La Izquierda debate
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Carta abierta a los hermanos del EZLN
Guillermo Almeyra
Queridos compañeros: como tantos otros, desde los primeros momentos, en 1994,
les he acompañado con mis esperanzas y mis esfuerzos. Ahora, dada la importancia
que tienen las implicaciones de la Sexta Declaración, debo aclarar algunas
cosas, después de las recientes posiciones de Marcos. Evidentemente, cada
uno tiene el derecho a pensar lo que quiera de los dirigentes y candidatos de
los partidos políticos. Estos, además, se mueven todos en el marco de la
conservación del sistema capitalista de explotación de los trabajadores. Pero,
si se quiere hacer política, se debe partir responsablemente no de los propios
odios e impaciencias sino de una visión objetiva de los procesos y de las cosas.
Es erróneo decir que las elecciones, en sí mismas, no sirven para nada. No son,
por supuesto, el mejor terreno de lucha para las clases subalternas porque las
organizan los órganos del Estado y sirven para perpetuarlo y reformarlo, pero el
NO de los franceses y de los holandeses sirvió-y cómo- para hundir el proyecto
de Constitución de los banqueros, aunque no bastó para imponer otro proyecto
alternativo al capitalista, ya que éste depende de un cambio en la relación de
fuerzas social que sólo puede resultar de la organización y de la conciencia
teórica de la izquierda. Las elecciones, además, son un terreno de la lucha de
clases, nos las imponen y están presentes, la mayoría de la gente espera usarlas
para pesar en la política y, por consiguiente, no es posible ignorarlas. No es
correcto que todos los partidos y los candidatos sean iguales. Hitler, agente
del capital, no es lo mismo que Schroeder y Videla no es lo mismo que Kirchner,
aunque todos ellos sirvan a los explotadores. Es un grave error considerar la
situación mexicana en abstracto cuando el imperialismo prepara la guerra atómica
contra Irán y la invasión de Venezuela y de Cuba y hay el peligro de que aquí y
allá se avance hacia el fascismo. Es erróneo separar las elecciones del intento
del capital financiero por terminar de expropiar lo que queda de los bienes
estratégicos (agua, energía eléctrica, petróleo, tierras con biodiversidad) para
peor cuando hay candidatos que quieren hacer la política imperialista y otro
que, aunque sea verbalmente, se opone a ella. Es peligroso decir que no se hace
campaña electoral lanzando al mismo tiempo un ataque feroz centrado en el
candidato con más apoyo popular y callando que, si bien éste puede "partirnos la
madre" con más razón lo hará Madrazo. Es erróneo demonizar a un candidato
moderado, verticalista en sus decisiones y que eligió rodearse de gente funesta
pero que no es neoliberal dado el papel que le atribuye al Estado (lo que motivó
el intento de desaforarlo) y ayudar así a sus competidores, igualmente
capitalistas pero peores o, con ese ataque incorrecto, perder apoyo para el EZLN.
Es erróneo tomar la propia impaciencia como base teórica y usar la base indígena
para eso en vez de educarla políticamente y de mostrarle otros precedentes
históricos. Es fatal negarse a razonar sobre los argumentos de quienes piensan
diferente y declarar que se les soportará sin escucharles con la paciencia de
Job. Sobre todo es erróneo criticar sin ofrecer alternativas. ¿Qué se
recomienda? ¿La abstención, o sea dejar en el poder a las transnacionales y sus
agentes? ¿La insurrección popular y la guerra civil que, a lo mejor, termina por
ser el desenlace del proceso pero no puede ser ahora de ningún modo su comienzo?
En la actual relación de fuerzas ¿cómo se organiza una Constituyente que
realmente produzca un cambio social si no se cambia la relación de fuerzas
social y política en el país? ¿si la insurrección como vía de imposición de la
Constituyente no funciona o las elecciones, o sea, la obtención de una mayoría
en las Cámaras, tampoco, qué sentido tiene hablar de una Constituyente que
podría resultar incluso negativa si es dirigida por la derecha y sus aliados? El
tránsito por el camino legal sin duda abolla la pureza y enloda, pero las
alianzas son indispensables si no se quiere depender sólo de la intervención
divina. El problema central, entonces, no reside en no hacer concesiones sino en
saber con quién uno se alía y hasta dónde se puede marchar un trecho juntos pero
separados, en no dejar de decir lo que se piensa incluso de los aliados, en no
hacer concesiones fundamentales. Hay que acompañar a los sujetos del cambio en
sus experiencias y facilitárselas sin compartir sus ilusiones. Sobre todo, hay
que poner en primer plano la acción, guiada por los principios, la acción, la
acción, la acción, no el inmovilismo. No se entiende nada si se pone un signo de
igual entre López Obrador y el millón de personas que nos movilizamos el 24 de
abril: ¿Qué éramos? ¿traidores, corruptos, pejeservidores?. Es nocivo ni hablar
de las dos reuniones del Diálogo Nacional, del programa de Querétaro, en vez de
analizarlos o criticarlos. Es terrible no dar a la "otra campaña" objetivos
precios e inmediatos, respaldados por llamados a la organización y a la
movilización: aumento general y masivo de salarios, salario de ciudadanía para
los desocupados, defensa de las conquistas obreras y campesinas, defensa de
PEMEX y de la CFE, libertad a los presos políticos, justicia, renegociación del
TLC en lo que se refiere al campo y a los derechos de los emigrantes. Es
destructivo por último hacer hincapié en lo que divide y no en los objetivos de
acción que unen y educan, organizan. Compañeros: todavía hay tiempo para
rectificar, para responder a las esperanzas, para hacer política. El problema no
reside en votar o no por AMLO sino en qué hacer y en cómo pensar la lucha y un
nuevo México.
galmeyra@jornada.com.mx