muralla preveía una longitud de alrededor de 300 kilómetros. Sin embargo, desde el año pasado, el ejército y los colonos ilegales pugnan por una extensión de 600 a 700 kms, que se pretende terminar en el año 2004, con un costo de 2 millones de dólares por kilómetro, es decir, un total de 1,5 mil millones de dólares.
Hace pocos días, el 1 de octubre del 2003, el gobierno de Sharon decidió iniciar la segunda fase, en la cual el muro penetra hasta 20 km en territorio palestino, en la zona de Ariel, dejando a 400,000 palestinos al lado occidental (israelí) de la edificación, aislándolos de las ciudades palestinas que formaron su entorno de vida anterior.
Al término de esta segunda fase, los palestinos habrán perdido el 25 por ciento de su tierra y el 65 por ciento de sus recursos hidrológicos. Sin embargo, dentro del 25 por ciento de las tierras perdidas se encuentra el 80 por ciento de su tierra más fértil. Desde la guerra "preventiva" de Israel en 1967 el Estado sionista ha confiscado más de un millón de acres de territorio palestino.
La apología oficial del gobierno sionista para realizar el muro del apartheid --- divulgada descaradamente por sus propagandistas mundiales, como, por ejemplo, el comentarista William Safire en The New York Times--- sostiene que evitará ataques suicidas en el futuro. Se trata, por supuesto, de una vil mentira, tal como expresan los 27 pilotos militares israelíes que se niegan a operar en las zonas ocupadas (seruvniks) y un grupo de altos oficiales israelíes, del Consejo Nacional para la Paz y Seguridad, que confirman que la traza del muro obedece a "razones políticas y no, a razones de seguridad".
De hecho, la muralla de Sharon es parte del antiguo proyecto sionista de la Gran Israel (Eretz Yisrael) que, basado en la visión bíblica del Estado de Israel, prevé la anexión de partes del sur de Líbano, Siria, Occidente de Jordania y este de Egipto.
Como tal es un elemento estratégico en el proyecto de anexión, limpieza étnica y de bantustanes de apartheid que Sharon lleva a cabo. El plan maestro de esta operación prevé la combinación de sistemas de protección local; el muro ya terminado; las extensiones demandadas por los colonos de los asentamientos ilegales y la IDF; carreteras "de seguridad" que son militares, evaden áreas palestinas y vinculan los asentamientos judíos entre sí y con bases militares estratégicas; nuevos asentamientos ilegales; la destrucción y expropiación de propiedades palestinas y la "limpieza étnica" (expulsión) de la población palestina.
Las verdaderas razones de las criminales atrocidades cometidos por el gobierno de Sharon son: a) impedir la constitución del Estado de Palestina, pese a que fue ratificado el 29 de noviembre de 1947 por la Resolución 181 de las Naciones Unidas; b) quedarse con las tierras fértiles y el agua de Palestina; c) convertir a los palestinos en mano de obra barata de las empresas israelíes, tal como hizo la elite blanca de Africa del Sur con la población africana; d) destruir la identidad del pueblo palestino; e) tener el control estratégico de toda la región comprendida entre el Mar Mediterráneo, las Alturas del Golán, el valle del Jordán y el Canal de Suez.
El proyecto de Sharon, de convertir a Palestina en un gigantesco campo de concentración, viola un sinnúmero de Tratados internacionales y derechos humanos básicos del pueblo palestino, entre ellos: 1. la Resolución 181 que le concedió simultáneamente el derecho a Estados soberanos a judios y palestinos; 2. La Resolución 242, del 22 de noviembre de 1967, en la cual el Consejo de Seguridad de la ONU demandó unánimemente "el retiro de las fuerzas armadas israelíes de los territorios ocupados" durante la "guerra de los seis días"; 3. El artículo 17 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que estipula el derecho a la propiedad. 4. El artículo 13 que norma el derecho a la libre movilidad y, 5. la Carta de las Naciones Unidas.
La pregunta obvia que surge ante esta situación de ilegalidad e inmoralidad es obvia: ¿Cómo se explica que un pequeño Estado de 6,2 millones de habitantes puede burlarse abiertamente, desde hace 56 años, del Estado Global (Consejo de Seguridad) y del Derecho Internacional, sin sufrir sanción alguna?
Más aún, ¿Cómo se explica que el gobierno de Sharon puede tratar de convertir mediante métodos nazis a un pueblo entero, en internos de un gran campo de concentración llamado Palestina, sin que se escuche absolutamente ninguna protesta de los sensibles presidentes e intelectuales democráticos europeos que tan preocupados se muestran por los derechos humanos en Cuba? O, en su caso, ¿de los políticos estadounidenses y de la prensa mundial?
La respuesta es evidente. La alianza estratégica entre Washington y Tel Aviv proporciona a los sionistas impunidad política, jurídica y económica, y la Unión Europea, con su oportunismo y cobardía política habitual, le sigue el rumbo. En consecuencia, los medios de comunicación mundiales aceptan obedientemente y de manera casi monolítica, la propaganda del gobierno israelí, tal como aceptaron las mentiras de Blair y Bush para atacar a Irak.
Tanto la Unión Europea como Estados Unidos tienen un medio sencillo y eficaz, para parar de inmediato el proyecto neofascista de Sharon y terminar el martirio del pueblo palestino: su financiamiento.
La UE aporta la mayor parte de los donativos oficiales que reciben las entidades palestinas; durante el año 2002-2003, alrededor de 570 millones de euros. Gran parte de la población palestina vive de esa ayuda, porque la política terrorista de Sharon ha destruido sistemáticamente su economía, produciendo un aumento en el desempleo, el colapso de las inversiones, la caída de las exportaciones y el ocaso de los ingresos laborales desde Israel.
El Producto Interno Bruto (PIB) per capita de los palestinos sufrió una caída del 25 por ciento en 2002, ubicándose en 1000 dólares. La cifra respectiva de los israelíes es 21,000 dólares. El déficit comercial palestino supera los 1,1 mil millones de dólares; el desempleo alcanza alrededor del 50 por ciento y más del 60 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza, con alrededor de 2 dólares al día: menos de lo que recibe una vaca lechera en la Unión Europea en subsidios diarios y una ínfima fracción de los 58 dólares por día, que tiene el ciudadano judío.
Mientras la UE subsidia los servicios públicos y los costos sociales del terror israelí contra la población palestina, Washington financia todo el engranaje del proyecto, desde los asentamientos ilegales hasta el armamento con que la IDF mata, enviando anualmente más de 3 mil millones de dólares al gobierno agresor y extendiendo, como en marzo de este año, garantías crediticias por un valor de nueve mil millones de dólares, para los próximos tres años.
Si la UE deja de financiar lo que, conforme a derecho internacional, es obligación de pagar de la fuerza ocupante israelí, y si Washington corta el apoyo financiero, un arreglo negociado entre ambas partes se produciría de inmediato.
Mientras no lo hagan, son cómplices de la destrucción colonial de un indefenso pueblo agrario por una de las más avanzadas potencias industriales y militares del mundo; con una política de limpieza étnica al estilo colombiano o serbo-croata, a fin de construir el equivalente mediterráneo del Tausendjaehrige Reich (Reino de mil años) de Adolf Hitler, en la quimera sionista del Eretz Yisrael; encabezado por un Primer Ministro, cuyo visage (rostro) de abuelo bonachón oculta uno de los peores criminales de guerra de los últimos cincuenta años.
Entre tanto, los medios de comunicación y los intelectuales del mundo libre se mantienen en completo silencio ante el obsceno espectáculo de terror que el Fuehrer sionista escenifica en la Tierra Santa.