VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Hugo Alberto de Pedro

No a la invasión a Irak. Sí a la guerra contra el Imperio

"Quien acepta pasivamente el mal es tan responsable como el que lo comete.
Quien ve el mal y no protesta, ayuda a hacer el mal"
Martin Luther King
"No hay caminos para la paz. La paz es el camino"
Mahatma Gandhi

Por Hugo Alberto de Pedro
http://usuarios.advance.com.ar/hugo-de-pedro/hdp.htm

Mientras la humanidad entera puede ver como el Primer Mundo capitalista e imperial disfruta de diferentes maneras y formas una invasión a Irak, millones de seres humanos esperan que una decisión alocada del norteamericano George W. Bush, con los aplausos de español José María Aznar y el inglés Tony Blair, los convierta en cadáveres o bien insalvables heridos de una guerra armada que no distinguirá de edades ni de sexos.
El avance de las decisiones de la muerte se presentan cada vez más como histéricas necesidades de un Imperio resquebrajado y astillado en cada uno de los principios, impuestos durante un siglo, sobre falsas libertades y bienestar, que pone a la maquinaria militar en movimiento para invadir a un país que no por causalidad tiene grandes riquezas energéticas como ayer fue con Afganistán y una década antes con el desenlace de la Guerra del Golfo que cumplió el cometido de establecer las bases operativas de la OTAN en la región petrolera más rica del planeta.
Los más importantes líderes de las naciones del orbe no están cumpliendo con el deseo mayoritario de los ciudadanos de sus países, que categóricamente se manifiestan en contra de cualquier conflicto armado. Tampoco escuchan a pensadores, intelectuales, catedráticos y hombres de la cultura que desde todos los rincones claman por parar esta locura de bombardeos y sangre, de destrucción y dominación.
Con tibias diferencias los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU están dando la espalda a la paz general en todos los territorios del mundo, que es lo mismo que decir que alienta la destrucción del ser humano para aumentar el hambre y el miedo, y que solamente conoce como llevarlo a cabo la máxima expresión imperial, la comandada desde Washington, que indefectiblemente hará pagar a todos los pueblos los costos del emprendimiento ideado bajo el eslogan de terminar con las armas misilísticas, biológicas, químicas y de destrucción masiva como de combatir al terrorismo internacional. Nos preguntamos a qué terrorismo se refiere porque todos sabemos que hay muchas formas de terrorismo.
El capitalismo, tanto el anglonorteamericano como el israelí y gran parte del europeo, han puesto de rodillas a la convivencia pacífica de los hombres del mundo en las diferentes regiones. Las diferentes formas que han utilizado para aumentar las riquezas, las rentas y el poder en general no han tenido como eje y principales beneficiarios a los niños, jóvenes, adultos ni ancianos sino a los grupos concentrados dentro del sistema hegemónico de dominio internacional. Los supuestos bendecidos -hombres y mujeres- por el modelo neoliberal y globalizador se han convertido en sus presidiarios que deben soportar la desigualdad y todas las carencias imaginables para que unos pocos disfruten de la acumulación de bienes y maximización de beneficios en un nivel de magnitud nunca visto antes en la historia del género humano.
Una invasión sin precedentes está por comenzar, y no será menos dolorosa que cualquier otra sufrida anteriormente, y necesariamente dejará como secuela muchos años de inestabilidad por dondequiera que uno pueda imaginar so pretexto de defender las libertades y las democracias según la versión oficial del gendarme mundial. Es una guerra armada que el imperialismo necesita para dejar diseñados los años por venir que estarán signados por el temor popular y el de las naciones independientes de contradecir la hegemonía mundial de poder colonizador reinante en éste momento.
La guerra violenta que se avecina, la que se producirá en horas o en días, debería ser detenida por los pueblos del mundo a cualquier costo y sin mezquindades de ninguna naturaleza utilizando todas las fuerzas ciudadanas que desarmadas cuentan, entre otros, con cuatro determinantes elementos: movilización, resistencia, desobediencia y rebeldía.
El desarme internacional es necesario e imprescindible para preservar nuestras vidas, tanto de las naciones poderosas como de las que no lo son, ya que el armamento diseminado por el mundo pone en constante peligro a la misma paz y fundamentalmente a los movimientos que buscan cambiar las pautas establecidas por los que detentan grandes intereses económicos que generalmente están en contra de la distribución equitativa de la riqueza y del ingreso de los países. Asimismo las inspecciones de armas deben realizarse en todos los países y no solamente en los señalados por el dedo acusador de las dueños del mundo que prosiguen armándose y desarrollando elementos de muerte cada vez más sofisticados y con mayor poder de destrucción.
Únicamente podemos enfrentarlos declarándole una Guerra al Imperio en cada rincón de la tierra, pero no de las características de la usada por él, porque sería simplemente convertir al mundo en un cementerio de cientos o miles de millones de muertos. Nuestra acción debe estar enfocada en aquellos sitios que más les duele y moleste, o sea en la cuestión económica y financiera.
Con huelgas generales, paros en las empresas de capitales guerreros, desatención de aeronaves y buques de bandera de las naciones propiciantes del conflicto, movilizaciones mundiales conjuntas ante las representaciones diplomáticas, la no utilización de servicios prestados por empresas estatales o de capitales externos que quieran la guerra, cierre de comercios e industrias que vendan o fabriquen sus productos y suspensión del comercio exterior con las naciones invasoras y la no adquisición de productos originarios de esas naciones, retiro de fondos depositados en sus instituciones financieras y bancarias, retiro de delegaciones diplomáticas, repudio a cualquier tipo de misión diplomática en nuestros países, obstaculizar cuanto movimiento de tropas y armamentos se realicen, etcétera.
Es una determinación que debemos tomar todos los humanos que entendemos solamente que la paz garantiza la vida y el desarrollo del mundo en libertad, nada tienen que ver las confesiones religiosas que tengamos o no tengamos, ni la situación económica que estemos atravesando, tampoco nuestros ideales políticos y nuestros niveles de formación y ni siquiera en que lugar del planeta nos encontremos. Para comprenderlo debemos desnudarnos de todos nuestros egoísmos y conveniencias, porque detrás de la pólvora solamente vendrán tiempos de dolor y sufrimientos, que no necesariamente padecerán los países dueños de las inmundas armas para matar inocentes.
Debemos realizarlo si queremos no solamente detener éste conflicto sino cualquier otro en el futuro, porque conocemos que necesitan cíclicamente crear focos de muerte y devastación armados, no solamente para dinamizar sus industrias militares ya que las realizan para fijarle a los pueblos el camino y el destino ideados desde sus laboratorios ideológicos que solamente tienen en cuenta la perversidad de aplastar la autodeterminación y la libertad de las naciones independientes.
Los argentinos hemos sufrido en carne propia una guerra contra el potente armamento y los cuantiosos medios de los angloamericanos, con la asistencia de la OTAN, en el año 1982 en nuestras Islas Malvinas y eso nos da el derecho y la irrenunciable obligación de trabajar por la paz en cualquier parte de la tierra.
Se debe terminar con las políticas de invasiones que tanto daño han causado y declarar firmemente una guerra de combate ético y lucha moral contra cualquier opresión a nuestros pueblos, porque en éste conflicto en particular todos debemos sentirnos como comunes habitantes iraquíes, y pensar que si así no lo hacemos nada garantizará no estar en su lugar en un futuro quizás no lejano.
8 de marzo del 2003