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Eduardo Galeano

29 de abril del 2002

Los chimpancés

Eduardo Galeano
La Jornada

Los dioses no estaban jugando a los dados. Inspirados por la generosidad y el sentido común, ubicaron a los primeros seres humanos en el África: quisieron evitarnos los gastos en calefacción y las tristezas de la vida sin sol. Los dioses nos hicieron ese favor, a nosotros y a todos los demás miembros de la familia de los monos.

Pero el tiempo pasó, los humanos nos hemos desparramado por el mundo, y hemos encerrado a nuestros primos más peludos en los zoológicos.

Muchos chimpancés, arrancados de la selva africana, viven en el zoo de Arnhem, en el helado norte de Europa. Ellos pasan la mayor parte del año encerrados en un edificio, que los salva de morir durante los largos meses de nieve y oscuridad.

Cuando llega la primavera, y escuchan el ruido de los portones que se abren, cantan a coro un himno a la alegría en versión chimpancé, y se lanzan al sol. Y por poco que el sol sea, celebran la buena noticia rodando en la intemperie.

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