SOCIALISMO Y MORAL REVOLUCIONARIA
ERNESTO 'CHE' GUEVARA
Por: Emilio Corbière
En el 36º aniversario de la muerte de Ernesto 'Che' Guevara, el periodista Emilio J. Corbière se refiere a su significación ético-política. Más allá del mito, como personalidad de nuestra época.
Ernesto Guevara no es sólo el quijote revolucionario, el teórico
de la construcción socialista, es algo mucho más importante: es
el ejemplo moral.
Este recuerdo podrá parecer poco materialista, se podrá decir
que se trata de una apreciación subjetiva. Pero me apresuro a responder
que no es así, porque la moral revolucionaria integra, en un lugar principal,
la cosmovisión que del hombre y la sociedad tiene el marxismo.
Guevara fue eso:
un ejemplo militante de moral firme. Internacionalista, vibró ante el
ataque criminal de los norteamericanos contra la Guatemala de Jacobo Arbenz.
Eso, y otras razones políticas e ideológicas, le determinaron
a unirse al grupo de patriotas cubanos, encabezados por Fidel Castro, para liberar
a Cuba de la dictadura de Fulgencio Batista.
¿Qué hizo a Guevara abandonarlo todo: familia, fortuna personal, carrera
profesional, para unirse a ese puñado de luchadores? ¿Qué fuerza
lo movió a afincarse en la isla del Caribe, lejos de su patria de nacimiento?
¿ Porqué el Che, después del triunfo de la Revolución,
y cuando ésta se consolidaba, ocupando altos cargos y responsabilidades
ministeriales, abandonó esa seguridad y partió hacia Bolivia para
enfrentar a los militares gorilas y los 'rangers' entrenados en los Estados
Unidos?.
Esa fuerza no tenía nada de misterioso, ni había caído
del cielo. Nació de su conciencia -individual y social- y se llama moral
revolucionaria.
Fueron las mismas convicciones por las que el escritor norteamericano John Reed
peleó en la Revolución de Octubre junto a los obreros y campesinos
rusos. Fue el mismo idealismo que movilizó al médico Norman Bethune,
quien en representación de la izquierda de Estados Unidos y Canadá,
se unió a los revolucionarios comunistas chinos y se distinguió
por su valor y sus conocimientos científicos en el 8° Ejército,
donde murió a raíz de una infección, mientras curaba heridos.
Era el mismo espíritu moral de los brigadistas internacionales, muchos
de ellos argentinos, que convergieron en 1936, a la España Republicana
para luchar contra el fascismo. Y como estas hay muchos otros ejemplos.
Desde luego que el Che no rechazaba a quienes, desde la caída de Batista,
se dieron a la ciclópea tarea de construir la nueva Cuba. El mismo fue
ministro y funcionario. Pero en un momento de inflexión de su vida, creyó
que debía continuar la lucha junto a otros pueblos latinoamericanos en
su largo y empinado camino hacia la liberación. Y así partió
a Bolivia.
Como Francisco de Miranda
Puede compararse a Guevara con Francisco de Miranda. Guevara era del mismo metal
humano que el de Miranda. El venezolano, precursor de la Independencia, había
combatido, como voluntario en las Revoluciones Norteamericanas de 1776, en la
Revolución Francesa de 1789, y retornó a su América Latina,
cuando llegó la hora de combatir por la emancipación de las colonias
hispanoamericanas. Los españoles lo apresaron, lo encerraron en un calabozo
bajo tierra, y al morir en cautiverio, cremaron sus restos, al parecer, para
no dejar rastro de su vida. En el museo histórico de Caracas, junto al
lugar donde reposan los restos del Libertador Bolívar y otros patriotas
venezolanos, puede verse, aún, un féretro abierto, que como símbolo
espera los restos de Miranda.
Los imperialistas de ayer y de hoy, se ensañan con los cuerpos de los
revolucionarios, recurren al crimen, la tortura, la eliminación, y también
al ocultamiento de los despojos de los caídos en combate.
Esa es la moral hipócrita de las clases dominantes. No saben que el ejemplo
de revolucionarios como es el caso de Ernesto Guevara, su vida, sus ideas, su
práctica social, trasciende a su propia persona para transformarse en
un arma mucho más potente que las armas convencionales: la voluntad colectiva
despliega en todos los sentidos la conciencia de la revolución y de la
transformación.
En una entrevista realizada por el periodista Jean Daniel, en Argel, en Julio
de 1963, para la revista L'Express, el Che decía: 'El socialismo económico
sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero luchamos
al mismo tiempo contra la alienación. Uno de los objetivos fundamentales
del marxismo es eliminar el interés, el factor 'interés individual'
y el lucro de las motivaciones psicológicas. Marx se preocupa tanto de
los factores económicos como de su repercusión en el espíritu.
Llamaba a esto 'hecho de conciencia'. Si el comunismo se desinteresa de los
hechos de conciencia, podrá ser un método de distribución,
pero no será jamás una moral revolucionaria.'
Etica y libertad
Guevara era un idealista, pero el suyo era un idealismo ético, que
no debe confundirse con el llamado idealismo filosófico. Por el contrario,
el moralismo de las clases dominantes, en realidad, su inmoralidad, siempre
protege la ausencia de libertad, la desigualdad, la explotación, ni bien
se determinan ásperos antagonismos de clase.
El contenido del nuevo ideal moral deriva de una profunda necesidad social,
de una cálida aspiración, de una enérgica voluntad de algo
distinto, de algo opuesto a lo que existe. En pocas palabras. El ideal moral
es el conjunto de deseos y aspiraciones que provoca el antagonismo con el estado
de cosas existente.
El ideal moral así entendido es un medio de reunir e incitar a las fuerzas
transformadoras en la lucha contra el ordenamiento existente y se constituye
en una palanca poderosa para superar ese estado de cosas.
La moral revolucionaria, entonces, no es sólo negación, contradicción,
sino medio para reunir e impulsar a las fuerzas de las clases oprimidas. Surge
de las condiciones económico-sociales, del desarrollo tecnológico
de cada sociedad nacional, y del desarrollo cultural y al igual que el instinto
social, el ideal moral no es un fin, sino una fuerza, o bien un arma en la lucha
social por la existencia; el ideal moral es un arma particular en la particular
situación de la lucha de clases, en la lucha por la liberación
nacional.
Los héroes de que hablaban los historiadores burgueses, como Guizot,
Michelet, Carlyle, eran 'iniciadores', 'grandes', que parecían generarse
respecto de su época. El hombre nuevo del que habla el socialismo, no
es aquel quimérico héroe de los clásicos o de la historiografía
liberal-reaccionaria del Siglo XIX.
El viejo Jorge Plejanov decía que las particularidades individuales de
las personalidades eminentes determinan el aspecto individual de los acontecimientos
históricos, y el elemento casual, desempeña siempre cierto papel
en el curso de estos acontecimientos, cuya orientación está determinada,
en última instancia, por las llamadas causas generales, es decir, por
el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones mutuas entre los hombres
en el proceso económico-social de la producción, que aquel determina.
Pero hay en realidad una interdeterminación, una interrelación
en tre persona y medio, que no esecánica sino que se transforma dialécticamente
en creación. Lo dijo Mariátegui, el socialismo es 'creación
heroica'.
Guevara reflexionó en forma creadora sobre este tema de la moral revolucionaria,
sobre el rol del individuo y de las masas en una sociedad en la sociedad.
Sostenía que hay una estrecha unidad dialéctica entre el individuo
y la masa, y que esta como conjunto de individuos, se interrelaciona con los
dirigentes.
En cuanto a individuo, Guevara señalaba que como producto no acabado,
los aspectos negativos del pasado se trasladan al presente en la conciencia
individual, y que para erradicar esa falsa conciencia, debía realizarse
un trabajo continuo.
Persona y autoeducación
Un proceso doble, donde actúa, por un lado la sociedad con la educación
directa e indirecta, y en donde el individuo se somete también a un proceso
de formación o autoeducación.
En los momentos revolucionarios es fácil potenciar los estímulos
morales, pero para mantener esa nueva conciencia que se forja con el desarrollo
de la nueva sociedad es necesario desarrollar una conciencia en la que los valores
adquieran categorías nuevas, y para ello, decía el Che, 'la sociedad
en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela'.
En el período de construcción del socialismo, señalaba
Guevara, 'podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está
todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha
paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas'.
El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta hay
que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, dirigentes y masas se separan.
Para lograr los cauces que permitan un crecimiento armónico y creativo,
es necesario crear los mecanismos, las instituciones revolucionarias que permitan
la 'identificación -decía el Che- entre el gobierno y la comunidad
en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la construcción
del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia
burguesa'.
Advertía Guevara que es preciso acentuar la participación consciente,
individual y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y producción
y ligarlos a la idea de la necesidad de la educación técnica e
ideológica, de manera que sienta cómo éstos procesos son
estrechamente interdependientes y sus avances son paralelos. 'Así logrará
-decía el Che- la total conciencia de su ser social, lo que equivale
a su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la
enajenación'.
Agregaba que 'esto se traducirá concretamente en la reapropiación
de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión
de su propia condición humana través de la cultura y el arte'.
Sin dogmas ni teoremas
Guevara no creía que el socialismo, su construcción, fuera
un dogma o un teorema. Tampoco una forma de capitalismo de Estado. Por eso reflexionaba
diciendo que 'el socialismo es joven y tiene errores. Los revolucionarios carecemos,
muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesaria para encarar
la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los
convencionales y sufren de la influencia de la sociedad que los creó.
La desorientación es grande y los problemas de la construcción
material nos absorben.'
Es por eso que pensaba que la lucha contra el dogmatismo y la superficialidad,
era una tarea de todo momento en la construcción del socialismo.
En su carta a 'Marcha' de Montevideo, publicada por el semanario el 12 de marzo
de 1965, titulada 'El socialismo y el hombre en Cuba', Guevara concluye de la
siguiente manera:
'Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos;
somos más plenos por ser más libres' y agrega después:
'el camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones.
Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos. Nos forjaremos en la acción
cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica. La personalidad
juega el papel de movilización y dirección en cuanto encarna las
más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de la ruta'.
Las nuevas generaciones
Esta era la moral revolucionaria de la que hablaba el Che, es su gran legado
a las nuevas generaciones latinoamericanas. El Che era férreo mojón
del hombre nuevo, y así los testimonió con su propia vida, con
su propio desinterés, con su abnegación. Como en los casos de
John Reed o Norman Bethune, y en el de tantos otros.
Hay muchos temas para recordar en la vida polifacética de ese hombre
que murió a los 39 años, cuando todavía se podía
esperar lo mejor de su preclara inteligencia. Pero lo que se debe aprender de
él, antes que nada, es su mensaje de libertad para los oprimidos, para
todos los hombres y mujeres de esta América latina sufriente y para todos
los pueblos y naciones oprimidas.