Todos sabemos a esta altura de los acontecimientos cuál fue la postura que Julio Cortázar tomó a partir de los años ¹60 respecto a lo social y político, en otras palabras, su ferviente defensa a las causas revolucionarias de América Latina (empezando por Cuba, Chile y finalmente Nicaragua), su apoyo a la libertad de los pueblos latinoamericanos sometidos a dictaduras y colonialismos. Y creo también, a esta altura de los acontecimientos y de los múltiples homenajes al gran cronopio, que en este punto aún falta una reivindicación. De alguna manera, a través de mi trabajo, Cortázar de la experiencia histórica a la Revolución, publicado en el 2001, traté de atender este asunto crucial en la vida y en la obra de Cortázar. Es decir, cómo se fue gestando ese hombre que llega a la Revolución, intuyendo que era una cita en la oscuridad con algo, que descubre una realidad la latinoamericana- que desconocía por completo ya que estaba inmerso en cuestiones estéticas de la literatura, cómo empieza a moverse en este terreno que relaciona la literatura y la transformación de la sociedad, cómo se va convencionado que los libros deberán culminar en la realidad, las posturas en cuanto al rol del intelectual en estos procesos... Me parece, y vale bien resaltarlo, que su literatura acusa este impacto el de las transformaciones sociales y políticas- trazando el siguiente eje: de la indiferencia a la preocupación metafísica personal pasando a la preocupación histórica y por último la responsabilidad. Porque consideraba que una revolución se hace partiendo de la mentalidad, de la conciencia y de la sensibilidad.
Entiende, entonces, las palabras de Hegel ³en el desarrollo de cada pueblo, llega un momento en que el arte ya no basta². De aquel joven escritor tal vez un tanto ³pequeño burgués europeizante² que parte de la Argentina rumbo a París huyendo del peronismo- cuando se da la Revolución Cubana aparecen explícitamente los temas sociales, políticos. No podríamos establecer un punto preciso de este cambio, pero ya en algunos cuentos anteriores a Rayuela aparece algunas de estas preocupaciones. En El Perseguidor, se asoma esta preocupación por el destino del hombre, hace foco en el contexto humano, donde la historia es el personaje, contiene al personaje, está determinada por el personaje. Alguna vez Cortázar dijo que había mirado muy poco al género humano hasta que escribió El Perseguidor. El libro Los premios también, un libro que denuncia los métodos de la policía argentina de aquelos años, y Libro de Manuel, publicado en el 73, que surge a partir de un sentimiento de ³horror, de vergüenza, de humillación personal como latinoamericano frente al panorama del colonialismo y el gorilismo entronizados en tantos de nuestros países².
Hay un fragmento en el prólogo de Libro de Manuel que clarifica todo esto. Cortázar escribió ³Más que nunca creo que la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando precisamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría². Para Cortázar las revoluciones se hacían así, con amor, juego, alegría, erotismo, no creía en los revolucionarios de cara larga, por eso su fuerte vínculo con el Che Guevara que decía que todo revolucionario se mueve animado por grandes sentimientos de amor. Y creo que su vinculación con el pueblo cubano revalida ese sentimiento de alegría tan propio de Cortázar.
Cortázar descubrió esto de hallar en forma colectiva una identidad y que él también estaba buscando. Descubrió el plural, el nosotros.
Abominaba de la figura de escritor comprometido, término tan manoseado, desgastado en estos tiempos, pero sí se consideraba un intelectual latinoamericano, un cronopio que escribía para regocijo o sufrimiento personal sin obligaciones, sin dogmatismo, sin compromisos de ninguna índole. Por eso lo criticaban tanto desde la derecha como de la izquierda, el consabido tema de la politización, de tener/pertenecer a partido alguno. Su compromiso iba más allá de nacionalidades, de patriotismos. Su ametralladora era literatura. Y cuando le reclamaban su intervención directa, física en la lucha armada, Cortázar recordaba aquella foto de los primeros años de la Revolución Rusa, en la que se veía a Sergei Eisenstein el cineasta del Acorazado Potemkin- cuerpo a tierra tirando con una ametralladora, y esa ametralladora era una máquina de escribir².
Para Cortázar había dos tipos de intelectuales comprometidos con la lucha política: por un lado los que entienden de teoría política y, por otro, los que no entienden de teoría política y sin embargo están igualmente comprometidos². En su caso estaba del lado de estos últimos.
El compromiso de Cortázar irrumpe en su vida y es por eso que no es un escritor obediente de ciertos dogmas o defensor de sus causas y atacar a las otras, sino que está pleno de libertad en su terreno fantástico, lúdico.
Cortázar era un hombre entregado totalmente a la literatura y que en determinado momento histórico incorpora, fusiona las preocupaciones geopolíticas que se manifestarán en lo que escribe.
Me parece interesante rescatar otro concepto de Cortázar cuando le preguntaron si su compromiso político y apoyo a gobiernos latinoamericanos no era peligroso para su creación literaria respondió que era peligroso para los malos escritores porque un escritor que tiene una conciencia precisa de lo que es la literatura -como era su caso- tiene la técnica y los medios suficientes como para establecer una convergencia entre su mensaje literario y su mensaje político, sin que el uno sacrifique al otro.
Por cierto que resulta dificil crear alejado del contexto histórico del tiempo que nos toca vivir.
Y una vez tomo su palabra. Cortázar dijo: ³La conducta personal de un escritor o de un artista tiene que manifestarse, además de su producción cultural específica, por una solidaridad y una presencia en cualquiera de los frentes, tiene que mostrar a su pueblo que no vive refugiado en su escritorio o en su cátedra o en un país extranjero; tiene que salir, metafórica o realmente, a la calle, y en América Latina esa calle está cada vez más llena de barricadas, de francotiradores y de ásperas confrontaciones. Por mi parte, desde mi gran ignorancia de tantas cosas que ya no tendré tiempo de aprender, sigo un camino donde mis libros y mi persona son y quieren ser una sola voluntad tendida hacia un futuro más justo y más bello para todos mis hermanos de América Latina y del mundo².Y precisamente en eso sigue estando. Recuerdo en El Perseguidor cuando se mira al espejo y se susurra ³Sé fiel hasta la muerte².