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CHE, AYER, HOY Y SIEMPRE

¡Seremos como el Che !


Por Ramón Labañino Salazar, uno de los cinco jóvenes revolucionarios cubanos presos en las cárceles del imperialismo yanqui

 Desde pequeño, creo que desde que tengo uso de razón, he soñado ser como el Che, cuya imagen gigante, firme y colosal llevo siempre en mi memoria desde aquellos días infantiles, cuando veía ondear a nuestra bandera nacional en medio de la melodía virtuosa del himno patrio.
Nos acompañaba con su sonrisa y su ejemplo, a dar siempre lo mejor y lo más puro de nosotros, en cada esfera y etapa de nuestra existencia.
En los estudios, en las jornadas de la escuela al campo, en los trabajos voluntarios en cualquier rincón de nuestra isla, en las movilizaciones militares, como miembros de las milicias de todo el pueblo, en el deporte, e incluso en la alegría siempre estuvo su guía.
Con él aprendimos que la juventud debe ser alegre pero profunda; y es cierto, porque nunca han de desprenderse del alma joven la conciencia de patriota y la esencia revolucionaria.
Nos educó así el Che combatiente en la Sierra, el Comandante victorioso, el Presidente del Banco Nacional, el Ministro de Industrias y el hombre excelso que nos dejó escuelas en cada una de sus vivencias.

Y me llegó el día de partir hacia otras tierras del mundo que reclamaban el concurso de mis modestos esfuerzos. Y sentí honor inmenso por la oportunidad de acercarme un tantito más a él. Reviví entonces al Guerrillero Heroico del África de Patricio Lumumba en el Congo Belga, cuya jornada sembró la semilla de las victorias de Etiopía, el propio Zaire (antes Congo Belga), Angola, Cuito Cuanavale, que marcó el fin del racismo sudafricano y el inicio de una nueva etapa de vida para el continente pobre.
Y renací también en el Che boliviano del Ñancahuazú, libertador bravío de nuestras tierras de América y símbolo de rebeldía de todo el planeta que me acompañó a lo largo de todos estos años, pero esta vez en las mismas entrañas del imperio.
El día difícil del 12 de septiembre de 1998 (día de nuestro arresto), no faltaron nunca su compañía y ejemplo. De él ya sabíamos cómo actuar y qué hacer. Sus frases inmortales recobraron vida: Qué importan los sacrificios de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la humanidad. Incluso, llegado el momento de toda entrega, no vacilaríamos en ratificarle: Si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. O aún, ante la inminencia de su muerte, al ver el asesinato cometido contra Willy Cuba y Aniceto Reynaga, su entrega sólo le dejaba ver el honor de sus hermanos: Eran unos valientes.
Durante estos años de prisión, con él en el alma y en cada espacio vital, nunca hubo dudas, ni la menor inquietud por obra o razón alguna. Ya el camino él lo había trazado.
Recuerdo ahora que la primera foto que me envió mi esposa, Elizabeth Palmeiro, a la prisión fue una del Che. Ella sabe muy bien todo lo que significaba para mí y la falta que nos hacía. Al dorso ella escribió: "A su imagen y semejanza te ven mis ojos y mi corazón". Lo que no sabe es que ese día, al leer su nota, me sentí el hombre más orgulloso del mundo.
Si con toda mi vida y mi obra lograse acercarme, al menos un tantito, a la inmensa figura del Guerrillero Heroico, podría decir entonces con todo mi orgullo de hombre y revolucionario, que mi sueño se ha cumplido y que aquel lema que llevo prendido en mi alma desde que era aquel pequeñito ha rendido su fruto: ¡Seremos como el Che!
¡Che es vida, combate, símbolo y esencialmente FUTURO