
Grietas en el corazón del imperio
Eduardo Galeano
16-Ene-2004
El Mundo
El poder come miedo. Sin los demonios que crea, perder�a sus fuentes de justificaci�n,
impunidad y fortuna. Sus satanes -Bin Laden, el apresado Sadam o los pr�ximos
que aparezcan- trabajan, en realidad, como gallinas de los huevos de oro: ponen
miedo. �Qu� conviene enviarles? �Verdugos que los ejecuten o m�dicos que los cuiden?
El miedo distrae y desv�a la atenci�n. Si no fuera por los servicios que presta,
lo evidente quedar�a en evidencia: en realidad, el poder se mira al espejo y nos
asusta contando lo que vio. �Peligro, peligro�, grita el peligroso.
El patriotismo es un privilegio de los que mandan. Cuando lo ejercen los mandados,
�se reduce a mero terrorismo? �Son terroristas y nada m�s que eso, pongamos por
caso, los actos de desesperaci�n suicida de los palestinos desalojados de su pa�s
y los ataques de la resistencia nacional contra las fuerzas extranjeras que ocupan
Irak?
El mundo patas arriba nombra al rev�s. El poder, enmascarado, niega el sentido
com�n. Si as� no fuera, �podr�a caber alguna sombra de duda de que el actual Gobierno
de Israel practica el terrorismo, el terrorismo de Estado, y difunde la locura?
A medida que ese Gobierno devora m�s y m�s tierras e inflige m�s humillaciones
al pueblo palestino, m�s respuestas criminales genera. Y esos atentados, que matan
inocentes, le sirven de pretexto para matar muchos m�s inocentes y para cometer
cuantas atrocidades se le ocurran.
Si alg�n resto de sentido com�n quedara en el mundo, resultar�a incre�ble que
Ariel Sharon pueda hacer lo que est� haciendo con absoluta impunidad, como si
fuera la cosa m�s normal: invade y acribilla territorios ajenos; alza un muro
que deja chico al de Berl�n, de triste memoria, para blindar lo que usurpa; anuncia
p�blicamente que asesinar� a Yasir Arafat, un jefe de Estado democr�ticamente
elegido por su pueblo; y bombardea Siria, a sabiendas de que Estados Unidos vetar�,
como de costumbre, cualquier resoluci�n condenatoria del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas.
Ocurre que en este mundo los pa�ses y las personas se cotizan en la Bolsa, y su
valor depende de la geograf�a del poder.
�Cu�ntos inocentes volaron en pedazos, sin comerlo ni beberlo, en la �ltima Guerra
de Irak? Los vencedores no han tenido tiempo para contar a sus v�ctimas, civiles
que exist�an y ya no existen, porque han estado ocupados buscando las armas de
destrucci�n masiva que no exist�an ni existen.
No hay, pues, cifras oficiales. Los c�lculos oficiosos m�s serios han contado,
sin embargo, no menos de 7.700 muertos civiles, muchos de ellos ni�os, mujeres
y viejos. �Cu�nto valen esas vidas? En proporci�n a la poblaci�n, la cantidad
de iraqu�es destripados equivale a 94.000 estadounidenses. �Qu� hubiera pasado
si el pa�s invasor hubiera sido el pa�s invadido? Las v�ctimas norteamericanas
de semejante carnicer�a seguir�an siendo el tema perpetuo de los medios de comunicaci�n
masiva. Las v�ctimas iraqu�es no merecen, en cambio, nada m�s que silencio.
De sobra se sabe que el robo fue el �nico m�vil de esta matanza, cometida con
premeditaci�n y alevos�a. Pero los asesinos en serie siguen diciendo que hicieron
lo que hicieron en defensa propia, y no est�n presos ni arrepentidos. El crimen
paga: desde las cumbres del poder, ellos amenazan al mundo con nuevas haza�as,
mintiendo peligros, inventando enemigos, sembrando el p�nico.
El presidente estadounidense, George W. Bush adora citar el Apocalipsis, pero
m�s pr�ctico ser�a que citara los noticieros, que son m�s actuales y dicen m�s
o menos lo mismo.
Aquel espeluznante texto b�blico, una profec�a contada en tiempo pasado, era m�s
bien exagerado y se equivocaba en las cifras, pero hay que reconocer que las noticias
del mundo de hoy se le parecen bastante. Dec�a el Apocalipsis: �Junto al gran
r�o Eufrates ( ) fue exterminada la tercera parte de los hombres por el fuego,
el humo y el azufre�.
Y tambi�n dec�a: �La tercera parte de la tierra qued� abrasada, la tercera parte
de los �rboles qued� abrasada, toda hierba verde qued� abrasada Pereci� la tercera
parte de las criaturas que tienen vida en el mar Mucha gente muri� por las aguas
de los r�os, que se hab�an vuelto amargas �
El autor, San Juan o quien haya sido, atribu�a estas cat�strofes a la ira divina.
El nunca hab�a o�do hablar de las bombas inteligentes ni del di�xido de carbono
ni de la lluvia �cida ni de los pesticidas qu�micos ni de la basura radioactiva.
Y no pod�a imaginar que la sociedad de consumo y la tecnolog�a de la devastaci�n
ser�an m�s temibles que la c�lera de Dios.
Bombas contra la gente, bombas contra la naturaleza. �Y las bombas de dinero?
�Qu� ser�a de este modelo de mundo enemigo del mundo sin sus guerras financieras?
En m�s de medio siglo de existencia, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
han exterminado una cantidad de gente infinitamente mayor que todas las organizaciones
terroristas que en el mundo son o han sido. Ellas han contribuido, de muy poderosa
manera, a hacer el mundo tal cual es.
Ahora este mundo, que hierve de indignaci�n, asusta a sus autores.
�El Banco Mundial, ap�stol de la privatizaci�n, sufre una crisis de fe�, comenta
el diario The Wall Street Journal. En un informe reciente, el Banco Mundial descubre
que la privatizaci�n de los servicios p�blicos que sus funcionarios han impuesto
y siguen imponiendo a los pa�ses d�biles no es exactamente un man� del Cielo,
sobre todo para los pobres abandonados a su suerte. Alarmado por las consecuencias
de sus actos, el banco dice ahora que habr�a que consultar a los pobres y que
los pobres �tendr�an que supervisar las inversiones privadas�, aunque no explica
c�mo podr�an realizar esta tare�ta. Y los pobres tambi�n preocupan al Fondo Monetario,
que se ha pasado la vida estrangul�ndolos: �Es preciso disminuir las desigualdades
sociales�, concluye el director del FMI, Horst K�hler, despu�s de meditar el asunto.
Los pobres no saben c�mo agradecer tanta gentileza.
Estos organismos, que ejercen la dictadura financiera en el orden democr�tico,
de democr�ticos no tienen nada: en el FMI, cinco pa�ses deciden todo; en el Banco
Mundial, siete. Los dem�s ni pinchan ni cortan.
Tampoco es democr�tica la dictadura comercial. En la Organizaci�n Mundial de Comercio
nunca se vota, aunque el voto est� previsto en los estatutos.
La organizaci�n colonial del planeta correr�a peligro si los pa�ses pobres, que
suman la abrumadora mayor�a, pudieran votar.Ellos est�n convidados al banquete,
pero para ser comidos.
La dignidad nacional es una actividad no rentable condenada a desaparecer, como
la propiedad p�blica, en el mundo subdesarrollado.Pero cuando las dignidades se
juntan, otro gallo canta.
Eso ocurri� en Canc�n, recientemente, en la reuni�n de la OMC: los pa�ses despreciados,
los mentidos, se unieron en un frente com�n, por primera vez despu�s de muchos
a�os de soledad y de miedo. Y naufrag� la reuni�n, convocada, como de costumbre,
para que la mayor�a ejerciera su derecho de obediencia.
Est� ocurriendo por todas partes: resulta que el poder no es tan poderoso como
dice que es.
Bien lo sab�a la Alicia de Carroll:
-�Que le corten la cabeza! -chill� la reina de corazones, con toda la fuerza de
sus pulmones, pero nadie hizo el menor movimiento.
-�Qui�n les va a hacer caso? -dijo Alicia-. �Si no son m�s que un mazo de cartas!
Eduardo Galeano
es escritor y periodista uruguayo,
autor de Las venas abiertas de Am�rica Latina y Memorias del Fuego.