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Julio Cortázar

24 de febrero de 2004

Cortázar, 20 años después

Kintto Lucas
La Fogata

El 11 de febrero se cumplieron 20 años de la muerte de Julio Cortázar. ¿Pero murió Cortázar alguna vez, en alguna parte? ¿Salió del mundo suyo-nuestro? ¿Dejó de soñar? ¿Olvidó el sonido y la luz de las palabras?

Hace algunos años el escritor brasileño Jorge Amado, en su casa de Rió Vermelho, en Salvador de Bahía decía "si camina por Salvador encontrará a mis personajes, yo los he tomado y los he dejado allí. En mis libros podemos encontrar los personajes de Bahía como en la creación de Cortázar encontramos el mundo del Río de la Plata. El tomó ese mundo y luego lo dejó en su lugar". Y sin duda hay mucho de eso, porque Cortázar es el Río de la Plata como Amado es Bahía. Pero Cortázar también es América Latina como Jorge Amado también lo es... Porque hay seres que traspasan los muros (más bien se ríen de ellos) y hacen caminar sus palabras por infinitas geografías, y las palabras caminan impregnadas de sueños, y los sueños saben derramarse en la realidad para volver a ser soñados, para ser soñados de mejor forma... Y Cortázar ya es un sueño (hasta su obra es un sueño, porque solo un sueño puede ser tan perfecto) de este continente, un sueño que seguimos soñando y seguimos queriendo. Tal vez en parte porque a Eduardo Galeano se le ocurrió regalarle el sueño de la casa de las palabras, un sueño que había tenido Helena su compañera, donde se encontraba una casa a la que acudían los poetas a mezclar y probar palabras. En frascos de vidrio estaban las palabras, y cada una tenía un color, un olor y un sabor, y cada una sonaba y quería ser tocada. Los poetas las elegían y combinaban, buscando tonalidades y melodías, y se acercaban a la nariz las frases que iban formando, y las probaban con el dedo. Y Galeano le pidió el sueño a Helena y se lo regaló a Cortázar para que soñara más, aunque Julio ya soñaba en abundancia, mucho antes de ese regalo. Y los sueños se transformaban en "Rayuela", "Los premios"... Sueños que son mundos, mundos que son sueños, que traspasan la dimensión del tiempo y el olvido, mundos que inventan caminos donde no tropezar, donde caminar sin dolor, mundos-caminos de vida, mundos raíces, mundos nunca traicionados como dijera el poeta Juan Gelman en su "Carta a Julio", al señalar que "en Corrientes y Esmeraldas, en otros tiempos, vi pasar a escritores que nunca dejaron el país y escribían como un francés cualquiera. Yo entendí mejor a Buenos Aires leyendo lo que vos escribías en París. Así es tu grandeza, así tu amor".(...) "A vos siempre te veo -como tu personaje- inventando un camino para ir de una ventana a otra ventana, del misterio de un puño a los crepúsculos de Mozart, de un ser a otro, y otro, y otro, y otro. Siempre sentí que tu amor es infinito. Siempre supe que tu obra nos abrigaba, que tu mejor obra sos vos."

Y la obra de Cortázar abriga a varias generaciones de escritores, a varias miradas de escritores, porque Cortázar es "como el 29 de febrero. Ocurre cada 4 años -según dijera el escritor brasileño Eric Nepomuceno-, que es mucho tiempo para el día que espera, pero uno tiene la absoluta seguridad de que vendrá siempre y siempre, y en un tiempo de tantas inquietudes y dudas no hay nada como el 29 de febrero..."