Manuel Piñeiro:
"El Che nunca se sintió ni derrotado,
ni desmoralizado"
Luis Suarez Salazar Ivette Zuazo y Ana María Pellón
www.cubadebate.cu
Un tremendo aguacero estalla en el mismo instante del comienzo de la grabación.
El ambiente es propicio para la broma. «Ustedes van a romper mi virginidad»,
nos advierte nuestro interlocutor, aludiendo al hecho de que si bien ha sostenido
algunos encuentros periodísticos, es esta la primera vez en 30 años,
que accede a ser entrevistado sobre Che Guevara.
Solicitudes ha recibido muchas, de colegas cubanos y extranjeros. La razón
es que este hombre llamado Manuel Piñeiro, y apodado Barba Roja en los
años Œ60 por amigos y enemigos, es un testigo clave a la hora de reconstruir
toda la trayectoria internacionalista del Che, desde 1959 hasta su asesinato
en Bolivia en 1967.
Durante aquellos años, Piñeiro fue nada más y nada menos
que el jefe de la Dirección General de Inteligencia del Ministerio del
Interior de Cuba, encargada, además, de otras funciones, de los vínculos
con los movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo. Estaba en pleno apogeo
la insurgencia liberadora. Entre sus múltiples tareas dentro de la dirigencia
de la Revolución cubana, el Che dedicaba energías a promover la
solidaridad antimperialista y a prepararse para combatir en «otras tierras del
mundo». En ello estuvo Piñeiro muy cerca de él.
El aval que le mereció aquel puesto lo había forjado fundamentalmente
en la Sierra Maestra, adonde llegó en mayo de 1957 tras una petición
hecha al liderazgo del Movimiento 26 de Julio en la capital. Antes había
sido uno de los dirigentes del M 26-7 en su provincia, Matanzas; de aquí
debió emigrar a La Habana, «quemado» por sus actividades de sabotaje
y propaganda; y arribó a las montañas orientales, después
de haber organizado varios envíos de armas para la Sierra.
Allí integró la columna 1 comandada por Fidel. En marzo de 1958,
pasó a la de Raúl Castro, que fundaría el IIº Frente Oriental
Frank País, donde le confiaron la Dirección de Personal e Inspección
Territorial, la del Servicio de Inteligencia y la Policía Rebelde. Baja
con el grado de Comandante. Participa en la fundación del Ministerio
del Interior en 1961, y en él permanece hasta el 75, casi una década,
como responsable máximo del Viceministerio Técnico; y luego, de
la Dirección General de Liberación Nacional.
En 1975 y por más de tres lustros, condujo el Departamento América
del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. De este Comité
es miembro desde su surgimiento el 3 de octubre de 1965. Ese día justamente,
Fidel hacía pública la carta de despedida del Che. Hoy, a los
64 años de edad, con la barba y el cabello encanecidos, Piñeiro
no abandona su afición -o su costumbre- por el trabajo hasta altas horas
de la noche; lo mismo en el Comité Central, donde entra cada tarde poco
después del mediodía, que en la sencilla terraza de su hogar,
donde ahora nos reunimos.
El «decorado» delata su ambiente natural de trabajo: manojos de publicaciones,
documentos acerca de América Latina tapizan los muebles; al pie de una
mesa plástica una lámpara; hamaca y mucho verde en el pequeño
patio. Pero habría que decir también que en medio de todo este
intenso bregar como revolucionario, ocupa un espacio privilegiado su familia:
su compañera, la escritora marxista chilena Marta Harnecker, la hija
de ambos, Camila, y su primogénito, Manuel, quien es abogado.
Han transcurrido casi cuatro horas de diálogo y él, tan fresco
como al principio, sólo ha faltado a una promesa que en definitiva hizo
consigo mismo: ser escueto. Más no a la de esforzarse porque su memoria
le permitiera toda la rigurosidad posible. Enhorabuena. Luego de tantos años,
conceder esta entrevista no es para él sino un homenaje, «mi modesto
homenaje al Che Guevara».
¿Cuándo y en qué circunstancias conoció usted al Che?
La primera vez que lo vi fue de pasada, al cruzarse nuestras Columnas luego
del combate de Pino de Agua (10 de septiembre de 1957). Por otros combatientes,
quienes hablaban de él con mucho respeto y cariño, ya sabía
que era un argentino valiente, temerario, dotado de una gran preparación
cultural y de sólidas ideas políticas. Luego volví a encontrarlo
en El Hombrito, otro lugar de la Sierra Maestra, donde se hallaba su comandancia:
armería, panadería, servicios médico y odontológico
del cual él mismo era el dentista, con una tenaza por único instrumento.
Coincidentemente con el día de hoy (10 de junio), yo tenía un
tremendo dolor de muela, pero cuando iba en busca del Che oigo quejidos y gritos
de un hombre y lo veo a él sujetando por la cabeza a un campesino y,
tenaza en mano, extrayéndole una muela. Allí me dije: jamás
caeré en las manos de este hombre. Esa imagen creo que no la olvidaré
nunca.
Más allá de aquel impacto, ¿qué impresión le
causó su personalidad?
La de un hombre sereno, de mucha confianza en sí mismo, que inspiraba
respeto. Al principio podía parecer serio e introvertido, más
una vez que se entraba en contacto personal con él se mostraba muy comunicativo,
con un agudo sentido del humor, a menudo matizado de ironía. Pienso que
por tener otra sicología, otra formación cultural, otraidiosincracia,
algunos compañeros no comprendían sus bromas, decían que
los suyos eran chistes «argentinos» muy ácidos. En realidad, muchas veces
llevaban un cierto tono crítico, pero eran siempre afectivos y educativos,
nunca de ofensa a ningún compañero, siempre apelando a su vergüenza
personal.
Después del triunfo de la Revolución, ¿en qué momento
se reencuentra con él?
El Primero de Mayo del 59, él asistió al desfile de Santiago de
Cuba, capital de la entonces provincia de Oriente. A la sazón yo era
jefe de la Plaza Militar allí, así que lo recibí y sostuvimos
una reunión en mi oficina del Cuartel Moncada. Pero mi relación
estrecha con el Che se inicia en la segunda mitad de 1959.
¿Es entonces que comienzan a trabajar juntos en las actividades vinculadas
con la solidaridad hacia las luchas revolucionarias en el Tercer Mundo?
Sí. En ese año me trasladan de Oriente a La Habana, para incorporarme
a la fundación de las estructuras de seguridad e inteligencia que antecedieron
a la creación, el 6 de junio de 1961, del Ministerio del Interior, cuyo
jefe fue el Compañero Ramiro Valdés. Estas incipientes estructuras
y luego el Viceministerio Técnico del MININT -cuya jefatura me encomendaron-,
tenían también que ver con la atención a dirigentes revolucionarios
y políticos de otros países del Tercer Mundo, quienes venían
a conocer la experiencia de la Revolución cubana, y lógicamente
querían conversar con sus principales dirigentes, en primer lugar con
Fidel y el Che. El les dedicaba su poco tiempo disponible, sobre todo las noches,
como mismo hacía con cuanto campesino o combatiente rebelde, vinculado
a él en la Sierra, le solicitara una entrevista. Las reuniones con esos
dirigentes, en su mayoría latinoamericanos y caribeños, se extendían
hasta bien avanzada la madrugada y a veces hasta la salida de los primeros rayos
del sol. Se realizaban en casas de seguridad, en las sucesivas oficinas del
Che en el Instituto Nacional de Reforma Agraria, el Banco Nacional, el Ministerio
de Industrias y ocasionalmente en su casa.
¿En todas participaba usted?
Casi siempre, si no, algún otro compañero encargado de la atención
al visitante.
¿Qué más recuerda de aquellas reuniones?
Invariablemente estaban «presididas» por un termo de agua caliente, una bombilla,
mate y un tabaco en la boca del Che. Me llamó la atención siempre
su capacidad de saber escuchar, su respeto por las opiniones de su interlocutor,
aún cuando no coincidieran con las suyas. Sin embargo, esto no significaba
que no expusiera sus puntos de vista, con argumentos muy convincentes. Aún
sin conocer al visitante podía crear un clima de distensión, confianza
y fraternidad que permitía a ambos dialogar directa y francamente.Aunque
permanecía al corriente de la situación política y del
surgimiento de movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo, en especial en
América Latina, previo a los encuentros leía cuanto material poseyéramos
sobre la realidad política, económica y social del país
en cuestión. Era inexcusable no tener un mapa de éste encima de
la mesa porque, como hombre de mucho detalle, le gustaba indagar analizando
la geografía, la topografía del territorio, las características
de la población rural, las formas de propiedad de la tierra, las luchas
sociales y sus antecedentes, los movimientos campesinos, obreros, estudiantiles,
las organizaciones políticas, el mundo intelectual... Era en extremo
meticuloso, buscando datos y cifras acerca de todos estos temas.
De forma pedagógica, y alejado de esquemas o dogmas, explicaba la experiencia
revolucionaria cubana y dentro de ella no sólo la suya, sino la de otros
líderes, como Fidel y Raúl Castro, Juan Almeida, Camilo Cienfuegos.
No dejaba de señalarle al visitante que allí donde hubiera un
resquicio para la actividad legal debía aprovecharse, pero sin hacerse
ilusiones, teniendo muy presente lo indispensable de acumular fuerzas al máximo
y prepararse militarmente para enfrentar la represión al movimiento popular
y revolucionario, en cuanto éste se convirtiera en un desafío
peligroso al sistema imperante. Asimismo, los alertaba sobre la probable reacción
agresiva del imperialismo, ante los avances de las luchas revolucionarias. A
veces también incursionaba en asuntos filosóficos y culturales.
¿Podría mencionar algunos de aquellos dirigentes latinoamericanos
que vinieron a establecer contactos con él?
Es imposible mencionarlos a todos, pero entre muchos recuerdo a los nicaragüenses
Carlos Fonseca, Tomás Borge, Rodolfo Romero y el ex-oficial del Ejército
Somocista Somarriba, quien encabezó un intento de lucha armada en Nicaragua
-finalmente fallido y donde murieron los compañeros cubanos Ornelio Hernández
y Marcelo Fernández-, también recuerdo a los guatemaltecos Turcios
Lima, John Sosa, Rolando Ramírez, Pablo Monzanto, Julio Cáceres
(Patojo), amigo íntimo y muy querido por el Che; los peruanos Luis de
la Puente Uceda, Héctor Béjar y Javier Heraud; los peronistas
William Cooke y Alicia Eguren; los colombianos Fabio Vázquez (quien sería
jefe del Ejército de Liberación Nacional), el dirigente guerrillero
liberal Franco, los hermanos La Rota (fundadores en aquella época del
Movimiento Obrero Estudiantil Colombiano) y el secretario general del PC de
ese país, Gilberto Vieira; el secretario del PC uruguayo, Rodney Arismendi,
los principales dirigentes de los partidos socialista y comunista chilenos,
en primer lugar Salvador Allende, entonces senador de la República y
Jaime Barrios; los principales dirigentes del PC venezolano, Fabricio Ojeda,
y varios dirigentes haitianos y dominicanos. En general, todos los líderes
de la izquierda y de los partidos comunistas del continente, que pasaban por
La Habana se entrevistaban con él. Hay que recordar que el Che participó
en la Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina, celebrada
en Cuba en 1964.
¿Puede decirse que desde el propio triunfo de la Revolución ya empiezan
a confluir la puesta en práctica de la política solidaria cubana
hacia el continente, con las ideas del Che de integrarse a la batalla liberadora
en otros países de América Latina?
No hay que olvidarse de dos cosas: desde La historia me Absolverá,
Fidel manifiesta la vocación latinoamericanista de la Revolución;
él mismo había participado en el Bogotazo, en actividades de solidaridad
con la lucha por la independencia de Puerto Rico, la soberanía de las
Malvinas, la recuperación del Canal de Panamá y en la fallida
expedición de Cayo Confite para derrocar al dictador dominicano Leónidas
Trujillo. Fidel se encuentra con un Che en quien ya existía esa misma
voluntad, que venía marcado por su experiencia de la derrota del presidente
Jacobo Arbenz en Guatemala, en 1954. En ese país, el Che conoció
a muchos líderes revolucionarios del continente, que fortalecieron sus
sentimientos y convicciones antimperialistas y latinoamericanistas. Lo otro
es que antes de partir para Cuba en el Granma, él le planteó a
Fidel que tan pronto como pudiera liberarse de sus responsabilidades con la
Revolución cubana, y fuera el momento más oportuno, quería
tener la libertad de integrarse a la lucha revolucionaria en otro país
de Latinoamérica, preferiblemente Argentina. No dejó de estar
alerta ante cualquier alternativa que representara alguna perspectiva de desarrollo
del combate armado revolucionario, léase Nicaragua, Venezuela, Colombia;
interesado siempre en la posibilidad de que pudiera ser aceptado como participante
en las luchas de otros países.
Por ejemplo, desde fecha tan temprana como 1959, el Che le envía con
un emisario cubano una nota al dirigente antisomocista nicaragüense Somarriba,
donde le expresaba su disposición a unirse a la lucha tan pronto la columna
guerrillera lograra crear condiciones en el territorio de esa nación.
Aquel intento, para dolor del Che, fracasó.
¿Cómo concebía el Che el desarrollo y diseminación de
la lucha revolucionaria en América Latina?
Su concepción, con raíz en la guerra liberadora cubana, consistía
en fundar una columna madre integrada por revolucionarios de varios países
latinoamericanos, la cual, una vez superada la etapa de sobrevivencia, fogueados
los combatientes, formados los cuadros de dirección, en su fase de desarrollo
y crecimiento, crearía las condiciones para el desprendimiento de otras
columnas y así expandir el combate a otros países del continente;
sobre todo hacia aquellos que se unieran al imperialismo en el intento de derrotar
la causa popular.
Según demostró la experiencia cubana, el núcleo guerrillero
original, bien dirigido, era el motor chico, que accionando política
y militarmente echaba a andar el motor grande de las masas. En eso se basaba
la concepción continental y antimperialista del Che sobre la lucha armada
revolucionaria. Es esencialmente política, militar, de masas y contradice
esa interpretación reduccionista del foco guerrillero, que se le ha adjudicado
al Che. Él hablaba de un foco insurreccional vinculado a las masas, no
de un grupo pequeño de hombres armados que actúan divorciados
del movimiento popular y en general del pueblo. También dijo que no podía
desarrollarse la lucha guerrillera en aquellos países donde los gobiernos
fueran fruto de alguna forma de consulta popular y donde no se hubieran agotado
las posibilidades de lucha cívica.
Debe resaltarse una idea básica del Che: no necesariamente tienen que
existir todas las condiciones para comenzar la lucha revolucionaria, la propia
lucha en su desarrollo las puede ir creando. El Che, por tanto, no es responsable
de las simplificaciones de la experiencia cubana y de sus concepciones, desarrolladas,
aún con las mejores intenciones, por parte de algunos revolucionarios
del continente.
¿En la preferencia del Che por Argentina está el origen de la guerrilla
que comandó su compatriota Jorge Ricardo Masetti en 1963? ¿Cuál
fue el papel del Che en ella?
El Che lo había conocido como periodista en la Sierra Maestra. Después
de enero del 59, Masetti regresó a Cuba, cumplió algunas misiones
de apoyo a la revolución en Argelia con el Frente de Liberación
Nacional (FLN), así que ya había adquirido cierta experiencia
combativa, cursó escuelas militares en nuestro país y entonces
el Che le dio la tarea de organizar una columna guerrillera cuya misión
principal era instalarse en un territorio argentino fronterizo con Bolivia,
específicamente Salta, con la idea de incorporarse en cuanto se lograra
un mínimo de condiciones para dirigir desde allí el inicio de
la lucha armada en Argentina. El prestó una dedicación especial
a la preparación de ese destacamento, nombrado Ejército Guerrillero
de los Pobres, donde irían junto a Masetti, entre otros compañeros,
el cubano Hermes Peña (muerto en combate) y Alberto Castellanos, quien
cayó prisionero y permaneció cuatro años en las cárceles
argentinas sin que pudieran identificar su verdadera nacionalidad.
Cuando Masetti partió a Salta, ¿se le denominó Segundo, aludía
ésto al hecho de que él la encabezaría sólo temporalmente?
Sí, porque el Primero era el Che; ese era el significado del seudónimo
de Masetti. El Che quería ser el iniciador, pero Fidel logró persuadirlo
de que sólo ingresara a la Argentina luego de que una avanzada creara
las condiciones, es decir, que no estuviera allí en la etapa más
difícil y riesgosa de cualquier movimiento guerrillero, la de la sobrevivencia.
En ésta, la guerrilla depende básicamente de sus propias fuerzas.
Este criterio tiene su antecedente en la política de cuadros que desarrolló
Fidel en la Sierra Maestra. Siempre trató de conservar a los jefes intermedios
que despuntaban como jefes de columna. Esta política se demostró
justa en nuestra guerra. Fidel no quería que un cuadro de la experiencia
y la estatura continental del Che se expusiera en la primera etapa de la lucha
guerrillera.
Sin embargo, este esfuerzo contó con la solidaridad cubana.
Era necesario establecer previamente una base de apoyo logístico desde
la parte boliviana y para eso fueron designados los cubanos Abelardo Colomé
Ibarra (Furry), hoy General de Cuerpo de Ejército, y José María
Martínez Tamayo (Papi), quien murió después en la guerrilla
boliviana. Ellos se trasladaron a Bolivia para recibir a Masetti y su grupo,
con la ayuda de los hermanos Peredo y Rodolfo Saldaña (miembros del PC
boliviano), en coordinación con un grupo de compañeros a quienes
nosotros enviamos a La Paz. A la par los esposos William Cooke y Alicia Eguren
se encargaban del respaldo en la Argentina por solicitud del Che, si bien no
conocían totalmente los planes, ni la eventual participación del
Che en ese movimiento guerrillero. También habría que reconocer
aquí la cooperación brindada en todo momento por la dirección
del FLN argelino.
Finalmente, la insurgencia de Masetti fue descubierta y casi todos sus miembros
murieron o desaparecieron, ¿qué efecto causó en el Che tal desenlace?
Un efecto profundamente emocional y humano: habían caído compañeros
a quienes le unían muchos años de camaradería y lucha.
Según expresó más de una vez, lo perturbaba la idea de
que mientras eso ocurría, él se hallaba aquí en una oficina.
Cuando en abril de 1964 se perdió el contacto con Masetti, el Che hizo
todos los esfuerzos posibles por aclarar las circunstancias de aquellos sucesos,
por saber si había sobrevivientes, y en caso de existir, por reorganizarlos.
En esos intentos tuvo la colaboración de William y Alicia; más
tarde otros amigos argentinos han seguido buscando los restos de Masetti y sus
compañeros, tratando de reconstruir los acontecimientos, pero hasta ahora
no se han podido hallar indicios de cuál fue la forma en que culminó
aquel intento guerrillero y las circunstancias de la muerte de Masetti.
Por esa misma época, el Che estuvo muy atento a los empeños
de insurgencia en Perú, ¿es cierto que fue este país otra de las
alternativas valoradas por él antes de seleccionar Bolivia?
Argentina, Perú, Bolivia...todo formaba parte de su proyecto integrador
para llevar adelante su estrategia de continentalizar la revolución.
Paralelamente a la Operación de Salta, un grupo de combatientes peruanos
dirigidos por Alain Elías y entre quienes se encontraban Javier Heraud
y Abraham Lamas, intentó comenzar en enero de 1963 la lucha armada, cuando
entraron a Perú por la zona de Puerto Maldonado, fronteriza con Bolivia.
Allí murió el joven poeta peruano Javier Heraud y otros compañeros.
Ellos contaron con la ayuda de varios cuadros del PC boliviano, especialmente
los hermanos Peredo, quienes les proporcionaron apoyo logístico y sirvieron
como guías a su Columna para ingresar desde Bolivia a Perú. Años
después el ELN reinicia la lucha bajo la dirección de Héctor
Bejar, emergen también las guerrillas de Luis de la Puente Uceda y Guillermo
Lobatón, líderes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Con
todos esos dirigentes peruanos el Che sostuvo reuniones previas. Es decir, que
en Perú, había cierta organización y efervescencia popular,
luchas sociales, ocurría la toma de tierras dirigida por Hugo Blanco;
a la vez que era atractivo para el Che porque se hallaba más cerca de
Argentina. Además en esa época en Bolivia existía un gobierno
democrático surgido de la revolución de 1952, que duró
hasta 1964. Sin embargo, tanto el intento guerrillero del ELN como los del MIR
fueron destruidos, murieron Luis de la Puente Uceda (en noviembre de 1965) y
Lobatón (en enero del 66); Héctor Bejar ya había sido detenido
en 1965 y golpeada la columna que dirigía...
¿Cómo reaccionó el Che ante todos estos reveses, que evidentemente
aplazaban su proyecto continental?
Se le veía muy impaciente. No dejó de explorar posibilidades
de sumarse al combate armado en otros países como Venezuela y Colombia.
No obstante, no se dieron las condiciones favorables para recibir a un revolucionario
de su talla política y militar, con las consecuencias que eso traería.
¿Cuándo empieza a pensar en Bolivia como un escenario de batalla,
y no sólo como una zona de apoyo? ¿Por qué se decide por este
país?
En 1964 el general Barrientos dio un golpe de Estado, y se abrió en Bolivia
un período de intensa represión, pero también de resistencia
del movimiento popular, particularmente de los mineros y de los estudiantes.
Desde entonces el Che comienza a observar el desarrollo de los acontecimientos.
Dos años más tarde, estando en Tanzania, el Che decide enviar
a Papi a Bolivia para evaluar la situación. Se confirma el criterio de
que esa era la única opción disponible en el sentido de que existían
condiciones políticas mínimas y cuadros bolivianos con experiencia,
quienes habían tomado parte en la ayuda a Masetti y a los guerrilleros
peruanos, o sea, eran gente fogueada y con una disposición político-ideológica
a la solidaridad con cualquier movimiento revolucionario que se gestara en el
área.
¿Cómo se perfilaba en el proyecto boliviano del Che su estrategia
continental?
En su perspectiva, esa guerrilla debía resultar una escuela de formación
de cuadros latinoamericanos, sobre todo del Cono Sur -entre ellos argentinos-,
que propiciara extender la lucha armada a otros países fronterizos. A
la vez, le permitiría a él acumular fuerzas políticas y
militares, y esperar por la ocasión más oportuna para continuar
hacia su país natal. Ello dependería del desarrollo y crecimiento
de la columna madre asentada en Bolivia. Sin ella, no era posible seguir hacia
Argentina, donde también se había instalado una sanguinaria dictadura
militar, apoyada por Estados Unidos y repudiada por los sectores más
combativos del pueblo argentino.
De una manera realista, el Che analizó que si a partir de Bolivia surgían
y evolucionaban otras columnas guerrilleras conformadas por combatientes de
diversas naciones del Cono Sur, esto provocaría como reacción
una alianza entre los gobiernos y los ejércitos de los países
fronterizos, apoyados por el imperialismo. Ello contribuiría a la propagación
de la lucha armada revolucionaria en la región, la cual se tornaría
un escenario de cruentas, largas y difíciles batallas que más
tarde o temprano llevarían a la intervención yanqui. Eso sería,
por tanto, otro de los Viet Nam a los que él convocó en su histórico
«Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental».
¿Pertenecen enteramente al Che la idea original y el plan para Bolivia?
Si, la elección del lugar, los combatientes, el diseño y preparación
de dicho plan, todo fue concebido por él. Lógicamente, Fidel ofreció
todo el apoyo y la cooperación posibles. Nuevamente planteó que
el Che no fuera en la avanzada, sino cuando ésta ya se hubiera instalado
y creado un mínimo de condiciones: la logística, el armamento,
las redes urbanas de apoyo y la incorporación de algunos cuadros latinoamericanos,
en particular los bolivianos, así como que estos hubieran alcanzado conocimientos,
adaptación al terreno, en fin, que la guerrilla hubiera superado la etapa
de comenzar la lucha, sobre todo en un país como ese, vecino de aquél
a donde deseaba llevar la batalla revolucionaria, Argentina. Además,
desde el punto de vista sicológico, se sentía muy apremiado por
el paso de los años. El sabía como nadie que le eran imprescindibles
las condiciones físicas elementales para conducir un movimiento guerrillero;
y que no le sería nada fácil la tarea de desarrollarlo en aquella
coyuntura de América Latina, con Estados Unidos desplegando la desmovilizadora
Alianza para el Progreso, y toda una campaña contrainsurgente de ayuda
a los regímenes del área, a los que suministraba armamentos, recursos
financieros y entrenamiento a sus ejércitos. Querían evitar a
toda costa la propagación del ejemplo de la Revolución cubana.
Se ha dicho que luego de la divulgación de su carta de despedida,
el Che sentía que había asumido el compromiso moral de no retornar
a Cuba a volver a ocupar un cargo visible en la dirección de la Revolución...
En mi opinión, con carta de despedida o sin ella, el plan del Che era
inamovible. Estaba decidido a cumplir con lo que él había diseñado
como su objetivo histórico y estratégico: continentalizar la lucha
antimperialista.
Si descontamos a Ciro Bustos, sólo quedaba otra argentina, Tania,
¿a qué piensa que se debió la casi insignificante presencia de
argentinos en la guerrilla boliviana?
Bustos era un enlace que poseía una serie de vínculos y relaciones,
transmitidas por el Che, para que contactara con argentinos de distintas organizaciones,
y los trasladara a la zona donde él operaba en Bolivia. Al caer preso
Bustos y convertirse en un delator -ofreciendo datos y dibujos identificativos
del Che y los guerrilleros-, se «congela» Argentina. Recuerden también
que al descubrir el Ejército la base guerrillera, todo el plan se desencadenaba
de forma precipitada; la guerrilla tiene que moverse constantemente, y en esa
etapa se hace muy difícil mantener los contactos con la base urbana y
con el exterior. Yo pienso que de no haber ocurrido eso, al conocer la presencia
del Che en Bolivia, muchos cuadros y combatientes de las diversas fuerzas revolucionarias
en el continente, hubieran buscado el modo de acercarse y participar. La convocatoria
del Che ejercía una gran influencia en muchos revolucionarios dentro
y fuera de Latinoamérica.
¿Qué consideraciones le merece la versión difundida en el mundo,
respecto a que la dirigencia política cubana abandonó al Che en
Bolivia y no le ofreció el apoyo necesario para el éxito de su
operación?
Desde el mismo comienzo de la Revolución cubana -y mucho antes, desde
nuestras primeras guerras de independencia-, el imperio ha practicado una estrategia
de división de las fuerzas revolucionarias: primero se echó a
rodar la campaña de que la desaparición de Camilo fue obra y consecuencia
de las contradicciones en el interior de la dirección revolucionaria;
después hablaron de supuestas divergencias entre Raúl y Fidel;
y luego entre Fidel y el Che. Así montaron toda una campaña de
desinformación que dura hasta nuestros días para tratar de generar
confusión no sólo en Cuba sino en el movimiento revolucionario
latinoamericano y mundial, y en la opinión pública internacional.
Uno de los ejes de esas campañas es este supuesto abandono a la guerrilla
del Che, que se basa en el cuestionamiento de por qué no le mandamos
un refuerzo militar para apoyarlo y ayudarlo a romper el cerco del Ejército
boliviano.Cualquiera que conozca las leyes de una guerrilla sabe que en la fase
inicial es más difícil; la columna está obligada a desplazarse
constantemente para evitar las emboscadas del ejército enemigo, máxime
si está en desventaja con éste. En esa fase la guerrilla depende
de sus propias fuerzas, y del respaldo que puedan brindarle las redes urbanas,
las cuales en aquel momento ya habían sido golpeadas. Por tanto, no era
fácil enviar -como dicen-, un refuerzo militar. Eso es pura fantasía.
¿Y también es una fantasía la comparación que se ha
hecho entre la supuesta falta de apoyo al Che y los exitosos esfuerzos cubanos
por sacar de Venezuela a los oficiales que se encontraban allí?
Con absoluto conocimiento y responsabilidad afirmo que en Venezuela el Partido
Comunista, el MIR y otras fuerzas revolucionarias (aunque habían sufrido
algunas derrotas), conservaban estructuras clandestinas y recursos operativos
que facilitaron la organización paciente y minuciosa de la operación
de salida de esos compañeros. Esas circunstancias no concurrían
en Bolivia.
Regresando al año 1965, usted estuvo muy ligado a los preparativos
de la misión internacionalista cubana en el Congo, dirigida por el Che
en ese año. A su juicio, ¿qué representó para él
esta etapa, en relación con su plan estratégico final?
En ese entonces, aunque ciertamente se evidenciaba un auge revolucionario a
nivel mundial, encabezado por el heroico pueblo vietnamita, y al calor de la
Revolución cubana, aún no existían condiciones mínimas
para que el Che pudiera materializar su plan en Latinoamérica. Ante esto
y ante la solicitud de ayuda que había formulado a Cuba a través
del Che, la dirección del Consejo Supremo de la Revolución del
Congo, Fidel le propone como lo más útil ponerse al frente del
grupo de asesores militares cubanos que marcharían a ese país
africano, de modo que esto le permitiera ganar tiempo acopiando experiencia,
fogueándose nuevamente, al igual que preparando a algunos de los cuadros
y combatientes cubanos que lo acompañarían más tarde a
Bolivia. El Che asume la etapa del Congo como un escalón, una fase intermedia
para prepararse con vistas a su meta definitiva y aguardar a que la evolución
de los acontecimientos en América Latina crearan condiciones políticas
favorables para llevar a cabo sus planes estratégicos. Tanto es así,
que en el momento de la salida del Congo, el Che les pregunta a Harry Villegas,
a Carlos Coello y a José María Martínez Tamayo, si estaban
dispuestos a continuar la lucha junto a él en otro país, una lucha
que sería larga, compleja y difícil. Estos compañeros formarían
parte posteriormente de la guerrilla boliviana, con los seudónimos Pombo,
Tuma y Ricardo.
¿Cuál fue la participación del Viceministerio que usted dirigía,
en las delicadas operaciones para trasladar al Che y sus compañeros a
África, luego regresar a Cuba y más tarde salir hacia Bolivia?
Nuestro organismo tuvo a su cargo toda la preparación técnica
y operativa para la misión del Congo, la documentación, los itinerarios
de viaje, las leyendas. A partir de nuestra embajada en Tanzania, constituimos
un grupo de apoyo encargado de la búsqueda de información y de
la cooperación en el traslado de la logística desde ese país
a la base del Che en el Congo; al entrenamiento de los radistas, así
como otras formas de enlace y comunicaciones con el Che. A partir de la orientación
de Fidel, el Viceministerio Técnico del MININT respaldó al Che
en todo cuanto él solicitaba en relación con la misión
futura en Bolivia. Trabajamos en el aseguramiento de la documentación,
la falsificación de pasaportes, las informaciones que él pedía
sobre determinadas situaciones en el país de destino, el entrenamiento
en distintas especialidade (comunicaciones, métodos cons-pirativos).
Todos los detalles técnicos fueron elaborados por nuestros oficiales,
pero cada paso era analizado y aprobado por el Che; las vías escogidas
y quiénes tomarían por ellas; cómo pasar inadvertidos por
los aeropuertos, las características de éstos y de las fronteras,
el grado de control migratorio, cuáles eran las horas y los días
en que había menos vigilancia de las autoridades. Para esto se realizó
un estudio previo de la situación operativa, fronteriza y migratoria,
y de los métodos aplicados por la contrainteligencia de los países
por donde transitarían el Che y los demás combatientes.
Algún día, en el momento oportuno y conveniente, habrá
que contar con más detalles esta historia y reconocer a todos esos compañeros
que trabajaron en aquellas operaciones, en las que no hubo una sola falla. Hacia
África se movieron más de 140 cubanos y más de 20 para
Bolivia, sin ser detectados por los órganos de espionaje yanqui, ni por
los aparatos de seguridad de los países por donde transitaron. Se laboró
con mucha meticulosidad, profesionalismo, compartimentación y sobre todo
con una gran motivación por tratarse de Che y de quienes lo acompañaban.
Vivimos entonces días de mucha tensión, hablo por todo el equipo
encargado de estas tareas. Sabíamos que un error de cualquier índole
podía costar la vida de algún integrante de la misión.
Eran horas de permanente vigilia y angustia hasta que recibíamos las
señales que confirmaban la llegada del Che y del resto del grupo a los
lugares de destino. Nunca olvidaré aquellos momentos, ni a ninguno de
los compañeros que cumplieron anónimamente esa difícil
tarea internacionalista.
¿Cuál era el estado de ánimo del Che en los meses entre su
regreso del Congo y su partida hacia Bolivia? Él venía de una
derrota africana...
Bueno, una derrota cuyas causas explicó, haciéndose además
una autocrítica, como era propio de su personalidad, de su ética.
Pero siempre hay que recordar que él fue a allí a transmitir su
experiencia y a asesorar, no a dirigir esa guerra de liberación nacional.
Ya en el lugar chocó con las tradiciones culturales y religiosas, las
contradicciones entre los dirigentes congoleños, la falta de experiencia
combativa, una situación muy conflictiva sobre todo para la mentalidad
de nuestros combatientes, que eran gente fogueada, con experiencia de lucha
y querían no solo asesorar sin participar en el combate directo contra
el enemigo. No fue fácil, lógicamente.
Por ello el Che se incorporó directamente a las acciones combativas y
estuvo dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias de sus actos.
Sin embargo las decisiones tomadas por la dirección congolesa y por los
gobiernos africanos, crearon una coyuntura donde no había otra alternativa
que organizar su salida del Congo y la de otros muchos compañeros.
Respecto al estado moral del Che antes de salir hacia Bolivia, parecía
un muchacho con juguete nuevo. Estaba eufórico, feliz, porque se hallaba
con el grupo que él había elegido y ya se habían entrenado.
Se mostraba muy fraterno con los compañeros, aunque también muy
disciplinado y exigente. Practicaban un plan riguroso de preparación
física, militar y sicológica; lectura de documentos sobre el país;
aprendizaje del quechua, clases de matemáticas -se preocupaba mucho por
la superación cultural de los combatientes subordinados a él.
En abril de 1967, estando ya el Che en Bolivia, se publicó en un suplemento
de la Revista Tricontinental, su Mensaje a los Pueblos del Mundo. Sin embargo,
según algunas versiones, éste no fue escrito en ese país
sino en Cuba. ¿Qué información puede ofrecernos acerca de esto?
Creo que efectivamente fue así, que lo escribió cuando se encontraba
en el campo de entrenamiento en la provincia de Pinar del Río, antes
de su salida para Bolivia, en noviembre de 1966.
Resulta notorio que habiéndole dedicado él tantos esfuerzos intelectuales
y prácticos al internacionalismo, no haya asistido a la histórica
Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América
Latina, en enero de 1966. ¿Cuál sería la razón?
No pudo asistir porque cuando se efectuó la Conferencia Tricontinental
él estaba en Tanzania. Pero allí recibió todos los materiales
y una valoración de la reunión.
¿Qué impacto causó en usted la carta de despedida del Che?
Ya sabía de ella antes de que fuera leída por Fidel en la presentación
del primer Comité Central del Partido Comunista, en octubre del '65.
No obstante, cada vez que la oigo o la leo me provoca un estremecimiento y me
trae muchos recuerdos tanto del Che como de sus compañeros, pues los
conocí a todos y a algunos me unían estrechos lazos personales
y de trabajo.
¿Cuándo vio al Che vivo por última vez? ¿Pensó que sería
la última?
Lo vi en la madrugada del día que marchaba hacia el aeropuerto para su
incorporación a la lucha guerrillera en Bolivia. Fue en una casa de seguridad
donde sostuvo -creo- la última conversación con Fidel. Se hallaban
también Raúl Castro y Vilma Espín. En la sala había
un sofá y Fidel y Che estuvieron hablando allí solos, en voz baja,
un tiempo muy prolongado. No pensé que sería esa la última
vez que lo vería, aunque quienes nos comprometemos en este tipo de lucha
sabemos que en ella se triunfa o se muere. Éramos muy optimistas y teníamos
mucha confianza en la decisión, la voluntad y la capacidad del Che, de
los cubanos que lo acompañaban y de los bolivianos que habían
sido probados en otras tareas, para conseguir su objetivo poder sortear con
habilidad todos los escollos que pudieran presentársele. De hecho, la
guerrilla boliviana logró realizar varias acciones militares exitosas,
causándoles bajas y tomando prisioneros a soldados del Ejército.
El Che no sentía -como han querido atribuirle- esa cierta mística
hacia la muerte; aún si hubiese quedado sólo o con un combatiente,
se habría esforzado por reorganizar la guerrilla y continuar la batalla.
Él no era un hombre que entregara su vida fácil a los enemigos
y tampoco tenía vocación de mártir. La prueba está
en que herido y con el fusil inutilizado, trata de escapar del cerco para reencontrarse
con sus hombres. Nunca se sintió ni derrotado, ni desmoralizado, sus
ideas las defendía con su piel, sin importarle si le iba la vida en su
empeño.
¿El Che se despidió de usted? ¿Cómo fue la despedida?
Lo hizo en la casa de seguridad ya mencionada. Estaba contento, sonriente, ya
se veía emprendiendo por fin la marcha hacia su ansiada meta. Fue una
despedida sencilla, él no era muy efusivo. Su emoción la llevaba
internamente, había que saber descifrarla. Pero como siempre, la expresión
de su rostro transmitía una gran fuerza y convicción.
¿Cómo le llegó la noticia de la muerte del Che?
Por una radiofoto que recibí el 10 de octubre donde aparecía el
cadáver del Che en la lavandería. Llamé a Fidel y él
vino a mi casa. Recuerdo la cara de Fidel, dubitativo, aunque le hallara a la
foto algún parecido con el Che, no estaba muy convencido de que era él.
Se marchó para su casa y estando allí con la compañera
Celia Sánchez le llevé una segunda radiofoto que me había
llegado, la cual ya no dejaba lugar a dudas de que se trataba del Che. Ese momento
quedó registrado en mi memoria como una fotografía inolvidable.
En aquella habitación se hizo un gran silencio. Fidel envió a
la compañera Celia a buscar a Aleida, la esposa del Che, quien se encontraba
en una investigación en las montañas del Escambray, para darle
personalmente la noticia. Luego llamó a otros compañeros de la
dirección del Partido y comenzó a dar instrucciones acerca de
cómo se debía transmitir la información y preparar a nuestro
pueblo para esa dura noticia. Fue un impacto tremendo. Pero en estas misiones
revolucionarias uno deja la vida debajo de la almohada.
¿Cuánto tiempo después se supo que había sobrevivientes?
Al poco tiempo, cuando Pombo, Urbano y el ahora traidor Benigno logran romper
el cerco, y específicamente Inti Peredo establece contacto con algunos
militantes del Partido Comunista boliviano y del ELN, quienes los llevaron hasta
la frontera con Chile. Siempre recuerdo con mucho cariño el papel desempeñado
por Salvador Allende, en ese año presidente del senado chileno, quien
a pesar de las críticas de la derecha brindó todo su apoyo y protección
a los tres sobrevivientes. Él le comunicó a nuestro embajador
en Francia, Baudilio Castellanos, que trasladarían a los tres sobrevivientes
a Tahití. Hacia allí viajó nuestro embajador, los llevó
a Francia y de ahí a Cuba. Igualmente hay que destacar la colaboración
ofrecida por los partidos comunista y socialista chilenos, Beatriz Allende y
entre otros muchos compañeros, la del periodista Elmo Catalán,
quien luego caería en combate junto a Inti Peredo, tratando de reiniciar
la lucha armada en Bolivia.
Recientemente usted pudo leer el testimonio del chileno Manuel Cabieses,
publicado en la revista Liberación, sobre la llegada del Diario del Che
a Cuba. ¿Qué opinión le merece?
Es muy objetivo. Cabieses es un periodista serio y riguroso en sus análisis
y trabajos periodísticos; además de un revolucionario muy consecuente,
fraterno y solidario con Cuba y con los movimientos revolucionarios latinoamericanos.
Esta pregunta me hace evocar la participación de varios compañeros
en la edición del Diario en otros idiomas: el italiano Feltrinelli, amigo
de la Revolución cubana y admirador del Che; el francés François
Maspero, Arnaldo Orfila de Siglo XXI en México, y el equipo de la revista
Rampart, en Estados Unidos. También a editores de otros países
que bajo la coordinación del entonces presidente del Instituto Cubano
del Libro, Rolando Rodríguez, hicieron un extraordinario esfuerzo por
editar el Diario en Cuba y en todo el mundo, antes de que los servicios secretos
norteamericanos pudieran publicar, como querían, una versión apócrifa
y falseada. Se ganó esa batalla.
¿Cuáles son sus valoraciones acerca de las biografías sobre
el Che aparecidas en los últimos tiempos?
Bueno, no las he leído todas, sí algunos comentarios publicados
en periódicos de América Latina, donde en particular uno de ellos,
pretende presentar a un Che que sólo encarna un símbolo puramente
cultural -sobre todo entre la juventud-, despojarlo de su mensaje político-ideológico
y de su ejemplo. Algunos -porque no todos sus biógrafos muestran un balance
negativo- enfatizan en que todas las tesis económicas, políticas
y militares del Che han fracasado, que han perdido vigencia y que el rumbo tomado
por la Revolución cubana desvirtúa sus ideales. En mi opinión,
si la Revolución cubana hubiera abandonado los ideales del Che, no sería
como sigue siendo un bastión de las luchas populares antimperialistas,
anticapitalistas y por el socialismo, que se desarrollan en este mundo. Aún
en las duras circunstancias de agresión económica, política
e ideológica por parte del imperialismo, el pueblo cubano mantiene el
heroísmo al que lo convocó el Che y lo convoca todos los días
Fidel, al que llamó su «maestro y guía».
La demostración de que los ideales, el pensamiento, la acción
y el ejemplo del Che no han fracasado y que trascienden con una proyección
de futuro, es que cada día hay un interés creciente y consciente
en Cuba y el mundo por estudiar su obra e interpretarla, recuperando la esencia
de sus ideas, y tomando en cuenta las diferencias entre su momento histórico
y éste.
En muchos países, las sociedades de consumo han querido convertirlo en
una mercancía. Sin embargo, la fuerza paradigmática del Che se
impone por encima de estas intenciones, para intranquilidad de los triunfalistas
neoliberales y los poderosos de este mundo. Intentar reducirlo a un símbolo
cultural es una vulgar simplificación. No creo que la atracción
y la solidaridad que su figura concita hoy día en la juventud mundial
dentro del movimiento revolucionario y en los sectores progresistas y democráticos
del planeta, respondan a esa estrecha percepción del legado del Che;
sino que lo ven como un hombre con una tremenda fuerza moral, muy honesto, sensible,
humano, capaz de acompañar su prédica con sus actos; como un símbolo
del internacionalismo, del antimperialismo, de la solidaridad: del genuino socialismo.
En fin, como un ejemplo para las actuales y futuras generaciones, que lo toman
como bandera de intransigencia revolucionaria, de los valores éticos
y de la justicia social. Creo que mientras existan oprimidos y opresores, injusticias
sociales, dominación imperialista y también la esperanza en un
mundo justo, fraternal y solidario entre los hombres y los pueblos, perdurará
el pensamiento y el ejemplo del Che. Por ello coincido con lo que afirmó
Fidel el 12 de octubre de 1987, en la velada por el XX aniversario de la caída
en combate del Che y sus compañeros: «el Che vive más que nunca,
está más presente que nunca y es un adversario del imperialismo
más poderoso que nunca».
(Cubadebate agradece la colaboración de la Revista Tricontinental
de Cuba para reproducir esta entrevista)