Mumbai, 21 de enero. El Foro Social Mundial (FSM) que culminó hoy en Mumbai transcurrió en medio de un fuerte sentimiento mundial antiestadunidense y efervescencia social de los parias de muchas regiones del planeta que reclaman una vida digna. Al malestar contra la globalización y el neoliberalismo habrá que sumarle ahora el profundo descontento contra el nuevo imperio. A la irrupción de los pueblos indígenas en América Latina habrá que añadirle la transformación profunda del sistema de castas.
No se trata tan sólo de un prejuicio o una reflexión elaborada por fuerzas de izquierda ortodoxa sino de una indignación viva en sectores que hasta hace dos años veían a Estados Unidos de otra manera. El debate sobre el nuevo imperialismo está atravesado por el temor y la inseguridad.
La Alianza Asiática por la Paz señala, por ejemplo, que "los pueblos de Asia hemos experimentado un significativo incremento en los niveles de inseguridad que de por si existían desde antes. Desde Corea, en el este, hasta Palestina, en el oeste, desde Asia Central en el norte, hasta Indonesia, en el sur, las guerras, los conflictos y el incremento en las tensiones han ensombrecido nuestra realidad. La fuente común de nuestra inseguridad es similar: los vientos de guerra desatados por Estados Unidos. Están basados en el militarismo que se asocia con la coerción física y el patriarcado como divisa del poder".
En el foro fueron constantes las protestas contra el jefe de la Casa Blanca. "Bush: el texano tóxico", decía la camiseta de un activista de Greenpeace. "Con George W. Bush en Washington, Texas perdió un idiota", rezaba otra. El mandatario estadunidense tuvo presencia constante como representante del mal en la enorme cantidad de performances que se escenificaron estos días, y un clon suyo paseó por las calles del foro recibiendo todo tipo de insultos.
E inclusive uno de los talleres realizados el 17 de enero concluyó, no como guasa, que no es sólo asunto interno de sus paisanos sino un problema global, y llamó a construir la Red para Derrotar a Bush, con la consigna "Otro Estados Unidos es posible".
Sin embargo, ese malestar parece dirigirse mucho más allá del gobierno de Estados Unidos. Aunque activistas de Indonesia re-conocieron que en los movimientos sociales de ese país y Europa estaba el arma más poderosa de los del sur, la opinión de uno de los más significativos teóricos del FSM, que se dice internacionalista en el sentido de que la sociedad estadunidense es "parásita", alerta sobre la naturaleza de ese odio.
"El sueño americano produce monstruos", señalaba un cartel en uno de los principales escenarios del encuentro.
Ciertamente, Michael Hardt, coautor jun-to con Toni Negri del polémico libro Imperio, alertó, durante el segundo foro de Porto Alegre, sobre los riesgos de esa posición. Pero hoy, a pesar de las alertas de ese tipo, el rencor crece. George W. Bush y su grupo de reaganitas pueden sentirse satisfechos por el cumplimiento de su profecía.
Ciertamente, en Washington no parecen pocos quienes no quieren que a su país se le quiera, sino que se le tema. Pero si algo muestra Mumbai es que no parece haber mucho miedo en estas fuerzas.
Pero, más allá del crecimiento de este sentimiento, el Foro Social Mundial ha de- sempeñado un papel importante en las movilizaciones contra la guerra en Irak y el expansionismo militar estadunidense, más como un espacio de encuentro y reflexión del movimiento por la paz que acordando una posición unificada sobre el asunto.
Desde su interior se ha construido una visión -cada vez más compartida- de la guerra no como accidente histórico sino como instrumento de la globalización económica.
El FSM es uno de los más grandes actos de la sociedad civil en décadas. Sin exagerar, puede decirse que hay allí una experiencia tan importante como la del Movimiento de los No Alineados.
Surgido en 1955, en plena guerra fría, los líderes de Africa y Asia que habían obtenido su independencia o luchado contra el colonialismo, se encontraron en Bandung, Indonesia, para formular un proyecto de un mundo más justo. Nació de allí el movimiento que marcó una época. Probablemente el foro también la esté marcado.
Tanto es así que, por ejemplo, James Wolfenson, presidente del Banco Mundial y propagandista entusiasta de la presidencia del brasileño Luiz Inacio Lula de Silva, se- ñaló en un artículo publicado durante el Foro Social Mundial que "el diálogo de Mumbai puede ayudar a restaurar una agenda global centrada en el desarrollo." La misma presencia de Joseph Stiglitz habla de la capacidad de convocatoria de la reunión escenificada en el ex puerto de Bombay.
Investigadores, como el sociólogo Boaventura de Sousa, afirman que el "FSM simboliza una utopía crítica y democrática, y se expresa como un desequilibrio entre expectativas negativas (lo que se rechaza) y positivas (lo que se propone como alternativa)".
Jai Sen, heterodoxo investigador social in-dio, cree que el significado primario del foro radica en la cultura política que representa, y que esa es su mayor contribución en términos de estrategia política. Esa utopía y esa nueva cultura política se resumen, en parte, en el protagonismo de los dalits.
Los intocables
Sin recursos económicos, distantes de los partidos, segregados sociales, ¿cómo hicieron para llegar hasta Mumbai los miles de dalits que han hecho acto de presencia en el FSM? En su mayoría, tomando trenes de manera organizada, esto es, subiéndose a ellos y negándose a pagar. Algunos más arribaron en una caravana.
Cristina Almazán es una mexicana integrante de la Alianza Internacional de Habitantes. Fue parte de un grupo de franceses, japoneses y una inglesa que acompañó solidariamente la caravana de intocables que partió de cuatro puntos distintos de India el pasado 6 de diciembre.
Ellos encontraron la marcha en la ciudad de Jalgaon, estado de Maharsta. La masiva presencia de los parias fue uno de los he-chos centrales del foro de Mumbai. Este es un resumen de su testimonio de esos días:
"El objetivo de la marcha, a decir de Vi-cent Mnagharan, presidente de la Campaña Nacional por los Derechos Humanos de los Dalits, era mostrar al mundo y al resto de los dalits la existencia de un movimiento surgido desde las entrañas mismas del sistema de castas. Los intocables, 'los impuros', quedaron fueran de todo. No son me- recedores de tener los mismos privilegios que disfrutan los brahamanes, los ksatrias, los vanias o los sudras. No merecen beber agua en el mismo sitio que el resto de sus compatriotas, ni compartir las tazas para beber té, ni tener acceso a los mismos materiales educativos, ni respeto social, ni igualdad de oportunidades económicas ni políticas. Son, eso sí, responsables de las tareas más infames en la sociedad.
"Al llegar a Jalaon nos recibió Urmila, religiosa cristiana de origen budista que cambió su fe para poder tener uso de la palabra. La cita fue en un templo budista de un barrio dalit. ¡Vaya sorpresa! El movimiento tiene una enorme complejidad ideológica y desde el punto de vista religioso es sincrético. En el templo nos encontramos con unas 70 personas animadas con canciones y el sonido de tambores y panderos. Al terminar las canciones le seguía un mensaje en el que se describía la situación de los dalits y la necesidad de organizarse; se hablaba de la naturaleza y objetivos del movimiento y se anunciaba el sentido de la marcha.
"El rito se repitió durante los cuatro días que acompañamos la marcha. Se hacían hasta cuatro mítines por día. Entrábamos a las ciudades y desde el altavoz instalado en lo alto de un autobús se anunciaba el acto. Nunca faltó la presencia de la policía que segregaba el acto. Los jóvenes dalits se organizaban en equipos para repartir volantes, hablar con la gente y registrar sus datos. Otros se encargaban del canto y la danza. Sólo los hombres bailaban. Las mujeres acompañaban con las palmas. En ocasiones hubo ceremonias de recepción, en las que se les entregó rosas rojas y se les dio a beber té.
"Algunos componían canciones y las so-metían a la consideración de sus dirigentes. En la noche se tiraban al suelo colchonetas para dormir, hombres y mujeres por separado. Las mujeres cuidaban su pelo, su cuerpo, su aseo, su ropa. Estaban siempre limpias. Al llegar a Mumbai se despertó a un barrio entero. Hubo una gran ceremonia. Al despedirnos nos nombraron hermanos dalits."
En India se realizó otra Marcha del Color de la Tierra. En Porto Alegre comienza ya la cuenta regresiva para celebrar el quinto capítulo del FSM.