21 de julio de 2002
80 años de "Los Gemidos" de Pablo de Rokha
ALEJANDRO LAVQUEN
Rebelión
Quizá sea el año 1922 el más importante dentro de la poesía
y la literatura vanguardista Latinoamericana durante el siglo recién
pasado. En aquel año se publicaron libros que, de una u otra manera,
ejercerían importante influencia en todo el desarrollo de la poesía
de nuestro continente durante el siglo XX. Entre ellos "20 poemas para leer
en el tranvía" de Oliverio Girondo; "Trilce" de César Vallejo;
"Raíz salvaje" de Juana Ibarbourou y "El jarro de flores" de José
Juan Tablada. En el caso de Chile, fue el año en que Gabriela Mistral
publica su libro "Desolación" y Pablo de Rokha "Los Gemidos", tal vez
el libro de poesía más vanguardista publicado en el idioma castellano.
No está demás decir que en 1922 se editan en la lengua inglesa
dos libros fundamentales para ella, el "Ulises" de James Joyce y "La tierra
baldía" de T.S. Eliot.
Habría que explicar, respecto a los libros citados, que su característica
principal era que rompían de algún modo con la manera de escribir
practicada hasta la época. Respecto a Los Gemidos, que es el libro que
nos convoca, la ruptura fue total y asombrosa, por lo que podríamos llamar
el diluvio "cuerdo-demencial" del lenguaje utilizado. El libro fue editado por
el propio autor y la leyenda cuenta que tan sólo se vendieron algunos
ejemplares, siendo el resto utilizado para envolver carne en el Matadero. Hoy
es imposible encontrar un ejemplar de aquella primera edición, sólo
podemos acceder a la reedición que Editorial Lom realizó en 1994
como homenaje a los cien años del poeta.
La recepción de la crítica
La crítica fue en su gran mayoría ácida o indiferente ante
el libro, aunque algunos críticos y jóvenes poetas de aquel entonces
sí valoraron la obra como algo novedoso y lleno de creación original.
Uno de ellos fue Pablo Neruda, cuya enemistad posterior con De Rokha llenaría
páginas de libros y periódicos. Escribió Neruda, en la
revista "Claridad" en diciembre de 1922: "Un impulso hacia la raíz trascendente
del hecho, una mirada que escarba y agujerea en el esqueleto de la vida y un
lenguaje de humano, de hijo de mujer, un lenguaje exacerbado, casi siempre sabio,
de hombre que grita, que gime, que aúlla, ésa es la superficie
de Los Gemidos. Más adentro, libres ya de las palabras, de los alaridos
y de las blasfemias, sentimos al amador de la vida y de las vidas, azotado por
la furia del tiempo, por los límites de las cosas, corroído hasta
la médula por la voluntad de querer y por la terrible tristeza de conocer.
¿Continuador del coro trágico? Tal vez. Lejos de la ataraxia de los socráticos,
Pablo de Rokha trasluce su sentido de la vida, en una agitación discontinua,
que se paraleliza a la de los cantores de Dionysos. Canta a Prometeo, griego
de nacimiento, cuando desata su imprecación al católico Satanás.
Y su libro entero, es un solo canto, canto de vendaval en marcha que hace caminar
con él a las flores y a los excrementos, en una desigual caminata hacia
un desconocido Nadir". Otros fueron simplemente lapidarios y pidieron para su
autor las penas del infierno. Dijo Alone, el crítico más influyente
de la época: "Su libro Los Gemidos constituye uno de los documentos patológicos
aparecidos después de la guerra" (...) "Quiere vivir íntegramente
delante del lector y hacerle testigo de esas operaciones a las cuales se destinan
departamentos secretos en todas las casas". César Bunster expresó
lo siguiente: "Pablo de Rokha colecciona expresiones sucias, de pura cepa chilena,
que luego da a la publicidad en sus libros y artículos". Raúl
Silva Castro expresaba que, en Los Gemidos, "se puede advertir la substancial
vulgaridad de sus expresiones y la exageración del mal gusto".
La obra de este poeta estuvo siempre marcada por la polémica, sobre todos
sus artículos en la revista "Multitud", de la que fue fundador y director
hasta poco tiempo antes de su muerte en 1968. En todo caso, lo que ya no está
en discusión, es la importancia de la palabra poética de Pablo
de Rokha: bíblica y trágica; épica y política, una
poesía que penetra hasta el más hondo sentimiento del ser humano
y del ser nacional y latinoamericano en particular, siempre comprometida con
la búsqueda de mejores sociedades y felicidad para los habitantes de
la tierra, siendo una denuncia permanente de la injusticia. Es a contar de Los
Gemidos, cuando en Chile la poesía abre los ojos hacia otras dimensiones.
Me parece que una de las definiciones más acertadas de este libro es
la del profesor y poeta Naím Nómez, cuando nos dice que él
"forma una serie de cantos temáticos cuyo eje estructural es un sujeto
capaz de alcanzar el conocimiento de las cosas por intermedio del dolor, antes
de desaparecer en la nada" (...) "Los Gemidos son el canto hecho dolor que salva
al aedo de la extinción total. En esta imitación divina del hombre,
se hace también superhombre, conquistador, revolucionario, héroe".
Los gemidos
La poesía chilena escrita hasta la fecha de publicación de Los
Gemidos era una poesía que se mantenía dentro de los márgenes
del romanticismo y el modernismo, con una temática donde sobresalía
el sentimiento amoroso y el paisaje social sin la desgarradura real que lo atormentaba.
Los Gemidos vino a romper con todo eso, incluyendo en el poema, por ejemplo,
lo coloquial. Y si antes Carlos Pezoa Véliz ya había recurrido
a esta forma de poetizar, en De Rokha se rompen todos los esquemas: "buenos
días, buenos días árbol, dije al reventar la mañana...",
o como en estos otros versos pertenecientes al poema Yanquilandia (texto en
el que así como muestra admiración por algunos personajes, también
desata sus ataques más furibundos): "... cuando él le dice: pchs!.
.pchs!. .pchs!.. tal que a los perros honestos..." (...) "vienen llegando de
las tumbas antiguas, o al je!... je!... je!... de los redondos y escépticos"
(...) "situado entre dos grandes premisas: 1,000.000,000.000,000 de dólares
y un cañon de cien pulgadas... sin embargo los rotitos de Chile afilando
sus corvos modestamente gruñen: y en' dey pus iñor" (...) "Chicago,
la gran urbe dolorosa, plutocrática, socarrona, manufacturera, gruñe
lomismo que los cerdos plebeyos: oc!... oc!... oc!...". En el desarrollo del
libro nos encontramos con un lenguaje que pasa por diferentes etapas y además
ya se percibe lo que será el discurso poético permanente del autor.
También sus influencias, donde las lecturas de la Biblia y los clásicos
griegos juegan un papel fundamental, lo mismo que autores como Rabelais, Nietzsche,
Whitman o los simbolistas franceses y las ideas anarquistas de la época.
En los poemas se encuentran personajes bíblicos, cósmicos, patriarcales
y populares. Otra característica en toda la obra de De Rokha es su tendencia
a asumir la voz de los personajes simples, postergados y discriminados de la
sociedad.
Un aspecto fundamental en el libro es el "yo hiperbólico", siempre presente
de manera clara y perceptible en los textos, que es a la vez su condición
de cantor infinito: "Yo canto, canto sin querer, necesariamente, irremediablemente,
fatalmente, al zar de los sucesos, como quien come, bebe o anda y porqué
sí; moriría si no cantase, moriría." (...) "cantar, cantar,
cantar...- he ahí lo único que sabes Pablo de Rokha" (...) "Los
cantos de mi lengua tienen ojos y pies, ojos y pies, músculos, alma,
sensaciones, grandiosidad de héroes y pequeñas costumbres modestas...,"
(...) "rodaré sonando eternamente, como el viejo nidal, como el viejo
nidal, como el viejo nidal, como el viejo nidal en donde anidan Todos los gorjeos
del mundo!...". La temática es vasta, lo mismo que los personajes. Se
va conjugando lo coloquial con el amor, el inevitable canto a la mujer con la
analogía popular y cotidiana: "Se parece a la iglesia del Pueblo; el
modestísimo olor a gestos rurales, la religiosidad honrada, honrada y
honesta que diluye su ateísmo...," (...) "Mujercita al rojo es, mujercita
al rojo; caldea el amor sus entrañas adolescentes...,".
También canta a Satanás, imprecándolo, imprecación
que en realidad es un reconocimiento a ese otro ser fundamental en la creencia
humana. Canta al poeta zarrapastroso, al Epitalamio, donde logra una altura
considerable: "Cantando, maduraba mi sexo fúnebre y un sol de cien millones
de millones, de millones de años, abuelo de la tierra, abría,
abría sobre mi juventud fatal el sentido del mundo..." (...) "oh! Epitalamio,
oh! Epitalamio: ya las penas antiguas se me cayeron como muchas hojas secas...".
De Rokha asume el ser trágico, el destino del ser humano en cada verso.
Da a las cosas características humanas de manera notable, como en estas
líneas: "Al sol le duelen, le duelen los huesos, el pobre está
resfriado y con reuma; a intervalos se lleva el pañuelo a las narices,
estornuda, y se abre a ras de lo infinito...". Al mismo poema al que pertenecen
estos versos (Sensación del invierno sobre la Tierra) también
pertenecen algunos de los más bellos escritos por De Rokha, como lo son
los que inauguran el poema: "Sobre el grande cementerio y las pardas, ruinosas
techumbres del mundo, cantan los pianos de la lluvia, los pianos de la lluvia,
melancólicos, la antigua canción de las goteras.. .-... El otoño
se fue deshojando flores amarillas y puñados de lágrimas".
En Los Gemidos nos encontramos con todas las sensaciones del mundo, sin exclusión.
Tan pronto como se le canta al amor, a la revolución o al héroe,
también se le canta al estiércol o a la morgue. Pero siempre manteniendo
el carácter épico de los sucesos, incluso el de las cosas. Existe
incorporación de elementos nuevos como el taxímetro. Se ironiza,
se critica el caos burocrático y el cinematógrafo, acusándolo
quizá como se acusa hoy a la televisión. En el poema "Égloga"
se manifiesta la naturaleza y el campo chileno, vislumbrándose además
el lenguaje que usará en libros futuros, en este caso hay una especie
de anticipación a "Genio del Pueblo", libro que publicará en 1960
y uno de los más importantes del poeta. El hombre siempre está
en movimiento, siempre enfrentando el mundo que lo atosiga, los niños,
en Los Gemidos, juegan a la pelota con el universo. Todo es inmenso, la tragedia,
la derrota o el triunfo, todo es descomunal, no hay espacio para la flaqueza
vil o acobardada. El poema "La ciudad" (un texto muy actual, y representativo
de nuestra urbe contemporánea), bien podría haberse publicado
como un libro aparte, en él se reflejan todas las vicisitudes de sus
habitantes e instituciones descarnadamente, mostrando la realidad muchas veces
cruel. Critica a la ciudad porque allí ve al capitalismo en su máxima
expresión, De Rokha es un poeta que manifiesta su ideología sin
disimulo alguno, se enorgullece de sus ideas libertarias. El último texto
del libro es bastante decidor respecto a la posición estética
y social que el autor mantendrá durante toda su vida, tal vez el yo poético
y su relación con el mundo (y la humanidad) se manifieste aquí
como en ningún otro poema: "Andando, platicando, andando con la tierra
por los caminos varios, se me caen los gestos de los bolsillos, -atardeciendo
olvidé la lengua en la plaza pública...-, no los recojo y ahí
quedan, ahí, ahí, como pájaros muertos en la soledad de
los mundos, corrompiéndose; el hombre corriente dice: 'son colillas tristes',
y pasa" (...) "Arañándome los cantos la congoja y el vientre,
con las peludas garras siniestras de lo infinito; voy a abortar un mundo; (mis
calzoncillos, mis calzoncillos se ríen a carcajadas!...)" (...) "Universo,
Universo, ¡cómo nos vamos borrando, Universo, tú y yo, simultáneamente!...
... ...".