La Izquierda debate
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ENSAYOS IV:
La emancipación según Antonio Negri y Michael Hardt.
"Téngase presente que éste es un libro filosófico.
(...) nadie espere que "nuestro libro vaya a resolver la pregunta `¿qué hacer?´,
ni que proponga un programa de acción concreto."
["Multitud" p.19; de Antonio Negri y Michael Hardt (en adelante N y H)]
"Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el "mundo,
pero de lo que se trata es de transformarlo."
(Tesis 11 sobre Feuerbach; de Carlos Marx)
Jorge Luis Cerletti
(Marzo de 2005)
Aclaremos de entrada que este ensayo aspira a contribuir al debate de ideas y
que en modo alguno significa cuestionar la trayectoria política de Antonio Negri
y de Michael Hardt. Y si encabezamos con una cita de ellos y la tesis 11 de Marx,
es porque su comparación ilustra una modalidad muy extendida dentro de la
intelectualidad opuesta a la opresión. Y sin desmerecer la importancia de la
filosofía, pensamos que el eje de la cuestión pasa por la política, y que es
imprescindible tener claridad acerca de las causas que desvirtuaron las luchas
emancipatorias para poder abrir otros caminos hacia la creación de nuevas
instancias superadoras que revolucionen a la política y a la sociedad.
En ese sentido vemos como un déficit de "Imperio" y "Multitud" de Negri y
Hardt el empleo de ideas filosóficas que, por más ricas que resulten, al ser
extrapoladas a la esfera política fundamentan conclusiones que no compartimos.
No obstante, valoramos en N y H la búsqueda de opciones que rompan el statu quo
existente y también suscribimos varias de las ideas que exponen. Pero creemos
que, en lo sustancial, la orientación de sus ensayos tiende a una construcción
ideal que no contribuye a despejar las incógnitas que presenta la actual crisis
de alternativas. Asimismo, nos parece que sus análisis y propuestas no terminan
de desligarse del enfoque de la cuestionada "vieja" política.
Dada la relevancia de los autores y la difusión de su obra, encararemos la
crítica de algunos conceptos fundamentales para explicitar la opinión que hemos
adelantado. Crítica que está relacionada con los temas que venimos tratando en
nuestros ensayos.
A modo de anticipo queremos dar un indicio de lo que afirmamos y que se
desprende de la cita que figura en el encabezamiento. Según los autores, no
plantear "¿qué hacer?" o "un programa de acción concreto" explica el carácter
filosófico que aducen. Pero eso no justifica que no se trate de un libro
político pues según su desarrollo y sus objetivos podemos decir que sí lo es.
Así, la reserva que hacen sobre el carácter filosófico de su obra nos resulta
insustancial, salvo que por política asuman las tradicionales bajadas de línea
de las elites en sintonía con la concepción leninista de las vanguardias.
Entonces, y en nuestra opinión, desde el inicio queda flotando un estado de
ambigüedad entre filosofía y política y también entre la propuesta de un nuevo
enfoque despegado de la concepción política clásica que sin embargo se insinúa a
lo largo de su ensayo.
Desde esta interpretación y antes de entrar en mayores detalles, arriesgamos una
"traducción" de lo que podría resultar una señal simbólica de la concepción
clásica que anida en muchos pasajes del libro. En la página 20 afirman: "La
multitud va a crear, a través del Imperio, una sociedad global alternativa". Si
sustituyéramos multitud por clase obrera, Imperio por capitalismo y sociedad
global por sociedad socialista, la afirmación cobraría un tinte conocido...
Veamos ahora algunos tópicos trascendentes de "Multitud".
a) El estado de guerra global.
Tomando como eje "Multitud", el último libro de N y H, cuestionaremos ahora el
concepto de Imperio en función de algunas de las ideas que lo sustentan.
"La guerra se está convirtiendo en un fenómeno general, global e interminable"
(p.23). Pero ésta es una característica de toda política de gran potencia,
presente en el s.XIX y en especial en el s.XX que en eso no se diferencia de las
actuales circunstancias.
Y más adelante (pág. 24) le confieren el carácter de "guerras civiles del
Imperio" por considerar a los conflictos como partes de un solo ámbito global,
el Imperio. Enumeran así una serie de conflictos armados (las llamadas guerras
de baja intensidad) cuya identificación es, cuanto menos, una unificación
forzada. Por ejemplo, el de Colombia, India/Pakistán, los Balcanes o los de
Afganistán e Irak, no son fácilmente asimilables. Y el que en ellos jueguen
directa o indirectamente los intereses de potencias capitalistas, en especial de
los EE.UU., es algo que se ha venido dando a lo largo de la historia. Que hoy se
verifique la hegemonía mundial de los yanquis no autoriza a darles a esos
conflictos el carácter de "guerra civil" desvalorizando las contradicciones
inter-capitalistas y las particularidades de los enfrentamientos locales. Y
cuando se refieren a las especificidades de éstos es para subsumirlas dentro del
Imperio global como partes de un bloque único. Para nosotros, esta
generalización arbitraria obedece a que una vez establecido el molde todo sirve
para incluirlo dentro del mismo.
Dicen "...la guerra se está convirtiendo en el principio organizador básico de
la sociedad, y la política simplemente en uno de sus medios o disfraces." (pág.
33) Pensamos que se equivocan, no es la guerra sino el gran capital "el
principio organizador básico". Las guerras que destacan responden a los casos
donde el sometimiento a los intereses del gran capital asume formas violentas y
se promueven en función de las relaciones de fuerza internacionales. Mientras
que la política es el principal medio de dominación que expresa al poder
económico y éste constituye la forma más generalizada de regulador mundial.
Dichas guerras representan descarnadas agresiones para imponer el poder que las
provoca y son la manifestación más aguda de los conflictos que engendra. Suelen
enmascarar el control económico de riquezas de significación estratégica, tal el
caso de Irak. Y cada situación concreta debe ser analizada estableciendo sus
diferencias dentro del contexto de intereses en juego. Como ser, las
contradicciones que genera en la esfera mundial la existencia de una única
superpotencia emergente, los EE.UU., respecto de los otros centros de poder del
capitalismo. Lo que también debe incluir las disputas entre los distintos
conglomerados de capital dentro de los EE.UU. y de los cuales la administración
Bush representa a un sector, al más agresivo y ligado a la industria bélica y al
petróleo.
"...la guerra se ha convertido en la matriz general de todas las relaciones de
poder y técnicas de dominación..." (p.34) Esta tesis improcedente está ligada a
la subestimación del peso decisivo de las técnicas de dominación más productivas
y sutiles como el empleo de los medios de comunicación masivos o las emanadas de
la vigencia de las democracias representativas por más que éstas se hallen en
medio de una crisis aguda, lo cual constituye un tema aparte. Bastaría
considerar en nuestro continente el pasaje de las dictaduras militares abiertas
a las frágiles democracias actuales, para cuestionar los alcances de semejante
afirmación. Y si consideramos al siglo XX, aún al margen de las dos guerras
mundiales, aparece preñado del tipo de conflictos que N y H pretenden encasillar
en su esquema. La diferencia que surge de la consolidación de una sola
superpotencia, ante la extinción de la ex URSS, da pie al "unilateralismo" y
agresividad de la administración Bush pero esa política está originando
tensiones entre distintos centros de poder mundial. "Congelar" coyunturas no
suele ser un buen método Vale recordar que apenas un par de décadas atrás, los
mismos norteamericanos estaban sumamente preocupados por la expansión japonesa y
estimaban que en el 2025 los nipones los sobrepasarían económicamente. Hoy ya
comienzan a preocuparse por China y veremos en el futuro hasta dónde llegan los
acuerdos y desavenencias con Europa y Rusia. De lo que sí no hay duda es del
cambio del orden mundial a partir de la implosión del campo socialista y de la
fabulosa concentración del capital que se acelera vertiginosamente.
"...la guerra global, ... se hace cada vez más indistinguible de la acción
global policial, ahora tiende además a lo absoluto." (p.40) Recordemos el
big stick de Theodore Roosevelt, Corea, Vietnam, Guatemala, Nicaragua, Santo
Domingo, etc., y la doctrina de la seguridad nacional impuesta en América Latina
por la "gran democracia del Norte", como para no absolutizar el "unilateralismo
bélico-policial" del gobierno de Bush. Sus "guerras preventivas" representan la
cara más feroz de un sector del gran capital norteamericano que pretende
erigirse en patrón del orden internacional. Este momento de gran hegemonía ha
generado fuertes contradicciones en el orden mundial que se está reacomodando en
términos políticos dentro de los cuales las guerras localizadas son un
instrumento más. En vez de absolutizar la situación actual habría que indagar
cómo se van configurando las constelaciones de poder con sus interrelaciones y
la potencialidad de las contradicciones emergentes dentro de este escenario
mundial regido urbi et orbi por el sistema capitalista.
Quizá lo que mejor resume el pensamiento de N y H acerca de este punto es lo
siguiente: "Lo específico de nuestra época,... es el hecho de que la guerra, que
antes era el último elemento de la secuencia del poder,... pasa a ser el primero
y primordial, el fundamento de la política misma." Al poner a la guerra en el
lugar de la política asimilan características de distintos Imperios generados en
otros contextos históricos diferentes al del capitalismo actual. Y el que EE.UU.
tenga una incuestionable supremacía militar fundada en su parafernalia
tecnológica, induce a error. N y H persisten en "fotografiar" la presente
situación y la universalizan espacio-temporalmente desplazando a la política
como campo fundamental de las relaciones de poder. No razonan en términos de
hegemonía y así minimizan la dinámica de las contradicciones político-económicas
y "aplanan" las características históricas del capitalismo donde sigue
funcionando "la ley del desarrollo desigual".
En suma, toman a las guerras de baja intensidad actuales como un estado de
guerra permanente y para apuntalar su concepto de Imperio, las convierten en
partes de una guerra civil mundial. Y como hemos dicho, omiten que
las guerras han sido una constante destacada del siglo XX que repercutieron en
todo el planeta. Luego, sus argumentos confrontados al período anterior, no
resultan convincentes ni tampoco la perdurabilidad de la violencia bélica como
fundamento principal de la política de la etapa abierta. De allí que sus
valiosos análisis referidos a la "revolución en los asuntos militares" y a "los
conflictos asimétricos" (pág.65 a pág.89) se desdibujan al ser remitidos a la
idea de Imperio.
Como ya hemos comentado en Ensayos III, todo esto responde a una lógica: la
reducción de la multiplicidad de conflictos a un conflicto universal único, el
Imperio enfrentado a la Multitud. Aunque para ello deban forzar interpretaciones
y fundir también la diversidad del otro polo, la de la Multitud (tema que
trataremos después). Es por eso que al reducir políticamente al mundo, diluyen
lo particular de cada situación y exhiben cierto parentesco con lo que antes
fuera proclamado como "internacionalismo proletario", concepto que encubrió
grandes diferencias dentro de lo nacional y de lo mundial.
Lo que venimos diciendo no supone que consideremos al mundo un mosaico de
particularidades desconectadas. Ya hemos formulado nuestra visión al respecto
(además de estos Ensayos, ver "El poder bajo sospecha", Editorial De la Campana;
y "Políticas emancipatorias", Editorial Biblos). Pero si insistimos sobre este
aspecto es porque nos parece relevante tratar estas cuestiones que hacen a la
determinación de perspectivas y campos de acción. Lo cual no quiere decir que no
valoremos el esfuerzo de N y H ni los aportes de muchos pasajes de su obra. Sólo
que, como hemos anticipado, ponemos el acento en lo que entendemos como línea
principal de las ideas que desarrollan y que nos resulta importante debatir por
su incidencia en el pensamiento emancipatorio actual.
b) Biopolítica, trabajo y producción inmateriales.
Consideramos que el concepto de biopolítica que presentan como algo
nuevo, en rigor no lo es tanto. Afirman: "La genealogía de las resistencias y
las luchas de la posmodernidad, como veremos, presupone la naturaleza
política de la vida social y la adopta como clave interna de todos los
movimientos. De hecho, ese supuesto previo es fundamental para los conceptos de
biopolítica y producción biopolítica de la subjetividad. Aquí las cuestiones
económicas, las sociales y las políticas se entretejen inextricablemente. Y en
este contexto, ya no tiene sentido el esfuerzo teórico de postular la autonomía
de lo político, separándolo de lo social y lo económico." (págs. 106/107)
Estamos de acuerdo con el entretejido de las relaciones de campos diferentes
pero ésta es una característica inherente a las diversas formaciones sociales de
la historia. Atribuirle el nombre de biopólitica no sería objetable si sólo se
tratase de una designación para referirse a dicho entretejido, mas disentimos
cuando lo destacan como clave interna de la posmodernidad toda vez que "la
naturaleza política de la vida social" se plasma a partir de la existencia
del Estado.
Ahora bien, tanto la explotación como el sometimiento siempre han dejado huellas
indelebles sobre el cuerpo y la psiquis, aunque sean variables los daños y sus
niveles de intensidad. El problema surge al dirimir la preponderancia y la
independencia relativa de cada campo, cuando se establecen los nexos y se
jerarquizan las instancias en función de los contextos históricos que se
consideren. Por ejemplo, para el marxismo clásico, lo económico era lo
determinante "en última instancia". Y siempre que no se lo tome como factor
excluyente, puede aceptarse referido al sistema capitalista donde el principal
soporte del poder político y estructurante de las relaciones sociales es lo
económico. Mientras que en el feudalismo, lo determinante es lo
político-ideológico que es estructurante de las relaciones económicas y
sociales. Pero en ambos casos, es el entretejido de relaciones atravesadas por
la influencia del poder dominante y el imaginario social hegemónico lo que
moldea a las subjetividades. Lo cual no supone la igualación de las
subjetividades individuales ni esa generalización tampoco da cuenta de las
particularidades que explican las hegemonías concretas. Por otra parte, las
luchas y las resistencias de los oprimidos son una constante de todas las
sociedades donde reina la explotación y el sometimiento.
Antes de entrar en las particularidades de esta época, queremos resaltar dos
tipos de relaciones que enhebran las diversas formaciones sociales a lo largo
del tiempo: las relaciones de explotación y las relaciones de dominio. El que
estén imbricadas no significa que sean lo mismo. Según sean sus modalidades
serán las características prevalecientes en lo social y pondrán su sello que,
primariamente, distingue a unas sociedades de otras y que, a su vez, toman
cuerpo en el complejo entramado de relaciones cuyo conjunto les confiere
especificidad propia. Desde las relaciones emergentes de las tradiciones y
costumbres, hasta las contradicciones y factores dinámicos que las modifican.
Para situarnos en esta etapa del capitalismo, es previo y fundamental establecer
qué es lo que se conserva y define esencialmente a este orden social. Y esta
característica brota de las relaciones específicas de explotación cuyo aspecto
principal es la constitución de la fuerza de trabajo como mercancía y la
ganancia como el motor del proceso de acumulación y concentración del capital.
De allí surge la antinomia del capital y el trabajo que subyace en las distintas
formas políticas del capitalismo. Este antagonismo, a veces larvado y otras
explosivo, se manifiesta en las múltiples y polifacéticas luchas que se han
librado y siguen librando, donde la creatividad y capacidad de los actores hacen
variar los escenarios. Y en ese terreno, la política adquiere una relevancia
sustantiva. Aquí entran en juego las relaciones de poder y la pugna por
establecer las hegemonías que posibilitan la conducción de los procesos y que
incide en la formación del imaginario social dominante. Cabe agregar que cuanto
más desarrollado está el régimen capitalista mayor incidencia tiene lo económico
como determinante de las relaciones de poder.
Reasumiendo el tema, luego del anterior paréntesis, entendemos que plantear la
problemática actual en términos de biopolítica es una generalización que le
sirve a los autores para forzar una distinción conceptual que forma parte del
esquema que llevan adelante y que contribuye a su coherencia interna.
N y H dicen "...es evidente el gran error en que incurren las diversas teorías
que tratan de presentar lo político como autónomo de lo social." (pág.
106) Pero, para descalificarlas, apelan a una fundamentación equívoca basada en
el indiferenciado concepto de biopolítica y dejan abierta una importante
cuestión que en la actualidad tiene que ver con el debate de si los cambios
deben provenir de la política o de la intervención de los movimientos sociales.
Mas, ése es otro problema que exigiría un análisis aparte acerca de cómo se
entiende la "autonomía de la política".
Previo al tratamiento de los temas de la multitud y la democracia y debido a su
importancia, analizaremos sintéticamente la crítica que efectúan a la ley del
valor apoyados en los conceptos de trabajo y producción inmaterial.
Vayamos a algunas definiciones. "En los últimos decenios del siglo XX, el
trabajo fabril perdió su hegemonía y en su lugar emergió el `trabajo inmaterial´,
es decir , el trabajo que crea bienes inmateriales, como el conocimiento, la
información, la comunicación, una relación o una respuesta emocional." (p.136)
Más adelante aclaran: "El trabajo que interviene en toda producción inmaterial,
subrayémoslo una vez más, sigue siendo material; involucra nuestros cuerpos y
mente, igual que cualquier otra clase trabajo. Lo que es inmaterial es su
producto. Admitimos que, en este aspecto, la expresión de `trabajo inmaterial´
es muy ambigua. Quizá sería preferible interpretar la nueva forma hegemónica
como `trabajo biopolítico´, es decir, un trabajo que no solo crea bienes
materiales, sino también relaciones y, en última instancia, la propia vida
social. Con el término `biopolítico´, indicamos que las distinciones
tradicionales entre lo económico, lo político y lo social y lo cultural se
confunden cada vez más. Pero, por otra parte, el adjetivo `biopolítico´ presenta
muchas complejidades conceptuales añadidas;..." (págs.137/8) "El trabajo
inmaterial es una parte minoritaria del trabajo global y además se concentra en
algunas regiones dominantes del planeta. Lo que sostenemos es que el trabajo
inmaterial ha pasado a ser hegemónico en términos cualitativos, y marca
la tendencia a las demás formas de trabajo y a la sociedad misma." (p.138 )
Estas afirmaciones impresionan como justas pero de su análisis surgen algunos
matices que luego adquieren mayor rango.
En general estamos de acuerdo con las descripciones que marcan fenómenos ligados
a la diferencia de etapa en el desarrollo capitalista y a la pérdida de peso del
trabajo fabril cuyo correlato es la declinación del protagonismo de la clase
obrera industrial. Vayamos ahora a los matices que luego se ahondan y se
transforman en verdaderas diferencias.
En vez de "trabajo inmaterial" preferimos decir trabajo intelectual pues todos
los atributos que caen bajo aquella nominación son tan propios de esta época
como de la anterior. Pues nos resulta muy objetable la diferencia específica que
hacen refiriéndola a lo que designan como "trabajo afectivo". Éste lo vinculan,
principalmente, a los recursos empleados para agradar al cliente que es una
manera de estimular las ventas. Algo que no se puede excluir de las relaciones
comerciales y campañas publicitarias de 50 años atrás, por fijar un plazo
comparativo, aunque los niveles de sofisticación actuales y la importancia de
las marcas con sus "creativos publicistas" hayan evolucionado notoriamente. Ni
hablar de su aplicación al agobiante y efectivo papel de la TV, el gran
instrumento "formador" de gustos y "opinión". Pero la potenciación de medios no
implica un cambio de naturaleza del trabajo intelectual que los sustenta. En
cuanto al producto, imaginemos cuán orgulloso estaría, "afectivamente", un
propietario de un ford T en 1927... (algo tan propio del mundo de la mercancía
capitalista). Luego, el empleo de ese término se presta a confusión cosa que no
es casual debido a la especial connotación que le atribuyen.
También toman algunos aspectos del nuevo modelo de acumulación capitalista
centrándolos en la preponderancia del trabajo intelectual, hegemónico en
nuestros días, pero sin aludir a las nuevas formas de organización y, sobre
todo, haciendo hincapié en los cambios tecnológicos que aparecen poco
relacionados a las necesidades de acumulación del capital y al estancamiento de
la tasa de la ganancia del período anterior. Conviene recordar que estos
factores fueron siempre determinantes en los saltos productivos del sistema lo
que ha dado lugar al concepto de onda larga referido a los ciclos del capital.
Pero estos "matices" adquieren significación luego.
Dicen: "La producción material –por ejemplo, de coches, televisores, prendas de
vestir y alimentos- crea los medios de la vida social. Las formas
modernas de la vida social no serían posibles sin esos artículos. En cambio, la
producción inmaterial, que incluye la producción de ideas, imágenes,
conocimientos, cooperación y relaciones afectivas, tiende a crear, no los medios
de la vida social, sino la vida social misma. La producción inmaterial es
biopolítica." (p.177)
Aquí comenzamos a apreciar un salto. Porque "los medios de la vida social" sin
ser lo mismo, están indisolublemente ligados a "la vida social misma". Esto es
inherente a una sociedad donde "la vida social misma" está determinada por una
cultura mercantil que, en la actualidad, se ha ido exacerbando
extraordinariamente a la par del proceso de concentración del capital y la
imposición mundial de su hegemonía. Podríamos preguntar si la máquina de vapor,
o luego la "revolución" energética de la electricidad y el petróleo no
"tendieron a crear", en su momento, a "la vida social misma",
Y el salto adquiere mayor relieve cuando hacen una crítica a la ley del valor en
términos como los siguientes: "El trabajo vivo es una facultad humana
fundamental, la capacidad para intervenir activamente en el mundo y para crear
la vida social. Es verdad que el trabajo vivo puede ser capturado por el
capital, pero el trabajo vivo siempre es mucho más que eso. Nuestras capacidades
de innovación y creación siempre son más grandes que nuestro trabajo productivo,
es decir, productor de capital. En este punto nos damos cuenta de que esa
producción biopolítica, por una parte, no tiene medida, porque no puede
cuantificarse en unidades de tiempo, y por otra parte, siempre es excesiva
con respecto al valor que consiga extraer de ella el capital, porque el capital
nunca puede captar la vida entera. Por esta razón nos vemos en la necesidad de
revisar la noción marxista entre el trabajo y el valor de la producción
capitalista." (p.178)
Aclaremos de entrada que no nos oponemos a revisar la ley del valor de Marx y
que no estamos sujetos a ningún tipo de idolatría. Pero entendemos que si es
objeto de crítica ésta debe encararse en profundidad y sostenerse con argumentos
de peso.
Si nos referimos al trabajo vivo, es preciso examinarlo en términos económicos
que son inherentes al régimen capitalista y no debemos desplazarlo a lo humano
en general, razón que esgrimen, porque esa transposición está fuera de lugar.
Aquí se comprende mejor que el concepto de biopolítica constituye un soporte tan
forzado como necesario dentro de los planteos N y H. En sus justos términos, el
control del trabajo vivo ajeno permite a los dueños de los medios de producción
transformar la fuerza de trabajo en una mercancía más y apropiarse del trabajo
excedente no retribuido (la plusvalía). Y ésta es la única fuente que crea valor
adicional dando lugar al proceso de acumulación del capital. Por más vueltas que
se dé al asunto y mientras no se demuestre lo contrario, esto define la esencia
del régimen capitalista de explotación.
Y cuando Marx habla del trabajo socialmente necesario, trabajo abstracto,
plantea una "unidad de medida" ideal considerando a la producción en su conjunto
que es regulada por la ley del valor que explica, básicamente, el funcionamiento
del sistema. Luego, esto no significa que se refiera a una unidad contable que
procesan los capitalistas concretos para formar sus precios sino que expresa
cuál es el soporte último de la fenomenalidad de éstos. Lo que no supone negar
la necesidad de enriquecer y profundizar el análisis estudiando las
características actuales que ha ido asumiendo el sistema capitalista. Pero si se
desvirtúa su esencia, se está hablando de otra cosa.
Obviamente, "el trabajo vivo es una facultad humana fundamental", pero lo
importante del asunto es establecer sus diferencias según sean los órdenes
sociales que se consideren, por ejemplo, el esclavismo, el feudalismo o el
capitalismo, con sus cambios incluidos.
Que la producción de ideas y conocimientos sean hoy un componente insoslayable
del desarrollo del capital, se traduce en la importancia de la ciencia como
factor clave del nuevo modelo de acumulación. Y basta observar las inversiones
destinadas a Investigación y Desarrollo (I y D) de parte de las naciones y de
las grandes transnacionales para evidenciar sus costos y también para tomar nota
de la abismal distancia generada por la disposición de esos recursos que
distinguen a los países del primer mundo de los demás.
Asimismo, la historia de la lucha entre el "capital y el trabajo" es un
continuado enfrentamiento por expropiar el saber obrero de parte de la burguesía
y cuyo primer eslabón significativo fue el paso de la manufactura al maquinismo.
Y hoy prosigue, adecuado a las condiciones actuales, a través de las nuevas
formas de organización de las empresas que fueron impulsadas por el toyotismo y
donde los círculos de control de calidad o el kaisen ("mejoramiento constante")
son buenos ejemplos.
En este punto conviene reflexionar acerca del fenómeno de la fetichización de la
tecnología en la que incurre buena parte de la intelectualidad de "izquierda" y
de la que no se hallan exentos N y H. Comencemos por precisar que el concepto de
tecnología tiene una fuerte carga política y como sucede con otras luchas
"intelectuales y/o lingüísticas", el poder dominante ha sabido imponer su
hegemonía.
En primer lugar, la principal y casi excluyente línea del actual desarrollo
tecnológico responde a los intereses que la impulsan, los del gran capital (y de
la que Bill Gates es un fiel exponente). Pero no es la única posible ni el
resultado de ninguna "ley natural del progreso". La privatización del
conocimiento y su uso explotador y opresivo va desde el empleo de la cibernética
y la diversidad de patentes con sus royalties, hasta llegar a la disputa por la
apropiación del genoma humano y la pugna por el control de la energía atómica,
ambas con sus temibles proyecciones. Eso no significa ignorar la manifiesta
importancia de las creaciones científicas y de sus aplicaciones industriales que
están modificando, y cada vez más aceleradamente, la vida en el planeta. Pero
aquí empieza el segundo problema: quiénes y cuántos las usufructúan lo que va
unido a los peligros suscitados por los graves daños inferidos al medio ambiente
y a la naturaleza en general. Y para ponderar la situación es suficiente con
apelar a las estadísticas que hablan por sí solas.
Como muestra de los equívocos que se pueden desprender de la mirada de N y H al
respecto, nos remitimos a cuando dicen: "Y lo mismo que en aquella fase [la del
trabajo industrial] tendieron a industrializarse todas las formas de trabajo y
la sociedad misma, hoy el trabajo y la sociedad se informatizan, se hacen
inteligentes, se vuelven comunicativos y afectivos." (pág.138; subrayado
nuestro)
Sostener que hoy el trabajo y la sociedad se hacen inteligentes resulta una
conclusión muy discutible. El que se extienda el uso de las computadoras (sin
hablar de porcentajes) no acredita un mayor nivel de inteligencia humana en
general. Basta observar los niveles de nuestra educación y las falacias de la
capacitación, para darse cuenta de que saber operar programas de computación es
funcional a los intereses del capital que, a la vez que embrutece culturalmente
a la mayoría de los usuarios, se sirve de ellos para tecnificar la producción y
los servicios sustituyendo la inteligencia humana por la inteligencia
artificial. Cualquiera que esté ligado a la educación puede dar fe de ello. Y
salvando las diferencias, también se verifica en las poblaciones del primer
mundo al margen de su nivel de ingresos.
Al revés de lo que afirman los autores, la informatización ha sometido mucho más
al mundo del trabajo. Y en cuanto a que la sociedad y el trabajo se vuelven más
comunicativos y afectivos, tal como están dadas las condiciones actuales, se
puede aducir lo contrario. La cultura dominante tiende a la incomunicación, ya
sea por exceso, banalización e indiferenciación de la información, como por la
exacerbación del individualismo que tiende a sustituir los contactos humanos por
las relaciones virtuales. Obviamente, eso influye negativamente sobre la
afectividad, cada vez más autista e individualista. Pero, ¿podría ser de otra
manera sometidos al reino del gran capital?
Y a propósito de ello, la proliferación de celulares y de PC permanentemente
"actualizadas" en círculos extendidos de clase media, son demostrativas de las
feroces ofensivas comerciales que originan un verdadero desperdicio en términos
sociales, pero que son muy "racionales" desde el punto de vista de la producción
de mercancías y de las necesidades de realización del capital.
Anticipándonos a eventuales críticas por las "sacrílegas" consideraciones
anteriores,
resulta una indiscutible evidencia que los formidables avances de la ciencia y
la tecnología crean insospechadas posibilidades a nuestro género. Pensando en
positivo y si hacemos abstracción de los actuales dueños del poder que dirigen y
usufructúan el curso de este proceso e imaginamos un orden social más justo, los
logros obtenidos prometen un futuro venturoso. Sólo que como todos los
instrumentos, según sean los fines de quienes los empleen y la forma en que se
los use así serán los resultados. Esto forma parte de las luchas que se libran
en el seno de la sociedad. Por poner un ejemplo actual, así como el uso de
Internet permite pingües negocios y la circulación del capital las 24 hs. del
día, en manos del zapatismo se convierte en un herramienta liberadora.
c) Multitud y democracia.
El hilo conductor de las ideas que exponen N y H en su libro "Multitud, guerra y
democracia en la era del Imperio" es demostrar que todo el planeta es escenario
del enfrentamiento de dos contendientes: Imperio versus Multitud. Acerca del
primero ya hemos expuesto varias consideraciones. Ahora deberemos enfocar al
otro protagonista. Pero antes queremos señalar la intencionalidad política de su
ensayo cuyo objeto es abrir rumbos liberadores que, respondiendo a la
bipolaridad tal como la presentan, depende de las luchas que deberá librar la
Multitud para poder lograr la emancipación mundial.
Digamos que el trabajo intelectual que realizan y la finalidad que los anima es
muy plausible. Quede claro que no es eso lo que objetamos. Lo que realmente nos
preocupa es que, según nuestra apreciación, ellos desarrollan un diagnóstico que
acomodan a su propuesta política que necesita tal fundamento. O sea, cierran el
círculo del cual partieron para arribar a conclusiones políticas cuya
orientación nos resulta desacertada y que devienen de la caracterización de sus
dos polos.
Es conveniente tomar algunas definiciones previas para entender mejor el
concepto de Multitud y las contradicciones que encierra.
Dicen: " `El pueblo´ es una forma de soberanía que lucha por reemplazar la
autoridad estatal dominante y tomar el poder. En realidad, esta moderna
legitimación de la soberanía es el resultado de una usurpación, incluso en el
caso de los movimientos revolucionarios. Con frecuencia, `el pueblo´ sirve de
intermediario entre el consentimiento dado por la población y el mando ejercido
por el poder soberano, pero más habitualmente la palabra designa una pretensión
orientada a validar la autoridad dominante." (p.107)
Suscribimos plenamente estas ideas. Sólo que, y como veremos a continuación, no
logran despegarse totalmente de lo que critican.
"Con el término de multitud,... designamos a un sujeto social activo, que actúa
partiendo de lo común, de lo compartido por esas singularidades. La multitud es
un sujeto social internamente diferente y múltiple, cuya constitución y cuya
acción no se fundan en la identidad ni en la unidad (ni mucho menos en la
indiferenciación), sino en lo que hay en común." (p.128)
Si leemos atentamente la definición surge la pregunta de cuál sería la
diferencia con el concepto de pueblo. Porque éste fue pensado de manera
semejante por las fuerzas políticas que actuaron en su nombre. Lo común y
compartido del mismo era su condición de explotado y oprimido. Y tampoco negaron
las diferenciaciones internas, vale recordar "las contradicciones en el seno del
pueblo" tratadas por Mao. En cuanto a que la multitud no se funda "en la
identidad ni en la unidad sino en lo que hay en común", nos deja perplejos, pues
es justamente lo común lo que da coherencia a una pluralidad de individuos
identificándolos. Con el mismo derecho se puede asumir como plural al pueblo
integrado por los distintos estratos del campesinado, de la clase obrera o de
los vastos sectores medios que lo componen. Y ya desde el inicio se advierten
contradicciones cuando designan a la multitud como "un sujeto social
activo" (¿podría ser pasivo el carácter de un sujeto de cambio?). El pueblo, en
su acepción política tradicional también lo es, entonces, en qué radica la
distinción de los conceptos. Concluimos que es una toma de partido por nombres
que se califican discrecionalmente o si se prefiere, "filosóficamente". Sigamos
adelante.
"(...) una de las verdades recurrentes de la filosofía política es que sólo uno
puede mandar: el monarca, el partido, el pueblo o el individuo. Los sujetos
sociales que no están unificados, sino que permanecen múltiples, sólo pueden ser
mandados pero no mandar." (...) "El concepto de multitud desafía esa verdad
aceptada de la soberanía. La multitud, aunque siga siendo múltiple e
internamente diferente, es capaz de actuar en común y, por lo tanto, de regirse
a sí misma." (p.128)
En verdad, el problema consiste en saber cuál es el significado de "regirse a sí
misma" porque aquí entra en juego la cuestión del poder. Y si no se desentrañan
las contradicciones que se generan al interior del campo emancipatorio, en
términos reales pasará lo mismo que con el concepto de pueblo que fuera
justamente criticado por N y H apoyándose en la experiencia acumulada que
demostró las distorsiones que cobijó ese nombre. En suma, sigue tan abierto como
antes el interrogante de cómo lograr unidad de acción o sumatoria de energía
social para generar una ruptura que no signifique construir nuevos núcleos de
poder que enajenen las decisiones del conjunto.
Y el problema se acentúa cuando afirman "... debe quedar claro desde el
principio que el desafío de la multitud es el desafío de la democracia. La
multitud es el único sujeto social capaz de realizar la democracia, es decir, el
gobierno de todos por todos. O dicho de otra manera, la apuesta es sumamente
alta." (p.128)
Lo de la apuesta vale, pero el tema de la democracia se las trae puesto que
mientras "el gobierno de todos por todos" hoy suena a idealización, la
democracia -además de lo teorizado- tiene una historia muy concreta. Luego
retomaremos este punto.
Pero la duda sigue flotando si registramos algunas afirmaciones que figuran en
páginas posteriores pues no sabemos si éstas traducen la idea de poder de N y H
o si están referidas a un desarrollo de remate oscuro. "Nos hallamos en una
época de transición, o mejor dicho, un interregno." (...) "Habrá momentos en que
el poder esté más ampliamente distribuido, o momentos en que se hallará
repartido entre dos o varios mandatarios, pero lo único que no puede existir
nunca es una ausencia total de poder, un vacío." (...) "Lo único que
permanece siempre presente y nunca desaparece de la escena política es el poder
mismo." (p. 193, subrayado nuestro)
En la primer interpretación, uno se pregunta, ¿cómo se compadece esto con "el
gobierno de todos por todos"? Porque si todos gobiernan se pierde el sentido del
poder político conocido hasta el presente que es la capacidad de decidir por
otros. Así, lo que propugnan entraría en franca contradicción con la
perpetuación del carácter tradicional del poder que se desprende de la cita
anterior. Aquí proponemos una distinción de importantes proyecciones y que
creemos digna de reflexión: el poder no es sinónimo de ley. Ésta, como
reguladora social, no implica necesariamente sometimiento, o sea, el poder de
unos sobre otros. Depende de qué tipo de sociedad la sanciona. Pero hasta ahora
y bajo la existencia del Estado como órgano funcional a la explotación y la
opresión, la ley configura un instrumento indispensable para la dominación.
Representa la justicia de la injusticia, más allá de las luchas y resistencias
que le arrancan concesiones al poder. Y N y H tampoco discriminan la diferencia
interna entre el "poder hacer" y "el poder sobre", tratada por Holloway y otros,
que abre una perspectiva distinta para reflexionar sobre este tema.
Respecto de lo que podría aclarar cómo entienden "el gobierno de todos por
todos", nos remitimos a lo que dicen en página 385: "Lo que necesitamos
entender, y éste es verdaderamente el punto central, es cómo puede llegar la
multitud a tomar una decisión." Después intentan respuestas en las que se
suceden aspectos neurológicos, económicos, lingüísticos y cibernéticos que
suenan a disgresiones y extrapolaciones que no rozan "el punto central". Y no es
que demandemos programas políticos ni fórmulas acerca de ¿qué hacer? Es que a lo
largo de todo el libro no consideran el problema de las relaciones de dominio
al interior de la multitud, cuestión decisiva si se trata de un poder
liberador.
Pero pensamos que éste no es un lapsus sino algo inherente a su concepción. Esta
convicción se afirma al observar el tratamiento que hacen de la democracia. Y
más allá de instructivos pasajes sobre su historia que, no obstante, suelen
dejar en la penumbra su característico rol de régimen político encubridor de
dominación, aparecen ciertos núcleos duros que confirman nuestra lectura.
En tal sentido, tiene especial significación la forma en que descalifican a la
democracia directa. Dicen: "Dado que la producción biopolítica es económica y
política al mismo tiempo, y que sienta las bases de un poder constituyente,
ahora podemos entender que la democracia de la multitud no guarda
semejanza con la `democracia directa´ según se entendía tradicionalmente, en la
que cada uno de nosotros dedicaba parte de su tiempo y de su trabajo a votar
incesantemente todas y cada una de las decisiones políticas. .... La producción
biopolítica nos ofrece la posibilidad de crear y mantener relaciones sociales en
colaboración utilizando las mismas redes de comunicación y cooperación de la
producción social, sin perder las tardes en interminables reuniones asamblearias.
.... Esa democracia en la que todos creamos y mantenemos colaborativamente la
sociedad por medio de nuestra producción biopolítica es a la que llamamos `absoluta´
(p. 398, subrayado nuestro)
Según nuestra opinión, fundada en la crítica que ya hemos realizado, la
"producción biopolítica" es un "comodín" conceptual que no diferencia
sustantivamente la etapa actual de la anterior del capitalismo y que funciona
como un importante soporte de las ideas que desarrollan N y H. Pero aquí cobra
mayor relieve pues fundamenta la visión política de los autores acerca del
"poder constituyente", o sea, de lo nuevo y en gestación de las futuras
transformaciones. Y su conclusión de "democracia absoluta" a la que aspiran
resulta tan inconsistente y ambigua como cuando deben responder al significado
del "gobierno de todos por todos".
Ocurre que la democracia es un sistema de gobierno que presenta dos variantes
fundamentales: la directa y la representativa. Descalificar a la primera por el
tiempo que puede insumir su concreción es eludir el problema. Porque el nudo de
la cuestión es crear alternativas para que no se concentre el poder y que la
capacidad de decidir asuma formas colectivas para dar un salto en lo referente a
la emancipación. En cuanto a "las redes de comunicación y cooperación de la
producción social" junto a los extraordinarios avances tecnológicos actuales,
sientan las bases que permiten concebir formas de democracia directa mucho más
operativas. Pero el obstáculo no consiste precisamente en problemas de eficacia
(relación tiempo–decisiones) sino que éste emerge de la cultura y hegemonía
política dominantes que construyen un imaginario social que obstruye acciones,
ideas y hasta a la imaginación misma condicionando a la sociedad, a nosotros y
también a los autores. Y para éstos, la situación es aún más comprometida porque
privilegian lo "super macro", donde el mundo se divide en Imperio vs. Multitud
subordinando los cambios micro que nos parecen lo constituyente. Toda
transformación de fondo debe sustentarse en nuevas subjetividades y este es un
terreno de lucha que va desde lo individual hasta lo colectivo y cuyas disputas
alcanzan al conjunto de la sociedad.
Pero son tan ciertos los obstáculos que presenta la democracia directa, y que
algunas experiencias cercanas testimonian, como que la representación hasta
ahora ha resultado una barrera insalvable en la lucha contra la opresión.
Sin embargo, N y H que critican la representación, en especial cómo fue
desvirtuada en el socialismo y el comunismo, en el fondo no parecen despegarse
de la democracia representativa. Tomemos algunos conceptos que vierten.
"El fin de la guerra fría estaba llamado a ser la victoria definitiva de la
democracia, pero ahora el concepto y las prácticas de la democracia han entrado
en crisis en todas partes." (p.267) (...) "En el mundo posterior a la guerra
fría, el concepto de democracia perdió esos anclajes [se refieren a las
justificaciones de los bloques en la guerra fría, aclaración nuestra] y quedó
flotando a la deriva. Quizá por ese motivo existe cierta esperanza de que
recupere su significado originario." (p.268) (...) "Desde 1968 todos los
movimientos sociales radicales han puesto en tela de juicio esas corrupciones
del concepto de democracia, que lo transforman en una forma de dominación
impuesta y controlada desde arriba. La democracia sólo pude surgir desde
abajo, insisten. Quizá la crisis actual del concepto de democracia, debida a
su nueva escala global, pueda proporcionar la oportunidad de devolverla a su
sentido antiguo como gobierno de todos por todos, una democracia sin adjetivos,
sin peros ni cortapisas." (p.274, subrayados nuestro)
Así, cuando hablan de la democracia y de sus crisis flotan en la indeterminación
pues la historia real, desde la Revolución Francesa, es la de la democracia
representativa. Por momentos es como si se refirieran a un estado de gracia
política y no de una creación histórica resultante de las luchas por imponer
intereses concretos, más allá de los planteos teóricos y de las buenas
intenciones que siempre fueron desvirtuados por obra de los antagonistas reales
que, a su vez, construyeron la significación de tal "concepto" y lo utilizaron
de acuerdo a sus propios fines. Y esto en modo alguno tiene que ver con la
"corrupción" del concepto de democracia. Es sencillamente expresión de la lucha
política que lo involucra y que fuera cuestionada por los movimientos del 68.
Tratemos ahora de esclarecernos acerca de los alcances que N y H atribuyen a la
"nueva escala global": "El problema que tenemos nosotros con la democracia, sin
embargo, es diferente. Ante todo, hoy la democracia se enfrenta a un salto de
escala, de la del Estado-nación a la planetaria, que la desarraiga del sentido y
las prácticas tradicionales de la modernidad." (p.273)
No es el "salto de escala" lo que desarraiga "las prácticas tradicionales de la
modernidad" sino los cambios operados en la democracia representativa (que
traducimos como democracia burguesa). Ésta, tal y como se ha desarrollado hasta
hoy, con sus matices incluidos, sigue configurando el imperio de las minorías
que usufructúan el poder que han sabido instaurar. Y que sea la forma más
"benigna" de dominación no significa que deje de serlo, antes bien, resulta la
forma política más legitimante del orden capitalista. Asimismo, el cambio de
escala en este período está en función de la hegemonía semi absoluta del gran
capital a nivel mundial reflejada también en la supremacía norteamericana, su
modalidad más agresiva. Y el que haya casos dignos de estudio, como algunas
democracias en países nórdicos, no desvirtúa lo que prevalece a "escala"
planetaria ni subvierte su naturaleza, sólo que ahora emerge con mayor
transparencia.
En otro pasaje dejan abierto un tema candente que incluye a todos los que
intentamos nuevas vías hacia la emancipación: "Necesitamos concebir formas
diferentes de representación, o tal vez nuevas formas de democracia que superen
el paradigma de la representación." (p.293)
El planteo de la necesidad de resolver el problema de la representación
puntualiza la profunda crisis de la democracia representativa actual que brota
de la hegemonía mundial que ejerce el capital super concentrado. Y es
precisamente el peso de su poder el que ha desvirtuado "las prácticas
tradicionales de la modernidad" por cooptación o exclusión de los partidos
políticos cuyos intereses estaban más ligados a los mercados internos de las
naciones y, por tanto, resultaban más plurales y permeables a los requerimientos
de los sectores populares internos. Luego, el cambio de escala apunta en sentido
contrario del que N y H parecen prever hablando de la democracia en abstracto y
en términos globales.
Entendemos que las limitaciones que surgen del tratamiento del tema de la
democracia, tienen que ver con que no indagan a fondo el vínculo histórico entre
la representación y el poder, clave común de las distintas formas de dominación.
Para cerrar este sintético recorrido a través de la obra de N y H vamos a hacer
una breve reflexión acerca del concepto de multitud en lo referente a su
composición interna y al modo en que fundamentan el pluralismo y lo común.
Plantear un conjunto de singularidades como componentes plurales de la
multitud, propuesta como sujeto universal, presenta una primer y gran
dificultad que es establecer lo común de dichas singularidades constitutivas de
en un nuevo sujeto. Porque si se trata de singularidades, no se
pueden soslayar quiénes las integran, los lugares donde actúan ni las
situaciones concretas en que libran sus luchas. Relativo a ello, realizan una
reseña que alude a la intifada, al EZLN, al movimiento anarquista, Seattle,
Génova, etc.etc. donde queda en suspenso la cuestión, salvo que se refieran a la
lucha contra la explotación y la opresión común a todas las épocas históricas, y
de allí no se puede inferir una nueva identidad. El que aquí también
enfoquen a las redes como opción política sustantiva, idea que compartimos en
general, nos induce a hacer un breve paréntesis referido a este punto
importante.
En nuestra opinión, la redes como formas organizativas, se adaptan muy
bien a los requerimientos de formas favorables a que circule el poder y se
controlen, atemperen o eliminen las relaciones de dominio. Pero como estructura
relacional también se aviene a las necesidades de las grandes empresas
capitalistas que hoy las emplean asiduamente. Luego, su funcionamiento y fines
definirán su carácter libertario o no. Dependerá de las luchas que se libren (y
ya se están librando) para que sean piezas sustanciales de una nueva concepción
política y de su puesta en acción. Y para que se conviertan en un instrumento
emancipatorio, deberá resolverse cómo funcionan las relaciones al interior de
los nodos y de éstos entre sí. Lo que supone dilucidar el tema de la
representación y la adopción de procedimientos que aseguren que la toma de
decisiones sea resultado de la voluntad colectiva. Lo cual constituye un desafío
abierto y es objeto de apuestas políticas.
Volviendo al carácter de la multitud, señalan: "Cuando decimos que la
transformación del trabajo en algo común es una condición central necesaria para
la construcción de la multitud, tal vez se pueda interpretar que los excluidos
del trabajo asalariado –los pobres, los desempleados, los no asalariados, los
sin techo, etc.- quedan por definición excluidos también de la multitud. Sin
embargo, no es así porque tales clases están de hecho incluidas en la producción
social. Pese a la infinidad de mecanismos de jerarquía y subordinación, los
pobres expresan continuamente una capacidad vital y de producción enorme. (...)
en resumen, reconocer que los pobres son víctimas del orden global del Imperio."
(p.160)
En primer lugar, homologan distintas clases de pobres y les atribuyen una "vida
productiva en sí" que poco tiene que ver con realidades concretas. Ponen en el
mismo paquete a marginados del circuito laboral y omiten el gravísimo problema
de generaciones divorciadas del trabajo efectivo y los engloban bajo el término
de pobres que, por ejemplo, bien pueden ser asalariados y más adelante también
incluyen a los indígenas. Todo lo cual les permite corporizar su categoría de
multitud como unidad de lo diverso, acorde con los conceptos clásicos que
atribuían el protagonismo de las transformaciones a un sujeto, llámese clase
obrera o pueblo. Y rematan en página 164: "... podemos decir que los pobres
encarnan la condición ontológica, no sólo de la resistencia, sino también de la
vida productiva en sí."
Nuevamente los conceptos filosóficos transferidos a la política. Es que recurren
a ellos pues deben justificar la indiferenciación de los pobres atribuyéndoles
identidades comunes ("encarnan la vida productiva en sí) para sostener su
concepto de multitud. Corresponde agregar que los pobres no sólo "son víctimas
del orden global del Imperio", sino que a lo largo del tiempo y de los distintos
órdenes sociales han sido las "víctimas" de la explotación y la opresión.
Una muestra más de generalización arbitraria surge cuando dicen que "El capital
necesita a la multitud..." (p.120) Al contrario, se puede afirmar que en lo
fundamental y en términos económicos, el capitalismo actual prescinde de buena
parte de la multitud, los llamados "excluidos". Porque lo que realmente le
interesa al capital es quienes están dentro de su circuito, la denominada
demanda solvente. Y ésta es una de las contradicciones fuertes del sistema que
deja "afuera" a contingentes humanos cada vez más numerosos. Sólo les preocupa
que no molesten políticamente, para lo cual apelan desde la represión hasta el
asistencialismo social.
Y para finalizar, veamos otro exponente del "método" filosófico aplicado a la
política: "El vínculo que establece Virno entre las performatividades
lingüística y económica subraya una vez más la triple relación de lo común:
nuestra facultad de hablar se fundamenta en lo común, es decir, en el lenguaje
compartido; cada acto lingüístico es producto de lo común: y el propio acto de
hablar se realiza en común, a través del diálogo, de la comunicación. Esa triple
relación con lo común, aquí ilustrada con el lenguaje, es característica del
trabajo inmaterial."
Esta determinación de "lo común", ¿en qué diferencia al "trabajo inmaterial" del
material? Es más, en qué diferencia a cualquier actividad en que intervienen
seres humanos. Incluso, respecto de la comunicación, la telemática y las nuevas
tecnologías, a cuántos integrantes de la multitud les alcanza, ¿ también a los
que están desprovistos de los más elementales medios? Por otra parte, el habla,
el lenguaje compartido y el propio acto de hablar, es patrimonio de todas las
sociedades de la historia y es un rasgo distintivo de nuestro género.
Como es lógico, para formarse opinión de las críticas desarrolladas y valorar el
sentido con que están hechas, es importante leer el libro "Multitud". Nos parece
muy útil su lectura, y conste que no hacemos propaganda editorial, pues permite
enfocar muchos de los puntos e interrogantes abiertos en el debate
contemporáneo, tan necesario para estimular el pensamiento y las búsquedas
políticas hacia nuevos horizontes. Y a pesar de las grandes dificultades que se
presentan, somos optimistas. Quince años atrás prácticamente no se hablaba de
estos temas. Hoy, aunque todavía se limite a círculos relativamente reducidos y
el desarrollo de nuevas experiencias aún sea incipiente, esta problemática se
extiende por distintos lugares del mundo y se van sembrando ideas y produciendo
hechos que apuntan a modificar el statu quo existente. A eso apostamos.---
Jorge Luis Cerletti
(Marzo de 2005)
Correo:
jcerletti@gmail.com