Eduardo Galeano
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Escritor uruguayo nacido
en 1940. Entre sus obras se destacan: Las venas abiertas de América Latina,
La canción de nosotros, Días y noches de amor y de guerra, Memorias
del Fuego, El siglo del viento, y otras. MEMORIAS
DEL FUEGO (1994) Volumen
1: Los Nacimientos
La creación
-La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando.
-Dios los soñaba mientras
cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía
feliz y también estremecido por la duda y el misterio.
-Los indios makiritare saben
que si Dios sueña con comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña
con la vida, nace y da nacimiento.
-La mujer y el hombre soñaban
que en el sueño de Dios aparecía un gran huevo brillante. Dentro
del huevo, ellos cantaban y bailaban y armaban mucho alboroto, porque estaban
locos de ganas de nacer. Soñaban que en el sueño de Dios la alegría
era más fuerte que la duda y el misterio; y Dios, soñando, los creaba,
y cantando decía:
-Rompo este huevo y nace la
mujer y nace el hombre. Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán
nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán.
Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte es mentira.
El Tiempo
El tiempo de los, mayas nadó y tuvo nombre cuando no existía el
cielo ni había despertado todavía la tierra.
Los días partieron del oriente y se echaron a caminar.
El primer día sacó de sus entrañas al cielo y a la tierra.
El segundo día hizo la escalera por donde baja la lluvia.
Obras del tercero fueron los ciclos de la mar y de la tierra y la muchedumbre
de las cosas.
Por voluntad del cuarto día, la tierra y el cielo Fe inclinaron y pudieron
encontrarse.
El quinto día decidió que todos trabajaran.
Del sexto salió la primera luz.
En los lugares donde no había nada, el séptimo día puso tierra.
El octavo clavó en la tierra sus manos y sus pies.
El noveno día creó los mundos inferiores. El décimo día
destinó los mundos inferiores a quienes tienen veneno en el alma.
Dentro del sol, el undécimo día modeló la piedra y el árbol.
Fue el duodécimo quien hizo el viento. Sopló viento y lo llamó
espíritu, porque no había muerte dentro de él.
El decimotercer día mojó la tierra y con barro amasó un cuerpo
como el nuestro.
Así se recuerda en Yucatán.
El sol y la luna
Al primer sol, el sol de agua, se lo llevó la inundación. Todos
los que en el mundo moraban se convirtieron en peces.
Al segundo sol lo devoraron los tigres.
Al tercero lo arrasó una lluvia de fuego, que incendió a las gentes.
Al cuarto sol, el sol de viento, lo borró la tempestad. Las personas se
volvieron monos y por los montes se esparcieron.
Pensativos, los dioses se reunieron en Teotihuacán. -¿Quién se ocupará
de traer el alba?
El Señor de los Caracoles, famoso por su fuerza y su hermosura, dio un
paso adelante.
-Yo seré el sol dijo.
-¿Quién más?
Silencio.
Todos miraron al Pequeño Dios Purulento, el más feo y desgraciado
de los dioses, y decidieron:
-Tú.
El Señor de los Caracoles, y el Pequeño Dios Purulento se retiraron
a los cerros que ahora son las pirámides del sol y de la luna. Allí,
en ayunas, meditaron.
Después los dioses juntaron leña, armaron una hoguera enorme y los
llamaron.
El Pequeño Dios Purulento tomó impulso y se arrojó a las
llamas. En seguida emergió, incandescente, en el cielo.
El Señor de los Caracoles miró la fogata con el ceño fruncido.
Avanzó, retrocedió, se detuvo. Dio un par de vueltas. Como no se
decidía, tuvieron que empujarlo. Con mucha demora se alzó en el
cielo. Los dioses, furiosos, lo abofetearon. Le golpearon la cara con un conejo,
una y otra vez, hasta que le mataron el brillo. Así, el arrogante Señor
de los Caracoles se convirtió en la luna. Las manchas de la luna son las
cicatrices de aquel castigo.
Pero el sol resplandeciente no se movía. El gavilán de obsidiana
voló hacia el Pequeño Dios Purulento:
-¿Por qué no andas?
Y respondió el despreciado, el maloliente, el jorobado, el cojo:
-Porque quiero la sangre y el reino.
Este quinto sol, el sol del movimiento, alumbró a los toltecas y alumbra
a los aztecas. Tiene garras y se alimenta de corazones humanos.