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Salvador Allende


Prensa y periodismo pol�tico en los a�os 1960/70

por Hern�n Uribe

El Mercurio (23/10/1970):

Seg�n el Senado de Estados Unidos, el diario estuvo involucrado en la conspiraci�n desestabilizadora de la CIA, que incluy� el fallido secuestro y asesinato del comandante en jefe del Ej�cito, General Ren� Schneider.


Desde fines de los a�os 50, y durante toda la d�cada de los �60, Chile vivia un per�odo de auge en las luchas sociales y pol�ticas. El hecho �pice de los �50 fue la derogaci�n de la llamada Ley de Defensa Permanente de la Democracia. El proceso culmin� en 1970 con la elecci�n de Salvador Allende, el primer socialista elevado a la Presidencia de la Rep�blica.
Fueron tiempos hist�ricos en que la lucha social conquist� espacios democr�ticos en favor de las mayor�as; a�os en que obreros, empleados y periodistas de verdad acced�an al parlamento. Tiempos muy distantes, lejan�simos del �modelo� de democracia vigente hoy.
En aquel paisaje social signado por el optimismo, porque adem�s en el pa�s reg�an las libertades p�blicas y los derechos de los ciudadanos, se advert�a una gran falencia: la escasez de una prensa, de medios de comunicaci�n que representaran los intereses populares en auge. Allende fue electo sin el apoyo de siquiera una radioemisora. Los peri�dicos que lo respaldaron (El Siglo, del Partido Comunista, y Las Noticias de Ultima Hora, influida por el Partido socialista), m�s revistas como Punto Final y publicaciones provinciales, circulaban en una proporci�n menor al 10 por ciento de la tirada de los diarios adversarios. Clar�n, un matutino popular-sensacionalista de circulaci�n nacional, se empe�aba en dividir su simpat�a por mitades, entre los candidatos dem�crata cristianos y de la izquierda.
Aunque ya es un lugar com�n que los medios de comunicaci�n sirven en la sociedad como propagadores de la ideolog�a dominante y refuerzan la estabilidad del sistema, la dirigencia progresista no tuvo la sapiencia de preocuparse del tema, con la excepci�n del gran esfuerzo que en ese sentido hizo permanentemente el Partido Comunista.
En la trinchera opuesta, el cuadro era absolutamente diferente. El empresariado, la aristocracia agropecuaria y sus expresiones pol�ticas, e incluso corporativas, tuvieron claro que los medios masivos realizan una funci�n dirigida a la conquista de las conciencias, a despecho de que se autoproclamen objetivos...
En 1970, y al margen de la televisi�n que era universitaria y estatal, los campos de la prensa escrita y de la radiodifusi�n estaban dominados por diez grupos cuasi monop�licos:


1. El Mercurio/Lord Cochrane
2. Empresa Editora Zig Zag
3. Radio Miner�a
4. Radio Portales
5. Consorcio Period�stico de Chile, COPESA
6. Compa��a Chilena de Comunicaciones
7. Emisora Presidente Balmaceda
8. Sociedad Period�stica del Sur, SOPESUR
9. Sociedad Nacional de Agricultura
10. Radioemisoras Unidas

Naturalmente, esos diez consorcios respond�an a un n�mero igual de clanes econ�micos significativos en el control de la industria, el sistema bancario y, en general, de las finanzas del pa�s. Si radio Balmaceda pertenec�a al magnate Yarur y radio Portales al empresario Hirmas, cabezas de un c�rtel de f�bricas textiles, otras radioemisoras representaban corporativamente a potentados mineros o agr�colas.
Desde el �ngulo espec�ficamente comunicacional, el m�s poderoso parec�a ser El Mercurio/Lord Cochrane, con 9 diarios a lo largo de Chile (hoy edita 15), y junto con Zig Zag ejerc�an en la pr�ctica el monopolio del negocio revistero nacional. A su vez, El Mercurio, SOPESUR y COPESA controlaban el 80 por ciento de la producci�n nacional de diarios, con una tirada superior a los 500 mil ejemplares.

Ese gigantesco aparato publicitario confeccion� y difundi�, por iniciativa norteamericana, la bien denominada Campa�a del Terror que se puso en marcha en las elecciones presidenciales de 1964. Despu�s del golpe militar del �73 se supo c�mo la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) invent�, financi�, prest� asistencia t�cnica y pag� a periodistas para que mintieran descaradamente. El episodio se repetir�a durante los tres a�os del gobierno allendista.
Para las elecciones presidenciales de 1970 se frustr� el orquestado empe�o publicitario contra la coalici�n de la Unidad Popular, pero aquellos medios volvieron a colocarse a las �rdenes de la CIA para impedir que Allende asumiera el poder. En el per�odo de septiembre a noviembre de 1970, entre la elecci�n presidencial y la transmisi�n del mando, la extrema derecha procur� �con la pasividad dem�crata cristiana� el llamado "golpe legal", consistente en que el Congreso Nacional designara presidente a Jorge Alessandri Rodr�guez, segundo en los comicios.
Una vez elegido Salvador Allende, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, se apresur� a advertir: La elecci�n de un presidente socialista puede tener profundas implicaciones no s�lo para su pueblo, sino tambi�n para el sistema interamericano. La legitimidad de este gobierno no est� cuestionada, pero su ideolog�a puede influir en sus acciones. De estas afirmaciones se deduc�a: a) Un adelanto del "gobierno mundial" que hoy quiere practicar Washington con la dictaci�n de leyes extraterritoriales; b) No se puede "pensar" m�s que como capitalista; y c) No puede existir otro sistema que no sea el capitalista.


Clar�n(30/6/1973)
Allende y la Unidad Popular rechazaron en�rgicamente tales pretensiones de pontificar sobre el destino de Chile, mientras las palabras de Nixon coincid�an con el nuevo plan de provocar un golpe militar mediante el secuestro del comandante en jefe del Ej�rcito, general Ren� Schneider. De fuente norteamericana, se sabe que la CIA entreg� incluso armas a quienes terminaron asesinando al general Schneider. La prensa anti allendista estaba tan comprometida en el complot, que propag�, desconcertada, la falacia incongruente de un "infiltrado socialista" entre los criminales.

Etapa de guerra psicol�gica


Instalado el gobierno de Salvador Allende se agudiz� de manera intensa la lucha ideol�gica, como efecto de los cambios estructurales considerados un tr�nsito hacia el socialismo, de la real participaci�n de las masas en las decisiones y del terror/p�nico de la oligarqu�a financiera de perder parte de sus privilegios. Junto con las manifestaciones pol�tico partidarias en el parlamento y otras instancias, la expresi�n m�s tenaz y eficiente de aquella guerra psicol�gica fueron los medios de comunicaci�n masiva.
El sabotaje econ�mico, el desabastecimiento deliberado por los productores y un virtual bloqueo financiero internacional, acompa�aron una renovada campa�a publicitaria ahora perfectamente planificada y provista de abundantes d�lares. Los temas en ese campo fueron, entre otros, entregar al p�blico la sensaci�n de desgobierno, descr�dito de las autoridades (en primer t�rmino, del Presidente), fomento de la violencia, difusi�n de inexistentes amenazas a los poderes legislativo y judicial y, la mentira mayor, una carencia de libertad de prensa en Chile.
Resulta incre�ble que todav�a haya gente que sigue repitiendo esas paparruchadas, a 23 a�os del golpe y despu�s que el Senado de Estados Unidos dej� claro en 1974 que todo fue inventado para crear las condiciones del derrocamiento de Allende. El informe "Covert Action in Chile", emitido por el comit� presidido por Frank Church e integrado por otros diez senadores, se�ala con meridiana claridad que la CIA soborn� (l�ase, compr�) a ejecutivos y periodistas de El Mercurio; que fund� publicaciones como el diario Tribuna, la revista Sepa, entre otras; y que en los hechos infiltr� a lo menos la mitad del mundo period�stico entre 1970-73.
La infiltraci�n del periodismo fue comenzada muchos a�os antes por la CIA. En su investigaci�n de documentos secretos recientemente desclasificados por el gobierno norteamericano (Soberanos e Intervenidos), Joan E. Garc�s concluye que en junio de 1964 la CIA produc�a 24 informativos radiales diarios en Santiago y provincias, 26 programas de "debate" por semana y subsidiaba a "medios de informaci�n afines".

Agosto de 1973: Cr�nica de un �golpe anunciado�

 

En referencia directa a la acci�n de la CIA en 1970-73, el "Informe Church" apunta, por ejemplo:
�"Inclu�a un grupo de apoyo period�stico que suministraba art�culos sobre pol�tica, editoriales y noticias para colocar en la prensa y en la radio".
�"Otro de los proyectos proporcionaba fondos para fichas (nombre eufem�stico de agentes) individuales en la prensa".
�"Otras fichas, empleados todos de El Mercurio, permit�an que la Estaci�n CIA publicara m�s de un editorial al d�a basado en sus orientaciones".
�"La campa�a de propaganda ten�a varios componentes. Las predicciones del colapso econ�mico con Allende eran reproducidas por peri�dicos europeos y latinoamericanos en art�culos originales de la CIA".
�"El Mercurio fue uno de los principales canales de propaganda en 1970-73, como lo hab�a sido en las elecciones de 1970 y en el per�odo anterior a la posesi�n de Allende" (4/11/70).
Ahora bien, ni las fichas ni los empresarios de la noticia hicieron su labor gratis, pese a que supon�a la defensa de sus intereses. El Informe Church proporciona algunas cifras aprobadas por el Comit� 40 para las operaciones ilegales en Chile. He aqu� algo del reparto de d�lares:

1970

Marzo 25: El Comit� aprueba 125.000 d�lares para "operaci�n de descr�dito de la Unidad Popular".
Junio 27: Se acuerdan 300.000 d�lares adicionales.
Septiembre 9: Se aprueban 700.000 d�lares para El Mercurio.
1972

Abril 11: Otros 965.000 d�lares para El Mercurio.
Entre 1963 y 1973 �asegura el Comit� Church� se gastaron en Chile 12 millones 300 mil d�lares solamente en el "rubro prensa".

Tribuna (6/9/1973).

Libertad/Libertinaje

  Durante la etapa de preparaci�n del golpe, hubo en Chile irrestricta libertad de prensa y de expresi�n y, desde luego, no se elabor� una nueva legislaci�n sobre el tema. La supuesta opresi�n del periodismo fue una ficci�n que se estrellaba contra la realidad, pero igualmente proclamada como "verdad" por El Mercurio, Las Ultimas Noticias, La Segunda, La Tercera, Tribuna (creadas con fondos CIA) y, m�s sibilinamente, por La Prensa.
 

�Clima period�stico� pre-golpe

 


 
Todos estos diarios de oposici�n al gobierno de la �poca ten�an una tirada aproximada de 540.000 ejemplares, a los que debe agregarse el efecto multiplicador de tres lectores por peri�dico. Los medios que respaldaban al gobierno de Salvador Allende se hab�an incrementado con el matutino gubernamental La Naci�n, el nuevo diario Puro Chile y con Clar�n, que hab�a abandonado su dicotom�a. Con todo, agregados El Siglo y Las Noticias de Ultima Hora, la tirada total se acercaba s�lo a los 350.000 ejemplares.

Clar�n (30/6/1973)

Sin embargo, la correlaci�n de fuerza comunicacional vari� m�s en el campo de la radiodifusi�n, �rea en que los sectores populares llegaron a controlar 40 radioemisoras contra 115 de la oposici�n. Entre las 40 radios proclives al gobierno constitucional se registra, por primera vez, la propiedad de partidos pol�ticos y organizaciones sociales. Por ejemplo, el Partido Socialista adquiri� la radio Corporaci�n; el Partido Comunista, la radio Magallanes; la Central Unica de Trabajadores (CUT), sac� al aire la radio Luis Emilio Recabarren; el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) adquiri� una estaci�n local denominada entonces radio Nacional; y el partido Radical tuvo la emisora Del Pac�fico.
En estos t�rminos deber�a adicionarse al gobierno 11 peri�dicos provinciales, alrededor de un centenar de revistas, particularmente las de Editorial Quimant�, empresa editora del estado, y los canales de televisi�n estatal y de la Universidad de Chile.

 

CIRCULACION DE DIARIOS PRO GOBIERNO A�O 1972


Diario - Ejemplares Clar�n - 220.000
El Siglo - 29.000
Puro Chile - 25.000
La Naci�n - 21.000
Ultima Hora - 17.000
Total - 312.000

CIRCULACION DE DIARIOS DE OPOSICION A�O 1972

Diario - Ejemplares
La Tercera - 220.000
El Mercurio - 126.000
Las Ultimas Noticias - 81.000
La Segunda - 55.000
Tribuna - 40.000
La Prensa - 29.000

Total - 541.000


Como sea, en esos tiempos de libertad de expresi�n la oposici�n conservadora practic� el periodismo m�s inmoral que haya conocido Chile, plagado de mentiras fabulosas, de insultos acompa�ados de lenguaje soez y, por cierto, orientado a objetivos carentes de �tica, como la ruptura del orden constitucional. Esa prensa impuso un estilo que cay� de lleno en el libertinaje y que, lamentablemente, fue imitado parcialmente por los peri�dicos progresistas, donde algunos incluso procuraron superar al adversario en el reemplazo de los argumentos por los insultos, las palabras gruesas o el lenguaje delictual.
Al terminar la dictadura de Pinochet, el Colegio de Periodistas procur� hacer un balance de la actitud de la prensa en el per�odo pre golpe. La conclusi�n b�sica fue que unos y otros cometieron el error de incrementar una suerte de caos nacional que habr�a coadyuvado a la ruptura de la institucionalidad.
Esa deducci�n nos parece profundamente equivocada y tiene origen, seguramente, en la circunstancia que los analistas observaron un tanto mec�nicamente los contenidos de aquellas dos trincheras pol�ticas. Es decir, no consideraron el asunto desde un punto de vista �tico, pues uno de esos combatientes quer�a mantener lo que se hab�a ganado democr�ticamente en las urnas, en tanto que el otro bando persegu�a lo que cualquiera pod�a adivinar: un pa�s sin libertades y te�ido por el rojo sangre de millares de muertos con violencia.

Operaci�n silencio


El silenciamiento de la prensa comenz� en la ma�ana misma del 11 de septiembre de 1973, cuando el Bando N� 1 orden� cerrar a los peri�dicos y decret� la mudez para las radios, so pena de represalias f�sicas que siempre se cumplieron.
Mucha gente estaba comprometida con el golpe militar y uno de ellos fue el entonces presidente del Colegio de Periodistas, Carlos Sep�lveda Vergara, quien pas� a dirigir el primer diario de los golpistas, La Patria, reemplazado despu�s por El Cronista, dos sustitutos de corta vida de La Naci�n. En la verg�enza de esa aventura, Sep�lveda fue acompa�ado por otros consejeros.
Sin plantearse una competencia macabra, puede afirmarse que los periodistas, proporcionalmente, fueron terriblemente perseguidos por la tiran�a. Las Federaci�n Latinoamericana de Periodistas (FELAP) registraba en 1976 una cifra de 20 periodistas y comunicadores asesinados o desaparecidos. En los a�os siguientes la n�mina se increment� con nuevos asesinatos, entre ellos el homicidio de Jos� Carrasco, ocurrido el 8 de septiembre de 1986, todav�a impune, como los dem�s cr�menes. En el balance de los agravios se cuenta el medio centenar de periodistas convertidos en prisioneros de guerra, alrededor de 300 exiliados y un millar de desempleados.
La censura, el t�rmino de las libertades p�blicas y la violaci�n de todos los derechos humanos, enmarcaron la creaci�n de una prensa uniformada que por m�s de tres lustros difundi� la mentira oficial de cada d�a. Pasar�an muchos a�os antes que pudiera emerger una prensa opositora, aunque sujeta a la arbitrariedad, incluida la clausura y la amenaza permanente.
Conformar ese modelo de prensa fue f�cil, pues s�lo permanecieron los medios que respaldaron el golpe, en tanto que los otros desaparecieron, junto con la apropiaci�n de sus bienes, y simult�neamente con la proscripci�n de los partidos pol�ticos, de los sindicatos, de las organizaciones sociales y hasta de los colegios profesionales, aunque varios tambi�n propiciaron la ruptura institucional.

Robo de la maquinaria

La supresi�n de cualquier expresi�n opositora y el inmovilismo social impuestos a sangre y fuego se unieron a una medida cuyas secuelas permanecen: el saqueo y un gigantesco robo de los bienes de las v�ctimas, iniciado con el hurto de los objetos materiales pertenecientes al presidente Allende.
Partidos pol�ticos, sindicatos y personas naturales fueron despojados de 111 propiedades, l�ase bienes inmuebles, y de una cantidad imprecisa de bienes muebles. Los robos recrudecieron al aparecer la siniestra Direcci�n Nacional de Inteligencia (DINA). Cuando en 1991 se procur� sistematizar la magnitud del bot�n para efectos de eventuales devoluciones o indemnizaciones, se registr� a 23 personas naturales o jur�dicas robadas.
Calculado con valores de 1973, este gigantesco bot�n del golpismo asciende a 20 mil 200 millones de pesos. Mas, �cu�ntos asesinados no pudieron reclamar sus autom�viles u otros bienes? �Cu�ntos saqueos, como el del ex Congreso Nacional, no han podido ser aclarados?
Todos los partidos de la Unidad Popular, m�s la Democracia Cristiana, fueron robados y en muchas ocasiones la exacci�n correspondi� a recintos o instalaciones de medios de comunicaci�n.
Junto con la clausura, El Siglo, Puro Chile, Las Noticias de Ultima Hora, Punto Final y otros medios, perdieron simult�neamente sus bienes. Al Partido Socialista se le quit� radio Corporaci�n y la infraestructura de su cadena nacional, instalaciones que pasaron al Ej�rcito y despu�s, a la emisora oficial de la dictadura, la nueva radio Nacional.
De igual manera se procedi� con las imprentas del Partido Comunista, con 40 radios clausuradas y con las propiedades e imprentas de la empresa editora de Clar�n. Ninguno de estos robos ha sido reparado hasta hoy.

Los disidentes no tienen expresi�n

Todo lo rese�ado constituye un fundamento para afirmar que hoy, terminando el a�o 1996, no existe todav�a en Chile una aut�ntica libertad de expresi�n y de informaci�n, carencia acentuada por la concentraci�n de la propiedad y de los contenidos de los �rganos informativos, rasgo que impide el pluralismo.
Contrariamente a lo que ocurr�a en la segunda mitad de los �60 y en los tres a�os de la Unidad Popular, los disidentes del modelo ideol�gico de dominaci�n imperante no tienen voz. Una mayor�a de la poblaci�n est� impedida de expresase en la comunicaci�n masiva, mientras tribunales militares refuerzan la limitaci�n de la libertad informativa al juzgar en tiempos de paz a periodistas y medios.
Los periodistas, que de alg�n modo sobrevivieron a la tiran�a m�s sangrienta de la historia de Chile, y sobre todo las generaciones de j�venes informadores, est�n llamados a luchar por restablecer aqu� el derecho del pueblo a ser informado veraz y oportunamente.
Hern�n Uribe, es profesor de la Universidad de La Rep�blica, sub director de la revista Punto Final y presidente de la Comisi�n Latinoamericana Investigadora de Atentados a Periodistas (CIAP-FELAP), autor de cuatro libros y de 30 ensayos, dirigente el Consejo Nacional del Colegio de Periodistas en seis per�odos.

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