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2 de abril del 2002
Instrucciones de vuelo
Eduardo Galeano
La Jornada
El médico se iba. Había estado un buen tiempo allí, en
el pueblo de Ajoya, perdido en la sierra, compartiendo los trabajos y los
días de la gente, sus partos y sus muertes; y era llegada la hora de
partir.
Dijo adiós, casa por casa. Y en el minúsculo dispensario de
la comunidad, se detuvo a explicar el asunto a doña María del
Carmen, que tanto lo había ayudado y ahora no lo podía creer:
-Pues sí, María. Pues eso.
-żY adónde se va, si se puede saber?
-A España. Me vuelvo a España.
-żY está lejos España? żEstá más lejos que la
ciudad de México?
Doña María del Carmen no había llegado nunca más
allá del río Gavilanes. Él le garabateó un mapa,
para que se hiciera una idea. Había que cruzar la mar, la mar entera,
toda la mar.
-Ha de ser un barco muy grande, para tanta agua.
-No, María, no. Me voy volando.
Ella nunca había visto un avión, ni de lejos. El médico
hizo todo lo que pudo para contarle qué cosa era viajar en avión.
Con las palabras y las manos, trató de explicar. Hasta que ella interrumpió:
-Ya entendí. Lo que usted quiere decirme es que va a viajar dormido
en el viento.