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Eduardo Galeano

24 de marzo de 2003

Accidente de tránsito

Eduardo Galeano
La Jornada


HASTA BIEN ENTRADO el siglo XX, los camellos se ocupaban del transporte de gentes y cosas en la isla de Lanzarote.

La estación, el Echadero de los Camellos, estaba en pleno centro del puerto de Arrecife. Leandro Perdomo pasaba siempre por allí, en su infancia, camino de la escuela. Veía muchos camellos, echados o de pie. Una mañana contó cuarenta, pero él no era bueno en matemática. De algo está seguro Leandro:

-En aquellos años, nadie tenía prisa.

La isla flotaba fuera del tiempo, mundo antes del mundo, y la gente tenía tiempo para perder el tiempo.

Los camellos iban y venían, a paso lento, a través de las inmensidades del desierto de lava negra. No tenían horario, ni hora de salida ni hora de llegada, pero salían y llegaban. Y nunca hubo accidentes. Nunca, hasta que un camello sufrió un súbito ataque de nervios y arrojó por los aires a su pasajera. La infortunada se partió la cabeza contra una piedra.

Ese camello se enloqueció cuando se le cruzó en el camino una rara cosa que tosía y echaba humo, pero no era volcán, y corría pero no tenía patas.

El primer automóvil había llegado a la isla.