Un
camino hacia el ALCA que pone en peligro el Mercosur Luis Alberto Moniz Bandeira. (Politólogo brasileño)
Es posible que el retiro del apoyo a la Argentina por parte del gobierno de
Washington haya estado influenciado por la oposición de los EE.UU. al
crecimiento de la economía brasileña y al propósito de
Brasilia de participar de las negociaciones para la formación del ALCA
en posición de fuerza, basada en el Mercosur.
El debilitamiento de la Argentina representa una forma indirecta de retardar
el crecimiento del Brasil. La percepción en el exterior es que Brasil
y China son los dos únicos grandes países que más resisten
en la actualidad la hegemonía de los EE.UU. Y actualmente en Washington
no hay ilusiones en cuanto al alejamiento cada vez mayor del Brasil.
Desde la caída del gobierno de Juan D. Perón en 1955, los EE.UU.
trataron frecuentemente de instrumentalizar a la Argentina contra el Brasil,
sobre todo durante el gobierno de la dupla Carlos Menem-Domingo Cavallo. Y una
de las preocupaciones de los formuladores de la política hemisférica
norteamericana es que la crisis en la Argentina venga a reforzar la tendencia
al proteccionismo, que puede no existir en el gobierno brasileño, pero
avanza en la conciencia nacional, lo que dificulta las negociaciones para la
creación del ALCA.
Este es el principal nervio del conflicto entre los EE.UU. y el Brasil. El ALCA,
de acuerdo al embajador Samuel Pinheiro Guimaraes, uno de los responsables de
la negociación de los acuerdos de integración Brasil-Argentina
en 1986-1987, constituye parte de la estrategia de mantenimiento de la hegemonía
política y económica de los EE.UU. "que realizarían su
designio histórico de incorporación subordinada de América
latina a su territorio económico y a su área de influencia político-militar".
"El ALCA conducirá a la desaparición del Mercosur", advirtió
Pinheiro Guimaraes. Poco tiempo después, en un seminario en la Asociación
Brasileña de la Industria de Máquinas Equipamientos (ABIMAQ),
afirmó que la decisión de la Argentina de eliminar las barreras
aduaneras para bienes de capital, ignorando el arancel externo común,
le daba la oportunidad al Brasil de evaluar, por anticipado, los efectos del
ALCA.
El gobierno brasileño sabía que la percepción del embajador
Pinheiro Guimaraes era correcta. Sin embargo, una vez que muchos países
estuviesen ilusionados con el ALCA imaginando aumentar sus ventas a los EE.UU.,
prefirió otra táctica para que el Brasil no fuera acusado de sabotear
las negociaciones. Juzgó mejor continuar las negociaciones y lanzar sobre
los EE.UU. la culpa por el fracaso, ya que ellos no irían a atender las
exigencias ni del Brasil ni de la Argentina ni de los demás países
de América del Sur, como lo demostró el Trade Power Authority
(TPA) aprobado por el Congreso norteamericano.
Los EE.UU. nunca tuvieron realmente condiciones -ni la intención- de
abolir las barreras proteccionistas ni arancelarias, sobre todo sobre los productos
agrícolas, debido a los enormes intereses económicos y políticos
que éstas involucran internamente.
No sin razón, el presidente Fernando Henrique Cardoso declaró
que "si las condiciones se tomaran al pie de la letra, significa que no habrá
ALCA". Sí, seguramente no habrá ALCA. El Congreso norteamericano
mantuvo los subsidios a la agricultura y la legislación antidúmping
que tanto afecta las ventas de productos manufacturados, entre los cuales están
los productos siderúrgicos, exportados por el Brasil y que ya fueron
obstaculizados por el aumento de tarifas impuesto por el presidente George W.
Bush.
Los EE.UU. por lo tanto, no harán las concesiones esperadas ni el presidente
Fernando Henrique Cardoso ni cualquiera que sea su sucesor aceptará negociar
un área de libre comercio con los EE.UU. en términos que no sólo
no atienden sino que contrarían los intereses económicos, comerciales
y estratégicos del Brasil.
También por motivos similares, el TPA no sólo no beneficia, sino
que tiende a perjudicar a la Argentina, así como a los demás socios
del Mercosur, el Paraguay y el Uruguay, que aún tenían ilusiones
en el ALCA.
El objetivo de los EE.UU., con la formación del ALCA, es consolidar las
medidas ultraliberales, forzar una apertura unilateral de las economías
latinoamericanas, de modo de obtener más ventajas comerciales y mayores
reducciones de barreras a sus exportaciones y a sus capitales.
De esta manera podrá fomentar sus exportaciones en 30% y asegurar el
crecimiento de su PBI a una tasa del 4-4,5%, y compensar el déficit comercial
con otras regiones, a costa de los países latinoamericanos, induciéndolos
gradualmente a adoptar el dólar como la única moneda en el hemisferio,
cuya emisión y circulación estarán sobre su exclusivo control.
Como consecuencia, el acceso privilegiado a los mercados de la región,
mediante el establecimiento del ALCA, podrá compensar perjuicios derivados
de la pérdida de competitividad de los productos norteamericanos, que
en varios renglones, no están en condiciones de competir directamente
con los exportados por la Unión Europea, que suplantan a los EE.UU. en
el comercio con los países del Mercosur, o por el Japón y la China.
El mayor interés de los EE.UU. para la formación del ALCA se concentra
principalmente en el Mercosur, que tiene un PBI de US$ 1 billón, equivalente
a más de la mitad del PBI de toda la ALADI, de US$ 1,7 billón
en 1999 y representaba el 10,3% del mercado de las Américas.
Sin el Mercosur y, en especial, sin el Brasil, el ALCA representará un
lucro relativamente pequeño de mercado para los EE.UU. De hecho, las
exportaciones de productos norteamericanos al Brasil se triplicaron en los 90,
saltando de US$ 5 mil millones en 1990 a US$ 15,3 mil millones en 2000, valor
equivalente a menos o igual de las exportaciones destinadas a todos los demás
países de América del Sur, y tres veces mayores que las exportaciones
a la Argentina, que pasaron de US$ 1,1 mil millones en 1990 a US$ 4,6 mil millones
en 2000.
Pero a lo largo de esos cinco años, de 1996 a 2000, el Brasil acumuló
un total de cerca de US$ 18,6 mil millones de déficit en la balanza comercial
con los EE.UU., con un promedio de US$ 3,7 mil millones al año. En 2000,
el déficit del Brasil fue de US$ 1,5 mil millones y la razón principal
por la cual viene ocurriendo sucesivamente a lo largo de seis años ha
sido el aumento de las importaciones de productos norteamericanos por parte
del Brasil sin un correspondiente aumento de las exportaciones de productos
brasileños a los EE.UU.
Lo que los EE.UU. pretenden no es propiamente fomentar el comercio, sino ampliar
su superávit a costa del Brasil y de los demás estados de América
del Sur. La implantación del ALCA sólo tiende a agravar esa situación
pues para los EE.UU. su éxito económico implica la conquista de
mayor acceso al mercado brasileño y las porciones de mercados latinoamericanos
ocupadas por el Brasil, que destina 23% de sus exportaciones, sobre todo de
manufactura, a los países de la ALADI. El texto del proyecto del Trade
Power Authority es bastante restrictivo y demuestra que los EE.UU. no levantarán
las barreras ni la aplicación de cupos, sobretasas arancelarias, derechos
antidúmping, restricciones fitosanitarias y otras medidas que afectan
las exportaciones del Brasil, de la Argentina y otros países sudamericanos.
Por el contrario, deberá aumentarlas, debido a las presiones de los sectores
más ineficientes de la economía americana, de los sindicatos de
obreros, así como de decisiones unilaterales del propio gobierno norteamericano
o del Congreso norteamericano, que, nuevamente aprobó subsidios para
la agricultura.
El principio subyacente de la política comercial de los EE.UU., de acuerdo
a lo que Charlene Barshefsky, antecesora de Robert Zoellick, declaró
explícitamente, es "sustentar la prosperidad de los EE.UU., los empleos
y riqueza de las compañías norteamericanas". No es, por lo tanto,
propiciarle saldos positivos al Brasil ni a los demás países de
América del Sur.