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Salvador Allende

8 de octubre del 2003

Ultima reunión de Salvador Allende con periodistas
Mi deber es impedir una guerra civil que causaría 50 mil muertos

Hernán Uribe
Paralelo 21
Acabado septiembre de 2003 la prensa chilena que respaldó el golpe de estado de 1973, ha callado, pero quienes estuvimos en la trinchera opuesta tenemos aún mucho que decir.

La última vez que vi y hablé con el presidente Salvador Allende fue el siete de septiembre de 1973, es decir, prácticamente tres días antes del golpe militar y mi impresión y creo que también la de otros colegas, fue que él estaba convencido de que la asonada castrense era casi inevitable y de que la enfrentaría a riesgo de su propia vida. Más que eso, mi convicción fue la de que aquel hombre que sólo buscaba bienestar de su pueblo, estaba seguro de que sería sacrificado.

Rememoré entonces las palabras que había proclamado en diciembre de l971:

"Que lo sepan: dejaré La Moneda(palacio presidencial) cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera. Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: defenderé esta revolución chilena y defenderé al Gobierno Popular, porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa: sólo acribillándome a balazos podrán impedir mi voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo".

El presidente había convocado a varios periodistas responsables de órganos de difusión que respaldaban a su Gobierno y entre los cuales me encontraba como director del diario "Las Noticias de Ultima Hora", entonces vocero del Partido Socialista.(Este periódico fue clausurado el mismo día del golpe y no ha reaparecido). El encuentro se efectuó en el salón del Consejo de Ministros que luego sería completamente demolido por las bombas y era contiguo al Salón Rojo donde murió el Jefe de Estado. Recuerdo la presencia allí de mis colegas y amigos, Augusto Olivares (director y del canal estatal de televisión y consejero del presidente) quien moriría también el día 11 en el combate de La Moneda; y de José Gómez López (director del matutino "Puro Chile") quien luego estaría encarcelado durante cuatro años. La prisión y el exilio llevaron también a Pepe a la tumba.

Muy serio, sereno, sobre sus hombros una capa de médico, el presidente se mostraba preocupado, pero habló con tranquilidad para solicitar la colaboración de la prensa, sobre todo en el tratamiento hacia las fuerzas armadas. El ambiente en Chile en esos momentos era electrizante; había consenso en la inminencia de un golpe de estado, postergado solamente- en opinión de Allende- porque los facciosos no lograban todavía la unanimidad dentro de los cuerpos castrenses para sus objetivos anticonstitucionales.

En aquellos días se incrementaban las acciones terroristas a cargo de grupos extremo derechistas; se había asesinado al edecán naval del presidente, comandante Arturo Araya y el 29 de junio había abortado un complot militar al dominarse la sublevación del regimiento "Blindado N* 2, Maturana", cuyos tanques cercaron La Moneda durante cinco horas y causaron una treintena de muertos entre civiles y militares. El general que dirigió la acción en contra de los alzados, se llamaba Augusto Pinochet Ugarte, quien era a la sazón el segundo hombre del ejército(Jefe del Estado Mayor) y que pronto se sabría, quería un golpe para él y despreciaba levantamientos sin destino.

Septiembre cinco: Anticipo del golpe

En los hechos, las maniobras golpistas se iniciaron el 5 de septiembre y fueron hechas públicas por el diario ultraderechista "Tribuna" que tituló ese día "Ultimátum de la Armada a Allende". Los almirantes, decía el texto, pedían la renuncia del comandante en jefe de la marina, almirante Raúl Montero (constitucionalista) y su reemplazo por el golpista José Toribio Merino. El suceso fue real y nos lo confirmó el doctor Allende. Ese mismo día, 7 de septiembre, parte de la Armada debía zarpar a fin de participar en maniobras navales (las conocidas UNITAS) con la escuadra estadounidense, pero no lo hizo en espera de una respuesta del Presidente quien, como es sabido, rechazó la exigencia.(Merino y otros confabulados depusieron a Montero, lo dejaron prisionero y en la noche del 10 de septiembre sus fuerzas prácticamente ocuparon el puerto de Valparaíso).

Ante ese dramático panorama, el Presidente pedía un tratamiento informativo hacia las fuerzas armadas que no agravara la situación. En esos días, las FF.AA. recibían críticas de los medios derechistas que las incitaban al derrocamiento del Gobierno, pero también, en los órganos de izquierda eran acogidas las denuncias de los trabajadores sobre la brutalidad empleada en los sistemáticos allanamientos que practicaban los uniformados en las industrias en busca de inexistentes armamentos.

Allende nos estaba trasmitiendo quejas de los Altos Mandos por las informaciones y los comentarios periodísticos, y opinó que las agresiones periodísticas de la derecha perseguían descabezar los mandos para lograr la convergencia de las tres ramas, vaticinio cumplido tres días más tarde.

Según mis apuntes, las siguientes son algunas de otros pensamientos expresados en la ocasión por Allende:

- Nosotros hemos escogido un camino: construir las bases del socialismo dentro de la legalidad burguesa que heredamos. Si nos salimos un ápice de esa legalidad- como lo desean nuestros adversarios- se desatarían de inmediato acontecimientos violentos. Hoy el mundo, los pueblos de todo el orbe, miran hacia Chile como un ejemplo del más alto respeto a los derechos humanos y a las libertades públicas.

- Yo podría llamar al pueblo a la lucha y a ustedes les consta que millares y millares acudirían a ese llamado. Pero, mi deber es evitar la guerra civil, evitar el enfrentamiento. La guerra civil es el arma del enemigo para sumir a Chile en la anarquía. Un enfrentamiento enlutaría a todo el país; provocaría 50 mil muertos, daños y destrucción sin precedentes.

- Mi decisión es la de evitar el enfrentamiento por todos los medios a mi alcance

- El enemigo ha utilizado todos los recursos: el bloqueo, el sabotaje, el terrorismo y ha fracasado. Fracasó también en sus intentos de lograr una mayoría parlamentaria para destituirme. Fracasados en el plano político, su único y último recurso es el golpe de estado.

Las palabras de Allende en esa tensa reunión, las últimas que la mayoría de periodistas presentes le escuchó de viva voz, no pueden ser olvidadas porque subrayan que, a pesar de sus correctas intenciones como gobernante responsable, él mismo percibía lo inevitable del trastorno institucional. Explican asimismo que él, en persona, haya dirigido las acciones en el desigual combate de La Moneda.

Ya de pie y a modo de despedida, afirmó: "Les repito. Haré todos los esfuerzos para evitar un enfrentamiento. La situación, sin embargo, es delicadísima. Ustedes juzgarán. Yo les recomiendo que tomen medidas para informar a Chile desde la clandestinidad". Fue un trágico y cumplido vaticinio.

Santiago de Chile, octubre de 2003
Radio Universidad de Guadalajara, México. www.radio.udg.mx