Las huellas de la CIA en Chile
Mario Amorós.
Rebelión. / La Fogata
Desde finales de los años 50 y hasta el golpe
de estado del 11 de septiembre de 1973 el ascenso de la izquierda chilena fue
la mayor preocupación de la política exterior latinoamericana
de Estados Unidos después de la revolución cubana. Durante aquellos
años financió a los partidos y medios de comunicación conservadores,
orquestó campañas de propaganda negra contra las candidaturas
presidenciales de Allende, penetró en las Fuerzas Armadas y ya durante
el gobierno de la Unidad Popular (UP) llegó a alentar golpes de estado
en distintas ocasiones.
Aunque la intervención norteamericana se inauguró con la guerra
fría y la ilegalización del Partido Comunista en 1948, ésta
se agudizó a partir de las elecciones presidenciales de 1964, cuando
la Agencia Central de Inteligencia (CIA) sufragó, con veinte millones
de dólares, más de la mitad de los gastos electorales del democristiano
Eduardo Frei. La victoria de Frei, con el 56% de los votos frente al 38% de
Allende, "marcó un hito en el desempeño de la CIA en las
elecciones chilenas", asegura el Informe Hinchey, desclasificado por la
Agencia en septiembre y traducido al castellano por el Equipo Nizkor (http://www.derechos.org/nizkor).
"Operación Ruina".
- El 27 de junio de 1970, ante la posibilidad cierta de una victoria de
Salvador Allende en las elecciones presidenciales, Henry Kissinger, asesor del
Consejo de Seguridad Nacional, definió la posición de su Gobierno
de manera contundente: "No encuentro razones para observar con indiferencia
cómo un país marcha hacia el comunismo debido a la irresponsabilidad
de su propio pueblo". Como en aquella ocasión la derecha y el Partido
Demócrata Cristiano (PDC) no consensuaron un candidato, Estados Unidos
centró su estrategia en reeditar la "campaña del terror"
de 1964 para alertar a los chilenos sobre las terribles consecuencias de un
triunfo de la UP, una coalición cuya clave de bóveda era el entendimiento
entre comunistas y socialistas.
"Se envió un boletín informativo por correo a dos mil periodistas,
académicos, políticos...; un libreto que mostraba cómo
sería la vida si Allende ganaba las elecciones presidenciales; traducción
y distribución de crónicas de oposición al régimen
soviético; distribución de carteles y equipos de pintadas. Los
equipos que hacían pintadas tenían instrucciones de pintar el
eslógan ‘su paredón’ en dos mil muros...", explica el Informe
Church, elaborado por una comisión del Senado norteamericano en 1975
y también traducido por Nizkor.
El 4 de septiembre Allende venció en los comicios presidenciales, aunque,
al no alcanzar la mayoría absoluta, los senadores y los diputados debían
ratificar su elección el 24 de octubre. El 7 de septiembre la CIA aseguró
que, pese a que su país no tenía "intereses vitales en Chile",
su investidura "representaría un claro golpe psicológico
para Estados Unidos y un claro progreso psicológico para los ideales
marxistas". Por ello ocho días después Richard Nixon ordenó
al director de la CIA que hiciera "aullar" a la economía chilena
y autorizó a la Agencia a involucrarse en un golpe de estado a fin de
impedir que Allende se terciara la banda tricolor de O’Higgins. La posibilidad
de que la vía chilena al socialismo se convirtiera en un ejemplo
para los poderosos partidos de izquierda de Europa Occidental causaba pánico
en la Casa Blanca.
Sin embargo, tras acordar un Estatuto de Garantías Constitucionales con
la UP el 24 de octubre los parlamentarios democristianos votaron por Allende,
a pesar de las presiones de la CIA y de la ITT para que apoyaran al conservador
Jorge Alessandri. Por su parte, el general Carlos Prats supo mantener la lealtad
de las Fuerzas Armadas al sistema democrático cuando reemplazó
al comandante en jefe del ejército, René Schneider, asesinado
a finales de aquel mes por un grupo ultraderechista armado por la CIA. Días
después del magnicidio sus miembros recibieron 35.000 dólares
de la Agencia "por razones humanitarias", tal y como revela el Informe
Hinchey.
El 6 de noviembre, tres días después de que Salvador Allende asumiera
la presidencia, Nixon insistió en que Estados Unidos debía "arruinar
drásticamente la economía chilena", según uno de los
documentos desclasificados. Durante los tres años siguientes Washington
entregó casi ocho millones de dólares a grupos políticos
(al PDC y al Partido Nacional sobre todo) y sociales (como al movimiento fascista
Patria y Libertad o a las organizaciones empresariales y profesionales enfrentadas
a Allende) y a medios de comunicación, en especial al influyente diario
conservador El Mercurio.
El complemento de sus acciones encubiertas fue el boicot financiero que convirtió
a Chile, cuya economía dependía de la norteamericana, en un "Vietnam
silencioso", según denunció el 4 de diciembre de 1972 el
presidente Allende en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
Estados Unidos minimizó su ayuda financiera y con su presión sobre
los bancos de su país y las instituciones internacionales logró
que en 1972 se redujeran a una décima parte los 300 millones de dólares
anuales en créditos a corto plazo que Chile percibió de promedio
durante el sexenio de Frei.
Mención especial merece la caída del precio internacional del
cobre provocada por Washington, a petición del propio Nixon, y que sólo
en 1971 privó a este país de unos ingresos de 165 millones de
dólares. Aquel año el parlamento chileno había aprobado
por unanimidad la propuesta de la UP de nacionalizar las grandes explotaciones
de este mineral, su principal riqueza natural, hasta entonces propiedad de compañías
norteamericanas. Además, Allende rehusó indemnizar a la mayor
parte de las empresas afectadas por los elevadísimos beneficios que habían
logrado durante décadas, decisión que exasperó aún
más al gobierno y a las multinacionales estadounidenses.
El boicot económico perduró justo hasta el golpe de estado del
11 de septiembre de 1973 ya que sólo en su primer año la junta
militar presidida por Augusto Pinochet obtuvo cien millones de dólares
del Banco Interamericano de Desarrollo, 235 millones de dólares del Fondo
Monetario Internacional y 94 millones de dólares de Washington.
La dependencia militar.
- Un objetivo prioritario del trabajo de los agentes de la CIA fue la penetración
en las instituciones militares para conocer y alentar la conspiración
contra el Ejecutivo de Allende, quien a juicio de Joan Garcés, uno de
sus principales asesores políticos, había heredado "unas
Fuerzas Armadas cuyo equipo, doctrina y entrenamiento estaban por completo en
manos de Estados Unidos". La dependencia militar se remontaba a 1947, cuando
Chile suscribió el Tratado Interamericano de Mutua Defensa, y a 1952,
cuando se adhirió al Programa de Asistencia Militar, diseñados
por Washington. Además, entre 1970 y 1972 los créditos norteamericanos
a sus Fuerzas Armadas aumentaron de 800.000 a 10.900.000 dólares.
Por otra parte, el Informe Church reveló que entre 1966 y 1973 1.182
oficiales chilenos acudieron a la Escuela de las Américas, situada entonces
en Fort Gülick (Panamá), donde les inculcaron el anticomunismo visceral
de la Doctrina de Seguridad Nacional y les enseñaron terribles prácticas
de tortura que muchos pusieron en práctica a partir del 11 de septiembre
de 1973. La izquierda no era consciente del significado de estos datos y así
el 4 de julio de 1970 el diario comunista El Siglo se felicitaba en una
fotonoticia por el éxito de un soldado chileno en la Escuela de las Américas.
La documentación desclasificada por Estados Unidos (incompleta y selectiva
en todo caso) también ofrece información esencial para conocer
el papel de Pinochet durante aquellos años ya que hasta ahora creíamos
que no se sumó a la conspiración hasta la tarde del 9 de septiembre
de 1973, cuando suscribió un mensaje del vicealmirante José Toribio
Merino que establecía que "el día D será el 11 y la
hora H las 6:00".
Sin embargo, un informe de la CIA revela que ya en 1972 estuvo "involucrado
en la preparación de un golpe del general Alfredo Canales", quien,
según las memorias del general Prats, era conocido por "sus notorios
contactos derechistas". Además, el 31 de agosto de 1971 una de las
fuentes de la Agencia citó a Pinochet entre los principales militares
opuestos al Gobierno y señaló que "estaría a favor
(de un golpe de estado), pero siempre que pudiera tener un control absoluto
sobre los acontecimientos".
Otro documento de la CIA, fechado el 27 de septiembre de 1972, constata que
"Pinochet, antes un estricto constitucionalista, admitió renuentemente
que ha variado su forma de pensar: que Allende debe ser forzado a abandonar
el poder o ser eliminado (‘únicas alternativas’)". Y ya entonces,
durante un viaje a Panamá, oficiales norteamericanos le aclararon que
su país apoyaría una sublevación antigubernamental "con
todos los medios necesarios" y "cuando llegara la hora".
Sin embargo, siempre supo preservar su imagen de militar legalista, hasta el
punto de que el 5 de diciembre de 1971 el periódico izquierdista Puro
Chile tituló "En Chile no habrá golpe de estado, notificó
el general Augusto Pinochet a los momios sediciosos de la derecha".
Además, tras querellarse contra el tabloide derechista Tribuna,
afirmó: "He pedido en todos los tonos que los diarios no titulen
incitando a la violencia... ¿Qué quieren? ¿Una guerra civil? Porque golpes
de estado no ocurren en Chile".
Además, Pinochet contribuyó a sofocar la aventura golpista del
29 de junio de 1973, por lo que el 23 de agosto Allende le designó sucesor
de Prats, quien había presentado su dimisión. Según el
embajador norteamericano, Nathaniel Davis, el nuevo comandante en jefe del ejército
le dijo el día anterior: "Señor presidente, sepa por favor
que estoy dispuesto a dar mi vida en defensa del Gobierno constitucional que
usted encarna".
Incluso el mismo 11 de septiembre esperó un par de horas para sumarse
de forma definitiva al golpe de estado ya que, en palabras de Davis, "parece
que fue el último de los actores principales en ocupar su lugar".
A pesar de ello, aquel día los agentes de la CIA informaron a su cuartel
general que Pinochet lideraba la sublevación; mientras, en las primeras
horas de aquella mañana el presidente Allende todavía confiaba
en la lealtad que este general le había prometido.
La CIA y el golpe de estado.
- Pero si algo sorprende de la documentación desclasficada es este
cable que uno de los agentes de la Agencia envió el 8 de septiembre de
1973: "De acuerdo con [tachado], la Marina tiene como fecha de inicio del
movimiento para derrocar al gobierno de Salvador Allende en Valparaíso
a las 8:30 el 10 de septiembre. La Fuerza Aérea (Fach) apoyaría
esta iniciativa después que la Armada inicie las acciones de tomar la
provincia de Valparaíso, dirigir un ultimátum exigiendo la renuncia
de Allende o amenazando con tomarse Santiago (...) Después que la Armada
emprenda esta acción contra el gobierno, la Fach silenciaría las
radios gubernamentales. Al mismo tiempo, planea establecer una cadena nacional
usando las estaciones radiales existentes de la oposición tales como
las emisoras Balmaceda, Minería y Agricultura".
Aquel mismo día Nathaniel Davis viajó a Washington para entrevistarse
con Kissinger, quien le recibió con estas palabras: "Por fin vamos
a tener un golpe militar en Chile"; el 10 de septiembre Davis regresó
a Santiago. Tal era el grado de conocimiento que la Agencia tenía de
la sublevación que el 9 de septiembre sus agentes anunciaron que "las
acciones de la Armada del 10 se han pospuesto, probablemente para el 11 de septiembre"
y auguraron que "Allende enfrenta la más seria amenaza para continuar
en su cargo desde que fue electo hace tres años". Así pues,
la CIA adelantó los detalles del golpe de estado 72 horas antes de su
inicio.
A pesar de todas estas evidencias, Henry Kissinger sostiene en el primer volumen
de sus memorias, y todavía no se ha retractado, que "fue la oposición
que él (Allende) provocó dentro de Chile lo que dio lugar
al golpe militar de 1973. En su concepción, planificación y ejecución
nosotros no desempeñamos el más mínimo papel". En
cambio, Joan Garcés aseguró el 11 de septiembre de 1993, en declaraciones
a La Vanguardia, que "el factor más importante entre las
causas del golpe fue la voluntad decidida de la Administración Nixon
de castigar a un país que se sentía libre dentro de sus propias
fronteras".
Para paliar la "irresponsabilidad" del pueblo chileno, según
la conocida opinión de Kissinger, Estados Unidos creyó admisible
incluso entregar 45.000 dólares a Patria y Libertad, cuyos activistas
empleaban una consigna estremecedora, "Ya viene Yakarta", en alusión
a la reciente masacre de centenares de miles de izquierdistas en Indonesia.
"Derrocaremos al Gobierno de la Unidad Popular sea como sea. Si es necesario
que haya miles de muertos los habrá", advirtió en agosto
de 1973 Roberto Thieme, jefe de operaciones de este movimiento fascista. Sus
palabras resultaron proféticas.
La diplomacia del dólar.
Además de las citadas, entre 1970 y 1973 el Comité de los
40, el organismo que aprobaba las operaciones secretas del Gobierno norteamericano,
autorizó otras acciones encubiertas en Chile. Estas son las más
importantes que conocemos:
25 de marzo de 1970: 125.000 dólares para una "operación
de ruina" contra la UP.
27 de junio de 1970: 300.000 dólares para actividades de propaganda
contra Allende.
8 de septiembre de 1970: 250.000 dólares para que el embajador
Korry influya en la votación parlamentaria del 24 de octubre.
13 de noviembre de 1970: 25.000 dólares para ayudar a los candidatos
del Partido Demócrata Cristiano (PDC) en las elecciones municipales de
abril.
28 de enero de 1971: 1.240.000 dólares para la compra de estaciones
de radio y periódicos y para apoyar a los partidos de la oposición.
22 de marzo de 1971: 185.000 dólares para el PDC.
10-26 de mayo de 1971: 322.000 dólares para ayudar al PDC y a
su periódico.
9 de septiembre de 1971: 700.000 dólares para el diario conservador
El Mercurio.
5 de noviembre de 1971: 815.000 dólares para la oposición
y para dividir a la UP.
15 de diciembre de 1971: 160.000 dólares para los candidatos opositores
en dos elecciones parlamentarias parciales.
11 de abril de 1972: 965.000 dólares de ayuda a El Mercurio.
24 de abril de 1972: 50.000 dólares para intentar dividir a la
UP.
16 de junio de 1972: 46.000 dólares para la oposición en
una elección parlamentaria.
21 de septiembre de 1972: 24.000 dólares para una organización
empresarial.
26 de octubre de 1972: 1.427.666 dólares para apoyar a las organizaciones
políticas y sociales de la oposición de cara a las elecciones
legislativas del 4 de marzo.
12 de febrero de 1973: 200.000 dólares para los partidos de la
oposición.
21 de agosto de 1973: un millón de dólares para las organizaciones
sociales y políticas de la oposición. Sólo se entregaron
13.000 dólares al PDC y a otros partidos opositores.
15 de octubre de 1973: 34.000 dólares para financiar a una "estación
de radio anti- Allende" y sufragar los gastos de viaje de personas que
defendían a la junta militar.
El Plan Z.
Para justificar el golpe de estado la junta militar presidida por Augusto
Pinochet ordenó la inmediata elaboración del llamado Libro
Blanco sobre el Cambio de Gobierno en Chile, que inventó la existencia
del llamado Plan Z, el mismo nombre cifrado del bombardeo japonés sobre
Pearl Harbour en 1941, y que fue distribuido con generosidad en Estados Unidos
y en otros muchos países. Según el Plan Z, las Fuerzas Armadas
se vieron "obligadas" a intervenir porque Allende iba a instaurar
un régimen dictatorial.
El Informe Church reconoce que dos colaboradores de la CIA participaron en la
elaboración del citado Libro Blanco. De hecho, ya el 19 de octubre
de 1970 la oficina central de la CIA envió un cable a sus agentes en
Santiago que decía: "Un golpe no tiene pretexto o justificación
que se pueda aducir para hacerlo aceptable en Chile o Latinoamérica.
Por lo tanto, parecería necesario crear uno que salvaría a Chile
del comunismo". En 1964, para justificar el derrocamiento del presidente
brasileño Joao Goulart, los agentes de la CIA inventaron el Plan XX,
de similares características.
Un espía llamado Manuel Contreras.
Los miles de documentos desclasificados por Estados Unidos han confirmado
hasta qué comprometedores extremos llegó su intervención
en Chile durante los años setenta. Así, según el Informe
Hinchey, entre 1974 y 1977 Manuel Contreras, jefe de la siniestra Dirección
Nacional de Inteligencia (DINA), actuó como informador de la CIA; y además
de pagarle por ello en 1975, la Agencia estudió la posibilidad de reclutarle
como uno de sus agentes permanentes y su subdirector, Vernon Walters, le recibió
en Washington en agosto de aquel año a fin de cuidar "las buenas
relaciones con Pinochet".
A pesar de que consideraba a Contreras como "el principal obstáculo
a una política de derechos humanos razonable dentro de la Junta"
y de que conocía su "posible rol" en el asesinato de Orlando
Letelier, ministro de Exteriores de Allende, en el Distrito Federal en 1976,
la Agencia prolongó su relación con él hasta noviembre
1977, tres meses después de su destitución al frente de la DINA.
El Informe Hinchey también reconoce que "algunos" de los "muchos"
oficiales chilenos "involucrados en sistemáticos y masivos abusos
a los derechos humanos después del golpe" eran "contactos o
agentes de la CIA o de las fuerzas armadas de Estados Unidos".
Bibliografía:.
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Garcés, Joan E.: Soberanos e Intervenidos. Siglo XXI. Madrid,
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Modak, Frida (coord.): Salvador Allende en el umbral del siglo XXI. Plaza&Janés.
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Consultado, al igual que el Informe Hinchey, en http://www.derechos.org/nizkor.
Vuskovic, Pedro: Acusación al imperialismo. Fondo
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