Sobre el sistema presupuestario de financiamiento
Ernesto Che Guevara
Proyecto Pensamiento Cubano
Febrero de 1964
Antecedentes generales
Se ha hablado ya algo sobre el tema, pero no lo suficiente y considero
que es imperativo comenzar a hacer análisis más profundos sobre
el mismo, para poder dar una idea clara de sus alcances y metodología.
Tiene su sanción oficial en la Ley reguladora del sistema presupuestario
de financiamiento de las empresas estatales y su bautismo en el proceso
de trabajo interno del Ministerio de Industrias.
Su historia es corta y se remonta apenas al año 1960 en que comienza
a adquirir alguna consistencia; pero no es nuestro propósito analizar
su desarrollo sino el sistema tal como se presenta ahora, en el entendido de
que no ha terminado, ni mucho menos, su evolución.
Nuestro interés es hacer la comparación con el llamado cálculo
económico; de este sistema hacemos énfasis en el aspecto de la
autogestión financiera, por ser una característica fundamental
de diferenciación, y en la actitud frente al estímulo material,
pues sobre esta base se establece aquélla.
La explicación de las diferencias ese hace difícil, pues éstas
son, a menudo, oscuras y sutiles y, además, el estudio del sistema presupuestario
de financiamiento no se ha profundizado lo suficiente como para que la exposición
pueda competir en claridad con la del cálculo económico.
Empezaremos con algunas citas. La primera es de los manuscritos económicos
de Marx, de la época en que su producción fue bautizada como de
Marx el joven, cuando, incluso en su lenguaje, el peso de las ideas filosóficas
que contribuyeron a su formación se notaba mucho, y sus ideas sobre la
economía eran más imprecisas. No obstante, Marx estaba en la plenitud
de su vida, ya había abrazado la causa de los humildes y la explicaba
filosóficamente, aunque sin el rigor científico de El Capitán.
Pensaba más como filósofo, y, por tanto, se refería más
concretamente al hombre como individuo humano y a los problemas de su liberación
como ser social, sin entrar todavía en el análisis de la ineluctabilidad
del resquebrajamiento de las estructuras sociales de la época, para dar
paso al período de transición; la dictadura del proletariado.
En El Capital, Marx se presenta como el economista científico
que analiza minuciosamente el carácter transitorio de las épocas
sociales y su identificación con las relaciones de producción;
no da paso a las disquisiciones filosóficas.
El peso de este monumento de la inteligencia humana es tal que nos ha hecho
olvidar frecuentemente el carácter humanista (en el mejor sentido de
la palabra) de sus inquietudes. La mecánica de las relaciones de producción
y su consecuencia; la lucha de clases, oculta en cierta medida el hecho objetivo
de que son hombres los que se mueven en el ambiente histórico. Ahora
nos interesa el hombre y de ahí la cita que, no por ser de su juventud,
tiene menos valor como expresión del pensamiento del filósofo.
El comunismo, como superación positiva de la propiedad privada, como
autoenajenación humana y, por tanto, como real apropiación de
la esencia humana por y para el hombre; por tanto, como el retorno total, consciente
y logrado dentro de toda la riqueza del desarrollo anterior del hombre para
sí como un hombre social, es decir, humano. Este comunismo es, como naturalismo
acabado = humanismo y, como humanismo acabado = naturalismo; es la verdadera
solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza y del hombre contra
el hombre, la verdadera solución de la pugna entre la existencia y la
esencia, entre la objetivación y la afirmación de sí mismo,
entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie. Es el secreto
revelado de la historia y tiene la conciencia de ser esta solución.
(C. Marx, Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844, Editorial
Grijalbo, S.A., México 1962; bajo el título «Escritos Económicos
Varios», págs. 82-83.)
La palabra conciencia es subrayada por considerarla básica en
el planteamiento del problema; Marx pensaba en la liberación del hombre
y veía al comunismo como la solución de las contradicciones que
produjeron su enajenación, pero como un acto consciente. Vale decir,
no puede verse el comunismo meramente como el resultado de contradicciones de
clase en una sociedad de alto desarrollo, que fueran a resolverse en una etapa
de transición para alcanzar la cumbre; el hombre es el actos consciente
de la historia. Sin esta conciencia, que engloba la de su ser social,
no puede haber comunismo.
Durante la confección de El Capital, Marx no abandonó su
actitud militante; cuando en 1875 se realizó el congreso de Gotha para
la unificación de las organizaciones obreras existentes en Alemania (Partido
Obrero Social-Demócrata y Asociación General de Obreros Alemanes)
y se confeccionó el programa del mismo nombre su respuesta fue la Crítica
del Programa de Gotha.
Este escrito, realizado en medio de su trabajo fundamental y con una clara orientación
polémica, tiene importancia debido a que en él toca, aunque de
pasada, el tema del período de transición. En el análisis
del punto 3 del Programa de Gotha se extiende algo sobre algunos de los temas
más importantes de este período, considerado por él como
el resultado del resquebrajamiento del sistema capitalista desarrollado. En
esta etapa no se prevé el uso del dinero, pero sí la retribución
individual del trabajo; porque:
De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado
sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad
capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos,
en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja
sociedad de cuya entraña procede. Congruentemente con esto, en ella el
productor individual obtiene de la sociedad -después de hechas las obligadas
deducciones- exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad
en su cuota individual de trabajo. (Carlos Marx, Crítica del Programa
de Gotha.)
Marx sólo pudo intuir el desarrollo del sistema imperialista mundial;
Lenin lo ausculta y da su diagnóstico:
La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley
absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que la victoria
del socialismo empiece por unos cuantos países capitalistas, o incluso
por un solo país capitalista. El proletariado triunfante de este país,
después de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción
socialista dentro de sus fronteras, se enfrentaría con el resto del mundo,
con el mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los
demás países, levantando en ellos la insurrección contra
los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas
contra las clases explotadoras y sus estados. La forma política de la
sociedad en que triunfe el proletariado, derrocando a la burguesía, será
la república democrática, que centralizará cada vez más
las fuerzas del proletariado de dicha nación o de dichas naciones en
la lucha contra los estados que aún no hayan pasado al socialismo. Es
imposible suprimir las clases sin una dictadura de la clase oprimida, del proletariado.
La libre unión de las naciones en el socialismo es imposible sin una
lucha tenaz, más o menos prolongada, de las repúblicas socialistas
contra los estados atrasados. (Lenin, Sobre la consigna de los Estados Unidos
de Europa.)
Pocos años más tarde Stalin sistematizó la idea hasta extremos
de considerar posible la revolución socialista en las colonias:
La tercera contradicción es la contradicción entre un puñado
de naciones «civilizadas» dominadoras y los centenares de millones de hombres
de los pueblos coloniales y dependientes en el mundo. El imperialismo es la
explotación más descarada y la opresión más inhumana
de los centenares de millones de habitantes de las inmensas colonias y países
dependientes. Exprimir superganancias; tal es el objetivo de esta explotación
y de esta opresión. Pero, al explotar esos países, el imperialismo
se ve obligado a construir en ellos ferrocarriles, fábricas y talleres,
centros industriales y comerciales. La aparición de la clase de los proletarios,
la formación de una intelectualidad del país, al despertar de
la conciencia nacional, el incremento del movimiento de liberación, son
otros tantos resultados inevitables de esta «política». El incremento
del movimiento revolucionario en todas las colonias y en todos los países
dependientes, sin excepción, atestigua esto de un modo primario. Esta
circunstancia es importante para el proletariado en el sentido de que mina en
sus raíces las posiciones del capitalismo, convirtiendo a las colonias
y a los países dependientes, de reservas del imperialismo en reservas
de la revolución proletaria. (J. Stalin. Sobre los fundamentos del
leninismo.)
Las tesis de Lenin se demuestran en la práctica logrando el triunfo en
Rusia dando nacimiento a la URSS.
Estamos frente a un fenómeno nuevo: el advenimiento de la revolución
socialista en un solo país, económicamente atrasado, con veintidós
millones de kilómetros cuadrados, poca densidad de población,
agudización de la pobreza por la guerra, y, como si todo esto fuera poco,
agredido por las potencias imperialistas.
Después de un período de comunismo de guerra, Lenin sienta las
bases de la NEP y, con ella, las bases del desarrollo de la sociedad soviética
hasta nuestros días.
Aquí precisa señalar el momento que vivía la Unión
Soviética y nadie mejor que Lenin para ello:
Así, pues, en 1918 mantenía la opinión de que el capitalismo
de estado constituía un paso adelante en comparación de la situación
económica existente entonces en la República Soviética.
Esto suena muy extraño y, seguramente, hasta absurdo, pues nuestra república
era ya entonces una república socialista; entonces adoptábamos
cada día con el mayor apresuramiento -quizá con un apresuramiento
excesivo- diversas medidas económicas nuevas, que no podían ser
calificadas más que de medidas socialistas. Y, sin embargo, pensaba que
el capitalismo de estado representaba un paso adelante, en comparación
con aquella situación económica de la república Soviética,
y explicaba esta idea enumerando simplemente los elementos del régimen
económico de Rusia. Estos elementos eran, a mi juicio, los siguientes:
1) forma patriarcal, es decir, más primitiva, de la agricultura; 2) pequeña
producción mercantil (incluidos la mayoría de los campesinos que
venden su trigo); 3) capitalismo privado; 4) capitalismo de estado, y 5) socialismo.
Todos estos elementos económicos existían, a la sazón en
Rusia. Entonces me planteé la tarea de explicar las relaciones que existían
entre esos elementos y si no sería oportuno considerar a algunos de los
elementos no socialistas, precisamente al capitalismo de estado, superior al
socialismo. Repito: a todos les parece muy extraño que un elemento no
socialista sea apreciado en más y considerado superior al socialismo
en una república que se proclama socialista. Pero comprenderéis
la cuestión si recordáis que nosotros no considerábamos,
ni mucho menos, el régimen económico de Rusia como algo homogéneo
y altamente desarrollado, sino que teníamos plena conciencia de que al
lado de la forma socialista, existía en Rusia la agricultura patriarcal,
es decir, la forma primitiva de economía agrícola. ¿Qué
papel podía desempeñar el capitalismo de estado en semejante situación?.
Después de haber subrayado que ya en 1918 considerábamos el capitalismo
de estado como una posible línea de repliegue, paso a analizar los resultados
de nuestra nueva política económica. Repito: entonces era una
idea todavía muy vaga; pero en 1921, después de haber superado
la etapa más importante de la guerra civil, y de haberla superado victoriosamente,
nos enfrentamos con una gran crisis política interna -yo supongo que
es la mayor- de la Rusia Soviética, crisis que suscitó el descontento
no sólo de una parte considerable de los campesinos, sino también
de los obreros. Fue la primera vez, y confío en que será la última
en la historia de la Rusia Soviética, que grandes masas de campesinos
estaban contra nosotros, no de modo consciente, sino instintivo, por su estado
de ánimo. ¿A qué se debía esta situación tan original
y, claro es, tan desagradable para nosotros? La causa consistía en que
habíamos avanzado demasiado en nuestra ofensiva económica, en
que no nos habíamos asegurado una base suficiente, en que las masas sentían
lo que nosotros no supimos entonces formular de manera consciente, pero que
muy pronto, unas semanas después, reconocimos: que el paso directo a
formas puramente socialistas de economía, a la distribución puramente
socialista, era superior a nuestras fuerzas y que si no estábamos en
condiciones de efectuar un repliegue, para limitarnos a tareas más fáciles,
nos amenazaría la bancarrota. (Lenin, Problemas de la edificación
del socialismo y comunismo en la URSS.)
Como se ve, la situación económica y política de la Unión
Soviética hacía necesario el repliegue de que hablara Lenin. Por
lo que se puede caracterizar toda esta política como una táctica
estrechamente ligada a la situación histórica del país,
y, por tanto, no se le debe dar validez universal a todas sus afirmaciones.
Nos luce que hay que considerar dos factores de extraordinaria importancia para
su implantación en otros países:
1°) Las características de la Rusia zarista en el momento de la Revolución,
incluyendo aquí el desarrollo de la técnica a todos los niveles,
el carácter especial de su pueblo, las condiciones generales del país,
en que se agrega al destrozo de una guerra mundial, las devastaciones de las
hordas blancas y los invasores imperialistas.
2°) Las características generales de la época en cuanto a las
técnicas de dirección y control de la economía.
Oscar Lange, en su artículo Los problemas actuales de la ciencia económica
en Polonia, dice lo siguiente:
La ciencia económica burguesa desempeña todavía otra función.
La burguesía y también los monopolios, no destinan grandes medios
a la creación de escuelas de orden superior e institutos de análisis
científicos en el campo de las ciencias económicas sólo
con el objeto de tener en ellos una ayuda para la apologética del sistema
capitalista. Esperan de los economistas algo más, esto es, una ayuda
en la solución de los numerosos problemas conexos en la política
económica. En el período de capitalismo de competencia las tareas
en este campo eran limitadas, referidas solamente a la administración
financiera, la política monetaria y crediticia, la política aduanal,
los transportes, &c. Pero en las condiciones del capitalismo de monopolio
y especialmente en las condiciones de creciente penetración del capitalismo
de estado en la vida económica, los problemas de este género crecen.
Podemos enumerar algunos: el análisis del mercado para facilitar la política
de precios de los grandes monopolios; los métodos de un conjunto de empresas
industriales de dirección centralizada; las recíprocas reglamentaciones
de contabilidad entre estas empresas, el ligamen programado de su actividad
y desarrollo, de su correspondiente localización, de la política
de amortizaciones o inversiones. De todo esto resultan las cuestiones relacionadas
con la actividad del estado capitalista en el período actual, del mismo
modo que los criterios de actividad de las industrias nacionalizadas, de su
política de inversiones y localización (por ejemplo, en el campo
de la energética), del modo de intervención político-económica
en el conjunto de la economía nacional, &c.
A todos estos problemas se ha añadido una serie de adquisiciones técnico-económicas,
las cuales, en ciertos campos como, por ejemplo, en el análisis del mercado
o en la programación de la actividad de las empresas que forman parte
de un grupo, o en los reglamentos de contabilidad en el interior de cada fábrica
o del grupo, en los criterios de amortización y otros, pueden ser parcialmente
utilizados por nosotros en el proceso de edificación del socialismo (como
sin duda las utilizarán en el futuro los trabajadores de los países
actualmente capitalistas cuando se efectúe el tránsito al socialismo).
Es de hacer notar que Cuba no había efectuado su tránsito, ni
siquiera iniciado su Revolución cuando esto se escribía. Muchos
de los adelantos técnicos que Lange describe existían en Cuba;
es decir, las condiciones de la sociedad cubana de aquella época permitían
el control centralizado de algunas empresas, cuya sede era La Habana o Nueva
York. La Empresa Consolidada del Petróleo, formada a partir de la unificación
de las tres refinerías imperialistas existentes (Esso, Texaco y Shell),
mantuvo y, en algunos casos perfeccionó sus sistemas de controles y es
considerada modelo en este Ministerio. En aquellas en que no existía
la tradición centralizadora ni las condiciones prácticas, éstas
fueron creadas sobre la base de una experiencia nacional, como en la Empresa
Consolidada de la Harina, que mereció el primer lugar entre las del Viceministerio
de la Industria Ligera.
Aunque la práctica de los primeros días de manejo de las industrias
nos convence plenamente de la imposibilidad de seguir racionalmente otro camino,
sería ocioso discutir ahora si las medidas organizativas tomadas hubieran
dado parecidos o mejores resultados con la implantación de la autogestión
a nivel de unidad, lo importante es que se pudo hacer en condiciones muy difíciles
y que la centralización permitió liquidar -en el caso de la Industria
del Calzado, por ejemplo- una gran cantidad de chinchales ineficientes y destinar
seis mil obreros para otras ramas de la producción.
Con esta serie de citas, hemos pretendido fijar los temas que consideramos básicos
para la explicación del sistema:
Primero: El comunismo es una meta de la humanidad que se alcanza conscientemente;
luego, la educación, la liquidación de las taras de la sociedad
antigua en la conciencia de las gentes, es un factor de suma importancia, sin
olvidar claro está, que sin avances paralelos en la producción
no es puede llegar nunca a tal sociedad.
Segundo: Las formas de conducción de la economía, como aspecto
tecnológico de la cuestión, deben tomarse de donde estén
más desarrolladas y puedan ser adaptadas a la nueva sociedad. La tecnología
de la petroquímica del campo imperialista puede ser utilizada por el
campo socialista sin temor de contagio de la ideología burguesa. En la
rama económica (en todo lo referente a normas técnicas de dirección
y control de la producción) sucede lo mismo.
Se podría, si no es considerado demasiado pretencioso, parafrasear a
Marx en su referencia a la utilización de la dialéctica de Hegel
y decir de estas técnicas que han sido puestas al derecho.
Un análisis de las técnicas contables utilizadas hoy habitualmente
en los países socialistas nos muestra que entre ellas y las nuestras
media un concepto diferencial, que podría equivaler al que existe en
el campo capitalista, entre capitalismo de competencia y monopolio. Al fin,
las técnicas anteriores sirvieron de base para el desarrollo de ambos
sistemas, puestas sobre los pies, de ahí en adelante se separan
los caminos, ya que el socialismo tiene sus propias relaciones de producción
y, por ende, sus propias exigencias.
Podemos decir pues, que como técnica, el antecesor del sistema presupuestario
de financiamiento es el monopolio imperialista radicado en Cuba, y que había
sufrido ya las variaciones inherentes al largo proceso de desarrollo de la técnica
de conducción y control que va desde los albores del sistema monopolista
hasta nuestros días en que alcanza sus niveles superiores. Cuando los
monopolistas se retiraron se llevaron sus cuadros superiores y algunos intermedios;
al mismo tiempo, nuestro concepto inmaduro de la Revolución nos llevó
a arrasar con una serie de procedimientos establecidos, por el mero hecho de
ser capitalistas. Esto hace que nuestro sistema no llegue todavía al
grado de efectividad que tenían las sucursales criollas de los monopolios
en cuanto a dirección y control de la producción; por ese camino
vamos, limpiándolo de cualquier hojarasca anterior.
Diferencias generales entre el cálculo económico y el sistema
presupuestario de financiamiento
Entre el cálculo económico y el sistema presupuestario de financiamiento
hay diferencias de distintos grados; intentaremos dividirlas en dos grandes
grupos y explicarlas someramente; hay diferencia de tipo metodológico
-práctico, diríamos- y diferencias de carácter más
profundo pero cuya naturaleza puede hacer parecer bizantino el análisis,
si no se opera con gran cautela.
Conviene aclarar ahora que lo que nosotros buscamos es una forma más
eficiente de llegar al comunismo; no hay discrepancia de principio. El cálculo
económico ha demostrado su eficacia práctica y, partiendo de las
mismas bases se plantean los mimos fines; nosotros creemos que el esquema de
acción de nuestro sistema, convenientemente desarrollado, puede elevar
la eficacia de la gestión económica del estado socialista, profundizar
la conciencia de las masas y cohesionar aún más el sistema socialista
mundial, sobre la base de una acción integral.
La diferencia más inmediata surge cuando hablamos de la empresa. Para
nosotros una empresa es un conglomerado de fábricas o unidades que tienen
una base tecnológica parecida, un destino común para su producción
o, en algún caso, una localización geográfica limitada;
para el sistema de cálculo económico, una empresa es una unidad
de producción con personalidad jurídica propia. Un central azucarero
es una empresa para aquel método y para nosotros, todos los centrales
azucareros y otras unidades relacionadas con el azúcar constituyen la
Empresa Consolidada del Azúcar. Recientemente en la URSS se han hecho
ensayos de este tipo adaptados a las condiciones propias de ese país
hermano (véase «Los Combinados de Empresas Soviéticas. La nueva
forma de administración de las industrias», I. Ivonin, Nuestra Industria,
Revista Económica, n° 4).
Otra diferencia es la forma de utilización del dinero; en nuestro sistema
sólo opera como dinero aritmético, como reflejo, en precios, de
la gestión de la empresa, que los organismos centrales analizarán
para efectuar el control de su funcionamiento; en el cálculo económico
es no sólo esto, sino también medio de pago que actúa como
instrumento indirecto de control, ya que son estos fondos los que permiten operar
a la unidad y sus relaciones con el banco son similares a las de un productor
privado en contacto con bancos capitalistas a los que deben explicar exhaustivamente
sus planes y demostrar su solvencia. Naturalmente, en este caso no opera la
decisión arbitraria sino la sujeción a un plan y las relaciones
se efectúan entre organizaciones estatales.
Consecuentemente con la forma de utilizar el dinero, nuestras empresas no tienen
fondos propios; en el banco existen cuentas separadas para extraerlos y depositarlos,
la empresa puede extraer fondos según el plan, de la cuenta general de
gastos y de la especial para pagar salarios, pero al efectuar un depósito,
éste pasa a poder del estado automáticamente.
Las empresas de la mayoría de los países hermanos tienen fondos
propios en los bancos que refuerzan con créditos de los mismos por los
que pagan interés sin olvidar nunca que estos fondos propios,
al igual que los créditos, pertenecen a la sociedad expresando en su
movimiento el estado financiero de la empresa.
En cuanto a las normas de trabajo, las empresas del cálculo económico
usan el trabajo normado a tiempo y el trabajo por pieza o por hora (destajo);
nosotros estamos tratando de llevar todas nuestras fábricas al trabajo
normado a tiempo, con premios de sobrecumplimiento limitados por la tarifa de
la escala superior. Después nos extenderemos sobre el particular.
En el sistema de cálculo económico plenamente desarrollado existe
un método riguroso de contratación, con penas monetarias por incumplimientos
y sobre la base de un andamiaje jurídico establecido tras años
de experiencia. En nuestro país todavía no existe tal estructura,
ni siquiera para los organismos de autogestión como el INRA, y se hace
particularmente difícil su implantación por el hecho de coexistir
dos sistemas tan disímiles. Por ahora existe la Comisión de Arbitraje,
carente de facultades ejecutivas pero cuya importancia va creciendo paulatinamente
y puede ser la base de nuestra estructura jurídica en un futuro. Internamente,
entre organismos sujetos al régimen de financiamiento presupuestario,
la decisión es fácil, pues se toman medidas administrativas si
las cuentas de control están bien llevadas y al día (cosa que
ya sucede en la mayoría de las empresas de este Ministerio).
Partiendo de la base de que en ambos sistemas el plan general del Estado es
la máxima autoridad, acatada obligatoriamente, se pueden sintetizar analogías
y diferencias operativas, diciendo que la autogestión se basa en un control
centralizado global y una descentralización más acusada, se ejerce
el control indirecto mediante el rublo, por el banco, y el resultado
monetario de la gestión sirve como medida para los premios; el interés
material es la gran palanca que mueve individual y colectivamente a los trabajadores.
El sistema presupuestario de financiamiento se basa en un control centralizado
de la actividad de la empresa; su plan y gestión económica son
controlados por organismos centrales, en una forma directa, no tiene fondos
propios ni recibe créditos bancarios, y usa, en forma individual, el
estímulo material, vale decir, los premios y castigos monetarios individuales
y, en su momento, usará los colectivos, pero el estímulo material
directo está limitado por la forma de pago de la tarifa salarial.
Contradicciones más sutiles, estímulo material versus conciencia
Aquí entramos de lleno en el campo de las contradicciones más
sutiles y que mejor deben ser explicadas. El tema de estímulo material
versus estímulo moral ha dado origen a muchas discusiones entre los interesados
en estos asuntos. Precisa aclarar bien una cosa: negamos la necesidad objetiva
del estímulo material, si somos renuentes a su uso como palanca impulsora
fundamental. Consideramos que, en economía, este tipo de palanca adquiere
rápidamente categoría per se y luego impone su propia fuerza
en las relaciones entre los hombres No hay que olvidarse que viene del capitalismo
y está destinada a morir en el socialismo.
¿Cómo la haremos morir?
Poco a poco, mediante el gradual aumento de los bienes de consumo para el pueblo
que hace innecesario este estímulo -nos contestan. Y en esta concepción
vemos una mecánica demasiado rígida. Bienes de consumo, ésa
es la consigna y es la gran formadora, en definitiva, de conciencia para los
defensores del otro sistema. Estímulo material directo y conciencia son
términos contradictorios, en nuestro concepto.
Este es uno de los puntos en que nuestras discrepancias alcanzan dimensiones
concretas. No se trata ya de matices: para los partidarios de la autogestión
financiera el estímulo material directo, proyectado hacia el futuro y
acompañando a la sociedad en las diversas etapas de la construcción
del comunismo no se contrapone al «desarrollo» de la conciencia, para nosotros
sí. Es por eso que luchamos contra su predominio, pues significaría
el retraso del desarrollo de la moral socialista.
Sí, el estímulo material se opone al desarrollo de la conciencia,
pero es una gran palanca para obtener logros en la producción, ¿debe
entenderse que la atención preferente al desarrollo de la conciencia
retarda la producción? En términos comparativos, en una época
dada, es posible, aunque nadie ha hecho los cálculos pertinentes; nosotros
afirmamos que en tiempo relativamente corto el desarrollo de la conciencia hace
más por el desarrollo de la producción que el estímulo
material y lo hacemos basados en la proyección general del desarrollo
de la sociedad para entrar al comunismo, lo que presupone que el trabajo deje
de ser una penosa necesidad para convertirse en un agradable imperativo. Cargada
de subjetivismo, la afirmación requiere la sanción de la experiencia
y en eso estamos; sí, en el curso de ella, se demostrara que es un freno
peligroso para el desarrollo de las fuerzas productivas, habrá que tomar
la determinación de cortar por lo sano y volver a los caminos transitados;
hasta ahora, no ha ocurrido así y el método, con el perfeccionamiento
que va dando la práctica, adquiere cada vez más consistencia y
demuestra su coherencia interna.
¿Cuál es, pues, el tratamiento correcto al interés material? Creemos
que nunca se puede olvidar su existencia, ya sea como expresión colectiva
de los afanes de las masas o como presencia individual, reflejo en la conciencia
de los trabajadores de los hábitos de la vieja sociedad. Para el tratamiento
del interés material en forma colectiva no tenemos una idea bien definida
hasta ahora, debido a insuficiencias en el aparato de planificación que
nos impiden basarnos con absoluta fe en él y a no haber podido estructurar
hasta el momento un método que permita soslayar las dificultades; el
peligro mayor lo vemos en el antagonismo que se crea entre la administración
estatal y los organismos de producción, antagonismo analizado por el
economista soviético Liberman, quien llega a la conclusión de
que hay que cambiar los métodos de estímulo colectivo, dejando
la antigua fórmula de premios basada en el cumplimiento de los planes
para pasar a otras más avanzadas.
Aun cuando no estamos de acuerdo con él en el énfasis dado al
interés material (como palanca), nos parece correcta su preocupación
por las aberraciones que el concepto cumplimiento del plan ha sufrido
con el transcurso de los años. Las relaciones entre las empresas y los
organismos centrales adquieren formas bastante contradictorias y los métodos
usados por aquéllas para obtener beneficios toman a veces características
que se apartan bastante de la imagen de la moral socialista.
Creemos que se está desperdiciando, en cierta manera, las posibilidades
de desarrollo que ofrecen las nuevas relaciones de producción para acentuar
la evolución del hombre hacia El reino de la libertad. Precisamente,
puntualizamos en nuestra definición de los argumentos fundamentales del
sistema la interrelación existente entre educación y desarrollo
de la producción. Se puede abordar la tarea de la construcción
de la nueva conciencia porque estamos frente a nuevas formas de relaciones de
producción y, aunque en sentido histórico general la conciencia
es producto de las relaciones de producción, deben considerarse las características
de la época actual cuya contradicción fundamental (en niveles
mundiales) es la existente entre el imperialismo y el socialismo. Las ideas
socialistas tocan la conciencia de las gentes del mundo entero, por eso puede
adelantarse un desarrollo al estado particular de las fuerzas productivas en
un país dado.
En la URSS de los primeros años, el estado socialista caracterizaba el
régimen a pesar de las relaciones de tipo mucho más atrasado que
existían en su seno. En el capitalismo hay restos de la etapa feudal,
pero es aquel sistema el que caracteriza al país luego de triunfar en
los aspectos fundamentales de su economía. En Cuba, el desarrollo de
las contradicciones entre dos sistemas mundiales permitió el establecimiento
del carácter socialista de la revolución, carácter que
le fue dado en un acto consciente, gracias a los conocimientos adquiridos por
sus dirigentes, la profundización de la conciencia de las masas y la
correlación de fuerzas en el mundo.
Si todo esto es posible, ¿por qué no pensar en el papel de la educación
como ayudante pertinaz del estado socialista en la tarea de liquidar las viejas
taras de una sociedad que ha muerto y se lleva a la tumba sus viejas relaciones
de producción? Veamos a Lenin:
Por ejemplo, no puede ser más vulgar la argumentación empleada
por ellos y que han aprendido de memoria en la época del desarrollo de
la social-democracia de Europa Occidental, de que nosotros no hemos madurado
para el socialismo, que no existen en nuestro país, como se expresan
algunos señores «eruditos» que militan en sus filas, las condiciones
económicas objetivas para el socialismo. Y a ninguno de ellos se les
pasa por la imaginación preguntarse: ¿Pero no podía un pueblo
que se encontró con una situación revolucionaria como la que se
formó durante la primera guerra imperialista, no podía, bajo la
influencia de su situación desesperada, lanzarse a una lucha que le brindara,
por lo menos, algunas perspectivas de conquistar para sí condiciones
fuera de las habituales para el ulterior incremento de la civilización?
Rusia no ha alcanzado tal nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que
haga posible el socialismo. Todos los héroes de la II Internacional,
y entre ellos, naturalmente, Sujánov, van y vienen con esta tesis, como
chico con zapatos nuevos. Esta tesis indiscutiblemente la repiten de mil maneras
y les parece que es decisiva para valorar nuestra Revolución.
Pero, ¿qué hacer, si una situación peculiar ha llevado a Rusia,
primero, a la guerra imperialista mundial, en la que intervinieron todos los
países más o menos importantes de Europa Occidental, y ha colocado
su desarrollo al borde de las revoluciones del Oriente, que comienzan y que
en parte han comenzado ya, en unas condiciones en las cuales hemos podido llevar
a la práctica precisamente esa alianza de la «guerra campesina» con el
movimiento obrero, de la que, como una de las probables perspectivas, escribió
un «marxista» como Marx en 1846, refiriéndose a Prusia?
Y ¿qué debíamos hacer, si una situación absolutamente sin
salida, decuplicando las fuerzas de los obreros y campesinos, abría ante
nosotros la posibilidad de pasar de una manera diferente que en todos los demás
países del Occidente de Europa a la creación de las premisas fundamentales
de la civilización? ¿Ha cambiado a causa de eso la línea general
del desarrollo de la historia universal? ¿Ha cambiado por eso la correlación
esencial de las clases fundamentales en cada país que entra, que ha entrado
ya, en el curso general de la historia universal?
Si para implantar el socialismo se exige un determinado nivel cultural (aunque
nadie puede decir cuál es este determinado «nivel cultural», ya que es
diferente en cada uno de los países de Europa Occidental), ¿por qué,
entonces, no podemos comenzar primero por la conquista, por vía revolucionaria,
de las premisas para este determinado nivel, y luego, ya a base del Poder obrero
y campesino y del régimen soviético, ponernos en marcha para alcanzar
a los demás países? (Lenin, Problemas de la edificación
del socialismo y comunismo en la URSS.)
En cuanto a la presencia en forma individualizada del interés material,
nosotros la reconocemos (aun luchando contra ella y tratando de acelerar su
liquidación mediante la educación) y lo aplicamos en las normas
de trabajo a tiempo con premio y en castigo salarial subsiguiente al no cumplimiento
de las mismas.
La sutil diferencia entre los partidarios de la autogestión y nosotros,
sobre el tema, estriba en los argumentos para pagar un salario normado, para
el premio y el castigo. La norma de producción es la cantidad media de
trabajo que crea un producto en determinado tiempo, con la calificación
media y en condiciones específicas de utilización de equipo; es
la entrega de una cuota de trabajo que se hace a la sociedad por parte de uno
de sus miembros, es el cumplimiento de su deber social. Si se sobrecumplen las
normas, hay un mayor beneficio para la sociedad y se puede suponer que el obrero
que lo haga cumple mejor sus deberes, mereciendo, por tanto, una recompensa
material. Aceptamos esta concepción como el mal necesario de un período
transitorio, pero no aceptamos que la interpretación cabal del apotegma,
de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo,
deba interpretarse como el pago completo, en plus salario, del porcentaje de
sobrecumplimiento de una norma dada (hay casos en que el pago supera el porcentaje
de cumplimiento como estímulo extraordinario a la productividad individual);
Marx explica bien claramente, en la Crítica del Programa de Gotha,
que una parte considerable del salario del obrero va a capítulos muy
alejados de su relación inmediata:
Tomemos, en primer lugar, las palabras «el fruto del trabajo» en el sentido
del producto del trabajo; entonces el fruto del trabajo colectivo será
la totalidad del producto social.
Pero de aquí hay que deducir:
Primero: una parte para reponer los medios de producción consumidos.
Segundo: una parte suplementaria para ampliar la producción.
Tercero: el fondo de reserva o de seguro contra accidente, trastornos debidos
a fenómenos naturales, &c. Estas deducciones del «fruto íntegro
del trabajo» constituyen una necesidad económica, y su magnitud se determinará
según los medios y fuerzas existentes, y en parte, por medio del cálculo
de probabilidades; lo que no puede hacerse en ningún modo es calcularla
partiendo de la equidad.
Queda la parte restante del producto total, destinada a servir a medios de consumo.
Pero, antes de que esta parte llegue al reparto individual, de ella hay que
deducir todavía:
Primero: los gastos generales de administración, no concernientes a la
producción.
En esta parte se conseguirá, desde el primer momento, una reducción
considerabilísima, en comparación con la sociedad actual, reducción
que irá en aumento a medida que la nueva sociedad se desarrolle.
Segundo: la parte que se destine a satisfacer necesidades colectivas, tales
como escuelas, instituciones sanitarias, &c.
Esta parte aumentará considerablemente desde el primer momento, en comparación
con la sociedad actual, y seguirá aumentando en la medida en que la sociedad
se desarrolle.
Tercero: los fondos de sostenimiento de las personas no capacitadas para el
trabajo, &c.; en una palabra, lo que hoy compete a la llamada beneficencia
oficial.
Sólo después de esto podemos proceder al «reparto», es decir,
a lo único, que, bajo la influencia de Lasalle y con una concepción
estrecha, tiene presente el programa, es decir, a la parte de los medios de
consumo que se reparte entre los productores individuales de la colectividad.
El «fruto íntegro del trabajo» se ha transformado ya, imperceptiblemente,
en el «fruto parcial», aunque lo que se le quite al productor en calidad de
individuo vuelva a él, directa o indirectamente, en calidad de miembro
de la sociedad.
Y así como se ha evaporado la expresión «el fruto íntegro
del trabajo», se evapora ahora la expresión «el fruto del trabajo» en
general. (Carlos Marx, Crítica del programa de Gotha.)
Todo esto nos muestra que la amplitud de los fondos de reserva depende de una
serie de decisiones político-económicas o político-administrativas.
Como todos los bienes existentes en la reserva salen siempre del trabajo no
retribuido, debemos colegir qué decisiones sobre el volumen de los fondos
analizados por Marx, conllevan cambios en los pagos, es decir, variaciones del
volumen de trabajo no retribuido directamente. A todo lo expuesto hay que agregar
que no hay, o no se conoce, una norma matemática que determina lo justo
del premio de sobrecumplimiento (como tampoco del salario base) y, por tanto,
debe basarse fundamentalmente en las nuevas relaciones sociales, la estructura
jurídica que sancione la forma de distribución por la colectividad
de una parte del trabajo del obrero individual.
Nuestro sistema de normas tiene el mérito de que establece la obligatoriedad
de la capacitación profesional para ascender de una categoría
a otra, lo que dará, con el tiempo, un ascenso considerable del nivel
técnico.
El no cumplimiento de la norma significa el incumplimiento del deber social;
la sociedad castiga al infractor con el descuento de una parte de sus haberes.
La norma no es un simple hito que marque una medida posible o la convención
sobre una medida del trabajo; es la expresión de una obligación
moral del trabajador, es su deber social. Aquí es donde deben
juntarse la acción del control administrativo con el control ideológico.
El gran papel del partido en la unidad de producción es ser su motor
interno y utilizar todas las formas de ejemplo de sus militantes para que el
trabajo productivo, la capacitación, la participación en los asuntos
económicos de la unidad, sean parte integrante de la vida de los obreros,
se vaya transformando en hábito insustituible.
Acerca de la ley del valor
Una diferencia profunda (al menos en el rigor de los términos empleados)
existe entre la concepción de la ley del valor y la posibilidad de su
uso consciente, planteada por los defensores del cálculo económico
y la nuestra.
Dice el Manual de Economía Política:
Por oposición al capitalismo, donde la ley del valor actúa como
una fuerza ciega y espontánea, que se impone a los hombres, en la economía
socialista se tiene conciencia de la ley del valor y el Estado la tiene en cuenta
y la utiliza en la práctica de la dirección planificada
de la economía.
El conocimiento de la acción de la ley del valor y su inteligente
utilización ayudan necesariamente a los dirigentes de la economía
en encauzar racionalmente la producción, a mejorar sistemáticamente
los métodos de trabajo y a aprovechar las reservas latentes para producir
más y mejor.
Las palabras subrayadas por nosotros indican el espíritu de los párrafos.
La ley del valor actuaría como una fuerza ciega pero conocida y, por
tanto doblegable, o utilizable por el hombre.
Pero esta ley tiene algunas características: Primero: está condicionada
por la existencia de una sociedad mercantil. Segundo: sus resultados no son
susceptibles de medición a priori y deben reflejarse en el mercado donde
intercambian productores y consumidores. Tercero: es coherente en un todo, que
incluye mercados mundiales y cambios y distorsiones en algunas ramas de producción
se reflejan en el resultado total. Cuarto: dado su carácter de la ley
económica actúa fundamentalmente como tendencia y, en los períodos
de transición, su tendencia debe ser lógicamente a desaparecer.
Algunos párrafos después, el Manual expresa:
El estado socialista utiliza la ley del valor, realizando por medio del sistema
financiero y de crédito el control sobre la producción y la distribución
del producto social.
El dominio de la ley del valor y su utilización con arreglo a un plan
representan una enorme ventaja del socialismo sobre el capitalismo. Gracias
al dominio sobre la ley del valor, su acción en la economía socialista
no lleva aparejado el despilfarro del trabajo social inseparable de la anarquía
de la producción, propia del capitalismo. La ley del valor y las categorías
con ella relacionadas -el dinero, el precio, el comercio, el crédito,
las finanzas- son utilizadas con éxito por la URSS y por los países
de democracia popular, en interés de la construcción del socialismo
y del comunismo, en el proceso de dirección planificada de la economía
nacional.
Esto sólo puede considerarse exacto en cuanto a la magnitud total de
valores producidos para el uso directo de la población y los respectivos
fondos disponibles para su adquisición, lo que podría hacer cualquier
ministro de Hacienda capitalista con unas finanzas relativamente equilibradas.
Dentro de ese marco, todas las distorsiones parciales de la ley caben.
Más adelante se apunta:
La producción mercantil, la ley del valor y el dinero sólo se
extinguirán al llegar a la fase superior del comunismo. Pero, para crear
las condiciones que hagan posible la extinción de la producción
y la circulación mercantiles en la fase superior del comunismo, es necesario
desarrollar y utilizar la ley del valor y las relaciones monetario-mercantiles
durante el período de construcción de la sociedad comunista.
¿Por qué desarrollar? Entendemos que durante cierto tiempo se
mantengan las categorías del capitalismo y que este término no
puede determinarse de antemano, pero las características del período
de transición son las de una sociedad que liquida sus viejas ataduras
para ingresar rápidamente a la nueva etapa. La tendencia debe
ser, en nuestro concepto, a liquidarlo más vigorosamente posible las
categorías antiguas entre las que se incluye el mercado, el dinero y,
por tanto, la palanca del interés material o, por mejor decir, las condiciones
que provocan la existencia de las mismas. Lo contrario haría suponer
que la tarea de la construcción del socialismo en una sociedad atrasada,
es algo así como un accidente histórico y que sus dirigentes,
para subsanar el error, deben dedicarse a la consolidación de
todas las categorías inherentes a la sociedad intermedia, quedando sólo
la distribución del ingreso de acuerdo al trabajo y la tendencia a liquidar
la explotación del hombre por el hombre como fundamentos de la nueva
sociedad, lo que luce insuficiente por sí solo como factor del desarrollo
del gigantesco cambio de conciencia necesario para poder afrontar el tránsito,
cambio que deberá operarse por la acción multifacética
de todas las nuevas relaciones, la educación y la moral socialista, con
la concepción individualista que el estímulo material directo
ejerce sobre la conciencia frenando el desarrollo del hombre como ser social.
Para resumir nuestras divergencias: consideramos la ley del valor como parcialmente
existente, debido a los restos de la sociedad mercantil subsistentes, que se
refleja también en el tipo de cambio que se efectúa entre el estado
suministrador y el consumidor; creemos que, particularmente en una sociedad
de comercio exterior muy desarrollado, como la nuestra, la ley del valor en
escala internacional debe reconocerse como un hecho que rige las transacciones
comerciales, aun dentro del campo socialista y reconocemos la necesidad de que
este comercio pase ya a formas más elevadas en los países de la
nueva sociedad, impidiendo que se ahonden las diferencias entre países
desarrollados y los más atrasados por la acción del intercambio.
Vale decir, es necesario hallar fórmulas de comercio que permitan el
financiamiento de las inversiones industriales en los países en desarrollo,
aunque esto contravenga los sistemas de precios existentes en el mercado mundial
capitalista, lo que permitirá el avance más parejo de todo el
campo socialista, con las naturales consecuencias de limar asperezas y cohesionar
el espíritu del internacionalismo proletario (el reciente acuerdo entre
Cuba y la URSS, es una muestra de los pasos que se pueden dar en este sentido).
Negamos la posibilidad del uso consciente de la Ley del valor, basado en la
no existencia de un mercado libre que exprese automáticamente la contradicción
entre productores y consumidores; negamos la existencia de la categoría
mercancía en la relación entre empresas estatales, y consideramos
todos los establecimientos como parte de la única gran empresa que es
el Estado (aunque, en la práctica, no sucede todavía así
en nuestro país). La ley del valor y el plan son dos términos
ligados por una contradicción y su solución; podemos, pues, decir
que la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista,
su categoría definitoria y el punto en que la conciencia del hombre alcanza,
por fin, a sintetizar y dirigir la economía hacia su meta, la plena liberación
del ser humano en el marco de la sociedad comunista.
Sobre la formación de los precios
En la teoría de la formación de los precios tenemos también
divergencias profundas. En la autogestión se forman los precios «atendiendo
a la ley del valor», pero no se explica (hasta donde nuestros conocimientos
alcanzan) cuál expresión de la ley del valor se toma. Se parte
del trabajo socialmente necesario para producir un artículo dado pero
se ha descuidado el hecho de que el trabajo socialmente necesario es un concepto
económico-histórico y, por lo tanto, cambiante, no sólo
a nivel local (o nacional) sino en términos mundiales; los continuos
avances en la tecnología, consecuencia en el mundo capitalista de la
competencia, disminuyen el gasto de trabajo necesario, y, por tanto, el valor
del producto. Una sociedad cerrada puede ignorar los cambios durante determinado
tiempo, pero siempre habría que volver a estas relaciones internacionales
para cotejar su valor. Si una sociedad dada los ignora durante un lapso largo,
sin desarrollar fórmulas nuevas y exactas en su reemplazo, creará
interconexiones internas que configuren su propio esquema del valor, congruente
en sí mismo, pero contradictorio con las tendencias de la técnica
más desarrollada (el ejemplo del acero y el plástico), esto puede
provocar atrasos relativos de alguna importancia y, en todo caso, distorsiones
a la ley del valor en escala internacional que hagan incomparables las economías.
El impuesto de circulación es una ficción contable mediante
la cual se mantienen determinados niveles de rentabilidad a las empresas, encareciendo
el producto para el consumidor, de tal manera que se nivela la oferta de artículos
con el fondo de la demanda solvente; creemos que es una imposición del
sistema pero no una necesidad absoluta y trabajamos sobre fórmulas que
contemplen todos estos aspectos.
Consideramos que es necesaria una estabilización global del fondo mercantil
y la demanda solvente: el Ministerio de Comercio Interior se encargaría
de nivelar la capacidad de compra de la población con los precios de
las mercancías ofrecidas, considerando siempre que toda una serie de
artículos de carácter fundamental para la vida del hombre deben
ofrecerse a precios bajos, aunque en otros menos importantes, se cargue la mano
con manifiesto desconocimiento de la ley del valor en cada caso concreto.
Aquí surge un gran problema ¿cuál será la base de formación
de precios reales que adopte la economía para el análisis de las
relaciones de producción? Podría ser el análisis del trabajo
necesario en términos cubanos. Esto traería aparejado distorsiones
inmediatas y la pérdida de visión de los problemas mundiales por
las necesarias interrelaciones automáticas que se crearían. Podría
tomarse, en contrario, el precio mundial; esto acarrearía la pérdida
de visión de los problemas nacionales, ya que nuestro trabajo no tiene
productividad aceptable en términos mundiales en casi ninguna rama.
Proponemos, como primera aproximación al problema, que se considere la
creación de índices de precios basados en lo siguiente:
Todas las materias primas de importación tendrán un precio fijo,
estable, basado en una media del mercado internacional más unos puntos
por el costo de transporte y del aparato de Comercio Exterior. Todas las materias
primas cubanas tendrían el precio de su costo de producción real
en términos monetarios. A ambos se les agregarían los gastos de
trabajo planificados más el desgaste de los medios básicos para
elaborarlas y ese sería el precio de los productos entregados entre empresas
y al Comercio Interior, pero constantemente estarían afectados por índices
que reflejaran el precio de esa mercancía en el mercado mundial más
los costos de transporte y de Comercio Exterior. Las empresas que operan por
el régimen de financiamiento presupuestario trabajarían sobre
la base de sus costos planificados y no tendrían beneficios; todos los
lograría el MINCIN (naturalmente, esto se refiere a aquella parte del
producto social que se realiza como mercancía, es lo fundamental como
fondo de consumo); los índices nos dirían continuamente (al aparato
central y la empresa) cuál es nuestra real efectividad y evitaría
tomar decisiones equivocadas. La población no sufriría nada con
todos estos cambios, ya que los precios por la mercancía que compra están
fijados independientemente, atendiendo a la demanda y la necesidad vital de
cada producto.
Por ejemplo, para calcular el monto de una inversión, haríamos
el cálculo de materias primas y equipos directamente importados, el gasto
de los equipos de construcción y montaje, el costo de los salarios planificados,
atendiendo a las posibilidades reales y un cierto margen para el costo del aparato
constructor. Esto podría darnos, al finalizar la inversión, tres
cifras: una, el costo real en dinero de la obra; otra, lo que debía costar
la obra según nuestra planificación; la tercera, lo que debería
costar en términos de productividad mundial. La diferencia entre la primera
y la segunda se cargaría a la ineficiencia del aparato constructor; la
diferencia entre la segunda y la tercera sería el índice, en el
sector de que se trate, de nuestro atraso.
Esto nos permite tomar decisiones fundamentales sobre el empleo alternativo
de materiales tales como el cemento, el hierro, los plásticos; los techos
de fibrocemento, aluminio o zinc; las tuberías de hierro, plomo o cobre;
el uso de ventanas de madera, hierro o aluminio, &c.
Todas las decisiones pueden apartarse del óptimo matemático atendiendo
a razones políticas, de comercio exterior, &c., pero siempre tendríamos
el espejo de los sucesos reales en el mundo frente a nuestro trabajo. Los precios
nunca estarán separados de su imagen mundial, que será cambiante
en determinados años, de acuerdo con los adelantos de la tecnología
y donde cada vez tendrá mayor preminencia el mercado socialista y la
división internacional del trabajo, luego de lograr un sistema socialista
mundial de precios más lógico que el usado actualmente.
Podríamos seguir abundando en esta interesantísimo tema, pero
es preferible dejar aquí esbozadas algunas ideas primarias y aclarar
que todo esto necesita una elaboración posterior.
Los premios colectivos
Sobre los premios colectivos a la gestión de la empresa, queremos remitirnos
en primer lugar a los experimentos expuestos por Fikriat Tabaiev. «Investigación
económica y dirección de economía», en el n° 11, 1963 de
la Revista Internacional, donde dice:
¿Cuál ha de ser entonces el índice fundamental y decisivo para
apreciar el trabajo de las empresas? Las investigaciones económicas han
dado lugar a varias propuestas en este sentido.
Algunos economistas proponen como índice principal la norma de acumulación;
otros, el gasto de trabajo, &c. La prensa soviética ha reflejado
en sus páginas la amplia discusión provocada por un artículo
del profesor Liberman, en el que se proponía como exponente fundamental
del trabajo de la empresa el grado de rentabilidad, la norma de acumulación
y el beneficio. Creemos que al juzgar el funcionamiento de una empresa conviene
tener en cuenta ante todo la aportación hecha por el personal de la misma
al tipo dado de producción. Esto, que en última instancia no está
reñido con la lucha por una rentabilidad suficientemente elevada de la
producción, permite concentrar mejor los esfuerzos del personal de la
empresa en el perfeccionamiento del proceso productivo. Las organizaciones sociales
de Tartaria han propuesto utilizar como índice principal la norma de
valor de la elaboración de cada pieza. Para comprobar la posibilidad
de poner en práctica dicha propuesta se ha realizado un experimento económico.
En 1962 fueron determinadas y aprobadas las normas de valor de la elaboración
para la producción de todas las ramas de la industria de Tartaria. Ese
año constituyó un período de transición, durante
el cual el nuevo índice fue utilizado en la planificación paralelamente
al índice de la producción global. El índice basado en
la norma de valor de la elaboración expresa los gastos, técnicamente
justificados en los que se incluyen el salario y los plus percibidos
por los obreros, más los gastos de taller y de toda la fábrica
para la producción de cada artículo.
Es preciso señalar que la aplicación de este índice no
tiene nada que ver con los «infernales» sistemas de contabilidad del trabajo
que se utilizan en los países capitalistas. Nosotros nos orientamos de
un modo consecuente a organizar en forma racional los procesos laborales y no
a intensificar el trabajo en proporciones desmesuradas. Toda la labor encaminada
a establecer las normas de trabajo se realiza con la participación directa
del personal de las empresas y de las organizaciones sociales, particularmente
de los sindicatos.
A diferencia del índice de la producción global, la norma de valor
de elaboración no comprende la inmensa mayoría de los gastos materiales
-trabajo pretérito materializado de otras empresas- ni el beneficio,
es decir, aquellos componentes del valor de la producción global y mercantil
que desvirtúan el verdadero volumen de la actividad productiva de la
empresa. Al reflejar con más exactitud el trabajo invertido en la fabricación
de cada artículo, el índice que expresa la norma de valor de la
elaboración permite determinar de un modo más real las tareas
relativas a la elevación del rendimiento, al descenso de los costos y
a la rentabilidad del tipo dado de producción. También es el más
conveniente desde el punto de vista de la planificación intrafabril y
para la organización del cálculo económico dentro de la
empresa. Además, permite comparar la productividad del trabajo en empresas
afines.
Nos parece muy digna de estudio esta investigación soviética,
y coincidente, en algunos aspectos, con nuestra tesis.
Resumen de ideas sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento
Para hacer un resumen de nuestras ideas sobre el sistema presupuestario de financiamiento,
debe comenzarse por aclarar que es un concepto global, vale decir, su acción
objetiva se ejercería cuando participara en todos los aspectos de la
economía, en un todo único que, partiendo de las decisiones políticas
y pasando por JUCEPLAN, llegará a las empresas y unidades por los canales
del ministerio y allí se fundiera con la población para volver
a caminar hasta el órgano de decisión política formando
una gigantesca rueda bien nivelada, en la cual se podrían cambiar determinados
ritmos más o menos automáticamente, porque el control de la producción
lo permitiría. Los ministerios tendrían la responsabilidad específica
de efectuar y controlar los planes, cosa que harían empresas y unidades,
de acuerdo a escalas de decisión que pueden ser más o menos elásticas,
según la profundidad organizativa alcanzada, el tipo de producción
o el momento de que se trate. JUCEPLAN se encargaría de los controles
globales y centrales de la economía y estaría auxiliada en su
acción por los Ministerios de Hacienda, en todo el control financiero,
y Trabajo, en la planificación de la fuerza de trabajo.
Como todo esto no sucede así, describiremos nuestra realidad actual con
todas sus limitaciones, sus pequeños triunfos, sus defectos y sus derrotas,
justificadas o justificables algunas, producto de nuestra inexperiencia o de
fallas groseras otras.
JUCEPLAN da solamente los lineamientos generales del plan y las cifras de control
de aquellos productos que se llaman básicos y de los cuales lleva un
control, más o menos acusado. Los organismos centrales, en los que incluimos
al Ministerio de Industrias llevan el control de los productos se determinan
por contratación entre empresas. Luego de establecido y compatibilizado
el plan, se firman los contratos -a veces se ha hecho esto preliminarmente-
y comienza el trabajo.
El aparato central del ministerio se encarga de asegurar que la producción
se cumpla a nivel de empresa y la empresa debe encargarse que se cumpla a nivel
de unidad. Lo fundamental es, que la contabilidad se consolida en estos dos
puntos, en la empresa y en el ministerio. Los medios básicos e inventarios
deben mantenerse controlados a nivel central, de tal manera que se puedan mover
fácilmente en todo el conjunto de las unidades, de un lago hacia otro,
aquellos recursos que por alguna circunstancia permanecen inmóviles en
determinadas unidades. El ministerio tiene también autoridad para mover
los medios básicos entre distintas empresas. Los fondos no tienen carácter
mercantil, solamente se hace la correspondiente anotación de los libros,
dándolos de baja de un lado y de alta en el otro. De la producción
se entrega una parte directamente a la población a través del
MINCIN, y otra a las unidades productivas de otros tipos para los cuales los
nuestros son productos intermedios.
Nuestro concepto fundamental es que en todo este proceso el producto va adquiriendo
valor por el trabajo que se ejerce sobre él, pero que no hay ninguna
necesidad de relaciones mercantiles entre las empresas; simplemente los contratos
de entrega y las correspondientes órdenes de compras, o el documento
que deba exigirse en el momento dado, significan la sanción de que se
ha cumplido con el deber de producir y entregar determinado producto. El hecho
de la aceptación de un artículo por parte de una empresa significaría
(en términos algo ideales en el momento actual, es preciso reconocerlo),
la aceptación de la calidad del producto. Este se convierte en mercancía
al cambiar jurídicamente de posesionario, al entrar en el consumo individual.
Los medios de producción para otras empresas no constituyen mercancías,
pero debe valorárselos de acuerdo con los índices que anteriormente
propusimos, comparando con el trabajo necesario en la norma destinada al consumo
para poder adjudicarle un precio al medio básico o materia prima de que
se trate.
Calidad, cantidad y surtido deben cumplirse de acuerdo con planes trimestrales.
En la unidad, ésta, de acuerdo con sus normas de trabajo, pagaría
a los obreros directamente su salario. Queda en blanco una de las partes que
todavía no ha sido atendida: la forma de retribuir a la colectividad
de una unidad productiva por su acción particularmente brillante, o más
brillante que la media, en el conjunto de la economía y de castigar o
no aquellas otras fábricas que no hayan sido capaces de cumplir adecuadamente
su papel.
El Sistema Presupuestario de Financiamiento en su estado actual
¿Qué sucede en el día de hoy? Una de las primeras cosas que pasa
es que la fábrica no cuenta nunca con los abastecimientos en la forma
y en el momento señalado, de tal manera, que incumple sus planes de producción,
pero lo que es peor, recibe en muchos casos materias primas para proceso de
distinta tecnología, produce cambios en la misma que obligan a cambios
tecnológicos; esto incide sobre los costos directos de producción,
sobre la cantidad de mano de obra, sobre las inversiones, en algunos casos,
y a menudo desarman todo el plan, obligando a frecuentes cambios.
En el momento actual, a nivel ministerial, hemos tenido que ser meramente receptores
de todas estas anomalías, registradores de ellas, pero ya estamos entrando
en la fase en la cual podremos actuar sobre determinadas categorías del
plan, por lo menos, para exigir que cualquier distorsión sea prevista
en forma contable o matemática y pueda entonces controlarse. Todavía
no existen los aparatos automáticos necesarios para que todos los controles
se hagan velozmente y los índices se puedan analizar; no existe la suficiente
capacidad de análisis, ni la suficiente capacidad de entrega de índices
o cifras correctas para su interpretación.
Las empresas están unidas a sus fábricas directamente, a veces
por teléfono o telégrafo, o por algún delegado provincial;
otros casos, a través de las delegaciones del ministerio que sirven de
control; y en los municipios o lugares económico-político de ese
tipo funcionan los callados CILOS que no son otra cosa que una reunión
de administradores de unidades, vecinas entre sí, que tienen la responsabilidad
de analizar sus problemas y de decidir sobre pequeñas ayudas mutuas cuyo
trámite burocrático se haría muy largo a través
de todos los canales, y en algunos casos, pueden prestar medios básicos,
pero siempre considerando que hay que consultarlo en la empresa correspondiente
antes de hacer traslados definitivos.
Los primeros días de cada mes, llega la estadística de producción
al ministerio donde se analiza hasta los más altos niveles y se toman
las medidas fundamentales para corregir los defectos. En días subsiguientes
va llegando otra estadística más elaborada que permite también
ir tomando, a distintos niveles, medidas concretas para solucionar problemas.
¿Cuáles son las debilidades fundamentales del sistema? Creemos que, en
primer lugar, debe colocarse la inmadurez que tienen, en segundo lugar, la escasez
de cuadros realmente capacitados en todos los niveles. En tercer lugar, la falta
de una difusión completa de todo el sistema y de sus mecanismos para
que la gente lo vaya comprendiendo mejor. Podemos citar también la falta
de un aparato central de planificación que funcione de la misma manera
y con absoluta jerarquía, lo que podría facilitar el trabajo.
Citaremos las fallas en abastecimiento de materiales, fallas en el transporte,
que a veces nos obligan a acumular productos y, en otras, nos impiden producir;
fallas en todo nuestro aparato de control de calidad y en las relaciones (muy
estrechas, muy armónicas y muy bien definidas, debían ser) con
los organismos de distribución, particularmente el MINCIN; y con algunos
organismos administradores, particularmente el MINCEX y el INRA. Todavía
es difícil precisar cuáles fallas son producto de debilidades
inherentes al sistema y cuáles otras debidas sustancialmente a nuestro
grado de organización actual.
La fábrica en este momento no tiene, ni la empresa tampoco, un estímulo
material de tipo colectivo; no responde esto a una idea central de todo el esquema,
sino a no haber alcanzado la suficiente profundidad organizativa en los momentos
actuales, para poder hacerlo sobre otras bases que no sean el simple cumplimiento
o sobrecumplimiento de los principales planes de la empresa, por razones que
ya hemos apuntado anteriormente.
Se le imputa al sistema una tendencia al burocratismo, y uno de los puntos en
los cuales debe insistirse constantemente es en la racionalización de
todo el aparato administrativo para que aquél sea lo menor posible. Ahora
bien, desde el punto de vista del análisis objetivo es evidente que mucha
menos burocracia existirá cuanto más centralizadas estén
todas las operaciones de registro y de control de la empresa o unidad, de tal
manera que si todas las empresas pudieran tener centralizadas todas sus facetas
administrativas su aparato se reduciría al pequeño núcleo
de dirección de la unidad y al colector de informaciones para pasarlas
a la central.
Eso, en el momento actual, es imposible, sin embargo, tenemos que ir a la creación
de unidades de tamaño óptimo, cosa que se facilita mucho por el
sistema, al establecerse las normas de trabajo, de un solo tipo de calificación
salarial, de manera que se rompen las ideas estrechas sobre la empresa como
centro de acción del individuo y se va volcando más a la sociedad
en su conjunto.
Ventajas del Sistema planteadas en forma general
En nuestro concepto este sistema tiene las siguientes ventajas:
Primero, al tender a la centralización, tiende a una utilización
más racional de los fondos con carácter nacional.
Segundo, tiende a una mayor racionalización de todo el aparato administrativo
del estado.
Tercero, esta misma tendencia a la centralización obliga a crear unidades
mayores dentro de límites adecuados, que ahorran fuerza de trabajo y
aumentan la productividad de los trabajadores.
Cuarto, integrado en un sistema único de normas, hace de todo el ministerio,
en un caso, y de todos los ministerios, si fuera posible, una sola gran empresa
estatal en la cual se puede pasar de un lado a otro e ir ascendiendo en ramas
distintas y en lugares distintos sin que haya problemas salariales y simplemente
cumpliendo una escala de tipo nacional.
Quinto, contando con organismos constructores presupuestados, se puede simplificar
mucho el control de las inversiones, cuya vigilancia concreta hará el
inversionista contratante y su supervisión financiera, el Ministerio
de Hacienda.
Es importante señalar que se va creando en el obrero la idea general
de la cooperación entre todos, la idea de pertenecer a un gran conjunto
que es el de la población del país; se impulsa el desarrollo de
su conciencia del deber social.
Es interesante la siguiente cita de Marx que, desprovista de las palabras que
supongan al régimen capitalista, expone el proceso de formación
de las tradiciones de trabajo, pudiéndonos servir como antecedente para
la construcción del socialismo:
No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los polos
como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen nada que vender
más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con obligar a éstos
a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista
se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de tradición,
de costumbre, se somete a las exigencias de este régimen de producción
como a las más lógicas leyes naturales. La organización
del proceso capitalista de producción ya desarrollado vence todas las
resistencias; la existencia constante de una superpoblación relativa
mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo a tono con las necesidades
de explotación del capital, y la presión sorda de las condiciones
económicas sella el poder de mando del capitalista sobre el obrero. Todavía
se emplea, de vez en cuanto, la violencia directa, extraeconómica; pero
sólo en casos excepcionales. Dentro de la marcha natural de las cosas,
ya puede dejarse al obrero a merced de las «leyes naturales de la producción»,
es decir, entregado al predominio del capital, predominio que las propias condiciones
de producciones engendra, garantizan y perpetúan. (Carlos Marx, El
Capital tomo I.)
Las fuerzas productivas se están desarrollando, las relaciones de producción
cambian; todo está esperando la acción directa del estado obrero
sobre la conciencia.
Con respecto al interés material, lo que queremos lograr con este sistema
es que la palanca no se convierta en algo que obligue al individuo, en cuanto
a individuo o a la colectividad de individuos, a luchar desesperadamente con
otros por asegurar determinadas condiciones de producción o de distribución
que lo coloquen en condiciones privilegiadas. Hacer que el deber social sea
el punto fundamental en el cual se apoya todo el esfuerzo del trabajo del obrero,
pero vigilar la labor consciente de sus debilidades,, premiar o castigar, aplicando
estímulos o desestímulos materiales de tipo individual o colectivo,
cuando el obrero o la unidad de producción sea o no capaz de cumplir
con su deber social. Además la capacitación obligatoria para el
ascenso, cuando se pueda llevar a efecto en escala nacional, provoca una tendencia
general al estudio en toda la masa obrera del país; capacitación
que no se ve frenada por ninguna peculiar situación local, ya que el
marco de trabajo es todo el país, y que provoca consecuentemente una
tendencia a la profundización técnica muy considerable.
Es de considerar, además, que se pueden retirar fácilmente, mediante
una política de subsidios, estudiantes obreros que se capaciten para
pasar a otros puestos de trabajo e ir liquidando las zonas donde el trabajo
vivo es mayor, para crear fábricas de un tipo más productivo,
es decir, más acorde con la idea central de pasar al comunismo, a la
sociedad de la gran producción y de la satisfacción de las necesidades
fundamentales del hombre.
Faltaría a esto destacar el papel educador que debiera jugar el partido
para que el centro de trabajo se convierta en el exponente colectivo de las
aspiraciones de los trabajadores y de sus inquietudes y que fuera el lugar donde
se plasmaran sus deseos de servir a la sociedad.
Podría pensarse que el centro de trabajo fuera la base del núcleo
político de la sociedad futura, cuyas indicaciones, trasladándose
a organismos políticos más complejos, darían ocasión
al partido y al gobierno de tomar las decisiones fundamentales para la economía
o para la vida cultural del individuo.
[Nuestra Industria, Revista Económica, n° 5, febrero de 1964.]