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Heinz Dieterich Steffan


31 de marzo del 2004

Bloque Regional de Poder (BRP)
Única salvación nacional y popular posible en América Latina (II)

Heinz Dieterich

La falta de concientización y apoyo de la sociedad civil latinoamericana al proceso de integración estatal de América Latina y la influencia de los cinco parámetros determinantes de esa integración estatal, han convertido el proceso en un vehículo peligrosamente lento y de desplazamientos discontinuos que hacen peligrar su éxito final.

Se observa, de hecho, una analogía formal con el proceso de integración neocolonial del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovido por Washington. Ante la incapacidad de imponer el ALCA en bloque, Washington, apoyado en sus cómplices centroamericanos, chilenos y ecuatorianos, ha optado por una gradual conquista de América Latina, mediante convenios bilaterales que pretenden desembocar en una homologación final.

Expresando esta lógica de procedimiento en términos militares podríamos decir que ante el fracaso de la guerra relámpago (Blitzkrieg), el Estado Mayor conjunto de la República de Wall Street, la Casa Blanca, decidió pasar a la guerra de guerrillas o de baja intensidad, avanzando sus posiciones y objetivos imperiales en lo mercantil, militar, político y social, mediante las armas del bilateralismo silencioso.

En la integración latinoamericana promovida por los presidentes se observa el mismo fenómeno. Los avances se materializan a través de convenios bilaterales entre los cuatro países en cuestión que siguen, en lo general, a la lógica de las ventajas comparativas de las matrices de producción de Argentina, Brasil, Venezuela y Cuba y que abarcan desde materia prima a know how y servicios con alto valor agregado.

La naturaleza coincidente de ambos procesos de integración, el neocolonial del ALCA, y el antiimperialista latinoamericano, se debe ---por mérito propio y por lo que explica el sabia Newton en su segunda regula philosophandi (regla de razonamiento científico)--- a la misma causa: la ausencia de un bloque de poder integral que pueda actuar como ente colectivo cohesionado.

En otras palabras, estamos ante la ausencia de un sujeto político hemisférico con conciencia para sí, es decir, con una identidad colectiva consistente. Dado que la identidad es un sistema cibernético de análisis y optimización de las estrategias de sobrevivencia, es lógico que la eficiencia de la integración, tanto la neocolonial como la libertadora, sea escasa.

Esto es positivo en el caso del ALCA, y se debe a la diferencia cualitativa entre el principio integrador, el gran capital estadounidense y los entes "asimilables" es decir, a la heterogeneidad de ambos sistemas.

En el caso de la Patria Grande, la relativa debilidad integracionista resulta de cuatro razones principales: a) la irrupción intempestiva de la coyuntura integracionista, con los recientes triunfos electorales de Lula y Kirchner y la exitosa sobrevivencia de la Revolución Bolivariana, sobre la base del acervo de conocimientos acumulados en la Revolución Cubana; b) la falta de conciencia y apoyo de los movimientos sociales al proceso; c) la mediocridad de los líderes de la intelligentsia (intelectualidad) latinoamericana contemporánea y, d) el oportunismo de los partidos políticos.

Es importante en este análisis, entender la dialéctica entre forma y contenido. Estamos hablando de una analogía formal entre el proceso neocolonial y el latinoamericanista que, tal como indica el mismo término, no se extiende a su aspecto material (contenido). La semejanza radica en la forma de los dos procesos, mas no en sus contenidos.

Mientras las dos formas son homólogas, sus contenidos son antitéticos. La integración bilateralista del imperialismo tiende hacia el debilitamiento y la desaparición completa de la planta productiva latinoamericana y, por lo tanto, del poder de sus naciones.

La integración bilateralista de los cuatro presidentes, en cambio, pretende reforzar esa planta productiva y el poder nacional mediante una política de sustitución de importaciones, de reforzamiento de la colaboración sur-sur y de desarrollismo.

La consecuencia de usar el vehículo del bilateralismo integracionista desde las superestructuras políticas, en lugar del multilateralismo, es doble: a) no genera conciencia ni dinamismo respectivos en la sociedad civil latinoamericana, porque el bilateralismo es, a todas luces, una actividad normal de un Estado (business as usual) y, b) no genera conciencia de clase dirigente o dominante latinoamericana entre los gestores estatales de la integración.

Se trata, en el fondo, de un problema semejante a la constitución de una clase dominante en la Unión Europea (UE), pero con dos diferencias negativas para nosotros. En primer lugar, en la UE, el proceso de integración de esa clase dominante es inevitable, porque es el subproducto de la progresiva integración del gran capital. En segundo lugar, el tiempo de integración es secundario, porque el proceso es irreversible, por más burros que se aparezcan en el horizonte político, como Berlusconi, Aznar o Blair.

En la Patria Grande, en cambio, la dinámica de integración es débil, fragmentada y reversible, porque es una función de las cambiantes superestructuras políticas criollas. Asimismo, el vector tiempo es primordial en nuestras latitudes: cuanto más se tarda el proceso, más tiempo de organización le da a las fuerzas oligárquicas e imperialistas para sabotearlo.

De este escenario nacen tres interrogantes: 1. ¿Existe la necesidad de dar un salto cualitativo en la integración, desde el bilateralismo hacia la constitución de un sujeto estatal integracionista, compuesto por los cuatro Presidentes? 2. ¿Existe la posibilidad de dar este salto? 3. ¿Qué medios requiere para ser exitoso?

27.3.2004