Morir bien pago
Juan Gelman
El número de bajas norteamericanas en Irak –134 muertos en abril, un 22 por
ciento más de los 109 que cayeron durante toda la invasión– aleja la atención de
los medios de las que vienen padeciendo las tropas británicas. Sus bajas
mortales no llegan a 100, pero el Ministerio de Defensa del Reino Unido acaba de
revelar que los heridos repatriados desde la invasión son exactamente 2228. El
estado de muchos es grave y la cifra no es pequeña comparada con el total de
12.000 hombres que Londres puso a disposición de Washington. Según The Scotsman
(24-4-04), los efectivos británicos enfrentan ataques insurgentes todos los días
y caen heridos unos 50 por mes.
No terminan ahí los sinsabores de las tropas del aliado más aliado de la Casa
Blanca. Sus mandos resisten presiones del gobierno Blair para que se desplieguen
en Bagdad y otras zonas peligrosas del país ocupado. Washington exige que
Londres reemplace a los 1300 militares de la brigada Plus Ultra que España
evacuó. El próximo nombramiento del muy británico general John McColl como
subcomandante en jefe de las fuerzas de la coalición requiere para el Pentágono
un gesto de reciprocidad: más combatientes del Reino Unido en Irak y una
presencia mayor en Bagdad. Esto último facilitaría que EE.UU. pudiera proclamar
que, ahora sí, la ocupación es verdaderamente multinacional.
El oleaje de la resistencia ha creado otros disgustos a los mílites de las
islas: las agencias de seguridad privadas que operan en Irak tientan a sus
oficiales con altísimos ingresos –hasta mil dólares diarios– si dejan las filas
y se incorporan al ejército de 20 mil mercenarios que constituye la segunda
fuerza armada en el país, después de la estadounidense, y que se ocupa de
resguardar a unos 15 mil ejecutivos y empleados civiles que trabajan para las
grandes corporaciones encargadas de reconstruir Irak en beneficio propio, claro.
El Ministerio de Defensa británico ha dirigido a las seis firmas del ramo
manejadas por compatriotas un memorando oficioso solicitándoles que dejen de
reclutar a sus militares más fogueados (The Scotland on Sunday, 25-4-04). El
número de oficiales, algunos de alto rango, que han pedido la baja voluntaria
anticipada ganó densidad desde el derrocamiento de Hussein. Unos 350 lo han
hecho en los últimos seis meses y el ejército británico no se puede dar el lujo
de perder tantos hombres bien entrenados en lapso tan corto.
Quién sabe si esas agencias atenderán el llamado. Aumentan las muertes de
efectivos de la coalición, de políticos y policías iraquíes, no cesan los
secuestros de civiles extranjeros, y la necesidad de guardias de corps crece al
mismo ritmo. Empresas gigantes como Siemens AG, Bechtel y General Electric
suspendieron la ejecución de diversos contratos por la inseguridad que impera y
que las obliga a destinar del 15 al 25 por ciento de su presupuesto a gastos de
seguridad (AP, 25-4-04). La organicidad de la resistencia demanda cada vez más
mercenarios calificados. Paul Brown, director de AKE –una agencia de seguridad
con sede en Hereford–, señaló al periódico escocés que los hombres bajo bandera
son hoy la mejor fuente de recursos para esta clase de negocio.
Las agencias recurrían al principio a la llamada mano de obra desocupada, es
decir, ex represores de dictaduras varias –la pinochetista, entre otras– que en
general se quedaron sin carne de cañón cuando llegaron los gobiernos civiles. Lo
de Irak les parecía un trabajito fácil y bien remunerado hasta que aparecieron
del otro lado iraquíes con armas y rabia en vez de víctimas inermes a las que se
podía secuestrar, torturar y asesinar con total impunidad. Una cosa es ejercer
bajo el ala del terrorismo de Estado y muy otra caer en una emboscada
insurgente, exponerse a las balas de un francotirador, ser despedazado por una
bomba casera que estalla en el camino y/o enfrentarse a tiros con el enemigo.
Los viejos represores, salvo excepciones, carecen de entrenamiento para eso.
A mediados de abril fue abatido en Irak Gray Branfield, uno de los más feroces
violadores de los derechos humanos en la Sudáfrica del apartheid. Miembro
destacado de los escuadrones de la muerte agrupados bajo el tierno nombre de
Dirección de Cooperación Civil, Branfield contaba entre sus hazañas la
participación en el asesinato de 14 exiliados sudafricanos, un niño incluido,
que dormían en una casa de la vecina Bostwana. La ONU estima que Sudáfrica
proporciona, después de EE.UU. y Gran Bretaña, el número mayor de mercenarios
alquilados en Irak: serían al menos 1500 (The Australian, 27-4-04).
Se comprende que las agencias de seguridad prefieran a ex militares o militares
en actividad, en vez de mano de obra desocupada, a fin de elevar el nivel de
seguridad en las presentes circunstancias. Se comprende también que oficiales
británicos abandonen su carrera y emprendan otra que les permite embolsar en dos
semanas el estipendio de un año entero en el ejército. Están peleando una guerra
ajena y, morir por morir, mejor morir bien pago.