La Izquierda debate
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El anarquismo en los sindicatos
anticapitalistas
Una batalla de ideas que a�n contin�a (Parte II)
H�ctor L�pez Torres
ANC-UTPBA
Algunos lectores de nuestra nota de la semana pasada �referida a los 127 a�os de
la primera huelga y de la fundaci�n del primer sindicato anticapitalista en la
Argentina- nos han hecho llegar diversos comentarios acompa�ados de
felicitaciones a la UTPBA por no olvidar la historia.
Hubo quien record� aquellas palabras de Rodolfo Walsh, tambi�n publicadas esta
semana por nuestros colegas de "Primera P�gina", que dec�a: "Nuestras clases
dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengamos historia, no
tengamos doctrina, no tengamos h�roes ni m�rtires".
Entre esos mensajes, varios preguntaron si no hab�a sido equivocado afirmar que
los anarquistas reci�n ingresaron a la acci�n de las centrales sindicales 10
a�os despu�s de fundada la primera y 20 a�os despu�s del nacimiento del primer
sindicato, as� como si era realmente cierto que perdieron su predominio en 1910,
seg�n consignamos nosotros.
La informaci�n que dimos coincide no s�lo con los historiadores cl�sicos del
movimiento obrero argentino no anarquistas �Marotta, Iscaro, L�pez, Oddone- y
los investigadores de los �ltimos a�os �Laacor Oved, Edgardo J. Bilsky, Oscar
Troncoso y Hiroschi Matsushita-, sino tambi�n con la reconocida biograf�a de
Diego Abad de Santill�n, el indiscutido autor de la historia anarquista del
anarquismo y de la FORA en nuestro pa�s.
La relaci�n entre el anarquismo y los sindicatos tuvo cuatro etapas:
1) Hasta fines del siglo XIX, con predominio de los grupos contrarios a la
organizaci�n y las huelgas reivindicativas, sin perjuicio de haber impulsado
algunos sindicatos de oficios;
2) A partir de 1900, con el cambio de hegemon�a de las tendencias internas a
favor de los partidarios de la lucha econ�mica y huelgu�stica, que se
convertir�an, hasta 1910, en el sector m�s importante del conjunto del
movimiento obrero;
3) Desde ese a�o hasta 1930, con creciente p�rdida de predicamento pero alguna
incidencia en las organizaciones mayoritarias, renaciendo fugazmente en 1919-22
y 1929-30, fechas que se recuerdan fundamentalmente por las sangrientas
represiones de la "semana tr�gica" y la huelga de la Patagonia;
4) Despu�s de 1930, con m�nima participaci�n en peque�as y muy pocas
organizaciones sindicales de car�cter aut�nomo, clasista y pluralista, que
reivindicaron hasta su fin el agrupamiento por oficios a despecho del desarrollo
industrial y los servicios y del desarrollo de los grandes sindicatos por
actividad.
La participaci�n o no en el movimiento obrero fue un debate a nivel mundial del
anarquismo de aquella �poca y el cambio a favor de la participaci�n en la
Argentina, en 1900, se habr�a producido, seg�n algunos, por la influencia de
Pietro Gori, y seg�n otros, entre ellos Santill�n, de Antonio Pellicer Paraire.
A ellos, aunque nadie lo ha dicho, deber�a agregarse Errico Malatesta, el
pionero ideol�gico, en la pr�ctica sindical anarquista, de la organizaci�n
clasista y plural y de la estructura gremial por oficios.
La resistencia a una pol�tica de unidad en el movimiento obrero, cuya m�s
importante frustraci�n se registr� en un congreso convocado en com�n por la FORA
y la UGT (socialista), fue una de las causas para su tropiezo de los a�os 10.
El conocido te�rico anarquista italiano Luis Fabri, refiri�ndose a esa
intransigencia, no s�lo la critic� por autoritaria; tambi�n dijo que "no
quisiera ser mal profeta pero temo que, tarde o temprano, ese error t�ctico sea
duramente pagado por nuestro movimiento". Y as� fue. Ese desenlace irreversible,
sin embargo, no priv� definitivamente a las organizaciones obreras del esp�ritu
de lucha anarquista hasta los 60, con resultados pol�ticos diversos.
Durante el primer gobierno peronista, la participaci�n de los sindicatos
aut�nomos (no integrados a ninguna central) no dej� de ser visible. Incluso en
las grandes huelgas de 1947 a 1951 cuando pr�cticamente ya casi dej� de existir
la acci�n sindical opositora que arrastraba cierta legalidad, su presencia se
hizo notar especialmente en los conflictos de los municipales porte�os,
mar�timos, bancarios y de la construcci�n en el 50 y de los ferroviarios en el
51.
Un caso emblem�tico fue la huelga mar�tima que, luego de 6 meses, deshizo la
vieja organizaci�n asentada en la Federaci�n Obrera Mar�tima (FOM), cuyo sector
m�s grueso es el que actualmente se nuclea en el SOMU, integrante de la CGT.
No obstante esa teor�a y esa pr�ctica combativa, el sindicalismo clasista del
anarquismo y el sindicalismo reformista del socialismo, generaron una pol�mica
alianza con los sectores militares golpista de 1951 y 1955. Entre los pocos
grupos gremiales que llegaron al fin de esa �poca recu�rdase a la Uni�n Obrera
Local (UOL) de Mar del Plata, de sindicatos aut�nomos y tendencias socialistas y
anarquistas unidas y a sindicatos porte�os.
La caracter�stica central del sindicalismo clasista que naci� en 1878 y, con
variables pol�ticas, conserv� sus estructuras hasta 1945, no cuestionaba
solamente los diferentes modelos econ�mico-sociales del capitalismo. Se propon�a
abolir todo el sistema.
Los anarquistas quer�an lograrlo a partir de los sindicatos. Los socialistas y
comunistas intentaron hacerlo desde sus partidos de clase, asign�ndole a los
sindicatos el rol de espacio de acumulaci�n e instrumento de lucha econ�mica.
Los anarquistas y la(s) FORA(s) fueron expresiones de extraordinario empuje
revolucionario. Aunque breves, dejaron un recuerdo militante que est� muy por
encima de algunos episodios cuestionables o confusos que, parafraseando a uno de
los contempor�neos del sindicalismo fundacional, fueron "a�n en el error,
santos".
La lucha del conjunto del movimiento obrero durante sus primeros 60 a�os sigue
inspirando a los sectores que m�s fielmente combaten hoy por los intereses de
los sectores explotados y sometidos de la sociedad.
Y las luchas de la(s) FORA(s) tienen hoy un singular significado en tanto sus
principales ideas �la libertad del hombre en una sociedad opresiva, la autonom�a
del individuo y de los trabajadores, la cr�tica y el rechazo al autoritarismo y
las jerarqu�as sociales, etc.- siguen siendo parte de las ideas transformadoras
fundamentales y porque, como dice el comandante Fidel Castro, "las ideas no s�lo
son un instrumento para crear conciencia sino el principal instrumento de
lucha".