La
monarquía universal
Por Eduardo Galeano
Ya se desmoronó
la cortina de hierro, como si fuera de puré, y las dictaduras militares
son una pesadilla que muchos países han dejado atrás. żVivimos,
pues, en un mundo democrático? żInaugura este siglo XXI la era de la
democracia sin fronteras? żUn luminoso panorama, con algunas pocas nubes negras
que confirman la claridad del cielo?
Los discursos prestan poca atención a los diccionarios. Según
los diccionarios de todas las lenguas, la palabra democracia significa "gobierno
del pueblo". Y la realidad del mundo de nuestro tiempo se parece, más
bien, a una poderocracia: una poderocracia globalizada.
Día tras día, en cada país se van recortando más
y más los angostos márgenes de maniobra de los políticos
locales, que por regla general prometen lo que no harán y que muy rara
vez tienen la honestidad y el coraje de anunciar lo que harán. Se llama
realismo al ejercicio del gobierno como deber de obediencia: el pueblo asiste
a las decisiones que toman, en su nombre, los gobiernos gobernados por las instituciones
que nos gobiernan a todos, en escala universal, sin necesidad de elecciones.
La democracia es un error estadístico, solía decir don Jorge Luis
Borges, porque en la democracia decide la mayoría y la mayoría
está formada por imbéciles. Para evitar ese error, el mundo de
hoy otorga el poder de decisión a los poquitos, muy poquitos, que lo
han comprado.
El FMI y el Banco Mundial
En la época del
esplendor democrático de Atenas, una persona de cada diez tenía
derechos ciudadanos. Las otras nueve, nada. Veinticinco siglos después,
es evidente que a los griegos se les iba la mano con la generosidad.
Ciento ochenta y dos países integran el Fondo Monetario Internacional.
De ellos, 177 ni pinchan ni cortan. El Fondo Monetario, que dicta órdenes
al mundo entero y en todas partes decide el destino humano y la frecuencia de
vuelo de las moscas y la altura de las olas, está en manos de los cinco
países que tienen el cuarenta por ciento de los votos: Estados Unidos,
Japón, Alemania, Francia y Gran Bretaña. Los votos dependen de
los aportes de capital: el que más tiene, más puede. Veintitrés
países africanos suman, entre todos, el 1 por ciento; los Estados Unidos
disponen del 17 por ciento. La igualdad de derechos, traducida a los hechos.
El Banco Mundial, hermano gemelo del FMI, es más democrático.
No son cinco los que deciden, sino siete. Ciento ochenta países integran
el Banco
Mundial. De ellos, 173 aceptan lo que mandan los siete países dueños
del 45 por ciento de las acciones del Banco: Estados Unidos, Alemania,
Japón, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá. Los Estados
Unidos tienen, además, poder de veto.
Las Naciones Unidas
El poder de veto significa, en buen romance, todo el poder. La Organización de las Naciones Unidas es algo así como la gran familia que nos reúne a todos. En la ONU, los Estados Unidos comparten el poder de veto con Gran Bretaña, Francia, Rusia y China: los cinco mayores fabricantes de armas, que a Dios gracias velan por la paz mundial. Estas son las cinco potencias que toman las decisiones, cuando las papas queman, en la más alta institución internacional. Los demás países tienen la posibilidad de formular recomendaciones, que eso no se le niega a nadie.
La Organización Mundial del Comercio
Hay derechos que se otorgan
para no ser usados. En la Organización Mundial del Comercio, todos los
países pueden votar en igualdad decondiciones; pero jamás se vota.
"El voto por mayoría es posible, pero no ha sido nunca utilizado en la
OMC y era muy raro en el GATT, el organismo que la precedió", informa
su página oficial en Internet. Las resoluciones de la Organización
Mundial del Comercio se toman por consenso y a puertas cerradas, que si no recuerdo
mal era el sistema utilizado por las cúpulas del poder estalinista, para
evitar el escándalo de la disidencia, antes de la victoria de la democracia
en el mundo.
Así, la OMC ejecuta en secreto, impunemente, el sacrificio de centenares
de millones de pequeños agricultores de todo el planeta, en los altares
de la libertad de comercio. No tan en secreto ni tan impunemente, sin embargo:
hasta hace poco, nadie sabía muy bien qué era eso de la OMC, pero
las cosas han cambiado desde que cincuenta mil desobedientes tomaron las calles
de la ciudad de Seattle, a fines del año pasado, y desnudaron ante la
opinión pública a uno de los reyes de la monarquía universal.
Los manifestantes de Seattle fueron llamados forajidos, locos, despistados,
prehistóricos y enemigos del progreso por los grandes medios de comunicación.
Por algo será.