La irritación de los halcones
Juan Gelman
Irak alimenta el malhumor entre conservadores tradicionales y neoconservadores halcones y aun entre los últimos. Que no se privan de criticar al equipo Bush. La razón es clara: en las primeras tres semanas de abril cayeron en combate 106 efectivos norteamericanos, cifra que supera el pico de noviembre pasado (82) y casi toca el nivel de las bajas yanquis durante la invasión (109). Una encuesta de The Washington Post/ABCNews encontró el martes 20 que el 65 por ciento de los interrogados considera ³inaceptables² esas pérdidas, contra un 33 por ciento al que le parecen ³aceptables². Hay otras bajas además: España retirará ³cuanto antes² sus 1300 soldados, Honduras sus 370, República Dominicana sus 300, Nicaragua no repondrá los 115 que trajo de vuelta y que iba a reemplazar, Tailandia anuncia que hará lo mismo si los insurgentes atacan a los 451 médicos e ingenieros que aportó a la coalición y hasta Polonia duda de la sensatez de mantener en Irak a sus 2500 hombres. Y hay un tercer tipo de bajas: el general Martin Dempsey, comandante de la 1ª división blindada que ocupa Irak, admitió que las fuerzas de seguridad iraquíes reclutadas por EE.UU. se partieron por la mitad: un 10 por ciento se pasó a la insurgencia y un 40 ha desertado (AP, 21-4-04).
El cuadro llevó a la Casa Blanca a un aparente cambio de estrategia política: ahora afirma que la ONU a la que marginó antes, durante y después de lanzar su aventura bélica se hará cargo del traspaso de una autoridad provisional iraquí a otra, previsto para el 30 de junio. Bush hijo declaró que había delegado en el argelino Lakhdar Brahimi, enviado especial de Naciones Unidas a Bagdad, la selección de los integrantes de la nueva autoridad provisional. Tal vez piensa que por esa vía logrará apuntalar la muy mermada credibilidad de EE.UU. en Irak y facilitar que los países abstinentes envíen por fin tropas y fondos. Se trata también de una movida electoral. W. le arrebata así a John Kerry un argumento de fondo: hace meses que el contendiente demócrata a la presidencia insiste en la soledad internacional de EE.UU. que ha causado la política de Bush. La maniobra tiene costos políticos: hay ³halcones-gallina² que se quejan.
Un editorial de The Wall Street Journal (20-4-04) lamentó que ³los iraquíes con los que EE.UU. ha trabajado más estrechamente serán marginados y los sustituirán unos extraños elegidos por un argelino que trabaja para Kofi Annan², el secretario general de la ONU. ³Todo el mundo está incómodo², subrayó Gary Schmitt, director ejecutivo del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, el plan de dominio mundial que la Casa Blanca comenzó a ejecutar en Afganistán e Irak. ³Tal vez ésta sea la menos mala de las alternativas se apenó, pero lo cierto es que entraña un giro político grande y terrible y la gente tiene serias dudas de que sea exitoso² (Los Angeles Times, 20-4-04). William Kristol, presidente del Proyecto y halcón encarnizado, completa la embestida contra sus compañeros ³se han cometido errores graves, sobre todo por parte del Pentágono de Donald Rumsfeld² y exige el envío de 30.000 soldados más (The Weekly Standard, número del próximo lunes 26-4-04).
The New York Times da cuenta de que ³un sector creciente de conservadores expresan dudas sobre un involucramiento militar prolongado de EE.UU. en Irak² motivadas por las bajas en aumento (19-4-04). Los ³halcones-gallina² alzan la guardia: ³En mayo pasado éramos elogiados como grandes visionarios se dolió Kenneth Weinstein, director ejecutivo del Hudson Institute, uno de los think-tanks más agresivos. Ahora estamos a la defensiva tanto en el movimiento conservador como en la batalla en torno al planeamiento de posguerra... Nos asedian los conservadores más tradicionales, que tienen instintos más aislacionistas y que están dispuestos a decir Œtraigan a los muchachos a casa¹². El prominente conservador Richard Viguerie se alarma: ³En toda mi vida política no he conocido una cuestión que haya dividido tanto a los conservadores². Otra materia, nada menor, eriza a los republicanos: el presupuesto que la ocupación devora.
³Todo el mundo en este país sabe que este año se necesitarán de 50 mil a 75 mil millones de dólares más para mantenernos en Irak², apuntó el senador republicano Chuck Hagel (AP, 21-4-04). La Casa Blanca logró que los legisladores aprobaran ya un paquete de 87 billones de dólares para 2004 y asegura que no pedirá un dólar más. Al menos hasta las elecciones de noviembre, claro. Y luego: el también republicano John Warner, presidente del comité del Senado de las fuerzas armadas, señaló el ³conflicto de intereses básico² que dimana de establecer el 30 de junio un gobierno iraquí ³soberano² como W. no se cansa de repetir y dar a los comandantes de las tropas de ocupación la facultad de decidir las acciones a tomar (AFP, 20-4-04). Mencionó las protestas que miembros de la actual autoridad fantoche iraquí formularon por el uso excesivo de fuerza en Faluja y el subsecretario del Pentágono Paul Wolfowitz lo tranquilizó: en Afganistán ha sucedido muchas veces, dijo, que el gobierno de Karzai instalado por EE.UU. se quejara de la dimensión de las operaciones militares yanquis en su país. Y qué.
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Infamias (II)
Los arrepentidos o
la verdad en el tercer tiempo
Antonio Maira
Cádiz Rebelde
Desde hace unos meses asistimos más asqueados que perplejos a la aparición de continuas declaraciones en las que políticos y funcionarios de máximo nivel, algunos de ellos agentes de gran importancia en el desarrollo de los hechos que condujeron a la guerra de Irak, responsables otros, en cierta medida, de la falta de resistencia institucional contra la guerra, ayudan a componer ahora con sus experiencias personales el gran cuadro de la mentira de los otros, y de paso procuran insinuar su disidencia primaria ante una infamia que está apareciendo públicamente ahora. Es innecesario añadir que todos estos disidentes con retraso, manifiestan su repudio sin vacilaciones ante las terribles consecuencias de la invasión de Iraq. Sin duda, la marcha de la guerra les está iluminando la memoria que se mantuvo apagada durante los primeros meses de la ocupación, redibujando los perfiles de su protagonismo personal antes impreciso, y alimentando repudios muy condicionados por una historia que apesta a desastre y empieza a oler a derrota.
John Kerry es uno de estos personajes de tercer tiempo. En octubre de 2002 votó a favor de la guerra en el Congreso cuando todo estaba meridianamente claro para observadores menos informados que todo un senador de los EEUU. La resolución 114 que aprobaba el uso de la fuerza contra Iraq era la expresión perfecta y completa del tramposo relato de Bush para justificar la guerra, la destrucción y la ocupación del país. Estaba meridianamente claro, en primer lugar, la inexistencia de armas de destrucción masiva. Lo garantizaba el registro sistemático e incondicionado que durante más de siete años realizó la Unscon. Finalizó cuando los EEUU, convencidos de que no había nada que buscar, forzaron la situación y convirtieron aquél órgano de las Naciones Unidas en un instrumento manejado por la CIA para el seguimiento personal de Sadam Hussein con propósitos nada confesables. También estaba clara la ausencia de cualquier conexión entre el gobierno iraquí y la organización Al Qaeda, que sin embargo había tenido vínculos muy consistentes con los propios Estados Unidos. Y, por supuesto, estaba también muy clara la intención de Washington de llegar hasta la guerra fuese como fuese, con o sin apoyo de las Naciones Unidas. El presidente Bush había repetido hasta la saciedad y con pública insolencia su teoría de la irrelevancia aplicada al nulo valor de cualquier disidencia individual o colectiva contra la voluntad guerrera de los Estados Unidos. Kerry, como casi todos los disidentes de tercer tiempo, dijo entonces un sí incondicional a la guerra de destrucción y conquista del presidente Bush.
Ahora, el candidato demócrata a la presidencia expresa su desacuerdo contra el ³unilateralismo² de Bush, algo que estaba meridianamente claro en el otoño de 2002, y contra el manejo de la ocupación y los cuantiosos gastos en Iraq, que también estaban implícitos en los objetivos estratégicos de la guerra. Al margen de su disidencia ex post, extemporánea y claramente electoral, Kerry sostiene plenamente la política global de los EEUU en la zona. A John Kerry le gustaría un apoyo de la ONU a la política imperial de los Estados Unidos pero habla sin reparo alguno de la necesidad de reforzar el contingente militar en Mesopotamia con 40.000 soldados.
Otros dos personajes que se han lavado las manos son Hans Blix y Kofy Annan. El primero, Jefe del Equipo de inspectores el Unmovic-, lo ha hecho volviéndose repentinamente locuaz, el Secretario General de la ONU, sin embargo, se ha vuelto, como tantas veces, silencioso.
Hans Blix no se atrevió a declarar ante el Consejo de Seguridad de la ONU que no había razones para suponer que Irak tenía armas de destrucción masiva. Tampoco se atrevió a reforzar las declaraciones de Al Baradei sobre la fabricación de documentos falsos por los Estados Unidos los relativos a la importación de uranio desde Níger-afirmando, como le constaba, que las pruebas de Powell pomito incluido- eran una auténtica patraña. Tal declaración estaba, sin duda, dentro de sus obligaciones como jefe de inspectores de un órgano de las Naciones Unidas. Blix, una de las personas situadas en el centro del escenario y de la representación que tuvo lugar en el Consejo de Seguridad, se queja ahora del mal trato y las coacciones recibidas de Washington pero sigue sacando consecuencias muy limitadas de todo aquello. Es sorprendente que con lo que ha llovido en estos últimos meses, Blix siga esforzándose en disimular el engaño deliberado de los Estados Unidos insistiendo en hablar de que la decisión de hacer la guerra se tomó desde ³un diagnóstico completamente equivocado². El diplomático sueco sigue considerando como algo sagrado la concesión de buena fe al presidente Bush y a sus secuaces.
Las conclusiones definitivas que a partir de su experiencia como Jefe de la Unmovic ha extraído y nos transmite Blix son tan pobres como cobardes. Las acaba de publicar en un libro cuyo mensaje principal en sus propias palabras- es el siguiente: ³El mensaje es que se pueden llevar adelante inspecciones internacionales eficaces e independientes. Que nosotros, los inspectores de Naciones Unidas, obtuvimos una descripción de la realidad de Iraq más correcta y precisa que la de la Administración de Bush y la del Gobierno de Tony Blair.² Hans Blix, rodeado de miles de cadáveres, afronta la historia de la guerra como una cuestión de competencia técnica.
Las resistencias internacionales contra la guerra y también las internas en los Estados Unidos- fueron prácticamente nulas durante el primer y el segundo tiempo del proceso planificado de destrucción de Iraq.
El primer tiempo fue larguísimo. Fue el del embargo criminal que se mantuvo durante una década combinado con operaciones militares de refuerzo y castigo. Provocó la muerte de varios cientos de miles de personas, muchas de ellas niños. Fue justificado por la existencia de armas de destrucción masiva y por la negativa de Iraq a destruirlas. Todos los políticos de occidente y los profesionales de sus medios de comunicación saben ahora, sabían entonces, que Iraq destruyó sus armas en la etapa 1991-93 bajo supervisión de la ONU.
El segundo tiempo transcurrió desde el 11 de septiembre de 2001 hasta el ³final glorioso² de la ocupación de Iraq que proclamó -vestido de ³presidente en guerra² y desde la plataforma de vuelo del portaviones Abraham Lincoln- George W. Bush, el presidente de los Estados Unidos. La infamia de la preparación y la ejecución de la guerra se escenificó primero en la sede del Consejo de Seguridad de la ONU, y más tarde en las carreteras, los pueblos y las ciudades iraquíes. Todos los políticos de occidente y los profesionales de sus medios de comunicación saben ahora, sabían entonces, que la guerra era una decisión estratégica de los EEUU cuyos objetivos eran la apropiación del petróleo, y la ocupación económica y militar del Oriente Medio.
Las verdades en el tercer tiempo, las que nos ofrecen disidentes y arrepentidos de ahora como Richard Clarke, son menos verdades que las que se ocultaron entonces. En el fondo se las debemos a la resistencia iraquí que se ha levantado contra la ocupación y ha mantenido el ³problema de Iraq² en la agenda de las realidades ³efectivamente existentes². Son ellos los que han negado la posibilidad de ninguna base de acuerdo entre los ocupantes y los ocupados, y han producido el descalabro de los planes de los EEUU y del proceso de legitimación de la ocupación que iniciaron precipitadamente la ONU y la UE pocas semanas después de la declaración victoriosa del presidente Bush.
El mundo de la política y de Falsimedia, en EEUU y en el resto del mundo, se ha llenado repentinamente de personajes otrora engañados o coaccionados que lamentan ahora la guerra. Esta proliferación de arrepentidos pone en evidencia algunas cosas. Una de ellas es la terrible capacidad de supervivencia política y de impunidad judicial en nuestras ³democracias² de control oligárquico- de políticos como Bush responsables evidentes de crímenes tan horrendos como el de manipular el dolor de su pueblo por las víctimas del 11 de septiembre y convertirlo en un negocio, lanzando la ira contra un país inocente.
Con todo la principal evidencia que subyace bajo tanto rasgado de vestiduras inservibles es lo rematadamente mal que va la primera guerra que se ha hecho bajo el estandarte del Imperio.