CHILE, 11 DE SEPTIEMBRE:
Y EL PUEBLO, ¿DÓNDE ESTUVO?
Por Manuel Cortez
En medio de la discusión entre aquellos que tienen acceso a los medios de comunicación, o que simplemente son sus dueños, uno de los temas que ha estado dando vueltas con fuerza las últimas semanas, es aquel que se refiere a la actitud que se debería adoptar frente al pasado y al futuro de nuestro país. Hay quienes dicen, como Sebastián Piñera, que nuestra sociedad es como un matrimonio, y que, luego de las peleas, hay que mirar hacia delante, hay que ver cómo se reconquista el futuro.
La verdad es que si así fuera, se trataría de un matrimonio bien especial: Uno de los cónyuges vive en la casa, calefaccionada o con aire acondicionado, según la época del año, durmiendo en buena cama y sentándose a buena mesa; mientras el otro duerme en una casucha en el patio trasero, recibe las sobras de las comidas, se viste con ropas que el otro desecha y, cada vez que llegan visitas, tiene que desaparecer para no "empañar" el paisaje. La vez que este último cónyuge se quiso rebelar y trató de sentarse un par de veces a la mesa, comprarse unas pilchitas y salir a echar una canita al aire. Uds. ya saben lo que ocurrió. Está claro que, en este caso, el señor Piñera no está por el divorcio.
Todos los personajes de derecha y la mayoría de la DC coinciden en solicitar, en diferentes formas y tonos, que "hay que mirar al futuro", "hay que superar el pasado". La izquierda concertacionista, por su parte, trata de decir algo distinto, pero se caga de susto y, en el mejor de los casos, termina convirtiendo el pasado en un producto adecuado a sus necesidades, lo transforma en un afiche, en un cliché. Hoy, 12 de septiembre, por ejemplo, he visto los primeros afiches del Compañero Allende, con un pie que dice: "Allende, orgullo socialista. Allende, orgullo de Chile", es decir, ¡para vomitar! ¿Recién después de 13 años, sus dirigentes se atreven a acordarse de Allende? ¿Es que olvidaron que dejaron al Chicho solo en La Moneda? Fuimos miles, entre ellos muchos eran también militantes socialistas los que, disciplinadamente, el 11 de septiembre de 1973 nos quedamos esperando las órdenes y las instrucciones en las fábricas, las universidades y las poblaciones. ¿Dónde estaban estos dirigentes socialistas a esas horas? Allende combatió, con un puñado de valientes, más de 4 horas en La Moneda, contra tanques y aviones. Y ¿dónde estaban los dirigentes de su partido? ¿Y ahora lo convierten en afiche para afirmar el negocio de las próximas elecciones? El Chicho se debe estar revolcando dentro de su ataúd.
Linda la idea y la decisión de abrir la puerta de Morandé 80. Pero penoso el show que le montaron los asesores al presidente. Caminando solo por las calles de Santiago, hasta abrir la puerta, de roble americano que costó seis millones de pesos y fue traída especialmente de EE.UU. ¿Es que en Chile no sabemos hacer buenas puertas ni tenemos maderas fuertes y nobles...? ¿Por qué solo? Seamos claros: Él no abrió esa puerta solo, la abrió el Pueblo. La abrieron esos miles que nunca se rindieron y siguieron luchando, ya en las cárceles, en las salas de tortura, en las calles, en la clandestinidad. El odio y la brutalidad de la dictadura no fueron gratuitas, fueron la reacción a la actitud indoblegable del pueblo. Ellos vieron que nos podían detener, torturar, asesinar, desterrar, entrañar, pero no vencer. Fue esa constatación la que los llevaba a reaccionar con la brutalidad que lo hicieron y que terminó por levantar al resto del país. Fueron esas valerosas mujeres que nunca dejaron de pelear por sus seres queridos desaparecidos y a las cuales nadie les ha levantado un monumento. Fueron esos cientos, esos miles de militantes que siguieron trabajando en la clandestinidad, rearmando pacientemente la enorme red de contactos y el tejido social que terminó poniendo al pueblo de pie, que llevó a que triunfara el NO, que llevó al triunfo de Aylwin. Lagos, también hizo su indudable aporte, pero es uno más entre los millones de chilenos que abrieron la puerta de Morandé 80. Quizás debiera haber ido acompañado de un grupo de niños, de un grupo de trabajadores ya curtidos, de mujeres viudas, no sé, pero no debió haber ido solo. Lo queramos o no, la Concertación se ha nutrido de la larga historia de luchas sociales de nuestro pueblo. Eso Allende lo sabía muy bien, y lo refleja con una lealtad, visión y belleza increíble en sus últimas palabras: ".superarán OTROS HOMBRES este momento gris y amargo en que la traición pretende imponerse.
Don Richard, una vez más se equivocaron sus asesores, mucho Hollywood patético de agencia publicitaria. No hacía falta nuestra bandera levantándose como telón apenas Ud. la tocó, déjele esos números a los artistas de verdad. Nuestra lucha es más sencilla, es vida, alegría, poesía, solidaridad, optimismo, y no requiere grandes asesorías ni pirotecnias extras. Una pena que se haya farreado tan linda oportunidad. Por último quisiera compartir con Uds. algo increíblemente bello que aprendí hace algún tiempo. Para el pueblo aymará, el futuro está a la espalda, no se ve, aún no ha llegado, por lo cual no se puede saber cómo será. El pasado, por el contrario, está al frente de nuestros ojos, es lo que hemos vivido, del cual tenemos recuerdos, imágenes, vivencias que nos ayudan a seguir la travesía por la vida. Es el pasado el que nos ayuda a ser fuertes para conquistar el futuro. En el pasado seguimos compartiendo con nuestros antepasados, con sus obras, con sus enseñanzas. Esa cultura, la aymará, es parte de nuestras raíces. No la neguemos. No nos neguemos.
(PIENSACHILE.COM)