3 de septiembre del 2002
EE.UU: Orwell redivivo
Juan Gelman
Página 12
George Orwell anticipó en su última novela, publicada en
1949, un mundo con policías del pensamiento, anulación del pasado,
mutilaciones del lenguaje y la memoria, siempre dispuesto a tragarse las mentiras
que sirve el poder. Tenía en mente a la entonces Unión Soviética,
pero sucede, curiosamente, que es en Estados Unidos donde el gobierno de Bush
hijo está llevando a la práctica esas imaginaciones. Es cierto
que la novela se titula 1984 y que estamos padeciendo el 2002. Hay que darle
tiempo al tiempo.
Hace más de dos meses que la Asociación de Bibliotecas de EE.UU.
está esperando que el FBI conteste cuántas veces ha utilizado
las amplias atribuciones que le otorga la USA Patriot Act para investigar en
secreto los registros –alguna vez confidenciales– de bibliotecas públicas
y librerías. Es la pregunta número 12 de un cuestionario de 50
que el Comité de Justicia de la Cámara de Representantes elevó
al Departamento del ramo que dirige el devoto John Ashcroft. Devoto en materias
varias: religión, represión, fascismo. También esperan
el congresista demócrata John Conyers y el republicano James Sensenbrenner,
presidente del Comité, que prepararon el cuestionario y fijaron el 9
de julio que pasó como fecha límite para la recepción de
las respuestas.
Desde que los atentados del 11/9 llevaron al Congreso estadounidense a aprobar
esa ley "antiterrorista", un documento de 342 páginas que los parlamentarios
no tuvieron tiempo de leer, el FBI adquirió, entre muchas otras, la facultad
de vigilar a su antojo los hábitos de lectura de todo ciudadano. Guay
de quien compre en una librería o pida en una biblioteca algún
libro sobre el Islam, o Cuba, o las Torres Gemelas, o los países del
"eje del mal": podría ser catalogado como sospechoso de terrorismo, detenido
por tiempo indeterminado sin aviso ni acceso a un defensor, es decir, "desaparecido
a la argentina", como señalara Warren Christopher, ex secretario de Estado
de James Carter. De hecho, casi todo el pueblo estadounidense corre esos riegos
si el FBI se encapricha.
Las órdenes de allanamiento llamadas sneak and peek (irrumpir y revisar
de manera furtiva) le permiten catear cualquier hogar, escrutar efectos personales,
fotografiar, bajar información de la computadora si la hay, sin que el
dueño se entere hasta después del hecho cumplido. En la revista
Insight on the News, John Whitehead, fundador y presidente del Instituto Rutheford,
definió la situación así: "La libertad y la seguridad no
se excluyen mutuamente, pero lo único que nos separa de la tiranía
es la Constitución de EE.UU. ¿Pienso que hemos perdido libertades civiles?
Sí. ¿Pienso que hemos establecido las bases de un Estado policial? Sí".
No se puede decir que Whitehead habla oscuro.
Las órdenes de registro de bibliotecas y librerías son emitidas
por una instancia judicial que se reúne en secreto y prohíben
que los funcionarios y dueños de las unas y las otras revelen a nadie
que el FBI los ha contactado, y menos a la persona que está siendo investigada.
Los Angeles Times (29/7) da cuenta de un sondeo que el centro de investigaciones
de la biblioteca de la Universidad de Illinois llevó a cabo en 1020 bibliotecas:
el 85 por ciento, en su mayoría de los institutos de investigación
más importantes, fue "visitado" por agentes federales o locales que pedían
información sobre las preferencias de los lectores. La policía
del pensamiento, vamos.
Esto no transcurre sin reacciones institucionales. Se ha informado en estas
páginas (29/8) que en Newark, Detroit, Washington y Cincinnati se dictaron
fallos que condenan los métodos orwellianos ejecutados por Bush hijo.
El tribunal federal de apelación de Cincinnati dictaminó que eran
ilegales las audiencias secretas que culminaron con la deportación de
centenares de sospechosos de terrorismo detenidos luego del 11/9. "El Poder
Ejecutivo intenta seccionar las vidas de las personas, de espaldas a la mirada
pública y detrás de una puerta cerrada. Las democracias mueren
detrás de puertas cerradas", especifica su sentencia. La jueza federal
deWashington, Gladys Kessler, determinó que el Departamento de Justicia
debe proporcionar los nombres de la mayoría de los sospechosos que siguen
presos. "Las detenciones secretas –dice su fallo– constituyen un concepto odioso
para una sociedad democrática."
Y hay resistencias locales. Las autoridades municipales de Berkeley (California),
Denver (Colorado), Ann Harbor (Michigan) y de cuatro ciudades de Massachusetts
(Northampton, Leverett, Amherst y Cambridge) aprobaron sendas resoluciones que
cuestionan el camino que la Casa Blanca recorre en su guerra "contra el terrorismo"
dentro de las fronteras nacionales. "Creemos que estas libertades civiles (de
expresión, de reunión, la igualdad ante la ley y el derecho a
la privacidad, otras) están ahora amenazadas por la USA Patriot Act",
aseveró el concejo municipal de Cambridge. "Nos trajo (esa ley) resonancias
de la era McCarthy y de otros tiempos", recordó la concejal de Denver,
Kathleen Mac Kenzie. Es que resulta imposible anular las reservas democráticas
de una sociedad entera. Eso también –desesperadamente– Orwell previó.