10 de septiembre del 2003
Allende, como el Cid, ganó su batalla tras la muerte
Lisandro Otero
Rebelión
Mañana, once de septiembre, se cumplirá el trigésimo aniversario
de la caída de Salvador Allende, combatiente hasta el final, fiel a su
destino de mártir y paladín del pueblo chileno. Con los años
su estatura aumenta y los múltiples intentos de denigrarlo y desfigurar
su obra de gobierno han fracasado ante el incremento del culto popular a su
memoria. Lo demuestran los numerosos actos programados para honrarlo. Nadie,
sin embargo, recuerda al traidor sanguinario que en su oscura ancianidad se
finge demente para escapar a la justicia y ve espantado como cada día
se abren nuevas tumbas que descubren episodios de su infamia homicida.
Cuando Salvador Allende asumió el poder tres grandes empresas dominaban
los destinos de Chile. La Anaconda y la Kennecot en el rubro del cobre y la
ITT en las telecomunicaciones. La gran riqueza chilena estaba concentrada en
la extracción cuprífera y el mineral se hallaba en las minas de
Chuquicamata y El Teniente. La Anaconda realizaba ganancias de un 3% sobre la
inversión en los demás países del mundo y en Chile ingresaba
un 10% de utilidades. La Kennecot obtenía un provecho del 10% en sus
demás inversiones mundiales y su operación chilena le dejaba el
50% de rendimiento. El cobre fue nacionalizado.
La meta esencial de Allende fue alcanzar la redistribución del producto
social y devolver a la nación chilena su propio patrimonio, esquilmado
por las transnacionales. Quiso respetar las reglas del juego burgués
y mantener la institucionalidad establecida. Nunca pretendió ser marxista,
ni siquiera socialista, sino intentó establecer las bases que permitirían
en un futuro un reparto equitativo de la hacienda nacional. A ello se le llamó
"la vía chilena al socialismo". Igual que ahora en Irak, Estados Unidos
inventó una patraña, en aquél caso el de una Unidad Popular
que intentaba imponer una dictadura estalinista (palabras del propio Kissinger),
y financió un vasto movimiento subversivo de fascistas del patio para
derrocar al gobierno popular.
Tras el golpe, Pinochet se entregó a una salvaje carnicería para
exterminar a demócratas y liberales con la excusa de que emprendía
una cruzada anticomunista. Siguió un régimen policial de ilimitadas
coerciones totalitarias. A la vez un grupo de simpatizantes del franquismo español,
formados en las aulas de la Universidad Católica, constituyó un
grupo de poder que le dio una vertebración ideológica al régimen.
Aspiraban a constituir lo que llamaron una "democracia protegida". Fueron ellos
los impulsores de la Constitución de 1980. Prevaleció un núcleo
de economistas apodados los "Chicago boys" porque todos hicieron estudios de
posgrado en la Universidad de Chicago, quienes diseñaron el modelo económico
neoliberal de la dictadura militar.
En los primeros tiempos de la dictadura se habló de la preservación
de la seguridad nacional y el rescate de la identidad propia, como si todo ello
se hubiese resquebrajado bajo Allende. La nueva derecha chilena proporcionó
el cuerpo doctrinario, en la década del setenta y pretendió combinar
el autoritarismo político con una economía liberal, una sociedad
jerarquizada y una cultura conservadora.
En 1974 se promulgó una declaración de principios, seguido de
un documento llamado Objetivo Nacional Los derechistas católicos, dirigidos
por Jaime Guzmán, y los Chicago Boys, liderados por Miguel Kast, ingresaron
al gobierno con su figura más visible, Jorge Cauas, y al año siguiente
Sergio de Castro asumió el Ministerio de Economía. Ahí
comenzó la política de privatizaciones.
La incorporación a este equipo del conocido economista norteamericano,
Milton Friedman favoreció a quienes pensaban que lo apropiado era descabezar
la izquierda y "despolitizar" el país durante un lapso prolongado. Progresivamente
fueron eclipsando el papel del Estado en la protección social. Desde
la salud pública hasta las jubilaciones pasaron a manos de compañías
privadas.
Mientras tanto la Dirección de Inteligencia Nacional, la pavorosa DINA,
responsable de asesinatos y desapariciones, continuaba su acción intimidante
y represiva bajo la dirección del coronel Manuel Contreras. Tras el golpe
solamente el MIR continuó oponiendo resistencia militar pero recibió
un fuerte golpe en octubre de 1974 cuando su dirigencia fue eliminada. La acción
policial se dirigió, entonces contra el Partido Comunista y llegaron
a eliminar, sucesivamente, dos comités centrales.
En la Constitución de 1980 se estableció que no habría
elecciones antes de 1985 y que seguiría el gobierno sin parlamento y
con facultades dictatoriales hasta 1989. En la década del ochenta el
proyecto económico neoliberal demostró su fracaso. El desempleo
subió a un 20%, el PIB cayó en un 14%. y el Estado tuvo que socorrer
con millones de dólares el aparato financiero en quiebra, lo cual significó
la desaparición de Pinochet. El plebiscito de 1988 fue el punto final
del despotismo represivo.
Ahora, treinta años después, Salvador Allende surge inmaculado
de las tergiversaciones y cabalga de nuevo como el Cid Campeador, inmaculado
y esplendente, venciendo en la batalla popular que los perjuros no le permitieron,
entonces, llevar a cabo.
gotli2002@yahoo.com