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Salvador Allende

11 de septiembre del 2003

Dos días antes del golpe, Allende iba a llamar a un plebiscito
El sacrificio de un ciudadano de América Latina

Hugo Guzmán
Masiosare
"Soy un hombre de América Latina, que me confundo con los demás habitantes del Continente", decía Salvador Allende, el compañero presidente. El 11 de septiembre de 1973, hace 30 años, Allende fue asesinado en el palacio de La Moneda, en Santiago de Chile, y se abrió así uno de los más negros capítulos de la historia latinoamericana. En ocasión del aniversario del sacrificio del presidente chileno, ofrecemos la reconstrucción de algunos pasajes del martes negro y un reporte sobre los intentos de "ajusticiar" al dictador Augusto Pinochet .

Dos días antes del golpe, Allende iba a llamar a un plebiscito

"ĄSILENCIO, QUE EL PRESIDENTE está hablando!", gritó Carlos Jorquera en un salón de La Moneda, atacada en ese momento por militares. Hacía callar a un grupo de escoltas y funcionarios mientras Salvador Allende pronunciaba el último discurso de su vida, transmitido por Radio Magallanes, la mañana del 11 de septiembre de 1973. El grito de Jorquera se escucha en el fondo de la grabación de aquella alocución. La de "más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre".

Carlos El Negro Jorquera, periodista, fue amigo de Salvador Allende durante unos 30 años y lo acompañó en sus cuatro campañas presidenciales (1952, 1958, 1964 y 1970). Esa mañana del 11 de septiembre tampoco lo dejó. Y lo vio llorar frente al cuerpo de otro entrañable amigo, también periodista, Augusto Olivares, el primer muerto en La Moneda. Jorquera rememora: "Si hubiera habido alguna pequeña duda en el alma y la mente del Presidente, estoy seguro que ahí se aclaró todo. El quería mucho a Olivares, lo quería mucho. Se le cayeron las lágrimas al Presidente. Qué le dije, qué me dijo, qué voy a saber. Sé solamente que nos abrazamos".

Jorquera habla "del drama" de aquella mañana en que "el término de rendición, no lo recuerdo", entre balas que iban y venían y de un intenso bombardeo. Era la mañana que los militares, al mando de cuatro generales y un almirante, derrocaban al gobierno constitucional de la Unidad Popular (UP) y ponían fin al mandato del presidente Salvador Allende.

Al mandatario socialista le ofrecieron un avión para irse del país. Lo hizo el general Augusto Pinochet a través del general Palacios, el que atacó La Moneda. Luego se supo que la intención era derribarlo: "el avión se cae", se oye a Pinochet en una grabación. Se le ofreció la rendición. Grupos armados de izquierda, el MIR, le ofrecieron sacarlo de La Moneda y replegarlo a un rincón de Santiago. Eran opciones. Carlos Jorquera, esas horas junto a Allende, cuenta: "El Presidente las desechó todas y cualquiera que haya sido la alternativa, la desechó. El Presidente se quedó en La Moneda y pasó a la historia".

"No llegamos al miércoles"

Cuarenta y ocho horas antes de la asonada castrense, Salvador Allende, sí había barajado otra alternativa que, en su momento, podría haber frenado a los militares. Era el sábado 8 de septiembre. Ultima oportunidad de torcer la historia que se venía. En medio de una profunda crisis social, política y económica, con la UP fragmentada, el proceso radicalizado y la derecha y el empresariado a la ofensiva, el mandatario chileno había concluido que una salida era convocar a plebiscito a la población para determinar el destino del gobierno de la UP.

El Negro Jorquera lo corrobora. "Lo puedo asegurar -dice- porque el llamado a plebiscito se decidió el sábado anterior al golpe. El presidente Allende nos reunió a Augusto Olivares, a Joan Garcés y a mí. Nos explicó la situación y decidió que ya no había más tiempo para deliberaciones y había que llamar a un plebiscito".

Redactaron el llamado entre los tres, bajo la dirección de Allende. En horas de la noche, todo estaba decidido. Los cuatro cenaron en la casa presidencial de calle Tomás Moro y bromearon: "Ojalá perdamos el plebiscito, así nos vamos para la casa a descansar". El domingo lo comunicaría el Presidente a los líderes de la coalición gobernante.

El lunes 10 de septiembre, Jorquera y Olivares hicieron los preparativos para el mensaje presidencial por cadena nacional de radio y televisión. Con sus manos El Negro Jorquera puso la banderita chilena en la mesa desde donde hablaría el mandatario. Pero Allende no llegaba.

Por fin hacia el mediodía, Salvador Allende arriba a La Moneda. Sin mayor preámbulo le comunica a Olivares y a Jorquera que no hará el anuncio del plebiscito. El domingo se había producido una conversación del presidente que fue decisiva. "Había ocurrido -explica Jorquera- que el día domingo, entre la cantidad de visitas de políticos que fueron a hablar con el Presidente a la casa de El Cañaveral, fueron dos generales, de civil, que hacían gala de ser allendistas. Uno, el general Orlando Urbina, y el otro, el general Augusto Pinochet Ugarte. Ellos dos -cuenta Jorquera- le propusieron a Allende aplazar el plebiscito hasta el miércoles, porque eso les daba tiempo para arreglar problemas internos que tenían en el Ejército".

Olivares y Jorquera reaccionaron con desconfianza. Insistieron en hacer el anuncio lo más pronto posible. Sin embargo, dice El Negro, Allende quiso tranquilizarlos: "Compañeros, hemos esperado tantos días, tanto tiempo, que un día más o un día menos da lo mismo. El miércoles lo hacemos". La frase de Jorquera es precisa: "No llegamos al miércoles".

El martes vendría el golpe. Con una secuela de más de 5 mil ejecutados y desaparecidos, miles de torturados, decenas de miles de presos y cientos de miles exiliados. Carlos Jorquera cuenta que Allende lo intuía. Y fue una de las razones por las que quiso convocar al plebiscito, para evitar esa tragedia. "El nos lo dijo con mucha anticipación. Salvador nos hablaba de eso, tenía la película clara de que lo que iba a pasar sería tremendo. Y lo fue. Por eso él quería llamar a plebiscito. Esa idea la tenía con mucha anticipación. Nos habló mucho antes de la decisión de impedir una masacre". El plebiscito nunca llegó. La represión sí.

El escolta del doctor

LA VERSION OFICIOSA fue que el presidente Allende se suicidó pasado el mediodía usando el fusil AK que le regaló Fidel Castro. Según esa versión Allende, sentado en el sillón presidencial, colocó el fusil con el cañón en su mentón y disparó, destrozándose la cabeza.

"Nosotros, como escoltas, no podemos dar fe de que Allende se autoeliminó.

"Al lugar donde estaba el cuerpo de Allende, los primeros que entran son un reportero supuestamente de El Mercurio que, por lo que sabemos, era agente de la CIA. Fue el único que sacó todas las fotos. También entra el oficial Fernández Larios, de Inteligencia del Ejército que ahora está en Estados Unidos como testigo protegido porque les ayudó para culpar al DINA del asesinato del canciller Orlando Letelier en Washington. Es un hombre de la CIA. Y entró el general Pedro Espinoza, jefe de Inteligencia. En las dos únicas fotos que se han podido ver, aparece Allende con la camisa completamente limpia. El cuello de la camisa también aparece blanco, limpio, sin manchas. Una persona que se dispara en la cabeza, lo que sangra es mucho. El tenía limpio el cuello y la camisa. Esa es una cosa que se contradice con la versión de la autoinmolación con el fusil AK".

Manuel Cortés, escolta de Allende, dice que las dos imágenes testimonian más confusiones.

"En una aparece medio recostado con el fusil AK arriba de las piernas, y en la otra foto está sentado en el sillón, no recostado, y con el AK parado en el suelo, entre las piernas, con la culata apoyada en el suelo. De partida, ahí hubo un montaje".

Por cierto, hay informes de que los soldados, además de sacar las fotos, lo pusieron en el piso, lo desnudaron, lo revisaron y luego volvieron a vestirlo con sus ropas.

"Nosotros contradecimos que Allende estaba absolutamente solo. Por razones de seguridad y por razones de deformación profesional si se quiere llamar así, el Dispositivo de Seguridad jamás dejaba solo a Allende, jamás". ... en las conversaciones más íntimas, siempre había uno o dos de la seguridad con él, gente que era de extrema confianza de él. Prácticamente las 24 horas del día estábamos con él, mínimo uno al lado de él, incluso durante todo la noche cuando él dormía. Por lo tanto es imposible que Allende se haya quedado solo, imposible, imposible".

Lo anterior es coincidente con versiones publicadas los años 1974 y 1975 que señalaban que Allende había combatido, después de despedir a sus colaboradores, junto a integrantes de la escolta, hasta que una ráfaga cayó sobre su cuerpo. Dos escoltas lo habrían cargado hasta el sillón presidencial y ahí lo habrían dejado colocando el fusil sobre sus piernas. Esos podrían ser los miembros de la seguridad heridos y asesinados posteriormente.

"Todas las personas que estuvieron al lado de él, todos los escoltas, murieron, los mataron posteriormente. Salieron vivos de La Moneda y posteriormente fueron desaparecidos. No tenemos testigos de lo que pasó".

No sólo no quedaron testigos, salvo aquellos oficiales de Inteligencia y de la CIA. No hubo autopsia ni certificación médica, y a la viuda Hortensia Bussi no le permitieron ver el cuerpo. A 24 horas de muerto, ya lo estaban enterrando en un cementerio de la costera ciudad de Viña del Mar. Y las fotos que se sacaron ese día, salvo las dos citadas por Manuel Cortés, permanecen ocultas.

"Salvador Allende desde un principio fue majadero en reiterar que él iba a defender el mandato que el pueblo le había dado y defenderlo con su vida. En el acto público del Estadio Nacional, cuando fue Fidel Castro a Chile, Allende fue muy claro en decir que la única forma de sacarlo de La Moneda era acribillado a balazos. En las conversaciones internas que teníamos con él, siempre demostraba esa disposición.

"La única estrategia era defender la posición del Presidente con la escolta, por el lado de la Plaza de la Constitución, y por el otro lado, hacia la Alameda y Plaza Bulnes, estaba toda la gente leal de la Policía de Investigaciones defendiendo. Al Presidente se le trató de mantener ese día en el centro de La Moneda. Los jefes de seguridad y de la defensa de Allende fueron Domingo Blanco (Bruno), Jaime Sotelo (Carlos) y Alejandro Montiglio (Aníbal). Los tres fueron ejecutados por los militares después de ser detenidos.

"Dejamos de disparar, los que estábamos justo enfrente de La Moneda, cuando a los compañeros nuestros los sacan del palacio a la calle, los ponen en el suelo y les colocan un tanque muy cerca y del tanque piden permiso a sus superiores para pasar por arriba de los cuerpos. Ahí estuvimos a punto de dispararle al tanque con un RPG-7. Pero decidimos ordenar un alto al fuego para ver qué pasaba. No queríamos que a nuestros compañeros los masacraran. Ya cuando decidimos no disparar más, es cuando sacan el cuerpo de Allende en una camilla, los bomberos y los militares. Todo terminó como a las tres de la tarde.

"La relación (con Allende), eso la gente poco lo cree, era de compañero a compañero. Hubo gente del Partido Socialista, gente del MIR, unos pocos compañeros comunistas. Nosotros no le decíamos Presidente, le decíamos doctor. El nos trataba de compañeros. La relación era franca, fraterna y él buscaba al menos una vez al mes comer o almorzar en algún lugar para hacer un recuento del trabajo y hacernos las críticas y autocríticas correspondientes. A eso llegaban los niveles de amistad, de cariño que tuvimos con el presidente Allende. El se plegaba a las disposiciones de seguridad que nosotros le poníamos. Para una persona tener equipo de seguridad le significa ir perdiendo gran parte de su intimidad. Estábamos con él todo el día, hasta cuando dormía. La relación era muy fraterna.

"Lo único que hicimos nosotros ese 11 de septiembre fue defender la Constitución y la ley vigente. Hicimos lo que la Constitución mandata a todos los chilenos de defender el estado de derecho, la Constitución y al Presidente democráticamente elegido. Eso fue lo que hicimos".

Testimonio de Manuel Cortés, durante más de un año "chofer operativo" del presidente Salvador Allende. Junto a ingenieros italianos acondicionó los autos Fiat 125 que usó el presidente socialista durante su mandato, lo que incluyó "hacer pequeños blindajes especiales" de los automóviles. Fue, junto a otros 180 hombres, parte de la escolta "del doctor". El martes 11 de septiembre de 1973, Cortés comandó al grupo de seguridad presidencial que protegió La Moneda desde la azotea y oficinas del Ministerio de Obras Públicas, justo enfrente del palacio.




Los cinco intentos de matar a Pinochet

Dos organizaciones armadas intentaron "ajusticiar" al dictador chileno en al menos cinco ocasiones, a lo largo de sus 17 años en el poder. Fracasaron por razones diversas, pero hoy, protagonistas de esos intentos dicen: "Al menos la intención estuvo y el esfuerzo se hizo"

TRES ORGANIZACIONES PROTAGONIZARON "la lucha armada" contra el régimen militar del general Augusto Pinochet. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y el Movimiento Lautaro. Dos de ellas, el MIR y el FPMR planificaron atentados contra Pinochet. Le denominaron "la opción del tiranicidio" en contra del principal responsable de más de 5 mil ejecuciones y desapariciones, de cientos de miles de exiliados, torturados y presos políticos.

En las cabezas de los miristas y de los rodriguistas rondó durante varios años la idea de atentar contra Pinochet, pese a que los dirigentes de varios partidos políticos antidictatoriales consideraban "un error político" ajusticiar al dictador.

El MIR, fundado en 1965 y que inició la llamada "resistencia popular antidictatorial" a finales de 1973, fue la primera organización que planificó atentados contra el Capitán General (Pinochet fue el único oficial del Ejército chileno que se atrevió a usar el mismo grado de Bernardo O'Higgins, el jefe militar de la independencia de Chile).

"Siempre estábamos estudiando cuáles eran los puntos vulnerables para darle su merecido. Tenía una protección nada fácil de romper. Recuerdo que realizamos dos intentos de atentado, ambos fracasados", dice Andrés Pascal Allende, quien fue secretario general del MIR.

Según Pascal, uno de los operativos consistió en "un autobomba que explotaría cuando Pinochet pasara por una de las calles cercanas a su casa". El fracaso se produjo porque el mecanismo de activación de la bomba no funcionó. Hasta el día de hoy ignoran por qué.

El antiguo jefe del MIR revela que el otro plan "era emboscarlo a la llegada o salida a misa en la Iglesia de El Golf" -en el barrio de clase alta de la capital chilena- pero nunca se dieron las condiciones para efectuar ese ataque.

Otro miembro de la dirección del MIR, que pidió el anonimato, explica que "teníamos alguna capacidad militar para hacer los atentados, se planificaron, uno se trató de ejecutar, el otro no llegó a concretarse, pero siempre lo mantuvimos en la mira".

El MIR no caminaba en senderos desconocidos. A finales de los ochenta decidió, como parte de su enfrentamiento armado contra la dictadura, atacar "objetivos de altos mandos militares". Le causó varias bajas sensibles al Ejército chileno y al gobierno militar. Por ejemplo, "ajustició" al Intendente de Santiago, general Karol Urzúa, y al jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército (DINE), coronel Roger Vergara.

Pascal Allende justifica: "Con la dictadura se asesinó, se desapareció y se torturó a miles de compatriotas sin respetar sus derechos. Nos buscaban para matarnos, así de simple. Frente a esa agresión tuvimos que defendernos y tuvimos el legítimo derecho de resistir y golpear a los mandos responsables de la represión y el crimen".

Paradójicamente, sin saberlo, los miristas pusieron en riesgo, o al menos en tensión, la planificación del atentado contra Augusto Pinochet diseñado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, organización que surgió en 1983 bajo la tutela del Partido Comunista. Cuando el comando del Frente estaba en la zona de Las Vertientes, en la precordillera chilena, acuartelado en una casa llena de armamento y planos, listos para atacar al general, detectaron que en una casa de la zona había otro grupo de jóvenes, sospechosos, con rutinas conspirativas y creyeron que eran del MIR. Y que podrían estar en lo mismo: listos para avanzar sobre la escolta de Augusto Pinochet. Pero al final de cuentas, el grupo de supuestos miristas se retiró y el comando rodriguista volvió a la tranquilidad.

El FPMR planeó dos formas de atentado. Según una fuente que formó parte de esos equipos a partir de 1986, el primer atentado se iba a efectuar en la carretera de Las Vertientes a Santiago, por donde pasaba todos los fines de semana Pinochet desde su casa de descanso en el precordillerano Cajón del Maipo.

La fuente rodriguista indica que tenían 200 kilos de amongelatina y TNT -explosivos de alta potencia- que iban a ser colocados en un túnel debajo de la carretera. La carga sería activada cuando pasara la caravana de autos del dictador. El FPMR llegó a construir el túnel, encontrado más tarde por militares y agentes de seguridad. Era un espacio bien acondicionado y se podía colocar perfectamente la carga explosiva. Según las versiones del Frente, sería tal la potencia de la explosión, tan amplio "el radio del alcance", que no importaban la velocidad ni la ubicación del auto de Pinochet; sería alcanzado.

Nadie ha podido verificar la razón por la cual los rodriguistas decidieron desechar el plan. La fuente consultada explicó que "no llegó, finalmente, el total de explosivo necesario y lo suspendimos".

El otro plan del FPMR se materializó el 7 de septiembre de 1986 a las 18:30 horas, un domingo apacible en que Pinochet regresaba de su casa de descanso. Claro que una semana antes se había librado del ataque. Los guerrilleros urbanos fueron sorprendidos el domingo 31 de agosto cuando el dictador adelantó su salida a Santiago, por el fallecimiento del expresidente conservador Jorge Alessandri. Ese día la acción se canceló.

El día del ataque -convertido en libro y pronto en película- Pinochet viajaba en su "Mercedes Benz" blindado junto a su nieto Rodrigo, el edecán naval y su chofer Oscar Carvajal. La combatiente Isabel Mayoraz avisó a la casa donde estaba el comando rodriguista que Pinochet había salido rumbo a la carretera. Más de 20 mujeres y hombres del FPMR, comandados por José Joaquín Valenzuela Levy (comandante Ernesto), se apostaron en la cuesta Achupallas de la zona precordillerana. Cuando comenzaba a pasar la caravana de escoltas, se inició el mortal ataque. Los rodriguistas usaron fusiles M-16 y cohetes LAW uno de los cuales dio en el auto de Pinochet pero no explotó. El combatiente Juan Moreno Ávila se acercó al auto del general y le disparó varias veces con su fusil, pero los vidrios blindados resistieron. Y el chofer Carvajal, echando marcha atrás el vehículo por largos metros, logró sacar al dictador de la emboscada.

Los rodriguistas lograron salir "sin bajas". Meses y años más tarde algunos caerían muertos en operaciones represivas, otros fueron detenidos, algunos lograron mantenerse prófugos y otros fueron indultados por gobiernos civiles posteriores al régimen militar.

Después de ese atentado del 7 de septiembre de 1986 -hace 18 años- nunca más se planificó ni mucho menos ejecutó otro atentado contra Augusto Pinochet, según las fuentes del MIR y del FPMR. Para ellos, "al menos la intención estuvo y el esfuerzo se hizo".

Hoy, a 30 años del golpe de Estado, Pinochet sigue vivo, elogiado por militares y la derecha, pasando de su lujosa casa en el barrio alto La Dehesa en la capital chilena, a sus departamentos en Viña del Mar e Iquique o sus residencias de descanso en la precordillera y la costa central del país. Calificado de "demente" pudo sortear a la justicia chilena y sigue vivo, aunque con marcapasos y otras dolencias. (Hugo Guzmán)

"(El sacrificio de Allende) demuestra la necesidad del político de ser valeroso, porque la política es un ejemplo moral. Lo de Allende es una herencia. Qué significa todo esto para la gente joven, es un modo de entender la historia, un modo de construir la historia, que se construye también con valor personal, con coherencia, con compromiso, no con cálculo solamente ni siendo prisionero de un pragmatismo intrascendente. Esto se hace soñando y Allende fue un gran soñador".
Hugo Zemelman, sociólogo chileno