Allende: ''de La Moneda me sacaran en pijama de palo''
Iván Gutiérrez Lozano
www.portaldenegocios.cl "Miré mis manos y estaban sudorosas, realmente no quería morir, era joven y tenía toda una vida por delante y además poseía un documento importante para la historia de Chile Hernán Barahona, periodista de Radio Magallanes en 1973.
"Trabajadores de mi Patria tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse". (Las últimas palabras del Presidente Allende)"
Estas palabras forman parte del último discurso que el entonces presidente Salvador Allende pronunció por las ondas de Radio Magallanes al dirigirse a todos los chilenos el 11 de septiembre de 1973, en momentos que se gestaba el golpe militar liderado por Augusto Pinochet (1973-90), en el Palacio de Gobierno de La Moneda.
El optimismo, la fuerza de la pasión y la integridad política que emanó de ese discurso llegó al éter por el olfato de un joven reportero que supo guardar la cinta y la voz de "Chicho", como cariñosamente le decía su pueblo, para que la escuchara el mundo.
A pocos días de cumplirse los 30 años de la asonada golpista, acordamos reunirnos con Hernán Barahona en un bullicioso restaurante en la céntrica Alameda de Santiago de Chile.
Barahona ahora es director de Radio Nuevo Mundo. Su pluma insomne también le hizo escribir un libro (Chile acusa y advierte) y su verbo doctoral lo convirtió en profesor universitario. Aquel joven reportero de Radio Magallanes vivió el destierro de Pinochet en Europa Oriental y Cuba. En más de una hora de conversación, entre tragos y humo, conocimos a un cronista de nuestro tiempo, a un hombre que siempre procura pasar invisible.
Cuando preguntamos que pasó ese día martes 11 de septiembre de 1973, Barahona, ahora de 60 años y una barba de pronunciadas canas, enciende un tercer cigarrillo e inhala, y su mirada se pierde en los recuerdos para aterrizar justo en la mañana donde la traición se impuso y empezaba a destruirse, a sangre y fuego, el sueño de millones de chilenos.
"Eran casi las seis de la mañana del día 11. Venía de casa de unos amigos -relata el periodista- y en la radio anunciaron que sería un día parcial nublado. Me dirigía en mi auto Citroen de color azul cielo hacia la radioemisora, ubicada a sólo algunas cuadras de La Moneda".
"A las 7:30 horas debía, como todos los días, entregar un comentario político sobre la realidad de Chile y en especial sobre el Parlamento, pues era el reportero que cubría esa plaza."
"Sabía que sería una jornada extensa, como eran esos días en el Chile de Allende y la Unidad Popular (UP)..."
Como todo fumador con vicio, Barahona enciende otro Belmont, sus ojos se nublan y sus palabras se entrecortan. Sólo un sorbo de cerveza permite que continué con su relato.
"Al llegar a La Moneda a las 6:50 horas de la mañana ya estaba rodeada por militares, pensé que podrían ser leales al presidente Allende y la Constitución... pude cruzar el cordón porque contaba con una credencial de periodista y logro llegar a los estudios de Radio Magallanes".
La situación indicaba que se gestaba un golpe militar. Recordar que el 29 de junio se había realizado un intento de complot cuando los tanques salieron a las calles y rodearon la sede presidencial. El pueblo de Santiago pudo sofocar la asonada. Desde esa fecha los hechos de violencia en el escenario político nacional no dejaban reaccionar a los partidarios de la UP.
Mientras la derecha golpeaba las puertas de los cuarteles, Allende trabajaba día tras día por solucionar las dificultades de la compleja realidad nacional: los opositores a su gobierno habían decidido derrocarlo, y más aún, traicionar la Constitución que tantas veces utilizaron para alcanzar el poder.
Entre los dirigentes oficialistas había dos ideas para salir de la crisis: unos estaban por avanzar consolidando y otros avanzar sin tranzar. Allende llegó a la conclusión que había que consolidar lo avanzado.
Ese 11 de septiembre, en la Universidad Técnica del Estado, el mandatario socialista pronunciaría un discurso para realizar un plebiscito. Esperaba que el pueblo dilucidara sobre la continuidad del gobierno de la UP.
ALLENDE LLAMA A RADIO MAGALLANES
"Cuando pude cruzar La Moneda, pensé que ese día no sería normal. Los hechos me lo confirmaron horas después", nos relata el periodista.
Allende aún se encontraba en su casa de Tomás Moro, en el oriente de Santiago. En el centro de la ciudad empezaban a llegar los empleados de las instancias públicas y privadas. En todo el país, millones de trabajadores estaban decididos a convertir a Chile en una nación que podía producir su propio sustento, como llamó en varias ocasiones el gobernante.
"Al llegar a Radio Magallanes subí hasta el sexto piso, ingresé a las oficinas de prensa y me encontré con Fernando Barraza, quien era el periodista de turno. Amado Felipe fungía como radio controlador y Agustín Fernández leía las noticias", narra Barahona.
"En mi comentario de ese día apoyaría la propuesta de Allende de llamar a un plebiscito y alertar a los chilenos de un posible golpe de Estado, el cual estaba siendo preparando por sectores fascistas. En fin, reiteraba el llamado para defender la Constitución y los procesos de la UP".
Magallanes era la radioemisora del Partido Comunista (PC) y contaba con cobertura nacional. Tenía un teléfono directo con la residencia de Allende y el Palacio de Gobierno.
"A las 7:40 el radio controlador me indica que el mandatario llama de forma urgente desde su casa. Como estaba allí tomé el llamado y puede conversar con él..."
Barahona toma un respiro, su mirada se pierde entre las luces del local, sus manos se mueven lentamente. Con su voz gastada por los años relata la conversación con Allende.
- Habla el compañero Presidente... ¿con quién hablo?
- Con Hernán Barahona, periodista ...
- Hernán, tengo informaciones que la Marina en Valparaíso se ha rebelado...
- ¿Pero compañero Presidente... es sólo la Marina? ¿Usted tiene antecedentes que si el Ejército u otra rama de las Fuerzas Armadas está en la misma actitud?
Allende responde un poco enojado: -Por eso los llamo a ustedes. Yo sé que sé levantó la Marina. Quiero saber si tienen más informaciones con respecto a lo comentado por usted.
En medio de la tensa conversación, Barahona explicó al presidente que no tenía más informaciones y sólo contaba con la noticia proporcionada por él. Sin embargo, le comentó que al llegar a la radio vio que La Moneda estaba rodeada de militares y desconocía si eran leales al gobierno.
"En ese momento -señala el profesor universitario- Allende me comunica que quiere dirigirse al país, a través de la cadena voluntaria de radioemisoras de la Voz de la Patria. Le pido al presidente que espere para comunicarme con la dirección del PC y recabar más informaciones sobre sus dudas".
"En el PC me informaron que tenía que leer la declaración completa que había salido en el diario El Siglo bajo el titular: Todos a sus puestos de combate. Cuando terminé de leer el editorial -sigue en su reseña el periodista- empezaron las llamadas a la radio amenazándonos que nos iban a silenciar".
En su momento cada uno de los integrantes del equipo periodístico y técnico decidió defender los postulados del gobierno de Allende y quedarse hasta el final. Al detenerse en su relato, Barahona reflexiona en silencio sobre aquellos llamados que se hicieron al pueblo esa mañana para que rodeara La Moneda.
Nos comenta: "fueron llamados temerarios porque no sabíamos las dimensiones del golpe que se gestaba".
DE LA MONEDA ME SACARAN EN PIJAMA DE PALO
"Me encontraba en la sala de prensa y podía escuchar los aviones que pasaban rasantes por el centro de Santiago: habían destruido las plantas transmisoras de Radio Corporación y Radio Portales y trataban infructuosamente de interferirnos", apunta el profesional.
"Teníamos miedo, pero debíamos seguir al aire. Nuestro deber era dar a conocer al mundo como se destruía la democracia en Chile".
A las 9:03 de ese fatídico día 11, Allende nuevamente se comunica con Radio Magallanes y Barahona tuvo la oportunidad deconversar en privado con el mandatario, quien con voz tranquila, pero firme le espeta: "de La Moneda me sacaran en pijama de palo".
Con esa frase, el gobernante ratifica su decisión de morir en combate. Minutos más tarde, cuando sale al aire describe: "en estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen".
Más adelante agrega: "yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato consciente de un Presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas"...
"Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta Patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra... roto la doctrina de las Fuerzas Armadas".
A las 9:10, Allende se dirige nuevamente a la nación. "Supuse que serían sus últimas palabras -comenta Barahona- y grabé sus palabras, aunque todos los discursos de ese día estaban siendo grabados en el estudio master de la radio. Pero en una ocasión el radio control grabó las cintas al revés".
Ante posibles problemas en la parte técnica, el nerviosismo y los gritos que inundaban la radio, "decidí colocar un casete en una grabadora japonesa que estaba en la sala de prensa. Grabé lo que sería el último discurso del presidente Salvador Allende".
"Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de Radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción", dijo Allende.
Sostuvo que "sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros".
Ante estos hechos -sentenció el mandatario- sólo me cabe decir a los trabajadores: "¡ No voy a renunciar!"
Minutos después, las ondas de Radio Magallanes fueron acalladas, sus torres transmisoras recibieron impactos de cohetes. Mientras en los estudios trataban infructuosamente de poner nuevamente la señal al aire, La Moneda ardía en llamas y Allende, con sus colaboradores, continuaba en un combate desigual contra los golpistas.
"Quienes se encontraban en la sala de prensa de Magallanes nos sentimos muy tristes y con un gran dolor, al saber que estaban siendo asesinados cientos de chilenos en todas las calles de Chile. Nos reunimos y tomamos decisiones", narra Barahona.
"Unos se quedaron en las oficinas, que estaban un piso más arriba, otros fueron enviados a la planta transmisora y yo, junto a al radio controlador Federico Godoy, me marché de la radio a sabiendas que podría morir en la calle".
PARA QUE LA VOZ DE ALLENDE SE ESCUCHE EN EL MUNDO
Al retirarse de Magallanes, Barahona tenía en su bolsillo un documento histórico: las palabras del extinto presidente. Sabía muy bien que si quedaba en los estudios de la radio esta podría ser allanada y sus archivos destruidos.
El joven periodista decide salir junto a su amigo, el "negro" Godoy, baja las escaleras del céntrico edificio e inicia una dramática aventura que terminaría en la ex Republica Democrática de Alemania (RDA).
"Salimos del edificio, tras saltar una reja, tenía 30 años en ese entonces. Los disparos, las bombas y ruidos de sirenas se hacían más intensos, cruzamos la principal avenida de Santiago (Alameda) por un paso nivel y por suerte no había nadie", recuerda aliviado el comunicador.
"Miré mis manos y estaban sudorosas, realmente no quería morir, era joven y tenía toda una vida por delante y además poseía un documento importante para la historia de Chile, revela.
Por las desiertas calles de Santiago y a medida que seguían camino hacia el sur, los disparos de metralla se sentían persistentes, pero lejanos. Se notaba que había resistencia a los militares en las poblaciones de la capital.
Eran cerca de las dos de la tarde, y lograron llegar a la casa de Federico, Anita María, esposa del radio control, se alegra de ver a su marido vivo junto a su amigo Barahona, les brinda café y comienza a guardar documentos. A la casa empiezan a llegar otros compañeros a pedir asilo momentáneo.
Barahona en el refugio temporal toma una decisión trascendental: "Federico me tengo que ir". Este le exige que debe quedarse, los golpistas habían declarado el estado de sitio en el país y su nombre estaba en las listas de los más buscados de Chile. Godoy le argumenta que "si los militares te ven en la calle te pasan bala".
El periodista insiste en su decisión y se despide de sus compañeros, a sabiendas que tal vez nunca los volvería a ver. Pasaron tres largos años para poder encontrarse con sus amigos y compañeros.
Salió de la casa del "Negro" a las 17 horas rumbo al hogar de sus padres. "Fue largo el camino, aunque en un día normal podría llegar en 45 minutos. En cada cruce me detenía a ver si pasaba alguna patrulla militar. Mis pensamientos volvían a recordar las palabras de Allende: tengo fe en Chile y su futuro...".
Para el escritor, la tarde santiaguina desaparecía y la noche empezaba a envolver a Santiago, era un anochecer distinto, Chile comenzaba a no ser el mismo.
"Llegue a la casa de mis padres después de sortear patrullas militares e incluso a un regimiento que se encontraba camino a mi hogar." Al llegar a casa de sus progenitores, Barahona vio a un amigo de la familia, un vecino que a mis padres "daba el pésame por mi presunta muerte".
Su familia y millones de radioyentes, al no escuchar más las voces de Magallanes, pensaron que los trabajadores de la estación radial habían sido asesinados por los golpistas. "Mi madre me abrazó y lloró al verme, porque pensó que estaba muerto".
MARIA TERESA Y JOSE SALVARON LA VOZ DE CHICHO
"Mi hermana María Teresa, vivía muy cerca de casa de mis padres, estaba casada con José Weibel, subsecretario general de las Juventudes Comunistas, que hoy está desaparecido", narra Barahona. Puntualiza que "debía llegar a la casa de José y entregar el cassete. Sabía muy bien que ese documento en las manos de la dirección política del PC saldría muy pronto del país".
"Toqué la puerta de casa de mi hermana, no salía nadie ...grité y dije a María Teresa que era yo. Por fin abrió la puerta y le comento si ha visto a José... me dice que no, pero que lo verá después".
Explica que tiene el discurso de Allende y resulta importante que salga ese documento del país. Ella lo recibe y señala que el documento llegara a buen destino.
"Nos despedimos con un fuerte abrazo, al cerrar la puerta ella abre la cortina de la ventana y veo como su mirada me sigue hasta perderme al final de la calle", evoca Barahona.
"Desde ese día no volví a ver a mi hermana. Viví en el entretecho de una fábrica durante casi un año. Ahí escribo y escucho Radio Moscú. Un compañero retiraba los artículos para editarlos en el periódico Unidad Antifascista, una publicación pequeña, modesta, que nació casi el mismo día del golpe".
En 1974 se asiló en una dependencia de la embajada de la ex RDA en Chile. Cinco años después se reencuentra con su hermana en la ciudad de Praga, antigua Checoslovaquia. "Pregunto por José, mi cuñado y gran amigo. El silencio lo dice todo: es detenido desaparecido".
Barahona dice que puede morir mañana: cumplió la misión que se autodesignó el día 11 en la sala de prensa de Radio Magallanes.
* El autor es Secretario de la Asociación de Corresponsales Extranjeros acreditados en Chile. Redactor de Prensa Latina y Director de www.portaldenegocios.cl