El Siglo
Inspirado en la necesidad de hacer justicia y derrotar el olvido, en agosto de 1998 el Centro Artístico y Cultural Víctor Jara -cuya labor fundamental ha sido la realización durante 10 versiones del Festival Víctor Jara- lanzó una campaña nacional destinada a conseguir el cambio de nombre del Estadio Chile por Estadio Víctor Jara.
Desde ese minuto, comenzó la recolección de firmas en el centro de Santiago, en las universidades, en liceos, en conciertos masivos, en sedes sociales y políticas, en varias regiones del país y en los lugares más insólitos y olvidados de la patria. Del mismo modo, a través de internet, cientos de chilenos y ciudadanos de diversas nacionalidades hicieron llegar su adhesión a esta causa. Fueron los anónimos de siempre, los comprometidos, los humildes, los que día a día fueron convenciendo, cargando mesas para la campaña, fotocopiando y repartiendo fichas de apoyo a la iniciativa.
Poco a poco la idea se fue instalando y haciendo propia de amplios sectores del mundo artístico, cultural, social y político del país. La lista de personalidades que respaldaron la campaña incluye a los más diversos exponentes de la cultura, la política y la sociedad chilena: las federaciones de estudiantes de las universidades más importantes del país, la Sociedad de Escritores de Chile, el Colegio de Profesores, el Partido y la Juventud Comunista, la Central Unitaria de Trabajadores, Rectores de Universidades, los conjuntos Illapu, Inti-Illimani, Sol y Lluvia, Joe Vasconcellos entre muchos otros, a los que se agregaron los artistas de talla mundial como Manu Chao, Fermín Muguruza, el trovador español Ismael Serrano e innumerables representantes de diversas disciplinas creativas. El motor se había echado a andar y siguió su camino con el trabajo de decenas de organizaciones sociales, políticas y culturales de base.
La adhesión fue notable, lo que se expreso en la recolección de cerca de 40.000 firmas. Con este aval, durante 1998 y luego de varias conferencias de prensa en el Colegio de Profesores y la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile FECH -que fueron acompañadas por columnas de opinión en diversos medios de comunicación- se realizó una reunión con el director de la Dirección General de Deportes y Recreación (DIGEDER), quien manifestó su oposición a la iniciativa dado que a su juicio "Víctor Jara no representa a todos los chilenos". Curiosa la respuesta de este funcionario, por decir lo menos.
El tiempo pasó y con el cambio de autoridades provocado por las elecciones presidenciales de 1999-2000, durante los primeros meses de 2000 la secretaria general del Partido Comunista, Gladys Marín, en conjunto con el Centro Cultural Víctor Jara, solicitaron una reunión al ministro de Defensa. En la ocasión, y con la presencia de la Fundación Víctor Jara que fue fraternalmente invitada a la reunión, se hizo presente al ministro de Defensa (de quien dependía la DIGEDER, actual ChileDeportes) los logros de la campaña. Se insistió en la idea y en esa oportunidad el ministro Fernández se comprometió a realizar las gestiones para materializar el cambio de nombre el 28 de septiembre de 2000, día en que se conmemoraba un nuevo cumpleaños de Víctor. Las promesas no se cumplieron.
Los años pasaron, las dilaciones fueron eternas y por expreso ofrecimiento de las autoridades de gobierno se prometió que el Estadio sería entregado a la Fundación Víctor Jara para transformarlo en un Centro de Arte y Cultura Popular. Mientras las autoridades democráticas dilataron por varias veces sucesivas los proyectos presentados por la Fundación Víctor Jara, los artistas, los periodistas democráticos y el pueblo chileno decidió espontáneamente pasar nuevamente a la ofensiva bautizando en los hechos el estadio como VICTOR JARA. En decenas de afiches convocando a actividades en el estadio apareció el nombre que el pueblo quiso. En diarios, radios y TV muchos periodistas nombraron al estadio como Víctor Jara. En el alma de los más sencillos sabíamos que ir al estadio era ir al Víctor Jara, y así lo decíamos.
Cuando el 12 de septiembre -y luego de largos 5 años- las autoridades cambien por fin el nombre del estadio con gran pompa y ocupando todas las cámaras para demostrar su voluntad de aceptar la voz del pueblo (sabiendo, además, que muchas de esas autoridades ni siquiera firmaron ni menos hicieron campaña), estaremos nuevamente nosotros, los anónimos, los que hicimos la campaña por el cambio de nombre, los que pegamos afiches y tiramos volantes, los que convencimos a todo Chile, los que no andaremos paseando frente a las cámaras pensando en quizás qué campaña futura.
Esta es una victoria de la persistencia y la justeza de una causa que viene a demostrar que la voz del pueblo es más poderosa que cualquiera decisión de los que gobiernan. Esta es nuestra victoria y estamos felices: el resto, luces de una ceremonia que nos debían hace 5 años.
Estadio Víctor Jara, el lugar donde tantos chilenos sufrieron y donde Víctor encontrara la muerte, tendrás el nombre que el pueblo te hizo merecer. El mismo estadio que viera triunfar tantas a veces a Víctor y donde obtuviera el primer premio del Primer Festival de la Nueva Canción Chilena con "Plegaria a un labrador". El estadio que se suma a calles, parques, plazas, escuelas, teatros, festivales, barcos que le recuerdan, e incluso, arriba de nosotros, una estrella que lleva su nombre.
No queda más que celebrar este triunfo del pueblo, reírnos de alegría junto al chino a quien debemos la idea. Y mantener nuestro espíritu en alto levantando con más fuerza que nunca en estos 30 años la voz de un pueblo que sigue pidiendo y demandando verdad y justicia.
Nadie olvida que a 30 años los asesinos de Víctor siguen caminando, como si nada, libres por las calles.