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23
de enero del 2002
Entrevista
a Eduardo Galeano: Argentina, víctima "obediente"
''La lección para el mundo es no comprar el discurso del FMI, que conduce
al exterminio''
Jaime Avilés, La Jornada
Montevideo, 22 de enero. Desde la banda oriental del río de La Plata,
a 40 kilómetros de Buenos Aires, lleno de una tristeza que no pretende
ocultar pero que lo nutre de hallazgos y revelaciones en el terreno del lenguaje,
Eduardo Galeano observa la crisis terminal de Argentina, un país, dice,
"víctima de la doctrina universal que aceptó, cumpliendo con
todo lo que le mandaron" y al que "ahora, encima, castigan por obediente".
En la Casa de los Pájaros, donde vive con Elena Vilagra en el barrio
Malvín, caminando con su perro Morgan por las breves colinas que bajan
a la playa, cenando con sus amigos en un restaurante italiano, en cuyos muros
aparece retratado junto a Antonio Skármeta, Joan Manuel Serrat o José
Saramago, charlando, en fin, con La Jornada hasta altas horas de la noche
en el sótano de un antiguo molino habilitado como bar, el escritor
uruguayo reflexiona en voz alta, con palabras lentas, que a veces alarga para
subrayar su importancia dentro de la frase.
-Argentina hizo todo lo que le ordenó el FMI y está destruida.
¿Cuál es la lección para México?
-No es sólo una lección para México, sino para el mundo,
pero en general yo diría que no se crean el cuento: hay que tener un
poco más de cuidado; los discursos del poder no expresan, ocultan,
disfrazan. La lección es que no hay que seguir comprando ese discurso
que conduce al exterminio, no sólo de las economías nacionales,
sino que además tiene horrorosas consecuencias y no sólo económicas.
Un discurso que no se traduce sólo en un empobrecimiento masivo y en
una concentración ofensiva de la riqueza, en la bofetada, el cotidiano
insulto, que es la ostentación del poder de unos poquitos en medio
del desamparo de tantos...
-¿Cuáles son las consecuencias no económicas?
-Primero, el desprestigio de la democracia. Ahora se la identifica con la
corrupción, con la ineficiencia, con la injusticia, que es lo peor
que podría pasarle a la democracia. Al fin y al cabo, democracia significa
"poder del pueblo" y hasta qué extremos ha sido humillada esta palabra,
que ha terminado por convertirse en antónimo de justicia. Mucha, muchísima
gente cada vez más lo siente así, sobre todo entre los jóvenes.
La democracia es una cueva de ladrones que no sirve para nada y que no hace
más que lastimar a los pobres.
''Esta es la visión de la democracia que está teniendo una inmensa
cantidad de gente, por lo menos en los países latinoamericanos, y ésta
es la consecuencia cultural más grave, porque hay una cultura democrática
que hace posible que el ejercicio de la democracia sea algo más que
un juego de sombras chinas en la pared''.
-Un caldo de cultivo para el fascismo...
-Otro daño tremendo son las grandes lastimaduras que ha sufrido todos
estos años la cultura de la solidaridad. Los lazos solidarios sociales
tienen expresiones culturales nacidas del vínculo con los otros. En
un sistema que predica el egoísmo y lo practica, la cultura de la solidaridad
está siendo muy mal herida. Hoy por hoy la cultura que predomina es
la del sálvese quien pueda y cada quien a lo suyo, y el que caiga que
se joda. Y eso también me duele muchísimo. Te cuento cosas que
me duelen de la realidad cultural actual y que se traducen en un cambio de
lenguaje: hay una jodida actualización del diccionario.
Le pregunto por la melancolía que prevalece en países como Argentina
y Uruguay, formados básicamente por inmigrantes nostálgicos
de Europa.
-Sí -acepta-, estos son países que tienen una población
de inmigrantes en su abrumadora mayoría, y allí es interesante
anotar que eso está en el fondo de una perplejidad universal ante la
magnitud de una crisis como la que está sufriendo Argentina, que es
una verdadera tragedia. Perplejidad universal porque no se entiende cómo
es posible que ocurra esto en un país blanco, bien nutrido, sin problemas
de explosión demográfica, pero el hecho en sí cuestiona
las teorías de antropólogos, sociólogos, politólogos
y otros ólogos que identifican, por ejemplo, subdesarrollo y pobreza
con explosiones sociales, cosas, nos dicen, que suceden en las regiones oscuras
del planeta, las regiones condenadas de antemano a padecer la pobreza por
su color de piel debido a mestizajes que no dieron buenos frutos. Pero contra
esas interpretaciones racistas de la desdicha humana se producen episodios
como este de la Argentina y no se explican cómo pudo ocurrir.
-Pero Argentina tiene todo -le recuerdo-, agua, petróleo, trigo, carne,
un territorio gigantesco y vacío. Algunos sectores de izquierda piensan
que podría salvarse sola.
Galeano descarta la idea.
-Eso es impracticable. Solo no se salva nadie. La única salida para
los países latinoamericanos para no perderlo todo o recuperar parte
de lo que se ha perdido es que seamos capaces de unirnos. En América
Latina los presidentes se reúnen pero no se unen; hacen esas cumbres,
intercambian discursos, posan para la foto, pero no son capaces de unirse
para hacer frente juntos a la banquería internacional que nos gobierna,
a la usura de la deuda externa que nos está estrangulando, al derrumbe
de los precios de todo lo que vendemos. Si los presidentes se unieran quizá
se podría hacer algo para no asistir con fatalismo a esta suerte de
imposición universal de la desdicha como destino al que pretenden condenarnos.
Pero allí tienes otro aporte al nuevo diccionario.
-¿Cuál?
-El nuevo nombre de la dictadura financiera es comunidad internacional; cualquier
cosa que hagas para defender lo poco que te queda de soberanía es un
atentado contra la comunidad internacional, no un acto de legítima
defensa contra la usura que practica la banquería que gobierna el mundo
y a la cual cuanto más le pagás más le debés.
Por eso, en un país como Argentina está desmantelado todo, la
economía, el estado, la identidad colectiva de la gente que ya no sabe
quién es, para qué es, de dónde viene o a dónde
va. Hay un vaciamiento espiritual que simétricamente corresponde al
vaciamiento material de un país saqueado hasta las telarañas