1 de julio del 2002
Hardt en el Foro Social de Porto Alegre
El imperio revisitado: Esquirlas enloquecidas de viejos disparos
Michael Hardt
Los grupos reunidos en Porto Alegre, asi como el cacerolazo, son una nueva
modalidad política que desplaza las diferencias. Aquí, la versión
completa del ensayo.
En lugar de oponer el Foro Social Mundial de Porto Alegre al Foro
Económico Mundial de Nueva York, es más revelador imaginarlo como
un lejano descendiente de la histórica conferencia de Bandung que tuvo
lugar en Indonesia en 1955. Ambos han sido concebidos como intentos de combatir
el orden mundial dominante: el colonialismo y el opresivo conjunto binario de
la guerra fría en el caso de Bandung y el imperio de la globalización
capitalista en el de Porto Alegre.
Las diferencias, sin embargo, son evidentes de inmediato. Por una parte, la
Conferencia de Bandung, que congregó fundamentalmente a líderes
de Asia y Africa, puso de manifiesto de manera dramática la dimensión
racial del orden colonial y de la guerra fría, que, según la famosa
frase de Richard Wright, estaba dividido por la "cortina del color". Porto Alegre,
por el contrario, es un acontecimiento fundamentalmente blanco. Hay pocos participantes
de Asia y Africa y las diferencias raciales de América están exiguamente
representadas. Esto subraya la extensa tarea que aguarda a los participantes
de Porto Alegre: globalizar aún más los movimientos, tanto dentro
de cada sociedad como en todo el mundo, proyecto del cual el Foro es sólo
un paso. Por otra parte, mientras que Bandung fue obra de un pequeño
grupo de líderes, a Porto Alegre concurrieron una populosa multitud y
una red de movimientos. Esta multitud de protagonistas es la gran novedad del
Foro y es esencial para la esperanza que éste permite abrigar ante el
futuro.
Por ello, la impresión primera y predominante del Foro Social Mundial
es su desbordante enormidad. No se trata tanto de la cantidad de personas presentes
- los organizadores hablan de 80.000 - sino más bien de la cantidad de
eventos, encuentros, acontecimientos. El programa que informa de todas las conferencias
oficiales, seminarios y talleres, la mayoría de los cuales tuvo lugar
en la Universidad Católica, tiene el tamaño de un diario, pero
pronto se advierte que hay innumerables reuniones no oficiales por toda la ciudad,
algunas publicitadas en afiches y volantes, otras sólo de boca en boca.
También hay reuniones independientes de los diferentes grupos que participan
en el Foro, como la de los movimientos sociales italianos o la de las diversas
ramas nacionales de ATTAC. También hay manifestaciones, algunas planeadas
oficialmente, como el desfile inaugural masivo, y otras más pequeñas
de protesta contra, por ejemplo, los legisladores de diferentes países
presentes en el Foro que votaron a favor de la actual guerra contra el terrorismo.
Por último, otra serie de eventos se desarrolla en el gigantesco campamento
juvenil situado junto al río con sus cientos de metros de carpas que
albergan a 15.000 personas en medio de un clima de festival veraniego de música,
en especial cuando llueve y todos caminan por el barro envueltos en bolsas de
plástico a modo de piloto. En pocas palabras, si alguien con tendencias
obsesivas quisiera entender lo que ocurre en Porto Alegre, seguramente sufriría
un colapso nervioso. El Foro es incognoscible, caótico, dispersivo. Y
esa sobreabundancia llena a cada uno de gozo, mientras se pierde en un mar de
gente de todo el mundo que trabaja de modo similar contra la forma actual de
globalización capitalista.
Este encuentro abierto es el elemento más importante del Foro. Aunque
éste es limitado en muchos aspectos importantes, como el social y el
geográfico, sigue siendo una oportunidad para globalizar aun más
el ciclo de luchas que se extiende de Seattle a Génova. Hasta ahora,
esta red de movimientos se limita, en general, al Atlántico norte. Se
ocupa de muchos de los temas que abordan aquellos que en otros lugares se oponen
a la forma capitalista actual de la globalización o a políticas
institucionales específicas como las del FMI, pero estos movimientos
en sí mismos siguen siendo limitados. Reconocer la comunidad de proyectos
con los que luchan en otras partes del mundo es el primer paso hacia la ampliación
de la red de movimientos o la vinculación de una red con otra. El reconocimiento
de esta comunidad es el motivo fundamental del clima de felicidad y festejo
del Foro.
Pero el encuentro debería revelar y abordar no sólo los proyectos
y deseos comunes sino también las diferencias entre los participantes,
diferencias de condiciones materiales y de orientación política.
Los diversos movimientos de todo el mundo no pueden conectarse entre sí
en su estado actual sino que deben ser transformados por el encuentro a través
de una especie de adecuación mutua. Los llegados de América del
Norte y Europa, por ejemplo, no pueden más que sorprenderse en Porto
Alegre por la diferencia del trabajo agrícola y la pobreza rural de Brasil,
representados con mayor fuerza por el MST (Movimiento de los Sin Tierra). ¿Qué
tipo de transformaciones son necesarias para que los movimientos de globalización
euro- norteamericanos y los movimientos latinoamericanos de reforma agraria
y lucha contra la pobreza rural no se conviertan en lo mismo o incluso se unan
sino que se vinculen en una red común creciente? El Foro brinda la oportunidad
de reconocer estas diferencias y cuestiones a aquellos dispuestos a verlas,
pero no ofrece las condiciones necesarias para abordarlas. En realidad, la misma
naturaleza desbordante y dispersiva del Foro que genera euforia por la comunidad
de proyectos desplaza el terreno sobre el cual podrían cotejarse tales
diferencias y conflictos.
En este sentido, el Foro de Porto Alegre es quizá demasiado alegre, demasiado
festivo y no suficientemente conflictivo. La diferencia política más
importante que atraviesa el Foro tiene que ver con el papel de la soberanía
nacional. Hay dos posturas básicas de respuesta a las actuales fuerzas
dominantes de la globalización: se puede trabajar para fortalecer la
soberanía de los Estados-nación como barrera defensiva contra
el control del capital extranjero y global o se puede luchar por una alternativa
no nacional a la forma actual de globalización que sea igualmente global.
La primera plantea al liberalismo como categoría analítica básica
y considera que el enemigo es la actividad capitalista global irrestricta con
débiles controles del Estado. La segunda está más claramente
plantada contra el capital en sí, ya sea regulado por el Estado o no.
La primera podría denominarse postura antiglobalización, en la
medida en que las soberanías nacionales, aun cuando estén vinculadas
por la solidaridad internacional, sirven para limitar y regular las fuerzas
de la globalización capitalista. Por ello, para esta posición,
la liberación nacional sigue siendo el objetivo último, como lo
fue para las antiguas luchas anticoloniales y antiimperialistas. La segunda,
en contraposición, se opone a cualquier solución nacional y, en
cambio, pretende una globalización democrática.
La primera posición, la de la soberanía nacional, ocupa los espacios
más visibles y predominantes en el Foro de Porto Alegre. Esta postura
está representada en las grandes sesiones plenarias, es repetida por
los voceros oficiales del Foro y aparece en las informaciones de prensa. Uno
de los principales propulsores de esta posición es la conducción
del PT (Partido de los Trabajadores) brasileño, que de hecho es el anfitrión
del Foro, ya que tiene a su cargo el gobierno de la ciudad y de la región.
Es obvio e inevitable que el PT ocupe un lugar central en el Foro y aproveche
el prestigio internacional del evento como parte de su estrategia de campaña
para las próximas elecciones.
La segunda voz dominante de la soberanía nacional es la de los dirigentes
franceses de ATTAC, que sentaron las bases del Foro en las páginas de
Le Monde Diplomatique. En este sentido, la conducción de ATTAC está
muy cerca de muchos políticos franceses, como Jean-Pierre Chevènement,
que propugnan el fortalecimiento de la soberanía nacional como solución
a los males de la globalización contemporánea. En cualquier caso,
éstas son las figuras que dominan la representación del Foro tanto
internamente como en la prensa.
La postura no soberana de globalización alternativa, por su parte, es
minoritaria en el Foro, no en términos cuantitativos sino de representación.
En realidad, la mayoría de los participantes del Foro quizá haya
ocupado esta posición minoritaria. En primer lugar, los diversos movimientos
que han realizado protestas desde Seattle hasta Génova en general se
orientan hacia soluciones no nacionales. De hecho, la misma estructura centralizada
de la soberanía del Estado se opone a la forma de red horizontal que
han desarrollado los movimientos. En segundo término, los movimientos
argentinos que han surgido en torno a la presente crisis financiera, organizados
en asambleas barriales y de delegados de ciudades, también se muestran
hostiles a las propuestas de soberanía nacional. Sus eslóganes
reclaman deshacerse no de un político en particular sino de todos ellos
-- "que se vayan todos"--, de la clase política en su totalidad. Por
último, en la base de los diversos partidos y organizaciones presentes
en el Foro, el sentimiento es mucho más hostil a las propuestas de soberanía
nacional que en los estamentos superiores. Esto es especialmente cierto en el
caso de ATTAC, organización híbrida cuyo vértice, especialmente
en Francia, se mezcla con políticos tradicionales mientras que las bases
están firmemente asentadas en los movimientos.
La división entre la postura de la soberanía y la antiglobalización
y la de la no soberanía y la globalización alternativa, por lo
tanto, no puede entenderse cabalmente en términos geográficos.
No marca la división entre norte y sur o entre Primer y Tercer Mundo.
El conflicto corresponde más bien a dos formas diferentes de organización
política. Los partidos tradicionales y las organizaciones centralizadas
en general ocupan el polo de la soberanía nacional, mientras que los
nuevos movimientos organizados en redes horizontales suelen agruparse en el
polo de la no soberanía. Es más, dentro de las organizaciones
tradicionales y centralizadas, el vértice tiende a la soberanía
y la base a alejarse de ella. No es de sorprender, quizá, que aquellos
que ocupan posiciones de poder estén más interesados en la soberanía
y los excluidos lo estén menos. De cualquier modo, esto puede contribuir
a explicar por qué la postura de la soberanía nacional y la antiglobalización
podría predominar en las representaciones del Foro aun cuando la mayoría
de los participantes tienda hacia la perspectiva de una globalización
alternativa no nacional.
Como ejemplo concreto de esta diferencia política e ideológica,
se pueden imaginar las reacciones que proceden lógicamente de cada una
de estas posiciones frente a la actual crisis económica de Argentina.
De hecho, la crisis argentina se cierne sobre todo el Foro como una premonición
amenazadora que anticipa una cadena de desastres económicos que podrían
caer sobre otros países. La primera posición señalaría
el hecho de que la crisis argentina fue provocada por las fuerzas del capital
global y las políticas del FMI conjuntamente con las demás instituciones
supranacionales que socavan la soberanía nacional. La reacción
de oposición lógica sería entonces fortalecer la soberanía
nacional de la Argentina (y otras naciones-Estados) contra estas fuerzas externas
desestabilizadoras. La segunda posición identificaría las mismas
causas de la crisis, pero insistiría en que una solución nacional
no es ni posible ni deseable. La alternativa al imperio del capital global y
sus instituciones sólo se encontrará en un nivel igualmente global,
a través de un movimiento democrático global. Los experimentos
prácticos con la democracia que hoy tienen lugar a nivel barrial y urbano
en la Argentina, por ejemplo, plantean una necesaria continuidad entre la democratización
de la Argentina y la democratización del sistema global. Naturalmente,
ninguna de estas perspectivas ofrece una receta adecuada para lograr una solución
inmediata de la crisis que elude las recetas del FMI --y no estoy convencido
de que tal solución inmediata exista--. Hoy presentan más bien
diferentes estrategias políticas de acción que, con el transcurso
del tiempo, intentan desarrollar alternativas reales a la forma actual de dominio
global.
En otra época, podríamos haber montado un enfrentamiento ideológico
al viejo estilo entre las dos posiciones. La primera podría acusar a
la segunda de hacerle el juego al neoliberalismo, socavar la soberanía
del Estado y preparar el camino a una mayor globalización. La política,
afirmaría a continuación esta postura, sólo puede ejercerse
en el terreno nacional y dentro de la nación-Estado. Y la segunda podría
responder que los regímenes nacionales y otras formas de soberanía,
por corruptas y opresivas que sean, son meros obstáculos a la democracia
global que buscamos. Este tipo de enfrentamiento, sin embargo, no puede darse
en Porto Alegre, en parte por la naturaleza dispersiva de este evento que tiende
a desplazar los conflictos y, en parte, porque la posición de la soberanía
ha ocupado las representaciones más importantes con tanto éxito
que no es necesaria una disputa.
Pero el principal motivo de la falta de enfrentamiento puede tener que ver con
las formas organizativas que corresponden a ambas posiciones. Los partidos tradicionales
y las organizaciones centralizadas tienen voceros que los representan y libran
sus batallas, pero nadie habla en nombre de una red. ¿Cómo se discute
con una red? Los movimientos organizados en redes ejercen su poder pero no se
mueven a través de oposiciones. Una de las características fundamentales
de la red es que ningún par de nodos se enfrenta entre sí por
contradicción sino que éstos están siempre triangulados
por un tercero y luego un cuarto y un número indefinido de otros nodos
de la red.
Esta fue una de las características de los eventos de Seattle que más
nos ha costado comprender: grupos que creíamos objetivamente contradictorios
entre sí - ambientalistas y sindicatos, grupos de la iglesia y anarquistas
- de pronto podían trabajar juntos en el contexto de la red multitudinaria.
Para adoptar una perspectiva ligeramente distinta, los movimientos funcionan
de manera similar a una esfera pública, en el sentido de que pueden permitir
la plena expresión de las diferencias dentro del contexto común
de los intercambios abiertos. Pero esto no significa que las redes sean pasivas.
Las redes desplazan las contradicciones y generan en cambio una especie de alquimia
o cambio fundamental que transforma las posiciones fijas tradicionales en flujos
de movimientos. Las redes imponen su fuerza a través de una especie de
contra corriente irresistible.
A semejanza del Foro mismo, la multitud de los movimientos siempre es desbordante,
excesiva, e incognoscible. Por lo tanto, es sin duda importante, por una parte,
reconocer las diferencias que dividen a los activistas y los políticos
reunidos en Porto Alegre. Por otra, sería un error intentar leer esta
división según el modelo tradicional de conflicto ideológico
entre sectores opuestos. La lucha política en la era de los movimientos
de redes ya no funciona de ese modo. Pese a la evidente fortaleza de los que
ocupan el centro de la escena y dominan las representaciones del Foro, en última
instancia puede que hayan perdido la batalla. Quizá los representantes
de los partidos tradicionales y las organizaciones centralizadas reunidos en
Porto Alegre se parezcan demasiado a los viejos líderes nacionales que
concurrieron a Bandung --imaginen a Lula del PT brasileño en la postura
de Ahmed Sukarno como anfitrión y a Bernard Cassen de ATTAC Francia en
la de Jawaharlal Nehru como huésped más destacado--. Los dirigentes,
sin duda, pueden promover resoluciones que afirmen la soberanía nacional
en torno a una mesa de conferencias, pero nunca podrán dominar el poder
democrático de los movimientos. Eventualmente, ellos también serán
incorporados a la multitud, que es capaz de transformar todos los elementos
fijos y centralizados en otros tantos nodos gracias a su red indefinidamente
expansiva.
Traducción de Elisa Carnelli