Economía
|
Sombras, nada más
Ariela Ruiz-Caro
El favorable desempeño económico de América Latina y el Caribe durante el año que concluye, no es ajeno al registrado globalmente. El crecimiento de la economía mundial, estimado en 5 puntos por el FMI, es el más alto en tres décadas. La región no sólo ha registrado altas tasas de crecimiento (un promedio de 5,5%), sino que las metas inflacionarias, nivel de reservas internacionales, balance de la cuenta corriente, volumen y valor de las exportaciones, y calificación del riesgo país muestran mejores índices. En lo social, el buen rendimiento económico se ha traducido en una leve disminución del desempleo (de 10,7 a 10%) y del número de pobres, pues en lugar de 226 millones, el año 2004 finaliza con 224 millones (43,2% de la población), de los cuales 105 millones viven en la indigencia. Apoyándose en estos datos, la mayoría de gobiernos y medios de la región han intentado mostrar una imagen de bienestar y tranquilidad, una suerte de "florecimiento" o hallazgo de la ansiada luz al final del túnel. Sombras, nada más, entre un repunte económico vulnerable, y una realidad política y social que tiene visos de "drama sin final". En efecto, los buenos calificativos del desempeño económico han sido acompañados por una profundización de la brecha entre ricos y pobres durante 2004. América Latina y el Caribe continúan asegurando su liderazgo como la región más inequitativa del mundo, en la que, según datos del Banco Mundial, el 10% más rico de la población se queda con el 48% del ingreso total, mientras que el 10% más pobre, sólo recibe el 1,6%.
Nuestra región, donde casi 20% de la población vive con menos de un dólar al día, no sólo es altamente desigual en cuanto a ingresos. Lo es también en oportunidades, en el acceso a servicios como educación, salud, agua, electricidad. En ella, 58% de los niños menores de cinco años son pobres; 22 millones de niños menores de 14 años trabajan; 37% de los adolescentes de 15 a 19 años desertan del sistema educativo. América Latina es la segunda área geográfica con mayor criminalidad del mundo. La población percibe crecientemente la desvinculación que hay entre los índices de crecimiento económico y el encuadre de las cuentas macroeconómicas, y el bienestar y el desarrollo sustentable.
La desigualdad –que limita la acumulación del capital humano, elemento determinante de la productividad y del crecimiento sostenido–, y el hecho de que el crecimiento económico de este año se explique básicamente por factores externos, lo hacen extremadamente vulnerable. Para cerrar su creciente déficit fiscal y de cuenta corriente en la balanza de pagos, Estados Unidos ha optado por una política monetaria expansiva, que se expresa en tasas de interés reducidas. Éstas privilegian el crecimiento de la economía a costa de la devaluación del dólar frente a otras monedas. Mientras haya gobiernos e inversores privados que adquieran dólares y bonos del Tesoro norteamericano, esta situación puede sostenerse. El problema es que, ante la pérdida de valor de la divisa norteamericana, muchos inversionistas tratan de salir del dólar y adquirir otros activos. Esto determinará un mayor incremento de las tasas de interés norteamericanas para atraer inversiones en dólares, hecho que podría frenar la expansión norteamericana, y en parte la de China, cuya moneda está atada a la norteamericana. Un desenlace de esta naturaleza deterioraría los precios de las materias primas, que han estado impulsados, sobre todo, por la expansión de Estados Unidos y de China. Si por el contrario, el dólar continúa devaluándose frente al euro y al yen, podrían desacelerarse las economías de Europa y Japón.
Por eso, el FMI y el Banco Mundial han pronosticado un menor ritmo de crecimiento para el próximo año y han advertido que las tasas de interés podrían subir y los precios de las materias primas debilitarse. "La región debe prepararse para las turbulencias" Ya antes, en marzo, en Lima, el presidente del BID había sugerido que América Latina debía alistarse con prudentes políticas fiscales y monetarias para enfrentar los riesgos cuando termine el período de "bonanza". Es necesario, por ello, identificar las características de este crecimiento económico 2004 y, saber, que éste no responde a transformaciones endógenas derivadas, ya sea de cambios en la estructura productiva, tributaria o en otros patrones redistributivos. Se trata de un crecimiento impulsado por factores exógenos que lo hacen sumamente sensible al tsunami que podría provocar las decisiones de política económica, especialmente de Estados Unidos, condicionada por los gastos militares de la guerra con Irak.