La Izquierda debate
|
Globalización e intelectuales
Daniel Campione
La política de Bush y el pensamiento de la izquierda. Algunos apuntes
El gobierno de Bush y sus acciones, con la aparición a flor de piel de ciertas "llagas" de la sociedad norteamericana, han logrado en los últimos tiempos asombrar hasta a los más decididos críticos del capitalismo realmente existente en general y de la gestión Bush en particular. En los últimos dos años, el poder norteamericano ha quedado al descubierto al mentir descaradamente sobre los motivos para invadir Irak; torturando en nombre de la democracia y la libertad, en Guantánamo y Abu Ghraib, y finalmente por el desamparo a sus propios ciudadanos, dejando al descubierto el "lado oscuro" de la economía de mercado en la sociedad más rica de la tierra, en los sucesos ligados al huracán Katrine. Los problemas exceden a Bush, comprometen al estado y a todo el sistema de poder, sea "público" o "privado". El país que se pretende representante por excelencia de la modernidad y la civilización, del espíritu liberal y de la democracia, se convierte en territorio de barbarie, expresada a la luz del día.
Los EEUU de hoy aparecen atravesados por una serie de fragilidades, de contradicciones que no sólo no caminan a su resolución sino que marchan a su agravamiento. El descomunal presupuesto militar de EE.UU. es financiado sobre todo gracias a la compra china y japonesa de deuda del gobierno, mientras no dejan de reducirse los impuestos para los sectores de mayores ingresos. La inversión en infraestructura y en políticas sociales disminuye, al mismo tiempo que aumenta el gasto federal y estadual en la construcción de cárceles.
El país que salió al frente del capitalismo mundial de una crisis que parecía terminal entre los últimos 60 y los primeros 70, luce hoy en medio de una crisis política y un declive de credibilidad de proporciones casi inéditas. Esa situación marca tanto posibilidades como amenazas para el resto de la humanidad. El imperio debilitado se vuelve más agresivo, y adopta posiciones cada vez más reaccionarias. Y un crucial interrogante es el de cómo enfrentar, desde el pensamiento y la acción, este nuevo estado de cosas.
Los intelectuales críticos, junto con las corrientes de izquierda en el conjunto mundial, sufrieron la caída de todo un paradigma de transformación social, predominante hasta los años 70. Creyeron tocar la victoria con las manos, y sobrevino la derrota, en muchos casos tan completa como sangrienta. El fantasma del conservadorismo comenzó a recorrer el mundo, justo cuando se esperaba el definitivo triunfo de la revolución y el socialismo. Al intelectual comprometido y revolucionario, lo reemplazó el intelectual des-comprometido, distante, escéptico, irónico, post marxista y hasta post militante, dispuesto a convivir con el poderío del gran capital y a revisar sus críticas al capitalismo y al régimen político parlamentario, a apostar al cambio gradual como tapadera de la conservación de lo existente, a preocuparse más por hacer propuestas de superficial originalidad que por transformar la sociedad en la que vive.