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" Foro Social Mundial en Mumbai ( India)" del 16 al 21 de enero del 2004

24 de enero del 2004

Reflexiones sobre el Foro Social Mundial
Theotonio Dos Santos
Servicio Informativo "alai-amlatina"

En estos d�as se realiz� el Foro Social Mundial en Mumbai, India. La importancia que ha adquirido este encuentro de varios movimientos sociales, organizaciones no-gubernamentales volcadas hacia las cuestiones mundiales, organizaciones populares y representantes de gobiernos con compromisos sociales empieza a suscitar discusiones y expectativas contradictorias.

Este debate se hace a�n m�s necesario en la medida en que este Foro se articula expl�cita o impl�citamente con un creciente movimiento anti-globalizaci�n que se manifiesta en acciones de eficacia creciente en contra de las tendencias dominantes en las organizaciones internacionales en favor de poderosas intereses econ�micos que chocan en contra de las necesidades de la mayor�a de la poblaci�n mundial.

Por otro lado, tanto el Foro como los movimientos anti- globalizaci�n se caracterizan por una gran diversidad interna que exige mecanismos de generaci�n de consenso, un cierto pragmatismo y una amplitud de criterios poco com�n en la historia de los movimientos de cuestionamiento social.

D�gase de paso que no hay ninguna raz�n estructural que obligue a los movimientos rebeldes y de izquierda para identificarse con f�rmulas autoritarias de organizaci�n. Sin profundizar en lo que signific� hist�ricamente el auge del anarquismo en los movimientos sociales del final del siglo XIX, �l se caracterizaba por proponer formas no autoritarias de movimientos populares, a pesar de que su pr�ctica distaba mucho de sus ideales.

El autoritarismo es claramente una herencia de las sociedades pre-socialistas que se proyectan en las propuestas y sobretodo en el comportamiento de las gentes sometidas a las condiciones de vida de las sociedades pre y capitalistas. A pesar de sus pretensiones liberales, el moderno capitalismo industrial estaba profundamente anclado en la desp�tica disciplina del trabajo colectivo en las f�bricas y empresas en general.

Las organizaciones obreras, principalmente los sindicatos y los partidos socialistas y posteriormente los comunistas, se forjaron en el cuadro de la disciplina de masas impuesta por las empresas a sus trabajadores. Marx y Engels vieron en este aprendizaje un factor favorable al desarrollo de la eficacia de la acci�n obrera (no para el socialismo). De formaci�n liberal y burguesa y hasta anarquista, a ellos no les encantaba esta caracter�stica impuesta por la dial�ctica de la lucha de clases, pero nunca transformaron sus preferencias personales en gu�as para la comprensi�n y para la acci�n social.

Pero la evoluci�n de la econom�a contempor�nea hacia la hegemon�a de las actividades de servicio sobre las actividades industriales ha cambiado significativamente la naturaleza de los movimientos sociales. Se trata de una gran masa de trabajadores asalariados que se somete a condiciones de disciplina menos rigurosas que el asalariado industrial en la medida en que su trabajo no est� condicionado tan directamente por el movimiento de las m�quinas cuya precisi�n no permite ninguna flexibilidad.

Asimismo las unidades de comando a que se someten ya no son expresiones tan inmediatas de la propiedad privada. La empresa moderna pasa a reflejar cada vez m�s una forma de socializaci�n de la propiedad privada que son las sociedades an�nimas, la cual hace diluir progresivamente la figura del patr�n en la del director de empresa y del manager o gerente cada vez menos comprometidos con la propiedad particular en s� misma.

Al mismo tiempo el avance de la automatizaci�n, de la inform�tica y recientemente de la rob�tica ha creado nuevos conceptos de la disciplina del trabajo colectivo sin el rigor serial exigido por el sistema productivo industrial dominado por el tiempo mec�nico. La gesti�n de las unidades productivas depende cada vez m�s de peque�os equipos altamente integrados y responsables por el funcionamiento de inmensos sistemas de producci�n que pueden situarse en locales distantes entre s�, unidos por medios de comunicaci�n cada vez m�s avanzados.

Estos cambios en las condiciones materiales de la producci�n han tenido efectos cada vez m�s definitivos en los comportamientos institucionales y en el concepto de organizaci�n de la acci�n social. Es pues natural que estos cambios terminasen por afectar tambi�n el comportamiento de los movimientos sociales y de los partidos pol�ticos. Una de las criaturas m�s complejas y diferenciadas de esta nueva realidad son las organizaciones no gubernamentales.

Ellas reflejan muy inmediatamente las ambig�edades y complejidades que involucran las relaciones entre lo p�blico y lo privado y las nuevas y antiguas formas de propiedad en las nuevas sociedades post-industriales. Exactamente por su flexibilidad ellas pueden asumir tareas no previstas y ocupar posiciones estrat�gicas en la gesti�n de la sociedad contempor�nea.

Asimismo, los movimientos sociales tradicionales tambi�n se ven obligados a cambiar sus m�todos de actuaci�n que no corresponden m�s a las formas del proceso productivo en expansi�n. Ellos deben adaptarse a nuevas formas de disciplina colectiva, menos verticales y m�s interactivas, as� como las personas perciben sus relaciones de trabajo, incluso en instituciones b�sicas como la escuela la educaci�n refleja muy r�pidamente estos cambios.

De esta forma, estos nuevos estilos de organizaci�n est�n reflejando cambios muy radicales en el conjunto del comportamiento social, lo cual les garantiza una mayor eficacia. Se trata por lo tanto de una rebeli�n en el seno mismo de las instituciones creadas por la sociedad contempor�nea. En este sentido, el hecho que la globalizaci�n se encuentre en el centro mismo de estas movilizaciones reflejan su percepci�n aguda de los efectos de un conjunto de fen�menos en el cual est�n inmersos estos j�venes y las instituciones a las cuales se vinculan.

En este sentido Inmanuel Wallerstein tiene mucha raz�n cuando identifica estos movimientos antiglobalizaci�n con la revoluci�n radical que emergi� en los movimientos de 1968, la cual cuestionaba el conjunto de la idea de "modernizaci�n" y buscaba situarse adelante de la misma, en un nuevo plan hist�rico. Los ide�logos de la globalizaci�n han intentado apoderarse de este poderoso movimiento hist�rico al buscar identificar los profundos cambios que vivimos con la integraci�n creciente de la humanidad en una sola civilizaci�n planetaria, en un retorno al pasado liberal que buscaron identificarla con el fin de la historia.

De ah� el profundo malestar que asalta a la humanidad en las dos �ltimas d�cadas. Las relaciones sociales y las ideolog�as ultrapasadas buscan detener el avance de la humanidad para mantener sus privilegios y ventajas. Con esto limitan el avance del pensamiento humano y buscan insertar en sus instituciones arcaicas los movimientos revolucionarios que surgen en las bases mismas de la sociedad, limit�ndolos y constri��ndolos.

El Foro Social Mundial y los movimientos anti globalizaci�n son el reflejo de la necesidad de toda una nueva generaci�n de librarse de las cadenas impuestas por estas limitaciones reaccionarias. Ellos revelan incluso una sensibilidad colosal hacia las reivindicaciones de identidad cultural de las fuerzas y procesos sociales que parecer�an los m�s arcaicos a ser superados por la falsa modernizaci�n.

El alto desarrollo de las fuerzas productivas contempor�neas asegura - al contrario - la posibilidad de supervivencia de formas culturales y civilizacionales que pueden convivir con las nuevas fuerzas productivas sin perder los elementos emocionales de sus or�genes.

De la misma forma, el hambre, el analfabetismo, el trabajo esclavo, el trabajo infantil y tantos otros males hist�ricos que el capitalismo no pudo resolver en el cuadro de su globalizaci�n excluyente, desigual y concentradora, pueden perfectamente ser resueltos en el cuadro de las nuevas fuerzas productivas que dispone la humanidad, desde que ella se aplique en este sentido.

Es interesante ver c�mo estas organizaciones acogen los varios acuerdos obtenidos en las c�pulas de la humanidad realizadas bajo la �gida de las Naciones Unidas en la d�cada de los 90s del siglo pasado, as� como las resoluciones de la Cumbre del Milenio, como una agenda v�lida para unir estos movimientos sociales tan diferenciados en el dise�o de un nuevo mundo posible.

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