" En defensa de la humanidad "
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La organización de los muchos*
Pablo González Casanova
La Jornada
¿Qué
jurista o internacionalista serio puede negar que el acuerdo tomado en forma
unánime por el Consejo de Seguridad de la ONU el l6 de octubre, legitimando
la ocupación de Irak por Estados Unidos, acabó con ese organismo
mundial y con uno de los principios fundamentales del derecho internacional,
al convalidar el derecho a la conquista de países enteros y la apropiación
de sus recursos más valiosos, que pasan a ser propiedad de grandes empresas
petroleras?
¿Qué especialista en ciencia política serio puede sostener que
la invasión de Irak por Estados Unidos va a implantar la democracia en
el país árabe? ¿Qué médico o epidemiólogo
serio puede afirmar que la pandemia del sida y el genocidio que provoca en Africa
no podría detenerse si dejaran de prevalecer los grandes intereses de
las compañías que venden el remedio a precios altísimos
y limitan su uso a la gente rica y superrica? ¿Qué experto serio en problemas
militares o de seguridad puede negar que Israel está realizando una tenaz
guerra de colonización para expulsar o eliminar a la población
palestina, cuyo territorio ocupó por la fuerza y cuyas casas, ciudades
y recursos destruye por la fuerza en ese inmenso campo de concentración
en que Yasser Arafat, como uno de sus prisioneros, hace lo que puede para gobernar
mientras Ariel Sharon amenaza con asesinarlo? ¿Qué economista serio puede
afirmar que desnacionalizando las riquezas de los países, y haciendo
que las grandes compañías tomen las decisiones en materia de producción,
precios y distribución del petróleo y la electricidad, y se hagan
de grandes extensiones de territorio como propone el Plan Puebla-Panamá,
que así se van a resolver los problemas de los pueblos y las naciones
despojados? ¿Qué economista serio -como diría Atilio Borón-
puede creer que es posible crecer y desarrollarse reduciendo el gasto público,
contrayendo el mercado interno, aumentando la desocupación, frenando
la expansión del consumo, aumentando el desempleo, privando de sus derechos
a los trabajadores, quitando créditos y avíos a los campesinos,
disminuyendo las inversiones y gastos en educación, salud, vivienda,
transporte público, asfixiando a las universidades y a los centros de
investigación científica y tecnológica, imponiendo altas
tasas de interés y plazos cortos de pago a los medianos y pequeños
productores mientras se facilita la operación de la banca privatizada
y desnacionalizada, y de las grandes compañías agrícolas,
industriales, comerciales y de servicios, así como de los capitales especulativos
y al mismo tiempo se abruma de gravámenes indirectos como el IVA a los
más pobres, mientras se subsidia a los más ricos y fuertes y se
exime de pagar impuestos a los grandes monopolios, y hasta se hace que paguen
los pueblos las crisis fraudulentas de empresarios y banqueros, fenómenos
que se repiten en muchos países del mundo, y con especial saña
en los de la periferia mundial?
¿Cómo podemos escuchar con frialdad éstas y otras preguntas sobre
hechos lamentables y exactos? ¿Cómo podemos hacernos los desentendidos,
o poner cara de disgusto impaciente, o de cólera resentida, cuando por
los propios expertos del Banco Mundial, de la ONU, de la Organización
de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, de la
Organización Mundial de la Salud y de otras agencias internacionales
o gubernamentales sabemos que mientras la riqueza mundial se multiplicó
ocho veces desde l960, 50 por ciento de los seres humanos vive con menos de
dos dólares al día, la tercera parte no tiene acceso a la electricidad,
uno de cada cinco no puede beber agua potable, uno de cada cinco es analfabeto,
un adulto de cada siete sufre desnutrición?
Datos que debían consternarnos nos dejan fríos o a lo sumo nos
afectan durante un rato y a poco los olvidamos sin determinar las causas ni
precisar las consecuencias, ni ahondar en las soluciones y las medidas mínimas
a tomar. Es más, ni las oímos ni menos las consideramos.
Las pruebas son agobiantes. Todas las políticas del neoliberalismo tienen
como efectos directos o indirectos, centrales o laterales, enriquecer a los
más ricos y poderosos a costa del empobrecimiento y la opresión
de la inmensa mayoría de la humanidad. Todas tienden a esclavizar y sujetar
a los pueblos que despojan de sus ingresos y de sus recursos. Entre todas destaca
la injusta deuda externa que pesa sobre los países periféricos.
Expertos y no expertos demuestran que los países endeudados rembolsan
cada año más de lo que recibieron como préstamo, que con
su endeudamiento pierden su libertad política y que sus gobernantes se
convierten en los intermediarios de los grandes usureros para colocar en el
mercado la soberanía de sus pueblos, malbaratada, nula de todo derecho.
Muchos factores de sujeción y empobrecimiento, basados en las políticas
tecnológicas, financieras, laborales y comerciales confirman que el neoliberalismo
ha sido el arma principal de las dos décadas perdidas por los pueblos
y ganadas por los superricos y por las grandes potencias. Es más, todos
los estudios serios llevan a la certidumbre de que de continuar esas políticas
el futuro de la humanidad está gravemente amenazado. Desde los informes
de Hammarskjöid (1975), de Brandt (1980), de Bruntland (l987) los datos
oficiales confirman las tendencias descubiertas por los investigadores científicos
y que éstos han venido señalando hasta el día de hoy, apoyados
por voceros de organizaciones de la sociedad civil o de los gobiernos.
Los datos no son pesimistas, son exactos. Anuncian un futuro lleno de peligros
actuales, concretos, cuyas manifestaciones aparecen día a día
en los medios de comunicación y en los foros mundiales, sin que el proceso
logre detenerse por un sistema de producción para el lucro y de dominación
para el enriquecimiento de los ricos y los poderosos a costa de los pueblos,
de los trabajadores, de los campesinos y las etnias.
Siguen ensuciándose los ríos, los suelos, el aire y los océanos
con descargas químicas y desechos de todo tipo; siguen disminuyendo las
selvas y creciendo los desiertos; sigue debilitándose la capa de ozono
que protege a la tierra; "sigue rompiéndose el equilibrio que hizo posible
la vida en la tierra". El sistema de producción y dominación lucrativa
y esclavizante con sus grandes negocios y sus guerras de conquista sigue enriqueciendo
a los ricos y fortaleciendo a los poderosos en una tendencia que de continuar,
en ésta o la siguiente década, va a mostrar con toda claridad
que el planeta ya no puede soportarlo.
El capitalismo organizado y el imperialismo tecnocientífico están
produciendo millones de pobres, agotando las reservas energéticas no
renovables, armando una guerra total contra los países pobres y los pobres
de los países ricos, redistribuyendo en forma cada vez más injusta
el ingreso global y el ingreso en el interior de las naciones, aumentando la
"deuda social" y la "deuda con la naturaleza". Su nueva invasión de la
tierra y su lucha por el reparto del botín global está, inexorablemente,
sentando las bases para una guerra entre los poderosos. Estos se temen entre
sí y cada uno teme llevar la peor parte; se desesperan de no poder usar
sus armas atómicas en un nerviosismo oculto y engañoso, pero tan
lógico y comprobado como lo es la historia de las guerras de unos imperios
contra otros y del imperialismo contra sus competidores actuales y potenciales,
que en el caso de Estados Unidos han sido señalados en parte por sus
nombres e indiciados como el nuevo eje del mal.
Dada la importancia que las ciencias y las técnicas tienen en la situación
en que vivimos y el papel que las humanidades juegan en la marcha de un sistema
que amenaza a la humanidad entera, a la necesidad de que los científicos
y humanistas, como una pequeñísima parte de la humanidad, asuman
plenamente la responsabilidad que tienen de dar a conocer la situación
mundial, los daños y peligros que vive la humanidad entera, si sigue
esta política y este sistema, se añade otra no menos apremiante:
el que unan sus conocimientos y sus actos en sus propias tareas de difusión
de la cultura y las ciencias, de educación a todos los niveles, y de
investigación sobre estructuras, tendencias, causas y factores, políticas,
regímenes y sistemas para alejar los peligros que vivimos e imponer soluciones
públicas y sociales globales, nacionales, regionales, a problemas que
no pueden ser dejados en manos de aquellos que predominantemente actúan
para lucrar, o legitimar a quienes lucran.
El reto que vivimos no consiste sólo en difundir y fortalecer nuestras
críticas al neoliberalismo, a las plutocracias que se llaman democracias,
al imperialismo o al capitalismo. Consiste sobre todo en plantearnos las mejores
formas de actuar en
el corto y el largo plazos, en nuestras actividades cotidianas como profesores,
investigadores, escritores, trabajadores de los medios, intelectuales colectivos
de los movimientos sociales y de los partidos políticos, para que "los
muchos" dispongan de la información y formación de que nosotros
disponemos, y para que nosotros aprendamos de ellos los nuevos planteamientos
que están haciendo en las luchas por la democracia, la liberación
y el socialismo, que hoy encierran como memoria e imaginación las experiencias
y los sueños de los movimientos sociales que empezaron en la Revolución
Francesa, o aun antes entre el bajo pueblo de Inglaterra, entre los colonos
de Estados Unidos, entre los pueblos de Asia, Africa y América Latina
y en todas las etnias del mundo y que llegaron hasta los líderes-intelectuales
de los movimientos de liberación de nuestro tiempo, pasando por las luchas
de los trabajadores en las fábricas, las ciudades y las naciones, y por
las de los ciudadanos por una representación y participación que
haga de la democracia un verdadero gobierno de pueblos, para los pueblos y con
los pueblos, como dijo Lincoln en una frase inolvidable que expresa lo mejor
del pueblo estadunidense.
La tarea de nosotros como intelectuales comprometidos con la lucha por otro
mundo posible nos lleva a reformular nuestros programas de investigación,
comunicación y educación a todos sus niveles, para que la llamada
sociedad del conocimiento no sea la sociedad del desconocimiento de las causas
profundas de los problemas que vivimos, y de las soluciones necesarias para
aumentar nuestras posibilidades de triunfo. El problema se nos plantea desde
la alfabetización concreta en el sentido de Paulo Freire de saber leer
y cambiar el mundo; desde la imaginación creadora de los zapatistas mexicanos,
de los cocaleros bolivianos, de los piqueteros argentinos, de "los sin
tierra" brasileños hasta la educación universitaria o politécnica,
vinculadas a la investigación científica y humanística
del más alto nivel, pasando por los medios y sistemas de educación
y pedagogía que permitan dar a "los muchos" una verdadera educación
para pensar y actuar y para aprender enseñando.
Y todos esos problemas tienen que enfrentarse a partir de tesis radicales, las
cuales vayan a las raíces de los conocimientos prohibidos por el sistema
dominante. Mediante el diálogo y la discusión superaremos conflictos
internos y aumentaremos consensos que permitan construir una transición
a tres objetivos ineludibles que constituyen el legado histórico de todas
las luchas de la humanidad por un mundo mejor: la verdadera democracia, la verdadera
liberación y el verdadero socialismo.
Con la bienvenida a todos ustedes y un saludo fraternal a quienes no están
aquí pero participan de nuestros sueños y preocupaciones, los
invitamos a pensar en la forma práctica de organizar en redes de redes
y asociaciones de asociaciones a los intelectuales y científicos que
están por la vida, la democracia, la liberación y el socialismo,
y que teniendo distintas posiciones en la múltiple lucha, conocen la
necesidad de respetar el pluralismo ideológico, religioso y laico de
sus integrantes, al mismo tiempo que buscan construir espacios de consenso para
una política alternativa y una organización
de "los muchos" que cuente con los descubrimientos y conocimientos más
recientes de los intelectuales y dirigentes comprometidos con el quehacer científico
y humanístico, y con la vida.
* Discurso pronunciado ayer en el encuentro En defensa de la humanidad, que
se realiza en el Polyforum Cultural Siqueiros.